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sábado, 11 de febrero de 2012

“El valor de acompañar al prójimo en el dolor nace en el corazón”, dice Cardenal Juan Luis Cipriani


“Es bonito que nos demos cuenta que existe un valor maravilloso que es el dolor, el sufrimiento; y uno mucho más maravilloso que es el acompañar en el dolor”, expresó el Cardenal Juan Luis Cipriani en el programa Diálogo de Fe del sábado 11 de febrero. 
El Arzobispo de Lima recordó las apariciones de la Virgen de Lourdes en Francia que sucedieron un día como hoy, y mencionó cómo ella está siempre muy relacionada a la Jornada de oración por los Enfermos.
“En el mundo entero hoy hay una oración especial y una cercanía a esas personas enfermas no solo físicamente sino también moralmente”, explicó.
Comentó que es muy importante el educarnos en ese gran valor de acompañar a las personas en el sufrimiento, ya que genera en el alma un sentimiento de unión y de involucrarse con el prójimo.
“Hay que tener la valentía, el amor y la solidaridad de saber que el dolor es un acompañante frecuente en la vida de todos, no es una sorpresa o una tragedia, es un hecho que nos acompaña en la vida, unas veces en la enfermedad, otras veces en la soledad, en la incomprensión, en la injusticia; por eso es importante que la persona que sufre vea que alguien se involucra y no tiene miedo”, manifestó.
Señaló que, ante el dolor, lo que más puede consolar o fortalecer a un enfermo es la presencia. “El que otra persona te diga, con su presencia y sin hablar, tú eres una persona y yo estoy a tu lado, acompañándote con el silencio y el respeto esta situación, es una ilusión y esperanza saber que otra persona se interesa por mí”.
Mencionó también que la prueba definitiva de una persona para demostrar su valor es cuando se encuentra con el dolor, solo en ese instante surgirá la paz y la tranquilidad. 
En otro momento, exhortó a las personas a atreverse a visitar a aquel enfermo, a perdonar a ese amigo y a pedirle ayuda a la Virgen para poder lograr todo esto. 
“Animo a la gente a que hoy le digan a la Virgen Ayúdame, si no tengo fe, a ir aceptándola. A la gente sana les digo que se acuerden y eduquen a sus hijos y a ti mismo a saber que ese valor del sacrificio por los demás, de acompañar al que sufre, de curar al enfermo, de visitar al que está solo, es un valor grandioso y no solo un proyecto político. Es algo que nace en el corazón por amor al prójimo y que no puede nacer de otra manera”, reflexionó.
Del mismo modo reconoció el esfuerzo de todas aquellas personas, laicos y religiosas, que brindan su apoyo, compañía y ayudan a plantearles la fe a quienes sufren de alguna enfermedad o necesidad. 
“Desde aquí hago un reconocimiento a esos voluntarios, hombres y mujeres, que dedican su tiempo para aliviar el dolor, la enfermedad, la dificultad; así también a tantas religiosas que ayudan a los más necesitados. Desde aquí sepan que la Virgen los bendice y acompaña”, afirmó. 
Finalmente, animó a los jóvenes a visitar a los ancianos y enfermos, y a todas las personas a involucrarse con el prójimo y a darles esa fuerza necesaria para salir adelante.
“A todos los que tiene algún dolor en el cuerpo o en el alma, que la Virgen los visite y los alivie. Una bendición para toda la familia, especialmente a quienes se sienten solos, atribulados, enfermos o en la cárcel, que Dios los bendiga y la Virgen los acompañe siempre”, concluyó.

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Condones son "arma de distracción" del problema del SIDA

TOLEDO, 11 Feb. 12 / 04:52 pm (ACI/Europa Press).- El Arzobispo de Toledo y Primado de España, Mons. Braulio Rodríguez, ha asegurado que una de las causas del SIDA o de su gran difusión en África es el "gran negocio" de las grandes empresas farmacéuticas, "que no bajan el precio de sus medicamentos e impiden la curación o el riesgo de muerte para tantos enfermos".
Mons. Rodríguez ha hecho estas consideraciones en su escrito semanal publicado en la revista diocesana Padre nuestro y recogido por Europa Press con motivo de la 53° Campaña de Manos Unidas, que este domingo comienza con el lema "La salud, derecho de todos. ¡Actúa!".
"Estamos acostumbrados a creer que si hay tanto SIDA en África, tal vez la culpable es la Iglesia, que no permite el uso de los preservativos", algo que, según el Arzobispo, "es ciertamente un simplismo, un tópico al uso de países occidentales como España".
"¿Acaso en España no es tremendamente fácil acceder a los preservativos y no desaparece el SIDA?", ha preguntado el Arzobispo, quien ha recalcado que ha escuchado a alguien decir que "el preservativo se ha convertido en África en un arma de distracción del problema del SIDA".
En este marco, ha advertido que el 30 por ciento de las instituciones en el mundo que se dedican a luchar contra el SIDA pertenecen, de hecho, a la Iglesia Católica, con "fantásticos" programas para combatir la enfermedad.
Voluntarios de manos unidas
Según ha dicho los voluntarios de Manos Unidas no entran en esas "disquisiciones", sino que se "lanzan a la acción" y se "esfuerzan" para, además de la colecta –"que es de obligado cumplimiento para todas las parroquias y templos de la Diócesis"–, inventar toda clase de maneras para conseguir recursos que permitan financiar proyectos concretos.
También ha destacado la labor de Manos Unidas y, en relación con los objetivos de esta nueva campaña, ha apuntado que esta institución de la Iglesia "se preocupa de saber y denunciar las causas por las que enferman y mueren las personas" que contraen enfermedades como el VIH/SIDA, el paludismo (malaria, dengue) y la tuberculosis.
"Es bueno pedir la responsabilidad de todos nosotros en su erradicación", ha apuntado.
Dicho esto, ha afirmado que "la salud de los humanos no se puede convertir en un negocio multimillonario" y ha recalcado que "los avances en la investigación de vacunas y fármacos han de ponerse al servicio del derecho de salud de los más pobres".
El Arzobispo ve necesario difundir una información básica sobre el SIDA que haga desaparecer "tópicos e ignorancias" e informar de cómo lucha la Iglesia Católica contra estas enfermedades.

viernes, 10 de febrero de 2012

Iglesia siempre rechazará el aborto y defenderá la vida, dice Presidente de la CEP

El presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), Mons. Salvador Piñeiro García Calderón, afirmó qua la Iglesia siempre defenderá la vida y rechazará el aborto en todas sus formas, aunque vaya contracorriente con el pensamiento del mundo.
En diálogo con EWTN Noticias el 6 de febrero, el también Arzobispo de Ayacucho lamentó que hoy en día hablar de fidelidad, fecundidad y de educación de los hijos en el amor "parecieran palabras de archivo" ante lo cual destacó la importancia de "anunciar la vida desde el inicio hasta el final, por eso nunca aceptaremos el aborto ni la eutanasia".
Refiriéndose al aborto terapéutico, el Arzobispo indicó que la Iglesia siempre luchará contra el aborto en todas sus formas, "aunque le ponga miles de justificaciones, como que se trata de un niño enfermo o con daños".
El Prelado se refirió así a las distintas presiones de los grupos feministas que incluso, desde puestos claves de entidades como el Ministerio de la Mujer, hacen lobby para aprobar el protocolo del aborto terapéutico que en la práctica aprobaría el aborto a pedido en Perú.
"Sé que estoy contracorriente, más fácil para mí sería enseñar lo contrario, pero alcanzaría un aplauso barato y no sería seguidor de Jesús. Arrancar la vida es el pecado más triste, que lacera el alma, porque es quitarle la vida al inocente", recalcó.
Por otro lado, Mons. Piñeiro manifestó su total rechazo al terrorismo vivido por muchos años en Perú, al que llamó "lacra social impregnada de odio e injusticia".
El Prelado hizo estas declaraciones a EWTN Noticias ante el reciente rechazo de la inscripción como partido político del Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef), un grupo liderado por Manuel Fajardo, abogado del líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán.
El Arzobispo de Ayacucho hizo un llamado a todos los fieles a ser constructores de la paz y la reconciliación, y "anunciar la esperanza con un corazón que ame y que esté al servicio de los demás".
Finalmente, el nuevo presidente de la CEP anunció su presencia en el la ciudad de León, estado de Guanajuato el 22 y 23 de marzo como representante de los obispos del Perú para la visita que el Papa Benedicto XVI realizará a México.
"Tengo la alegría de llevar el saludo de la Iglesia del Perú, el cariño y obediencia filial en este primer encuentro como presidente del episcopado peruano para pedirle la bendición para todos los hijos de este Perú que tanto queremos al Papa y que queremos recibir su mensaje", concluyó.

http://www.ewtnnoticias.com

La Fundación para el Sahel: intuición del Beato Karol Wojtyla


A mediodía, el Santo Padre ha recibido en audiencia a los miembros de la Fundación Juan Pablo II para el Sahel, nacida hace casi treinta años, por deseo del Beato Pontífice Karol Wojtyla y cuyo objetivo continúa siendo -ha señalado Benedicto XVI-: “un signo de la caridad cristiana, que se encarna y se convierte en testimonio de Cristo”. La Fundación ha realizado a lo largo de estos años innumerables proyectos para los hermanos africanos que viven en el Sahel. “¡Es éste el espíritu de la institución! -ha dicho el Papa. La existencia de la Fundación demuestra la humanidad de mi Predecesor, que tuvo la intuición”. Sin embargo, esta obra no será plenamente eficaz si no viene irrigada por la oración. Porque solo Dios es fuente y fuerza de vida. Él es el creador de las aguas (cf. Gn 1, 6-9).

RealAudioMP3 Por desgracia, el Sahel se ha visto seriamente amenazado de nuevo en los últimos meses por una disminución significativa de los recursos alimentarios y por la hambruna debido a la falta de lluvia y al constante avance del desierto, como consecuencia de ello. Insto a la comunidad internacional para que aborde seriamente la extrema pobreza de estas personas cuyas condiciones de vida se están deteriorando. Deseo también alentar y apoyar los esfuerzos de los organismos eclesiales que trabajan en este campo.

“La caridad debe promover todas nuestras acciones. No se trata de querer hacer un mundo ‘a medida’, sino de amarlo”, ha indicado el Papa. Es por ello que “la Iglesia no tiene como vocación transformar el orden político o cambiar el tejido social. Ella quiere traer la luz de Cristo. Dar testimonio de que Cristo está vivo y que su amor está más allá de cualquier religión, raza y cultura”.

RealAudioMP3 Se describe a África de manera simplificada y a menudo humillante, como el continente de los conflictos y de los problemas interminables e insolubles. En cambio, África, que acoge hoy la Buena Nueva, es para la Iglesia el continente de la esperanza. Para nosotros, para vosotros, África es el continente del futuro.

Benedicto XVI ha señalado que tras 28 años de actividad la Fundación Juan Pablo II para el Sahel tiene necesidad de ponerse al día y renovarse. Esta renovación debe principalmente concernir a la formación cristiana y profesional de las personas que trabajan en este campo, porque son como instrumentos del Santo Padre en estas regiones. El Papa considera “como prioritarias la educación y la formación cristiana de todos los que -de una manera u otra- cooperan para hacer más visible el gran signo de caridad que es Fundación Juan Pablo II para el Sahel.
ER
radiovaticana.org

Instituído por primera vez el 13 de febrero, Día Mundial de la Radio

El próximo 13 de febrero se festejará la Primera edición de la Jornada Mundial de la Radio instituida por la Unesco para sensibilizar y promover la radio como medio de comunicación y circulación de las informaciones accesible a todos. La Jornada ha sido aprobada por la UNESCO el 3 noviembre de 2011. Esta idea partió de la Academia Española de la radio hace cuatro años. Tenemos con nosotros al presidente de la misma, Jorge Alvarez quien en primer lugar nos habla de esta iniciativa. AUDIO RealAudioMP3

También le preguntamos al presidente de la Academia española sobre los objetivos de la institución de esta jornada mundial. AUDIO RealAudioMP3

Señor Alvarez, ¿Qué desafíos afronta hoy día la radio? AUDIO RealAudioMP3

Nos puede hablar de la Academia española de la Radio AUDIO RealAudioMP3

¿Cuáles serán las actividades de esta jornada del lunes 13 de febrero? AUDIO RealAudioMP3

Por último Señor Alvarez, ¿puede enviar un mensaje a todas las emisoras?AUDIO RealAudioMP3 
radiovaticana.org

jueves, 9 de febrero de 2012

Cardenal Juan Luis Cipriani - Homenaje

Vídeo de homenaje al Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne donde se detalla su fructífera labor pastoral, primero como Obispo en Ayacucho y luego como 32° Arzobispo de Lima y Primado del Perú.

Se puede dejar de ser homosexual, afirma psicoterapeuta estadounidense

Richard Cohen presentó su libro en España

Este martes, Richard Cohen, psioterapeuta estadounidenses, presentó en España su obra Comprender y sanar la homosexualidad, en la que lanza a los homosexuales que quieren dejar de serlo un mensaje de esperanza: “Nunca te rindas, el cambio es posible”. Se basa también en su propia experiencia, ya que él mismo fue homosexual.
Antes de comenzar un apretado programa de promoción de su libro publicado por LibrosLibres, Richard Cohen concedió a ZENIT unas declaraciones.
¿Es verdad que se nace homosexual?
--Richard Cohen: Según la Asociación Americana de Psicología (APA), no se nace necesariamente con atracción hacia el mismo sexo: “Aunque se han investigado mucho las posibles influencias genéticas, hormonales, del crecimiento, sociales y culturales sobre la orientación sexual, no hay evidencias que permitan a los científicos concluir que la orientación sexual está determinada por uno o varios factores concretos. Muchos consideran que tanto la naturaleza como la educación juegan un papel complejo. La mayor parte de las personas sienten que han tenido poca capacidad de elección de su orientación sexual”, afirma la American Psychological Association.
¿Por qué hay personas con atracción por el mismo sexo?
--Richard Cohen: Más de ochenta años de literatura científica han encontrado muchas razones por las que las personas experimentan sentimientos homosexuales. Lo sé por mi propia vida, y por la vida de cientos de personas con las que he trabajado como terapeuta, y de miles más a través de nuestros seminarios de sanación y clases por videoconferencia.
Muchas personas no encuentran “gay” (divertido) el modo de vida gay y querrían otro estilo de vida. Quieren cambiar sus sentimientos homosexuales y tener familia e hijos.
¿Es posible la transición de la homosexualidad a la heterosexualidad?
--Richard Cohen: Durante los últimos veintidós años, como psicoterapeuta en la International Healing Foundation, he tenido un notable éxito ayudando a hombres y mujeres a solucionar su atracción no deseada hacia personas del mismo sexo y a satisfacer sus sueños de heterosexualidad.
¿Cómo?
--Richard Cohen: Nuestro plan en cuatro etapas para pasar de ser gay a no serlo funciona si alguien está verdaderamente interesado en cambiar. A través de nuestro programa, explicado en mi libro, la gente cambia desde dentro hacia fuera. No se trata solamente de cambiar de comportamiento. Cuando alguien identifica y soluciona las heridas de su pasado, y experimenta el amor en una relación saludable y no sexual con personas del mismo sexo, surge naturalmente el deseo heterosexual.
Usted lo ha visto en su consulta…
--Richard Cohen: He experimentado esto personalmente y he observado la misma transformación en la vida de miles de hombres y mujeres con quienes he trabajado como consejero, en seminarios de sanación o clases por videoconferencia. Los cuatro ingredientes del cambio son: 1) motivación personal; 2) un tratamiento eficaz; 3) el apoyo de los demás; 4) el amor de Dios.
¿Por qué el lobby gay no quiere asumir que muchas personas homosexuales sufren por sus sentimientos y quieren ser libres para hacer la transición?
--Richard Cohen: Los activistas homosexuales trabajaron duro para evitar que los profesionales de la salud médica y psicológica ofreciesen su ayuda a quienes experimentan atracción no deseada hacia el mismo sexo. La razón es que los homosexuales sufren muchos prejuicios. Todo lo que quieren es ser amados y aceptados. Por tanto, desarrollan la teoría de que ser gay es algo innato e inmutable y no se puede cambiar. Pero eso no es científicamente exacto.
¿Cuál es entonces el temor a hablar de cambio?
--Richard Cohen: Cuando afirmo que se puede cambiar de ser homosexual a heterosexual, los hombres y mujeres gays, lesbianas, bisexuales y transexuales lo ven amenazador. Comprendo su inquietud. Yo sufrí discriminación y prejuicios cuando viví como gay. Siento el mismo amor y compasión hacia todos los hombres y mujeres homosexuales, hacia los que viven una vida gay y hacia quienes buscan un cambio para vivir una vida heterosexual. Todos somos libres para decidir la vida que queremos vivir. Respetémonos mutuamente en un espíritu de amor y verdad. Es un derecho humano de autodeterminación y libertad de expresión.
En su libro dice que para esa transición hay que curar las heridas emocionales. ¿Qué heridas son esas?
--Richard Cohen: Si se estudia la literatura científica, se encontrarán los diversos factores que llevan a alguien a sentirse atraído por los de su mismo sexo. Si te tomas tu tiempo en escuchar a gays y lesbianas, verás las similitudes en sus orígenes. En mi libro explico diez causas potenciales que conducen a hombres y mujeres a tener sentimientos homosexuales.
¿Cuáles son?
--Richard Cohen: Nadie nace esencialmente con sentimientos homosexuales, nadie elige simplemente tener atracción por el mismo sexo. Hay muchas razones por las que alguien se siente atraído por el mismo sexo. Algunas causas potenciales de los sentimientos homosexuales son: 1) carencia de vínculos entre el hijo y su padre e hijo, o entre la hija y su madre; 2) temperamento hipersensible; 3) sobre-identificación entre el hijo y su madre, o entre la hija y su padre; 4) falta de conexión con compañeros del mismo sexo, chicos que no se sienten a gusto con otros chicos y chicas que no se sienten a gusto con otras chicas; 5) el abuso sexual. Éstas son sólo algunas experiencias que pueden conducir a alguien a desarrollar atracción por el mismo sexo. Nunca es una sola cosa la que conduce a los sentimientos homosexuales.
¿Hay una causa en los padres, entonces?
--Richard Cohen: Tampoco es la educación de los padres en sí misma la que crea sentimientos homosexuales, sino la percepción que tiene el chico de esa educación. Subyacentes a la atracción por el mismo sexo hay dos puntos principales; 1) heridas no resueltas en el pasado, y 2) legítimas necesidades de amor hacia personas del mismo sexo. Estos dos puntos conducen a la atracción por el mismo sexo.
¿Es posible prevenir la orientación homosexual?
--Richard Cohen: Sí. En mi libro Gay Children, Straight Parents explico cómo la familia y los amigos pueden ayudar a las personas atraídas por el mismo sexo a sanar y a realizar su destino heterosexual. Puesto que conocemos lo que produce los sentimientos homosexuales, es fácil entender la forma de ayudar a los hombres y mujeres homosexuales. En dos palabras: un chico recibe su sentido de la masculinidad en primer lugar de su padre, y luego de sus parientes y compañeros varones; y una chica recibe su primer sentido de la feminidad de su madre, y luego de sus parientes y compañeras mujeres. Posteriormente, cuando el chico atraviesa la adolescencia, surgen naturalmente los deseos heterosexuales. En este último libro describo doce principios que la familia y los amigos pueden aplicar para ayudar a sus seres queridos homosexuales a conseguir su verdadera identidad de género. Funciona si alguien sigue este programa. Hemos tenido un gran éxito a lo largo de los años.
¿Por qué su fe en Dios fue tan importante y decisiva para su transición de la homosexualidad a la heterosexualidad?
--Richard Cohen: Realmente no fue mi fe en Dios la que me ayudó a sanar y a salir de la homosexualidad. ¡Fue la confianza de Dios en mí la que me ayudó a cambiar! Durante muchos años, pensé que era la peor persona del mundo porque tenía sentimientos homosexuales. Escuché que la homosexualidad era el peor “pecado”. Pero finalmente comprendí que Dios me amaba incondicionalmente. Cuando experimenté su amor, me tocó en lo más profundo del alma y comencé a sanar.
Hemos pasado de ridiculizar y silenciar a los homosexuales, a aceptar casi todas las ideas del lobby gay. ¿Cree que muchas organizaciones médicas y religiosas deberían pedir perdón a los homosexuales por no ayudarles en el pasado, y tampoco hacerlo ahora por temor a ser satanizados si no se pliegan a lo políticamente correcto?
--Richard Cohen: Muchas organizaciones religiosas, médicas y psicológicas dejan que el niño se cuele por la bañera junto con el agua. Abdican de sus creencias fundamentales en nombre de la tolerancia. En vez de disculparse con los homosexuales por sus errores pasados, cambian sus creencias. Esto no resulta útil ni agradable para la comunidad homosexual.
¿Entonces?
--Richard Cohen: Tenemos que disculparnos por nuestras palabras y comportamientos ofensivos del pasado, y ofrecerles el regalo de nuestro amor y comprensión, que ayudará verdaderamente a todos los homosexuales a descubrirse a sí mismos en toda su verdad y autenticidad. Cuando lo hagamos, tendrá lugar en todos nosotros un cambio real y duradero.
¿Qué le diría a una persona con sentimientos homosexuales que sufre y quiere cambiar su orientación?
--Richard Cohen: Entiendo lo que sientes. He pasado por eso. Ten esperanza en que todos tus sueños se harán realidad. ¡El cambio es posible! Viví una vida gay y ahora llevo casado treinta años. No te rindas. Si sigues las cuatro etapas de sanación de Comprender y sanar la homosexualidad, encontrarás la libertad que deseas. Nunca te rindas.
zenit.org

“Ninguna estrategia de prevención de los abusos de menores funcionará si carece de compromiso y credibilidad”


En el ámbito del Simposio internacional “Hacia la curación y la renovación”, que se está celebrando en la Pontificia Universidad Gregoriana con el objetivo de permitir a la Iglesia dar una respuesta global sobre los abusos sexuales contra menores y personas vulnerables cometidos por miembros del clero, esta mañana Monseñor Charles Scicluna, Promotor de Justicia del Estado de la Ciudad del Vaticano intervino con una exposición sobre “La búsqueda de la verdad en casos de abuso sexual: Un deber moral y jurídico”.

Monseñor Scicluna comenzó recordando que en plena Segunda Guerra Mundial, en 1942, el Siervo de Dios Pío XII dirigió un discurso profético a la Rota Romana con respecto a la certeza moral necesaria para dictar sentencia, en el que advertía que “la verdad es la ley de la justicia”. Que “el mundo tiene necesidad de la verdad que es justicia, y de la justicia que es verdad”. Por esta razón manifestó su convicción de que la respuesta de la Iglesia “al triste fenómeno de los abusos sexuales de menores ha de estar siempre determinada por una búsqueda sincera de la verdad y la justicia”.

E inspiró su ponencia en un discurso del Beato Juan Pablo II dirigido a la Rota Romana en 1994, en el que abordaba este tema tan fundamental que es la verdad como base de la justicia. Y destacó que en su alocución, el Papa Wojtyla presentaba una serie de enseñanzas que aplicó a los casos de abuso sexual de menores, cometido por clérigos agrupándolas en torno a cinco puntos o principios. A saber:

Que “el amor por la verdad tiene que traducirse necesariamente en amor por la justicia y en el consiguiente compromiso de establecer la verdad en las relaciones en el seno de la sociedad humana.

En segundo lugar, la enseñanza del Beato Juan Pablo II de que la verdad constituye la base de la justicia explica por qué es erróneo e injusto aplicar la ley del silencio. Mientras “otros enemigos de la verdad son la negación deliberada de hechos conocidos y la preocupación fuera de lugar por dar absoluta prioridad al buen nombre de la institución en detrimento de la legítima revelación de un delito”.

El tercer principio señala que el respeto de la verdad genera confianza en el Estado de Derecho, mientras la falta de respeto por la misma genera desconfianza y sospechas.

El cuarto principio afirma que la protección de los derechos se aplica en el contexto de la preocupación por el bien común, puesto que “la ley eclesiástica se preocupa de proteger los derechos de cada uno en el contexto de los deberes de todos hacia el bien común”.

El quinto principio puntualiza que el respeto por las leyes procesales evita desafortunadas distorsiones de la naturaleza “pastoral” de la ley de la Iglesia. Al respecto, añadió que “ninguna estrategia de prevención de los abusos de menores funcionará si carece de compromiso y credibilidad”.

Mientas en su conclusión el Promotor de Justicia del Estado de la Ciudad del Vaticano afirmó que “las palabras de nuestro Santo Padre Benedicto XVI nos recuerdan lo que afirma el Señor en el Evangelio de Juan: ‘La verdad os hará libres’”. De modo que “la búsqueda sincera de la verdad y la justicia –dijo Mons. Scicluna– es la mejor respuesta que podemos proporcionar al triste fenómeno del abuso de menores por parte de clérigos”. (María Fernanda Bernasconi – RV).


Texto completo de la intervención de Monseñor Scicluna:
En plena Segunda Guerra Mundial, el 1 de octubre de 1942, el Siervo de Dios Papa Pío XII dirigió un discurso profético a la Rota Romana con respecto a la certeza moral necesaria para dictar sentencia, en el que advertía: “la verdad es la ley de la justicia. “El mundo tiene necesidad de la verdad que es justicia, y de la justicia que es verdad” (Cf. W. H. Woestman, Papal Allocutions to the Roman Rota. 1939‐2002 [Ottawa 2002] (en adelante: W). pág. 21). Yo estoy convencido de que nuestra respuesta al triste fenómeno de los abusos sexuales de menores ha de estar siempre determinada por una búsqueda sincera de la verdad y la justicia. De hecho, la Iglesia tiene necesidad de la verdad que es justicia, y de aquella justicia que es verdad.

Mi ponencia se inspira en un discurso que el Beato Juan Pablo II dirigió a la Rota Romana el 28 de enero de 1994, en el que abordaba este tema tan fundamental que es la verdad como base de la justicia (W págs. 227 ‐ 230). En su alocución, el Beato Juan Pablo II presentaba una serie de enseñanzas que aplicaré a los casos de abuso sexual de menores, cometido por clérigos agrupándolas en torno a cinco puntos o principios.

1. A veces se llama verdad a la justicia
El primer principio que querría destacar es que “el amor por la verdad tiene que traducirse necesariamente en amor por la justicia y en el consiguiente compromiso de establecerla verdad en las relaciones en el seno de la sociedad humana” (W pág. 228). “Quandoque iustitia veritas vocatur: Summa teología” (a veces la justicia se denomina verdad), recuerda Santo Tomás (II‐Iiae, q.58, art. 4 ad 1) viendo el motivo de ello en la exigencia que la justicia plantea de ser actualizada según la recta razón, es decir, según la verdad. Es legítimo, por tanto, hablar del “esplendor de la justicia” y también del “esplendor de la ley”: objetivo de todo ordenamiento jurídico, en efecto, es el servicio de la verdad, “único fundamento sólido sobre el que puede gobernarse la vida personal (...) y social” (Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 18 de enero de 1990: W pág. 211)”.

“Es obligado, pues, que las leyes humanas aspiren a reflejar en sí el esplendor de la verdad. Obviamente, esto es válido también en la aplicación concreta de las mismas, que está también confiada a agentes humanos” (W págs. 227 ‐ 228).

¿Qué nos dicen estas enseñanzas en nuestro contexto concreto?
En primer lugar, subrayan la necesidad de analizar los hechos con espíritu imparcial en todos los casos. Ésta es la labor que se atribuye al delegado en una investigación previa y ha de constituir la base de toda sentencia, de toda decisión, en todos los casos.

Para ayudar a establecer y admitir la verdad de lo realmente ocurrido en un caso concreto, el Derecho Canónico ha desarrollado normas específicas para investigar el delito, para oír a la víctima y a los testigos, para la confrontación con el acusado, garantizando al menos un mínimo de lo que en jerga jurídica se conoce como “contradictorium” (cada parte tiene la posibilidad de defender sus argumentos y responder ante los de la parte contraria). El Derecho Canónico también protege el derecho del acusado a defenderse, a conocer los motivos subyacentes a la decisión, y a la revisión de una decisión que le afecte. La víctima no sólo tiene derecho a presentar su acusación, sino que también puede presentarse como parte perjudicada (pars laesa) en un proceso penal judicial.

En segundo lugar, la enseñanza del Beato Juan Pablo II de que la verdad constituye la base de la justicia explica por qué es erróneo e injusto aplicar la ley del silencio u “omertà”. Otros enemigos de la verdad son la negación deliberada de hechos conocidos y la preocupación fuera de lugar por dar absoluta prioridad al buen nombre de la institución en detrimento de la legítima revelación de un delito.

2. La justicia como participación en la verdad evoca una respuesta de la conciencia del individuo
El segundo principio enunciado por el Beato Juan Pablo II en 1994 consistía en que la justicia basada en la verdad evoca una repuesta de la conciencia del individuo:

“Como participación en la verdad, también la justicia posee un esplendor propio, capaz de evocar en el sujeto una respuesta libre, no meramente externa, sino surgida de la intimidad de la conciencia” (W pág. 227).

“... Preocupación del legislador y de los administradores de la ley será, respectivamente, crear y aplicar normas basadas sobre la verdad de lo que es obligado en las relaciones sociales y personales. La autoridad legítima deberá, además, comprometerse y promover la recta formación de conciencia personal (Veritatis splendor, núm. 75), porque, si está bien formada, la conciencia se adhiere naturalmente a la verdad y percibe en sí misma un principio de obediencia que la impulsa a adecuarse la orientación de la ley” (W pág. 230).

Reconocer y admitir la verdad completa, con todas sus dolorosas repercusiones y consecuencias, es el punto de partida para una curación auténtica, tanto de la víctima como del autor de los abusos.

Los expertos en psicología están mejor preparados para explicar cómo y por qué el autor desarrolla mecanismos de defensa, ya sean primitivos o complejos, como negación, sublimación, minimización o proyección. Pero para la conciencia del clérigo, para todo su ser como persona y como Ministro de Dios, no hay mecanismo de defensa que pueda reemplazar el efecto liberador que proviene del pleno, humilde, sincero y arrepentido reconocimiento de su pecado, su delito, su responsabilidad por los daños causados a las víctimas, a la Iglesia, a la sociedad.

Los expertos en psicología también están mejor capacitados para explicar la imperiosa necesidad que siente la víctima de que su voz se escuche con atención, de que su testimonio sea comprendido y creído, de ser tratada con dignidad cuando se embarca en el agotador viaje de la recuperación y la curación. Necesitamos los conocimientos de los expertos para poder evaluar las llamadas “memorias recuperadas” de sucesos supuestamente acontecidos hace décadas. Igualmente complejo es el reto que nos plantea el limitado fenómeno de algunas víctimas que se niegan a seguir adelante con sus vidas, que parecen haberse identificado únicamente con su condición de “haber sido víctimas”. Estos hermanos y hermanas merecen especialmente nuestra atención y asistencia.

En su Discurso a los Obispos de Irlanda de 28 de octubre de 2006, el Papa Benedicto XVI enunciaba de forma sucinta y convincente cuál ha de ser la respuesta de la Iglesia Católica al problema: “En vuestros continuos esfuerzos por afrontar de modo eficaz este problema es importante establecer la verdad de lo sucedido en l pasado, dar todos los pasos necesarios para evitar que se repita, garantizar que se respeten plenamente los principios de justicia y, sobre todo, curar a las víctimas y a todos los afectados por esos crímenes abominables.”

En su Carta Pastoral a los Católicos de Irlanda (19 de marzo de 2010), el Papa Benedicto XVI también se dirigió a los autores de abusos: “Os exhorto a examinar vuestra conciencia, a asumir la responsabilidad de los pecados que habéis cometido y a expresar con humildad vuestro pesar. El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera enmienda. Debéis tratar de expiar personalmente vuestras acciones ofreciendo oraciones y penitencias por aquellos a quienes habéis ofendido. El sacrificio redentor de Cristo tiene el poder de perdonar incluso el más grave de los pecados y de sacar el bien incluso del más terrible de los males. Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos pide dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia, pero no desesperéis de la misericordia de Dios.”

3. El respeto de la verdad genera confianza en el Estado de Derecho: La falta de respeto por la verdad genera desconfianza y sospechas
El tercer principio señala que el respeto de la verdad genera confianza en el Estado de Derecho, mientras la falta de respeto por la misma genera desconfianza y sospechas:

“Si los administradores de la ley se esfuerzan por observar una actitud de plena disponibilidad a las exigencias de la verdad, en el riguroso respeto de las normas procesales, los fieles podrán mantener la certeza de que la sociedad eclesial desarrolla su vida bajo el régimen de la ley; que los derechos eclesiales están protegidos por la ley; que la ley, en última instancia, es motivo de una respuesta amorosa a la voluntad de Dios” (W pág. 229).

“Por el contrario, la instrumentalización [de la administración] de la justicia al servicio de intereses individuales o de fórmulas pastorales, sinceras acaso, pero no basadas en la verdad, tendrá como consecuencia la creación de situaciones sociales y eclesiales de desconfianza y de sospecha, en las cuales los fieles estarán expuestos a la tentación de ver solamente una lucha de intereses rivales, y no un esfuerzo común para vivir según derecho y justicia” (W. pág 228).

Fue el propio Beato Juan Pablo II quien promulgó el Motu Proprio Sacramentorum sanctitatis tutela el 30 de abril de 2001. Se trataba de una ley especial, en virtud de la cual los abusos sexuales de menores de 18 años cometidos por clérigos quedaban incluidos en la lista de delito más graves (delicta graviora) reservada a la Congregación para la Doctrina de la Fe. La prescripción del delito se estableció en diez años desde el momento en que la víctima cumpliera los 18 años de edad. La normativa del motu propio es válida para clérigos latinos y orientales, ya sean del clero diocesano, ya del clero religioso. En el 2003, el entonces Prefecto de la CDF, el Cardenal Ratzinger, obtuvo de Juan Pablo II la concesión de algunas prerrogativas especiales para ofrecer mayor flexibilidad en los procedimientos penales para los delicta graviora, entre las cuales, la aplicación del proceso penal administrativo y la petición de la dimisión del estado clerical ex officio en los casos más graves. Estas prerrogativas fueron integradas en la revisión del motu proprio aprobada por el Santo Padre Benedicto XVI el 21 de mayo e 2010. En las nuevas normas la prescripción es de 20 años, que en el caso de abuso de menores se calcula desde el momento en el que la víctima haya cumplido los 18 años de edad. La CDF puede eventualmente derogar la prescripción para casos particulares. Asimismo, en la versión revisada del motu proprio queda especificado como delito canónico la adquisición, posesión o divulgación de material pedo‐pornográfico (Cf. MP SST art. 6 §1, núm. 2). Desde mayo de 2010, a efectos del delito canónico de abuso sexual de menores, una persona que habitualmente tiene un uso imperfecto de la razón se equipara a un menor (cf MP SST art. 6, §1, núm. 1).

En virtud de esta ley especial, los Obispos o Superiores religiosos que reciban una acusación verosímil de abuso sexual de un menor cometido por un clérigo, habrán llevar a cabo una investigación e informar a la Congregación para la Doctrina de la Fe. La ley fue enmendada en 2010 de forma que los Obispos o Superiores están autorizados a imponer restricciones al ejercicio del ministerio por parte del acusado desde las fases iniciales del procedimiento. La praxis de la Congregación dispone que se escuche al acusado antes de trasladar el caso a Roma. Se le ha de indicar la existencia de distintas opciones en relación con el procedimiento. De hecho, la Congregación puede decantarse por incoar un proceso penal judicial o un proceso penal administrativo. En casos muy graves, se insta al propio acusado a que solicite volver al estado laical por decreto del Santo Padre. En casos en los que el acusado haya sido declarado culpable por un tribunal civil, la Congregación puede llevar el caso directamente al Santo Padre para que promulgue la expulsión del estado clerical ex offici.

La ley es clara. Pero, como el Beato Juan Pablo II destacó acertadamente en 1994, los fieles han de tener la convicción de que la sociedad eclesiástica respeta la ley. De hecho, la ley puede ser meridianamente clara. Pero no basta para aportar paz y orden a la comunidad. Nuestro pueblo ha de saber que la ley se aplica.

4. La protección de los derechos se aplica en el contexto de la preocupación por el bien común
El cuarto principio afirma que la protección de los derechos se aplica en el contexto de la preocupación por el bien común “La ley eclesiástica se preocupa de proteger los derechos de cada uno en el contexto de los deberes de todos hacia el bien común Al respecto, observa el Catecismo de la Iglesia católica: “...la justicia respecto a los hombres dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común” (n. 1807) (W pág. 228).

“La verdad, sin embargo, no es siempre fácil; su afirmación resulta, a veces, demasiado exigente. Ello no quita que dicha verdad deba ser siempre respetada en la comunicación y en las relaciones entre los hombres. Otro tanto sucede con la justicia y con la ley; también éstas no siempre se presentan fáciles. La misión del legislador –universal o local– no es cómoda. Dado que la ley debe contemplar el bien común –“omnis lex ad bonum commune ordinatur” (toda la ley se ordena al bien común ) (I‐IIae, q. 90, art. 2) – es perfectamente comprensible que el legislador pida, en caso necesario, sacrificios incluso gravosos a las personas. Éstas, por su parte, corresponderán a dicha exigencia con la adhesión libre y generosa de quien sabe reconocer, junto a los propios derechos, también los derechos de los demás. “Se seguirá de ello una respuesta fuerte, sostenida por espíritu de sincera apertura a las exigencias del bien común, con el conocimiento de los beneficios que de ahí se derivan, en definitiva, para la persona misma.” (W pág. 229).

Una lectura atenta y pormenorizada del reciente magisterio de la Iglesia en materia de abusos sexuales de menores cometidos por clérigos demuestra que la seguridad de los niños es sumamente preocupante para la Iglesia, y forma parte integrante de su concepto del “bien común”.

En 2002, el Papa Juan Pablo II afirmó: “en el sacerdocio y en la vida religiosa no hay lugar para quienes dañan a los jóvenes” (núm. 3, Discurso a los Cardenales de Estados Unidos, 23 de abril de 2002). Estas palabras evocan la responsabilidad concreta de Obispos, Superiores Mayores y de todos aquellos encargados de la formación de futuros sacerdotes y religiosos.

Como ya dije en otra ocasión, “las instituciones afectadas por casos de conducta inapropiada de sus Agentes se enfrentan al dilema del papel que han de atribuir a los autores de abusos en el futuro, si les atribuyen alguno. A la hora de tomar decisiones con respecto a dichas personas, habrá de tenerse en cuenta el criterio esencial del bienestar de los niños y de la comunidad. Los autores de abusos que no pueden respetar los límites establecidos pierden su derecho a participar en la administración de la comunidad” (C. J. Scicluna, Alocución ante el Foro Internacional “The World’s Children and the Abuse of their Rights”, Senado de la República de Italia, 3 de noviembre de 2011).

Otro corolario de este “criterio esencial” es la obligación de cooperar con las autoridades del estado en la respuesta al abuso de menores. El abuso sexual de menores no es sólo un delito canónico o la vulneración del Código de Conducta interno de una determinada institución, ya sea religiosa o de otra índole. Se trata también de un delito perseguido por el Derecho Civil. Aunque las relaciones con las autoridades civiles varían de unos países a otros, es importante cooperar con dichas autoridades en el marco de sus responsabilidades. La Carta Circular de la CDF (3 de mayo de 2011) precisa ulteriormente: “Sin perjuicio del foro interno o sacramental [el sello de la confesión], siempre se siguen las prescripciones de las leyes civiles en lo referente a remitir los delitos a las legítimas autoridades. Naturalmente, esta colaboración no se refiere sólo a los casos de abuso sexual cometido por clérigos, sino también a aquellos casos de abuso en los que estuviera implicado el personal religioso o laico que coopera en las estructuras eclesiásticas”.

5. El respeto por las leyes procesales evita desafortunadas distorsiones de la naturaleza “pastoral” de la ley de la Iglesia

El quinto principio puntualiza que el respeto por las leyes procesales evita desafortunadas distorsiones de la naturaleza “pastoral” de la ley de la Iglesia.

El Beato Juan Pablo II dijo lo siguiente en 1994: “Es para vosotros perfectamente conocida la tentación de reducir, en nombre de un concepto no recto de la compasión y de la misericordia, las exigencias pesadas puestas por la observancia de la ley. Al respecto, es necesario reafirmar que, si se trata de una violación que afecta solamente a la persona, es suficiente referirse al mandato: “Vete y de ahora en adelante no peques más” (Juan 8, 11). Pero si entran en juego los derechos ajenos, la misericordia no puede ser concedida o aceptada sin hacer frente a las obligaciones que corresponden a estos derechos” (W pág. 229).

“Obligado es también ponerse en guardia respecto a la tentación de instrumentalizar las pruebas y las normas procesales, para conseguir un fin “práctico” que acaso es considerado “pastoral” en detrimento, sin embargo, de la verdad y de la justicia.” En el discurso dirigido a la Rota Romana en 1990, el Papa Juan Pablo II ya había hecho referencia a una “distorsión” en la concepción de la naturaleza pastoral de la ley de la Iglesia: la misma “consiste en la atribución de alcance e intentos pastorales únicamente a aquellos aspectos de la moderación y de la humanidad que se relacionen inmediatamente con la equidad canónica (aequitas canonica); es decir, sostener que solamente las excepciones a la ley, el eventual no recurso a los procedimientos y a las sanciones canónicas, y la dinamización de formalidades judiciales tienen verdadera relevancia pastoral” (18 de enero de 1990: W pág. 210). Sin embargo, el Papa ya advirtió que de esta forma, es fácil olvidar que “la justicia y el derecho estricto –y por lo tanto las normas generales, las sanciones, y las demás manifestaciones jurídicas típicas, cuando se hacen necesarias– se requieren en la Iglesia para el bien de las almas y son por lo tanto realidades intrínsecamente pastorales” (Ibíd.: W pág. 210).


En 1994, el Beato Juan Pablo II repitió la siguiente frase ya enunciada en 1990: “Es también cierto que no siempre es fácil resolver el caso práctico según justicia. Pero la caridad o la misericordia (...) no pueden prescindir de las exigencias de la verdad” (Ibíd.: W pág. 211) (W págs. 229‐230).

Ninguna estrategia de prevención de los abusos de menores funcionará si carece de compromiso y credibilidad. El Papa Benedicto XVI se dirigió a los Obispos de Irlanda en términos inequívocos en 2010: “Sólo una acción decidida llevada a cabo con total honradez y transparencia restablecerá el respeto y el aprecio del pueblo irlandés por la Iglesia a la que hemos consagrado nuestra vida. Debe brotar, en primer lugar, de vuestro examen de conciencia personal, de la purificación interna y de la renovación espiritual. El pueblo de Irlanda, con razón, espera que seáis hombres de Dios, que seáis santos, que viváis con sencillez y busquéis día tras día la conversión personal. Para ellos, en palabras de san Agustín, sois obispos, y sin embargo con ellos estáis llamados a ser discípulos de Cristo (Cf. Sermón 340, 1). Os exhorto, por tanto, a renovar vuestro sentido de responsabilidad ante Dios, para crecer en solidaridad con vuestro pueblo y profundizar vuestra solicitud pastoral por todos los miembros de vuestro rebaño. En particular, preocupaos por la vida espiritual y moral de cada uno de vuestros sacerdotes. Servidles de ejemplo con vuestra propia vida, estad cerca de ellos, escuchad sus preocupaciones, ofrecedles aliento en este momento de dificultad y alimentad la llama de su amor a Cristo y su compromiso al servicio de sus hermanos y hermanas. Asimismo, hay que alentar a los laicos a que desempeñen el papel que les corresponde en la vida de la Iglesia. Asegurad su formación para que puedan dar razón del Evangelio, de modo articulado y convincente, en medio de la sociedad moderna (Cf. 1 P 3, 15), y cooperen más plenamente en la vida y en la misión de la Iglesia. Esto, a su vez, os ayudará a volver a ser guías y testigos creíbles de la verdad redentora de Cristo” (Carta a los Católicos de Irlanda, 19 de marzo de 2010, § 11).

Conclusión

Las palabras de nuestro Santo Padre Benedicto XVI nos recuerdan lo que afirma el Señor en el Evangelio de Juan: “La verdad os hará libres” (Juan 8:32). La búsqueda sincera de la verdad y la justicia es la mejor respuesta que podemos proporcionar al triste fenómeno del abuso de menores por parte de clérigos.

Segunda jornada del Simposio sobre abusos sexuales contra menores. Se preparan las directrices para aumentar tutela de menores.
(RV).- Reconocer los abusos sexuales, escuchar a las víctimas y prevenir. Son éstos los temas prioritarios para la Iglesia que busca su renovación, como lo deseó Benedicto XVI. Continúan las ponencias de los participantes en el Simposio "Hacia la curación y la renovación" qye se lleva a cabo en la Universidad Pontificia Gregoriana en Roma. Entre los participantes hablamos con mons Sergio Osvaldo Buenanueva, obispo auxiliar de Mendoza, Argentina, y presidente de la Comisión de ministerios del episcopado. Le preguntamos en primer lugar que se espera de este simposio RealAudioMP3

También hablamos con el rector de Seminario Nacional Nta Señora de los Angeles, en San José de Costa Rica, padre José Manuel Garita Herrera, y al preguntarle que se espera de este simposio nos dijo RealAudioMP3

También hablamos con el Superior General de los Maristas, el hermano Emili Turú, y ésto fue lo que nos dijo sobre lo que se espera del Convenio RealAudioMP3

(PY-RV)

“Responder a la tragedia de los abusos contra menores como haría Cristo”

(RV).- Ayer por la tarde comenzó el Simposio internacional titulado “Hacia la curación y la renovación” que, hasta el próximo 9 de febrero en la Pontificia Universidad Gregoriana, reúne a los Obispos y Superiores de las Órdenes religiosas de todo el mundo para relanzar el empeño de la Iglesia en la protección de los menores y de las personas vulnerables de abusos sexuales por parte de miembros del clero.

Abrió los trabajos el Cardenal William Joseph Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe. Mientras el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado vaticano, envió un mensaje en nombre del Santo Padre Benedicto al P. François-Xavier Dumortier, Rector de la Pontificia Universidad Gregoriana, que fue leído durante la apertura de este Simposio.

El purpurado se dirige al “querido Padre Dumortier” para manifestarle que el Santo Padre envía sus cordiales saludos a todos los participantes en este Simposio y asegura sus oraciones por esta importante iniciativa. También escribe que el Papa pide al Señor que a través de sus decisiones, muchos obispos y superiores religiosos de todo el mundo, puedan ser ayudados a “responder a la tragedia de los abusos contra menores como haría Cristo”.

El Cardenal Secretario de Estado escribe que tal como el Santo Padre ha observado en diversas oportunidades, “la curación de las víctimas debe ser una preocupación fundamental en la comunidad cristiana, junto con una profunda renovación de la Iglesia en todos los niveles”. Y agrega que “Nuestro Señor nos recuerda que todo acto de caridad, incluso hacia el más pequeños de nuestros hermanos es un acto de caridad hacia Él (Cfr. Mt 25, 40).

“Por tanto –prosigue– el Santo Padre sostiene y anima todo esfuerzo para responder con caridad evangélica al desafío de ofrecer a los niños y a los adultos vulnerables un ambiente eclesial propicio a su crecimiento humano y espiritual”. A la vez que afirma que Benedicto XVI “exhorta a los participantes en este Simposio a seguir tomando de la vasta gama de experiencias recogidas para promover en toda la Iglesia una cultura fuerte de tutela eficaz y de apoyo a las víctimas”. Y se despide “encomendando el trabajo del Simposio a la intercesión de María, Madre de la Iglesia”, mientras de buena gana imparte la Bendición Apostólica a todos lo participantes, como prenda de fuerza y paz en el Señor. (María Fernanda Bernasconi – RV).



Relación del cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe


Y partió de este concepto de ayuda a las víctimas, como señala el Papa, la relación del cardenal prefecto del dicasterio de la Doctrina de la fe, William J. Levada, abriendo ayer tarde los trabajos del Simposio ante los delegados de 110 Conferencias Episcopales y representantes de 30 Órdenes religiosas. Un relación la del purpurado en la que reveló que los más de 4.000 casos de abusos sexuales señalados a la Congregación en el curso del último decenio, han revelado, por una lado, la insuficiencia de una respuesta que sea exclusivamente de derecho canónico, y por otro lado, la necesidad de una respuesta global y poliédrica.

De importante prioridad en el largo camino hacia una "esperanza renovada" es para el purpurado la atención que la Iglesia debe reservar a las víctimas de los abusos, a partir de la capacidad de escucharlas y de reconocer -como hizo ya Benedicto XVI el 19 de marzo 2010 frente a las víctimas irlandesas- la enormidad de la traición que sufrieron.

Al mismo tiempo, la misión de la Iglesia debe centrarse en la prevención. Un ámbito en el que no es suficiente crear "un entorno seguro" para los niños, sino que la Iglesia debe invertir también en la educación de los sacerdotes y en el discernimiento de las vocaciones.

Entre las muchas obligaciones que tienen las autoridades eclesiásticas para prevenir, reprimir y castigar los abusos -dijo el cardenal Levada- está la obligación de cooperar plenamente con las autoridades judiciales en la denuncia de los abusos sexuales.

Objetivo del Simposio es el de ayudar a los obispos de todo el mundo a elaborar las directrices para tratar eventuales casos de abusos y gestionar las denuncias. Todos, sin distinción, -recordó el cardenal Levada- deben trabajar juntos para este propósito, según lo determinado por la carta circular de la Congregación enviada el pasado mes de mayo a todas las conferencias episcopales.

ER
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Homenaje al Papa y nuevo impulso al diálogo entre la Iglesia y los artistas


«El esplendor de la Verdad, la belleza de la Caridad. Homenaje de los Artistas a Benedicto XVI con motivo del 60 aniversario de su ordenación sacerdotal». Es el volumen que se presentará el próximo sábado, 18 de febrero, a las cuatro y media de la tarde, en la Sala Santa Catalina, en Piazza della Minerva, en Roma. Lo anuncia un comunicado del Pontificio Consejo para la Cultura y de la Librería Editrice Vaticana.

El Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, Cardenal Gianfranco Ravasi presidirá esta presentación, en la que intervendrán también los directores de la Librería Editrice Vaticana y de los Museos Vaticanos, así como algunas personalidades de distintos ámbitos artísticos. Como el español Santiago Calatrava, arquitecto; Arvo Part, músico y compositor, y Vicenzo Cerami, escritor y guionista, que hablarán del nuevo impulso que se está desarrollando en el diálogo entre la Iglesia y los Artistas.

El volumen «El esplendor de la Verdad, la belleza de la Caridad. Homenaje de los Artistas a Benedicto XVI con motivo del 60 aniversario de su ordenación sacerdotal» se publica como catálogo de la muestra organizada el año pasado, en el Aula Pablo VI, en el Vaticano. Y, además del discurso que el Santo Padre pronunció en la inauguración y de la documentación fotográfica de la exposición, comprende un análisis completo de las obras de los Artistas que participaron en la muestra.

Breves intervenciones del Cardenal Gianfranco Ravasi, de Antonio Paolucci y de Micol Forti introducen y completan la reflexión sobre una ocasión única en su género: un evento cultural nacido como homenaje a Benedicto XVI, en un horizonte de diálogo y debate entre la Iglesia y la cultura contemporánea. Recordamos que la exposición - organizada por el Pontificio Consejo para la Cultura, con la colaboración del Gobernatorato de la Ciudad del Vaticano – fue un lugar de encuentro de los diversos lenguajes del arte, como pintura, literatura, poesía, escultura, arquitectura, fotografía, cine, música y orfebrería.

CdM
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miércoles, 8 de febrero de 2012

Jesús carga sobre sí la pena de todos los hombres oprimidos por el mal


(Con Audios) Esta mañana al finalizar la Audiencia General Su Santidad Benedicto XVI lanzó un fuerte llamamiento tras la ola de frío y de hielo que está abatiendo algunas regiones de Europa provocando ingentes daños: “Deseo manifestar –dijo el Papa- mi más viva cercanía a las poblaciones golpeadas por tan intenso mal tiempo, mientras invito a la oración por las víctimas y sus familiares”. Benedicto XVI alentó en su mensaje a practicar la solidaridad para que las personas probadas por tan trágicos eventos, sean socorridas con generosidad.

La Catequesis del Papa en el marco de la Audiencia General celebrada esta mañana en el Aula Pablo VI del Vaticano estuvo centrada en la oración de Jesús en el momento de su muerte, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», "cuando Jesús reza usando las palabras del salmo veintidós, carga sobre sí la pena de todos los hombres oprimidos por el mal, y los lleva hasta el corazón de Dios con la certeza de que su grito será escuchado en la resurrección".
Patricia L. Jáuregui Romero - RV

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TEXTO SALUDOS PAPA EN ESPAÑOL
Queridos hermanos y hermanas:
Nuestra reflexión de hoy se centra sobre la oración de Jesús en el momento de su muerte, según la narración de san Marcos y san Mateo. Las seis horas de Jesús sobre la cruz, con los insultos de diversos grupos y la oscuridad que cubrió toda la tierra, culminan con el grito de su oración: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Jesús reza usando las palabras del comienzo del salmo veintidós, en las que el salmista manifiesta no sólo el sentimiento de abandono por parte de Dios, sino también la seguridad de su presencia en medio de su pueblo. De esta manera, en el momento del sufrimiento y el abandono, manifiesta su confianza en la cercanía del Padre. Además, haciendo suyo este salmo del pueblo de Israel que sufre, Jesús carga sobre sí la pena de todos los hombres oprimidos por el mal, y los lleva hasta el corazón de Dios con la certeza de que su grito será escuchado en la resurrección. Así, en el momento extremo, cuando parece que Dios está ausente y en silencio, Jesús reza abandonándose en sus manos.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los sacerdotes del Colegio Sacerdotal Argentino en Roma, a los participantes en el curso promovido por el Centro Internacional de Animación Misionera, a los grupos venidos de España, México, Nicaragua y otros países latinoamericanos. Que la oración de Jesús sobre la cruz nos enseñe a dirigirnos a Dios con la certeza de que él está siempre presente y nos escucha, y a rezar de modo especial por aquellos hermanos nuestros que sufren o pasan necesidad, para que también ellos sientan el amor de Dios que nunca los abandona. Muchas gracias.






Traducción completa de la catequesis del Papa



Queridos hermanos y hermanas,

Hoy me gustaría reflexionar con vosotros sobre la oración de Jesús ante la inminencia de la muerte, deteniéndome sobre lo que nos dicen San Marcos y San Mateo. Los dos evangelistas nos refieren la oración de Jesús muriéndose no sólo en la lengua griega, con la que está escrita su historia, sino también, por la importancia de aquellas palabras, en una mezcla de hebreo y arameo. De esta manera se ha transmitido no sólo el contenido, sino también el sonido con que esta oración ha vibrado en los labios de Jesús. Escuchamos, realmente, tal como eran las palabras de Jesús. Al mismo tiempo, los dos evangelistas nos han descrito la actitud de los presentes en la crucifixión, que no entendieron -o no quisieron entender - esta oración.
Escribe San Marcos, como hemos escuchado: "Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde. Y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloí, Eloí, lemá sabactáni?" que significa "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? '" (15:34) En la estructura de la historia, la oración, el grito de Jesús se produce al final de las tres horas de oscuridad que, desde el mediodía hasta las tres de la tarde, cayeron sobre toda la tierra. Estas tres horas de tinieblas son, a su vez, la continuación de un anterior lapso de tiempo, también de unas tres horas, iniciado con la crucifixión de Jesús. El evangelista Marcos, de hecho, nos informa que: "Ya eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. "(cf. 15:25). De todas las indicaciones horarias de la historia, las seis horas de Jesús en la cruz se dividen en dos partes cronológicamente equivalentes.
En las primeras tres horas, desde las nueve hasta mediodía, se producen las burlas de los diferentes grupos de personas que muestran su escepticismo, que afirman no creer. San Marcos escribe: "Los que pasaban lo injuriaban" (15:29), " De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban de él" (15:31), "e incluso los que estaban crucificados con él le injuriaban "(15:32). En las siguientes tres horas, desde el mediodía "hasta las tres de la tarde", el evangelista habla sólo de que la oscuridad descendió sobre toda la tierra; hay solo la oscuridad que ocupa toda la escena, sin ninguna referencia a los movimientos de los personajes o a las palabras.
Cuando Jesús se va acercando cada vez más a la muerte, sólo hay la oscuridad que cae "sobre toda la tierra".

Incluso el cosmos participa en este evento: la oscuridad envuelve a las personas y a las cosas, pero incluso en este momento de tinieblas, Dios está presente, no abandona. En la tradición bíblica, la oscuridad tiene un significado ambivalente: es un signo de la presencia y de la acción del mal, pero también de una misteriosa presencia y acción de Dios, que es capaz de vencer todas las tinieblas. En El libro del Éxodo, por ejemplo, leemos:


“El Señor dijo a Moisés: «Yo vendré a encontrarme contigo en medio de una densa nube (19,9) e insiste otra vez: «mientras el pueblo se mantenía a distancia, Moisés se acercó a la nube oscura donde estaba Dios. (20:21). Y en los discursos del Deuteronomio, Moisés dice: “la montaña ardía envuelta en un fuego que se elevaba hasta lo más alto del cielo, entre negros nubarrones y una densa oscuridad” (4:11), vosotros “oísteis la voz que salía de las tinieblas, mientras la montaña ardía envuelta en llamas” "(5:23). En la escena de la crucifixión de Jesús las tinieblas envuelven la tierra y son tinieblas de muerte en las que el Hijo de Dios se sumerge para dar la vida, con su acto de amor.

Volviendo a la narración de San Marcos, ante los insultos de las diferentes categorías de personas, en la oscuridad que se cierne sobre todo, en el momento que se enfrenta a la muerte, Jesús con el grito de su oración muestra que, junto a la carga del sufrimiento y de la muerte en la que parece estar el abandono, la ausencia de Dios, Él tiene la plena certeza de la cercanía del Padre, que aprueba este acto supremo de amor, del don total de Sí mismo, aunque no se escuche, como en otras ocasiones, la voz desde arriba.

Leyendo los Evangelios, vemos que en otros momentos importantes de su existencia terrena Jesús habían visto asociarse a los signos de la presencia del Padre y la aprobación de su camino del amor, también la voz clarificadora de Dios. Así lo constatamos, en la historia que sigue al bautismo en el Jordán, con el desgarramiento de los cielos, se escucha la palabra del Padre: " Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección” (Mc 1,11). En la transfiguración, después, al signo de la nube se acompaña la palabra: " Este es mi Hijo muy querido, escuchadlo» (Mc 9,7). En cambio, en la proximidad de la muerte en la Cruz, cae el silencio, no se oye ninguna voz, pero la mirada del amor del Padre permanece fija en el don del amor del Hijo.

Pero ¿qué significado tiene la oración de Jesús, aquel grito que dirige al Padre: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» En esta oración ¿se encuentra quizá la conciencia de haber sido abandonado? ¿La duda de su misión y de la presencia del Padre? Las palabras que Jesús dirige al Padre son el comienzo del Salmo 22, en el que el Salmista manifiesta a Dios la tensión entre su sentir que ha sido dejado solo y la conciencia certera de la presencia de Dios en medio de su pueblo. El salmista reza: «Dios mío, Te invoco de día, y no respondes, de noche, y no encuentro descanso; y sin embargo, tú eres el Santo, que reinas entre las alabanzas de Israel». (v 3-4). El Salmista habla de “grito” para expresar todo el sufrimiento de su oración ante Dios, aparentemente ausente: en el momento de angustia el rezo se vuelve un grito.

Ello sucede también en nuestra relación con el Señor: ante las situaciones más difíciles y dolorosas, cuando parece que Dios no escucha, no debemos tener miedo de encomendarle a Él todo el peso que llevamos en nuestro corazón, no debemos tener miedo de gritarle a El nuestro sufrimiento. Pues Él está cerca de nosotros aunque calle aparentemente.

Repitiendo desde la cruz, precisamente la palabras que abren el Salmo 22 – «Elì, Elì, lemà sabactàni?» – «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46), gritando las palabras del Salmo, Jesús reza en el momento del último rechazo de los hombres, en el momento del abandono; pero reza con este Salmo, con la conciencia de la presencia de Dios Padre también en esta hora en la que vive el drama humano de la muerte. Pero, en nosotros emerge una pregunta: ¿cómo es posible que un Dios tan poderoso no intervenga para librar a su Hijo de esta prueba terrible? Es importante comprender que la oración de Jesús no es el grito del que va hacia la muerte con desesperación, así como tampoco es el grito del que sabe que ha sido abandonado. Jesús en ese momento hace suyo todo el Salmo 22, el Salmo del pueblo de Israel que sufre, y de, este modo, toma sobre Sí no sólo la pena de su pueblo, sino también la de todos los hombres que sufren por la opresión del mal y, al mismo tiempo, presenta todo ello al corazón del mismo Dios, con la certeza de que su grito será escuchado en la resurrección: «el grito en el extremo tormento es al mismo tiempo certeza de la respuesta divina, certeza de la salvación – non sólo para el mismo Jesús, sino para “muchos” » (Jesús de Nazaret II, 239-240).

En esta oración de Jesús se encierra la extrema confianza y la entrega en las manos de Dios, aun Dios cuando parece ausente, aun cuando parece permanecer en silencio, siguiendo un diseño que para nosotros es incomprensible. En el Catecismo de la Iglesia Católica leemos así: «En el amor redentor que le unía siempre al Padre (cf. Jn 8, 29), nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». (n. 603). El suyo es un sufrir en comunión con nosotros y por nosotros, que deriva del amor y lleva en sí la redención y la victoria del amor.

Las personas presentes a los pies de la cruz de Jesús no logran comprender y piensan que su grito sea una súplica dirigida a Elías. En una escena concitada, intentan darle de beber para prolongar su vida y verificar si verdaderamente Elías llegará para darle su socorro, pero un fuerte grito pone fin a la vida terrenal de Jesús y al anhelo de esas personas. En el momento extremo, Jesús deja que su corazón exprese el dolor, pero deja emerger, al mismo tiempo, que percibe la presencia del Padre y su consenso al plan de salvación de la humanidad.

También nosotros nos encontramos siempre y nuevamente ante el «hoy» del sufrimiento, del silencio de Dios - lo expresamos tantas veces en nuestra oración – pero también nos encontramos ante el «hoy» de la Resurrección, de la respuesta de Dios que ha cargado sobre Sí nuestros sufrimientos, para llevarlos junto con nosotros y darnos la firme esperanza de que serán derrotados (cfr Carta Encíclica Spe salvi, 35-40).

Queridos amigos, en la oración presentémosle a Dios nuestras cruces cotidianas, con la certeza de que Él está presente y nos escucha. El grito de Jesús nos recuerda cómo en la oración debemos superar las barreras de nuestro “yo” y de nuestros problemas y abrirnos a las necesidades y a los sufrimientos de los demás. Que la oración de Jesús muriendo en la Cruz nos enseñe a rezar con amor, por tantos hermanos y hermanas que sienten el peso de la vida cotidiana, que viven momentos difíciles, que están en el dolor, que no reciben una palabra de consuelo, roguemos todo esto al corazón de Dios, para que ¡también ellos puedan percibir el amor de Dios que no nos abandona nunca! Gracias

CdM - ER
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martes, 7 de febrero de 2012

Cómo anunciar a Jesucristo. Fernando Casanova.

Primera Parte


Segunda Parte

Tercera Parte

Cuarta Parte

Quinta Parte:

Sexta Parte

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2012

MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 201
2
«Fijémonos los unos en los otros
para estímulo de la caridad y las buenas obras»
(Hb 10, 24)
Queridos hermanos y hermanas
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.
Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.
1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).
La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.
2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).
3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de noviembre de 2011
BENEDICTUS PP. XVI
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