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sábado, 30 de marzo de 2013

“El núcleo, el punto de partida, está en la familia y en la educación que los padres dan a sus hijos”


En el programa Diálogo de Fe del sábado 30 de marzo el Cardenal Juan Luis Cipriani manifestó que en estos días de Semana Santa se ha visto, en el Perú y en el mundo entero, una gran respuesta de la gente y de manera especial de los jóvenes, que quieren conocer y acercarse más a Dios.

“Yo veo que hay mucha gente joven en estas latitudes que como programa para salir juntos está el ir a la Iglesia, ir a visitar los monumentos, ir a la procesión, quieren participar de este programa de voluntariado, quieren involucrarse visitando a los enfermos en un hospital. Hay una nueva vida”, expresó.

Por tal motivo, exhortó a los padres de familia a transmitir la fe en sus hijos, con el ejemplo y con su presencia en el hogar. Asimismo, los motivó a tener confianza en Dios y en esa necesidad de formación tan importante para los jóvenes.

“Los papás tienen una tarea más difícil que antes, porque los chicos desde más jóvenes tienen más preguntas y no es tan fácil darles respuestas. Pero la primera respuesta del papá es que te vean, el papá tiene que estar presente en el hogar. En segundo lugar, los papás tienen que saber escuchar, conocer lo que pasa en el corazón de su hijo”, señaló.

“También diría: Papás, no tengan esa desconfianza a lo que es la fe, porque a veces los papás tienen a sus hijos para un proyecto suyo; entonces si el hijo tiene inquietud por una vocación sacerdotal o religiosa los papás se oponen; sin embargo, ese chico puede tener enamorada a los 12 o 13 años y no le preocupa; pero sí le preocupa que vaya a un retiro o que se acerque a la Misa con más frecuencia”, continuó.

Recordó que en la actualidad, en muchas ocasiones, los problemas de la sociedad residen también en la falta de interés del mundo laboral por la formación en valores de la familia.

“Si el mundo laboral prescinde de Dios, si la organización de la sociedad prescinde de Dios, vamos a ver algo de lo que está ocurriendo ahora: la inseguridad ciudadana, la violencia en las calles, los secuestros, los accidentes, las rupturas en las familias”, afirmó.

Del mismo modo, comentó que los jóvenes están cada vez más inmersos en el mundo tecnológico de los dispositivos móviles y las redes sociales, dejando de lado su dimensión espiritual.

“No es un tema netamente religioso, sino que también se ha convertido en un tema cultural. Culturalmente, los chicos están acostumbrándose a divertirse con el celular, con el whatsApp, con irse al internet, con un juego de no sé qué. Muchas veces esos muchachos cuando llegan a los 13, 14 o 15 saben manejar maquinitas, pero no saben querer, no saben sufrir, no saben estudiar, no saben concentrarse”, reflexionó.

“La respuesta para mí más sencilla y más barata: Papás, hay que estar más en la casa. A los jóvenes también les diría: Atrévanse a rezar, atrévanse a leer, atrévanse a entrenar un deporte más o menos en serio; es decir, actitudes que te lleven a compromisos, no solamente que te distraigan”, prosiguió.

En otro momento, mencionó que el papel del colegio es incorporar más a los padres de familia y volver a como era antes, cuando se le daba a los niños una formación espiritual y moral, de respeto a la familia.

“La familia encontraba en los colegios un enorme apoyo. Pero llegó un momento en que todo se masificó, los colegios tienen no sé cuántos turnos, no sé cuántos profesores, ya no hay esa actividad física, ya no hay esa actividad pre militar que de alguna manera era un modo de poner orden, ya no hay la presencia de sacerdotes para ayudar en la formación de los colegios. Toda la tarea de la enseñanza ha bajado su calidad no solamente porque les paguen mal sino porque han masificado, ya no hay ninguna relación entre el profesor y el alumno”, aseguró.

Expresó también la importancia de que la familia se fortalezca con políticas más constantes y más serias y no buscar simplemente ese beneficio económico que no lleva a nada positivo. “La culpa de lo que vemos es que pasamos del terrorismo que destruyó el país, a un deseo de tener dinero y de consumir cosas, que es el otro terrorismo”.

Animó al Estado a tener mayor responsabilidad en manejar los recursos que tiene para políticas verdaderamente inclusivas y de protección de la vida y la familia.

“Por ejemplo, proteger a todas las madres y todas las criaturas en la defensa de la vida. Respetar la moral natural: hay hombres y mujeres, no hay géneros, todo el mundo lo sabe. Ahora hay campañas de salud a favor de los preservativos, a favor de lo que llaman salud reproductiva, que en el fondo es No educar a los hombres y mujeres en que ese factor sexual es parte de su manera de ser y tienen unas normas por las cuales hay que conducirse”, refirió.

Finalmente, destacó que el tema educativo y de la juventud es un desafío que debemos afrontar con gran responsabilidad.

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Videomensaje de Francisco por la ostensión de la Sábana Santa

El Papa Francisco gravó un breve videomensaje con ocasión de la ostensión de la Sábana Santa, este sábado, en la catedral de Turín. Mensaje que, tal como explicó nuestro Director General, el Padre Federico Lombardi, fue realizado para ser transmitido durante el programa de la Rai “A su imagen” mientras en la catedral se reúnen los enfermos con su Arzobispo Metropolitano, Monseñor Cesare Nosiglia, quien pidió este gesto al Santo Padre.

Texto del mensaje del Papa: 

Queridos hermanos y hermanas:

También yo me pongo con ustedes ante la Sábana Santa, y doy gracias al Señor que nos da, con los instrumentos de hoy, esta posibilidad.

Pero aunque se haga de esta forma, no se trata simplemente de observar, sino de venerar; es una mirada de oración. Y diría aún más: es un dejarse mirar. Este rostro tiene los ojos cerrados, es el rostro de un difunto y, sin embargo, misteriosamente nos mira y, en el silencio, nos habla. ¿Cómo es posible esto? ¿Cómo es posible que el pueblo fiel, como ustedes, quiera detenerse ante este icono de un hombre flagelado y crucificado? Porque el hombre de la Sábana Santa nos invita a contemplar a Jesús de Nazaret. Esta imagen – grabada en el lienzo – habla a nuestro corazón y nos lleva a subir al monte del Calvario, a mirar el madero de la cruz, a sumergirnos en el silencio elocuente del amor.

Así pues, dejémonos alcanzar por esta mirada, que no va en busca de nuestros ojos, sino de nuestro corazón. Escuchemos lo que nos quiere decir, en el silencio, sobrepasando la muerte misma. A través de la Sábana Santa nos llega la Palabra única y última de Dios: el Amor hecho hombre, encarnado en nuestra historia; el Amor misericordioso de Dios, que ha tomado sobre sí todo el mal del mundo para liberarnos de su dominio. Este rostro desfigurado se asemeja a tantos rostros de hombres y mujeres heridos por una vida que no respeta su dignidad, por guerras y violencias que afligen a los más vulnerables... Sin embargo, el rostro de la Sábana Santa transmite una gran paz; este cuerpo torturado expresa una majestad soberana. Es como si dejara trasparentar una energía condensada pero potente; es como si nos dijera: ten confianza, no pierdas la esperanza; la fuerza del amor de Dios, la fuerza del Resucitado, todo lo vence.

Por eso, contemplando al hombre de la Sábana Santa, hago mía la oración que san Francisco de Asís pronunció ante el Crucifijo:

Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón 
y dame fe recta, 
esperanza cierta 
y caridad perfecta, 
sentido y conocimiento, Señor, 
para que cumpla 
tu santo y verdadero mandamiento. Amén.

Palabras de Francisco al final del Via Crucis

(Audio) :

Queridos hermanos y hermanas

Les doy las gracias por haber participado tan numerosos en este momento de intensa oración. Y doy las gracias también a todos los que se han unido a nosotros a través de los medios de comunicación social, especialmente a las personas enfermas o ancianas. No quiero añadir muchas palabras. En esta noche debe permanecer sólo una palabra, que es la Cruz misma. La Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva. Queridos hermanos, la palabra de la Cruz es también la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor. Los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz, como Jesús. Esta noche hemos escuchado el testimonio de nuestros hermanos del Líbano: son ellos que han compuesto estas hermosas meditaciones y oraciones. Les agradecemos de corazón este servicio y sobre todo el testimonio que nos dan. Lo hemos visto cuando el Papa Benedicto fue al Líbano: hemos visto la belleza y la fuerza de la comunión de los cristianos de aquella Tierra y de la amistad de tantos hermanos musulmanes y muchos otros. Ha sido un signo para Oriente Medio y para el mundo entero: un signo de esperanza. Continuemos este Via Crucis en la vida de cada día. Caminemos juntos por la vía de la Cruz, caminemos llevando en el corazón esta palabra de amor y de perdón. Caminemos esperando la resurrección de Jesús.

Predicación completa del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. Viernes Santo 2013, Basílica de San Pedro

“Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús. Él fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre... De esa manera, Dios ha querido mostrar su justicia: en el tiempo presente, siendo justo y justificando a los que creen en Jesús. (Rom 3, 23-26).

Hemos llegado al culmen del Año de la fe y a su momento resolutivo. ¡Esta es la fe que salva, "la fe que vence al mundo" (1 Jn 5,5)! La fe – apropiación por la cual hacemos nuestra, la salvación obrada por medio de Cristo, y nos revestimos con el manto de su justicia. Por una parte está la mano extendida de Dios que ofrece al hombre su gracia; por la otra, la mano del hombre que se extiende para acogerla mediante la fe. La "nueva y eterna alianza" está sellada con un apretón de mano entre Dios y el hombre.

Tenemos la posibilidad de tomar, en este día, la decisión más importante de la vida, aquella que nos abre las puertas de la eternidad: ¡creer! ¡Creer en que "Jesús murió por nuestros pecados y ha resucitado para nuestra justificación" (Rom 4, 25)! En una homilía pascual del siglo IV, un obispo pronunciaba estas palabras excepcionalmente modernas y existenciales: "Para cada hombre, el principio de la vida es aquel, a partir del cual Cristo ha sido inmolado por él. Pero Cristo es inmolado por el en el momento en el cual reconoce la gracia y se hace consciente de la vida que le ha sido procurada por aquella" (Homilía pascual del año 387, en SCh 36, p. 59 s.).

¡Qué extraordinario! Este Viernes Santo, celebrado en el Año de la fe y ante la presencia del nuevo sucesor de Pedro, podría ser, si lo queremos, el principio de una nueva vida. El obispo Hilario de Poitiers, convertido al cristianismo en edad adulta, repensando en su vida pasada, decía: "Antes de conocerte, yo no existía".

Aquello que se requiere es solamente que no nos escondamos como Adán después de la culpa, que reconozcamos tener necesidad de ser justificados; que no nos auto-justifiquemos. El publicano de la parábola subió al templo e hizo una breve oración: "Oh Dios, ten piedad de mí, pecador". Y Jesús dice que aquel hombre regresó a casa "justificado", es decir, hecho justo, perdonado, hecho criatura nueva; creo que cantando alegremente en su corazón (Lc 18,14). ¿Qué había hecho de extraordinario? Nada, se había puesto en la verdad ante Dios, y es lo único que Dios necesita para actuar.


***

Como quien, en la escalada de una pared alpina, habiendo superado un paso peligroso, se detiene un momento para recuperar el aliento y admirar el nuevo panorama que se ha abierto ante él, así hace también el apóstol Pablo al inicio del capítulo 5 de la Carta a los Romanos, después de haber proclamado la justificación mediante la fe: 

“Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”. 
(Rom 5, 1-15).

Son efectuadas hoy, desde los satélites artificiales, fotografías a rayos infrarrojos de enteras regiones de la tierra y del entero planeta. ¡Cómo aparece diferente el panorama visto desde lo alto, a la luz de aquellos rayos, en comparación con aquello que vemos con la luz natural y estando dentro! Recuerdo una de las primeras fotos satelitales difundidas en el mundo; reproducía la entera península del Sinaí. Muy diferentes eran los colores, más evidentes los relieves y las depresiones. Es un símbolo. También la vida humana, vista a los rayos infrarrojos de la fe, desde las alturas del Calvario, es diferente de lo que se ve “a simple vista”. 

Todo – dijo el sabio del Antiguo Testamento – sucede igual, del justo hasta el impío... “Yo he visto algo más bajo el sol: en lugar del derecho, la maldad y en lugar de la justicia, la iniquidad”. (Ecl 3, 16, 9, 2). Y en efecto, en todos los tiempos se ha visto la iniquidad triunfante y a la inocencia humillada. Pero para que no se crea que en el mundo hay algo fijo y seguro, he aquí, nota Bossuet, que a veces se ve lo contrario, es decir la inocencia sobre el trono y la iniquidad sobre el patíbulo. ¿Pero qué concluía Qoelet? Entonces me dije a mí mismo: Dios juzgará al justo y al malvado, porque allá hay un tiempo para cada cosa y para cada acción”. (Ecl 3, 17). Encontró el punto de vista que nuevamente pone el alma en paz.

Aquello que el Qoelet no podía saber y que nosotros más bien sí sabemos es que este juicio ya se ha dado: "Ahora dice Jesús – caminando hacia su pasión–, ha llegado el juicio de este mundo, ahora será echado fuera el príncipe de este mundo, y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí "(Jn 12, 31-32).

En Cristo muerto y resucitado, el mundo alcanzó su meta final. El progreso de la humanidad avanza hoy a un ritmo vertiginoso, y la humanidad ve abrir ante sí nuevos e inesperados horizontes fruto de sus descubrimientos. Y también, se puede decir que ya ha llegado el final de los tiempos, porque en Cristo, subido a la derecha del Padre, la humanidad ha alcanzado a su meta final. Ya comenzaron los cielos nuevos y la tierra nueva. 

A pesar de todas las miserias, las injusticias y las monstruosidades existentes sobre la tierra, en él ya se inauguró el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos lo contrario, pero el mal y la muerte realmente están vencidos para siempre. Sus fuentes se han secado; la realidad es que Jesús es el Señor del mundo. El mal ha sido radicalmente vencido por la redención por él obrada. El mundo nuevo ya ha comenzado.

Una cosa sobretodo aparece diversa, vista con los ojos de la fe: ¡la muerte! Cristo entró en la muerte como se entra en una prisión oscura; pero salió de ella por la pared opuesta. No ha regresado de donde había venido, como Lázaro que vuelve a la vida para morir de nuevo. Abrió una brecha hacia la vida que nadie podrá cerrar jamás, y por la cual todos pueden seguirlo. La muerte no es más un muro contra el que se estrella toda esperanza humana; se ha convertido en un puente hacia la eternidad. Un "puente de los suspiros", tal vez porque a nadie le gusta morir, pero un puente, ya no más un abismo que todo lo traga. "El amor es fuerte como la muerte", dice el Cantar de los Cantares (8,6). ¡En Cristo ha sido más fuerte que la muerte!

En su "Historia eclesiástica del pueblo inglés", Beda el Venerable narra cómo la fe cristiana hizo su ingreso en el norte de Inglaterra. Cuando los misioneros venidos de Roma llegaron a Northumberland, el rey del lugar convocó al consejo de dignatarios para decidir si se les debía permitir o no, difundir el nuevo mensaje. Algunos de los presentes se mostraron a favor, otros en contra. Era invierno y afuera había nieve y ventisca, pero la habitación estaba iluminada y cálida. En cierto momento, un pájaro salió de un agujero de la pared, sobrevoló asustado un rato por la sala, y luego desapareció por un agujero en la pared opuesta.

Entonces se levantó uno de los presentes y dijo: “Oh rey, nuestra vida en este mundo es como ese pájaro. No sabemos de dónde venimos, por un poco de tiempo gozamos de la luz y del calor de este mundo, y luego desaparecemos de nuevo en la oscuridad, sin saber a dónde vamos. Si estos hombres son capaces de revelarnos algo del misterio de nuestras vidas, debemos escucharlos”. 

La fe cristiana podría retornar a nuestro continente y en el mundo secularizado por la misma razón por la que hizo su entrada: como la única que tiene una respuesta segura que dar a los grandes interrogantes de la vida y de la muerte.


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La cruz separa a los creyentes de los no creyentes, porque para unos es un escándalo y una locura, y para otros es el poder de Dios y la sabiduría de Dios (cf. 1 Cor 1, 23-24); pero en un sentido más profundo, ésta une a todos las hombres, creyentes y no creyentes. “Jesús tenía que morir [...] no solo por una nación, sino que también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11, 51 s.). Los nuevos cielos y la tierra nueva pertenecen de derecho a todos y son para todos: porque Cristo murió por todos.

La urgencia que nace de todo aquello es evangelizar: "El amor de Cristo nos impulsa, al pensar que uno murió por todos" (2 Cor 5,14). ¡Nos impulsa a la evangelización! Anunciamos al mundo la buena nueva de que "ya no hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, me libró, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte" (Rom 8, 1-2).

Hay una narración del judío Franz Kafka que es un fuerte símbolo religioso y adquiere un significado nuevo, casi profético, escuchado el Viernes Santo. Se titula "Un mensaje imperial". Habla de un rey que, en su lecho de muerte, llama junto a sí a un súbdito y le susurra un mensaje al oído. Es tan importante aquel mensaje que se lo hace repetir, a su vez, al oído. Luego despide con un gesto al mensajero que se pone en camino. Pero oigamos directamente del autor lo que sigue de la historia, marcada por el tono onírico y casi de pesadilla típico de este escritor:

"Extendiendo primero un brazo, luego el otro, se abre paso a través de la multitud como ninguno. Pero la multitud es muy grande; sus alojamientos son infinitos. ¡Si ante él se abriera el campo libre, cómo volaría! En cambio, qué vanos son sus esfuerzos; todavía está abriéndose paso a través de las cámaras del palacio interno, de las cuales no saldrá nunca. Y aunque lo lograra, no significaría nada: todavía tendría que esforzarse para descender las escaleras. Y si esto lo consiguiera, no habría adelantado nada: tendría que cruzar los patios; y después de los patios el segundo palacio circundante. Y cuando finalmente atravesara la última puerta --aunque esto nunca, nunca podría suceder--, todavía le faltaría cruzar la ciudad imperial, el centro del mundo, donde se amontonan montañas de su escoria. Allí en medio, nadie puede abrirse paso a través de ella, y menos aún con el mensaje de un muerto. Tú, mientras tanto, te sientas junto a tu ventana y te imaginas tal mensaje, cuando cae la noche".

Desde su lecho de muerte, Cristo confió a su Iglesia un mensaje: "Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). Todavía hay muchos hombres que están de pie junto a la ventana y sueñan, sin saberlo, con un mensaje como el suyo. Juan, acabamos de oírlo, dice que el soldado traspasó el costado de Cristo en la cruz "para que se cumpliese la Escritura que dice: «Mirarán al que traspasaron»" (Jn. 19, 37). En el Apocalipsis añade: "He aquí que viene entre las nubes, y todo ojo le verá, aún aquellos que le traspasaron; y por él todos los linajes de la tierra harán lamentación" (Ap 1,7).

Esta profecía no anuncia la venida final de Cristo, cuando ya no será el momento de la conversión, sino del juicio. En su lugar describe la realidad de la evangelización de los pueblos. En ella se verifica una misteriosa, pero real venida del Señor que les trae la salvación. Lo suyo no será un grito de desesperación, sino de arrepentimiento y de consuelo. Es este el significado de la escritura profética que Juan ve realizada en el costado traspasado de Cristo, es decir de Zacarías 12, 10: "Y derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén, un espíritu de gracia y de súplica; y mirarán hacia mí, al que ellos traspasaron".

La evangelización tiene un origen místico; es un don que viene de la cruz de Cristo, de aquel costado abierto, de aquella sangre y de aquella agua. El amor de Cristo, como aquel trinitario, del que es la manifestación histórica, es "diffusivum sui", tiende a expandirse y alcanzar a todas las criaturas "especialmente a las más necesitadas de su misericordia". La evangelización cristiana no es conquista, no es propaganda; es el don de Dios para el mundo en su Hijo Jesús. Es dar a la Cabeza la alegría de sentir fluir la vida desde su corazón hacia su cuerpo, hasta vivificar sus miembros más alejados.

Tenemos que hacer todo lo posible para que la Iglesia no se convierta nunca en aquel castillo complicado y atestado descrito por Kafka, y para que el mensaje pueda salir de ella libre y feliz como cuando inició su recorrido. Sabemos cuáles son los impedimentos que puedan retener al mensajero: los muros divisorios, empezando por aquellos que separan a las varias iglesias cristianas entre ellas, el exceso de burocracia, las partes de ceremoniales, leyes y controversias pasadas, convertidas en escombros.

En el Apocalipsis, Jesús dice que Él está a la puerta y llama (Ap 3,20). A veces, como señaló nuestro Papa Francisco, no llama para entrar, sino que llama desde dentro para salir. Salir hacia las "periferias existenciales del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia y de la indiferencia religiosa, y de cada forma de miseria".

Sucede como con algunos edificios antiguos. A través de los siglos, y para adaptarse a las exigencias del momento, se les ha llenado de tabiques, escalinatas, de cuartos y cuartitos. Llega un momento en que nos damos cuenta de que todas estas adaptaciones ya no responden a las exigencias actuales, es más, éstas son un obstáculo, y entonces se hace necesario tener el valor de derribarlas y reportar el edificio a la simplicidad y linealidad de sus orígenes. Esta fue la misión que recibió un día un hombre que estaba orando ante el crucifijo de San Damián: "Ve, Francisco, y repara mi Iglesia".

"¿Y quién es capaz de cumplir semejante tarea?", se preguntaba aterrorizado el Apóstol frente a la tarea sobrehumana de ser en el mundo "el perfume de Cristo", y he aquí su respuesta que vale también hoy: "no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad viene de Dios. Él nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida”. (2 Cor 2, 16; 3, 5-6).

Que el Espíritu Santo, en este momento en cual se abre para la Iglesia un tiempo nuevo, pleno de esperanza, despierte en los hombres que están en la ventana la espera del mensaje, y en los mensajeros, la voluntad de hacerlo llegar a ellos, también al precio de la vida.

Texto completo de la homilía del Papa Francisco en la Misa de la Cena del Señor

Esto es conmovedor. Jesús que lava los pies a sus discípulos. Pedro no entendía nada,
rechazaba. Pero Jesús se lo explicó. Jesús – Dios – ¡hizo esto! Y Él mismo lo explica a los discípulos: “¿Comprenden lo que he hecho por ustedes? Ustedes me llaman el Maestro y el Señor, y dicen bien, porque lo soy. Por tanto, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies a ustedes, también ustedes deben lavar los pies los unos a los otros. Les he dado un ejemplo, en efecto, para que también ustedes hagan como he hecho yo”. 

Es el ejemplo del Señor: Él es el más importante, y lava los pies, porque entre nosotros, el que es el más alto debe estar al servicio de los demás. Y esto es un símbolo, ¿es un signo, no?

Lavar los pies es: “yo estoy a tu servicio”. Y también nosotros, entre nosotros, no es que debemos lavar los pies todos los días uno al otro, ¿pero qué significa esto? Que debemos ayudarnos, uno a otro.

A veces me he enojado con uno, con otra… pero… deja que pase, olvídalo, y si te pide un favor, se lo haces. Ayudarnos uno a otro: esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago, y lo hago de corazón, porque es mi deber, como sacerdote y como obispo debo estar a su servicio. 

Pero es un deber que me viene del corazón: lo amo. Amo esto y me gusta hacerlo porque el Señor así me lo ha enseñado. 

Pero también ustedes, ayúdense. Ayúdense siempre. Uno a otro. Y así, ayudándonos, nos haremos el bien. Ahora haremos esta ceremonia de lavarnos los pies y pensemos, cada uno de nosotros piense: “¿Verdaderamente yo estoy dispuesta, estoy dispuesto a servir, a ayudar al otro?”.
Pensemos esto solamente. Y pensemos que este signo es una caricia de Jesús, que hace Jesús, porque Jesús ha venido precisamente para esto: para servir, para ayudarnos.

jueves, 28 de marzo de 2013

Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco en la Misa Crismal: Salir a las periferias donde hay sufrimiento

Queridos hermanos y hermanas
Celebro con alegría la primera Misa Crismal como Obispo de Roma. Saludo a todos con afecto, especialmente a ustedes, queridos sacerdotes, que hoy recuerdan, como yo, el día de la ordenación.

Las Lecturas nos hablan de los «Ungidos»: el siervo de Yahvé de Isaías, David y Jesús, nuestro Señor. Los tres tienen en común que la unción que reciben es para ungir al pueblo fiel de Dios al que sirven; su unción es para los pobres, para los cautivos, para los oprimidos... Una imagen muy bella de este «ser para» del santo crisma es la del Salmo: «Es como óleo perfumado sobre la cabeza, que se derrama sobre la barba, la barba de Aarón, hasta la franja de su ornamento» (Sal 133,2). La imagen del óleo que se derrama, que desciende por la barba de Aarón hasta la orla de sus vestidos sagrados, es imagen de la unción sacerdotal que, a través del ungido, llega hasta los confines del universo representado mediante las vestiduras.

La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos; uno de ellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados sobre las piedras de ónix que adornaban las hombreras del efod, del que proviene nuestra casulla actual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis sobre la del hombro izquierdo (cf. Ex 28,6-14). También en el pectoral estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 28,21). Esto significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de nuestros mártires. 

De la belleza de lo litúrgico, que no es puro adorno y gusto por los trapos, sino presencia de la gloria de nuestro Dios resplandeciente en su pueblo vivo y consolado, pasamos a fijarnos en la acción. El óleo precioso que unge la cabeza de Aarón no se queda perfumando su persona sino que se derrama y alcanza «las periferias». El Señor lo dirá claramente: su unción es para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos. La unción no es para perfumarnos a nosotros mismos, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite... y amargo el corazón.

Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia. Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, «las periferias» donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe. Nos lo agradece porque siente que hemos rezado con las cosas de su vida cotidiana, con sus penas y alegrías, con sus angustias y sus esperanzas. Y cuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, se anima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al Señor: «Rece por mí, padre, que tengo este problema...». «Bendígame» y «rece por mí» son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque vuelve convertida en petición. Cuando estamos en esta relación con Dios y con su Pueblo, y la gracia pasa a través de nosotros, somos sacerdotes, mediadores entre Dios y los hombres. Lo que quiero señalar es que siempre tenemos que reavivar la gracia e intuir en toda petición, a veces inoportunas, a veces puramente materiales, incluso banales – pero lo son sólo en apariencia – el deseo de nuestra gente de ser ungidos con el óleo perfumado, porque sabe que lo tenemos. Intuir y sentir como sintió el Señor la angustia esperanzada de la hemorroisa cuando tocó el borde de su manto. Ese momento de Jesús, metido en medio de la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la belleza de Aarón revestido sacerdotalmente y con el óleo que desciende sobre sus vestidos. Es una belleza oculta que resplandece sólo para los ojos llenos de fe de la mujer que padecía derrames de sangre. Los mismos discípulos – futuros sacerdotes – todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la «periferia existencial» sólo ven la superficialidad de la multitud que aprieta por todos lados hasta sofocarlo (cf. Lc 8,42). El Señor en cambio siente la fuerza de la unción divina en los bordes de su manto.

Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada.

El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco – no digo «nada» porque nuestra gente nos roba la unción, gracias a Dios – se pierde lo mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor «ya tienen su paga», y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja», pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres. Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús.

Queridos fieles, acompañen a sus sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios. 

Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora. Que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido. Amén.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco: Vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús implica salir de sí mismos

¡Hermanos y hermanas, buenos días!

Me alegra darles la bienvenida a mi primera Audiencia general. Con profunda gratitud y veneración tomo el "testigo" de las manos de mi amado predecesor Benedicto XVI. Después de Pascua vamos a reanudar las catequesis del Año de la fe. Hoy quisiera detenerme sobre la Semana Santa. Con el Domingo de Ramos comenzamos esta Semana - centro de todo el Año Litúrgico- en la que acompañamos a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección.

Pero ¿qué puede significar para nosotros vivir la Semana Santa? ¿Qué significa seguir a Jesús en su camino del Calvario hacia la Cruz y la Resurrección?

En su misión terrenal, Jesús recorrió las calles de Tierra Santa; llamó a doce personas simples para que permanecieran con Él, compartieran su camino y continuaran su misión; las eligió entre el pueblo lleno de fe en las promesas de Dios. Habló a todos, sin distinción, a los grandes y a los humildes, al joven rico y a la pobre viuda, a los poderosos y a los débiles; trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó, consoló, comprendió; dio esperanza; llevó a todos la presencia de Dios que se interesa de cada hombre y mujer, como hace un buen padre y una buena madre con cada uno de sus hijos. Dios no esperó a que fuéramos a Él, sino que es Él que se mueve hacia nosotros, sin cálculos, sin medidas. Dios es así: Él da siempre el primer paso, Él se mueve hacia nosotros.

Jesús vivió las realidades cotidianas de la gente más común: se conmovió delante de la multitud que parecía un rebaño sin pastor; lloró ante el sufrimiento de Marta y María por la muerte de su hermano Lázaro; llamó a un publicano como su discípulo; sufrió también la traición de un amigo. En Él, Dios nos ha dado la certeza de que Él está con nosotros, en medio de nosotros. «Los zorros - ha dicho Jesús - tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». (Mt 8:20). Jesús no tiene hogar, porque su casa es la gente, somos nosotros, su misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia amorosa de Dios.

En la Semana Santa nosotros vivimos el culmen de este camino, de este plan de amor que recorre a través de toda la historia de la relación entre Dios y la humanidad. Jesús entra en Jerusalén para cumplir el paso final, en el que resume toda su existencia: se entrega totalmente, no se queda con nada para sí mismo, ni siquiera con su vida. En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz "para nosotros". El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, ofrece en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros, para habitar entre nosotros.

Y en el Huerto de los Olivos, al igual que en el juicio ante Pilato, no opone resistencia, se da; es el Siervo sufriente ya anunciado por Isaías, que se despoja de sí mismo hasta la muerte (cf. Is 53:12).

Jesús no vive este amor que lleva al sacrificio de manera pasiva o como un destino fatal; desde luego no oculta su profunda perturbación humana frente a la muerte violenta, pero se entrega plenamente a la confianza del Padre. Jesús se entregó voluntariamente a la muerte para corresponder al amor de Dios Padre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor por nosotros. En la cruz, Jesús "me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2:20). Cada uno de nosotros puede decir: me amó y se entregó a sí mismo por mí. Cada uno puede decir este “por mí”. 

¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que éste es también mi camino, el tuyo, nuestro camino. Vivir la Semana Santa, siguiendo a Jesús, no sólo con la conmoción del corazón; vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús quiere decir aprender a salir de nosotros mismos - como dije el domingo pasado - para salir al encuentro de los demás, para ir hasta las periferias de la existencia, ser nosotros los primeros en movernos hacia nuestros hermanos y hermanas, especialmente los que están más alejados, los olvidados, los que están más necesitados de comprensión, de consuelo y de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y lleno de amor!

Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es en primer lugar la del dolor y la muerte, sino la del amor y la de la entrega de sí mismo que da vida. Es entrar en la lógica del Evangelio. Seguir, acompañar a Cristo. Permanecer con Él requiere una "salir", salir. Salir de sí mismos, de un modo de vivir la fe cansino y rutinario, de la tentación de ensimismarse en los propios esquemas que terminan por cerrar el horizonte de la acción creadora de Dios. Dios salió de sí mismo para venir en medio de nosotros, colocó su tienda entre nosotros para traer su misericordia que salva y da esperanza. También nosotros, si queremos seguirlo y permanecer con Él, no debemos contentarnos con permanecer en el recinto de las noventa y nueve ovejas, debemos "salir”, buscar con Él a la oveja perdida, a la más lejana. Recuerden bien: salir de nosotros, como Jesús, como Dios salió de sí mismo en Jesús y Jesús salió de sí mismo para todos nosotros.

Alguien podría decirme: “Pero Padre no tengo tiempo", "tengo muchas cosas que hacer", "es difícil", "¿qué puedo hacer yo con mi poca fuerza, también con mi pecado, con tantas cosas?". A menudo nos conformamos con algunas oraciones, con una misa dominical distraída e inconstante, con algún gesto de caridad, pero no tenemos esta valentía de "salir" para llevar a Cristo. Somos un poco "como San Pedro. Tan pronto como Jesús habla de la pasión, muerte y resurrección, de darse a sí mismo, de amor a los demás, el Apóstol lo lleva aparte y lo reprende. Lo que Jesús dice altera sus planes, le parece inaceptable, pone en dificultad las seguridades que él se había construido, su idea del Mesías. Y Jesús mira a los discípulos y dirige a Pedro quizá una de las palabras más duras del Evangelio: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». (Mc 8:33). Dios piensa siempre con misericordia: no olviden esto. Dios piensa siempre con misericordia: ¡es el Padre misericordioso! Dios piensa como el padre que espera el regreso de su hijo y va a su encuentro, lo ve venir cuando todavía está muy lejos... ¿Esto que significa? Que todos los días iba a ver si el hijo volvía a casa: éste es nuestro Padre misericordioso. Es la señal que lo esperaba de corazón en la terraza de su casa. Dios piensa como el samaritano que no pasa cerca del desventurado compadeciéndose o mirando hacia otra parte, sino socorriéndolo sin pedir nada a cambio; sin preguntar si era judío, si era pagano, si era samaritano, si era rico, si era pobre: no pide nada. No pide estas cosas, no pide nada. Va en su ayuda: así es Dios. Dios piensa como el pastor que da su vida para defender y salvar a las ovejas.

La Semana Santa es un tiempo de gracia que el Señor nos da para abrir las puertas de nuestros corazones, de nuestra vida, de nuestras parroquias, 
- ¡qué pena tantas parroquias cerradas! - de los movimientos, de las asociaciones, y "salir" al encuentro de los demás, acercarnos nosotros para llevar la luz y la alegría de nuestra fe ¡Salir siempre! Y hacer esto con amor y con la ternura de Dios, con respeto y paciencia, sabiendo que ponemos nuestras manos, nuestros pies, nuestro corazón, pero que es Dios quien los guía y hace fecundas todas nuestras acciones.

Les deseo a todos que vivan bien estos días siguiendo al Señor con valentía, llevando en nosotros mismos un rayo de su amor a todos los que encontremos.

martes, 26 de marzo de 2013

Qué bello es ser perdonados. Misa del Papa en la capilla de la Domus Sanctae Marthae


Como viene haciendo cada día, el Papa Francisco celebró el martes 26 de marzo, por la mañana, la misa en la capilla de la Domus Sanctae Marthae en el Vaticano. Hoy ha querido que estuvieran con él en el altar los sacerdotes que residen habitualmente en la Domus. Ayer regresaron a sus habitaciones después de haberlas cedido hace algunas semanas a los cardenales llegados a Roma para el cónclave.
Eran unos cuarenta – entre oficiales de la Secretaría de Estado y otros organismos y dicasterios –. Con ellos también los arzobispos Angelo Acerbi, Peter Paul Prabhu y Luigi Travaglino, nuncios apostólicos. Una familia sacerdotal de la que el Papa dijo sentirse parte. Y a la que, antes de impartir su bendición final, expresó su agradecimiento.



Comentando brevemente el pasaje del Evangelio de Juan (13, 21-33. 36-38) – cuando Jesús habla de la traición de Judas y recuerda a Pedro que lo negará tres veces –, el Papa compartió con los presentes su reflexión sobre «dos palabras»: la noche y la dulzura del perdón de Cristo. Era de noche cuando Judas salió del cenáculo. Y el Santo Padre subrayó que era de noche fuera y dentro de él. Pero – recordó –, existe otra noche, una noche «provisional» que todos conocen y en la que más allá de la oscuridad siempre existe la esperanza. Es la noche del pecador que encuentra de nuevo a Jesús, su perdón, la «caricia del Señor». El Papa Francisco invitó a abrir el corazón y a gustar la «dulzura» de este perdón. La misma dulzura que expresó la mirada de Cristo dirigida a Pedro que lo había negado. «Qué hermoso es ser santos – concluyó –, pero también qué bello es ser perdonados».

Entre los fieles se contaban algunas hermanas del Instituto Secular de Schoenstatt residentes en Roma. Al término de la celebración, tras algunos minutos de oración en silencio transcurridos sentado al fondo de la capilla, el Papa Francisco saludó individualmente a todos.

Que María nos ayude a caminar tras él, Ángelus con Francisco

(Con Audio) Este domingo el Ángelus fue recitado desde el atrio de la Basílica de San Pedro al final de la Santa Misa. Antes del responso por los fieles difuntos, el Papa pidió especialmente por quienes sufren, y encomendó a los jóvenes la preparación espiritual para la próxima Jornada Mundial de la Juventud ¡En julio a Rio!

Bendición del Papa:(Audio)


Palabras de Francisco en italiano:

Queridos hermanos y hermanas
Al terminar esta celebración, invoquemos la intercesión de la Virgen María para que nos acompañe durante la Semana Santa. Que ella, que siguió con fe a su Hijo hasta el Calvario, nos ayude a caminar tras él, llevando con serenidad y amor su cruz, para llegar a la alegría de la Pascua. Que la Virgen Dolorosa ampare especialmente a quien está viviendo situaciones particularmente difíciles, recordando en especial a los afectados por la tuberculosis, pues hoy se celebra el Día mundial contra esta enfermedad. Los encomiendo a María, ante todo a ustedes, queridos jóvenes, y su itinerario hacia Río de Janeiro.
¡Buen camino a todos!

El Papa Francisco tiene la intención de permanecer en la Domus Sanctae Marthae

(Audio) El Papa francisco Permanece en la Casa Santa Marta y no se mudará por ahora al Apartamento Pontifico anunció la tarde de este 26 de marzo el director de la oficina de la Sala de Prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi. Ha sido el mismo Pontífice quien lo informó esta mañana a los huéspedes de la Domus. 

El director de la Oficina de Prensa informa que el Papa al concluir la Misa de esta mañana, con palabras muy sencillas dio a entender que su intención –por lo menos en esta fase- es la de permanecer en la Domus Sanctae Marthae. 

El Papa Francisco se transfirió de la habitación en la que se alojaba durante el Cónclave a otra más amplia destinada a los huéspedes especiales. Según se supo, en este lugar el Santo Padre tiene la posibilidad de recibir más fácilmente dado que cuenta con mayor espacio. Sin embargo, tiene bien a precisar el portavoz vaticano, para las audiencias, para las actividades normales matutinas como encuentros con grupos, audiencias con visitas importantes y demás, Francisco usa desde hace diversos días el apartamento de las audiencias pontificias en el segundo piso del Palacio Apostólico, donde se encuentran la Sala Clementina, la Biblioteca privada y otros ambientes aptos para esta actividad oficial del Santo Padre, mientras que, como tuvo a precisar, como lugar de habitación el Papa reside en Santa Marta.

PLJR - @pjuregui
Fuente: Radio Vaticano

lunes, 25 de marzo de 2013

"El Santo Padre Francisco será el Papa de la coherencia eucarística"

El arzobispo de Lima traza un retrato del Cardenal Bergolio, y enfatiza como el hecho de ser sudamericano pueda ser el estímulo para darle un nuevo impulso a la evangelización en el continente europeo, hoy, sometido a la prueba de la desconfianza, el consumismo y el secularismo. "La Iglesia debe regresar a la simpleza de la fe y a la coherencia de la vida personal limpiándose del “carrierismo”.

En el apellido están impresos los orígenes italianos, y los parientes lejanos frecuentemente reclaman su presencia en Prato (ciudad ubicada en la región italiana de Toscana). El Cardenal Juan Luis Cipriani es el arzobispo de Lima. En las congregaciones que precedieron el Cónclave estaba sentado a solo un puesto de distancia del Cardenal Bergoglio.Regresará al Perú convencido de llevar allí, junto con la elección del Papa, un cielo más bello. En los sínodos latinoamericanos y en las reuniones de los cardenales se encontró en varias ocasiones con él. Puede hacer un retrato exacto. Usa -y es un halago para un argentino de Buenos Aires oírselo decir- el término porteño refiriéndose al Papa Francisco.

Eminencia, háganos un retrato del Papa como lo ha conocido usted cuando era Cardenal.
Es un hombre muy simple, humilde, muy cercano a la gente. Espontáneo, con una fuerte personalidad y con decisiones personales claras. Siempre acogedor, no es un hombre de polémicas. Es un argentino auténtico. Diría un porteño, como aquellos del puerto de Buenos Aires, espontáneos y simples.

¿Este estilo de Buenos Aires lo encontraremos en Roma?
Ya se ha dado. Después de la elección en la Sixtina fue a saludar al cardenal Dias que no se podía mover y el viernes pasado fue a visitar al cardenal Mejía ya anciano y enfermo. Esto es cercanía, el Papa lo haría tanto por un simple sacerdote enfermo como por un hombre en tribulación. Diría que es un hombre que quiere estar con todos sin mostrarse superior, después de la elección estuvo siempre con nosotros en el autobus siendo Papa, desde Santa Marta hasta San Dámaso. Dijo a las personas del auto papal que quería estar con los hermanos cardenales. En la concelebración en la Sixtina, apenas elegido, se vistió delante de nosotros con el hábito blanco, los encargados del ceremonial se quedaron un poco descuadrados. Estos episodios muestran su cercanía a las personas. Es una señal de su modo de trabajar. Tendrá el corazón cercano a la gente que sufre. Será siempre simple.

¿Un Papa bueno?
También un hombre de gran personalidad y seguridad. No es indeciso. No tiene miedo de tomar iniciativas. Es decir, afectuoso pero al mismo tiempo con las redes en sus manos.

¿Todo esto le viene del ser cardenal, jesuita o sudamericano?
Lo digo con orgullo para los sudamericanos: él es así porque es sudamericano. Sabemos ser más cercanos, más cálidos, más espontáneos. El Papa Francisco será así.

¿Sin violar secretos, piensa que el cardenal Bergoglio se esperaba ser llamado al Trono Pontificio en el Cónclave?
Según yo, no. No se lo esperaba. Estuve almorzando con él después de la elección y me dijo: "He tenido que llamar a Buenos Aires porque dejé sobre mi escritorio el trabajo que tenía pendiente hasta la Pascua. Tenía que hacer también el borrador de la carta para la Misa de Resurrección". La elección estaba absolutamente fuera de sus cálculos y de su horizonte. Pienso que se puede hablar verdaderamente de movimiento del Espíritu. Sorprenderlos a ustedes periodistas es casi imposible y lo logramos.

El Espíritu Santo pone la atención sobre América Latina. ¿Qué puede hacer el Papa por su tierra?
Su nombramiento ya ha generado un gran entusiasmo. América Latina tiene su gran riqueza en la religiosidad popular. Pienso que esta tierra sentirá el deber de una mayor formación doctrinal para reforzar su ánimo católico. Un sabor vivo. Aquí en Europa es necesario retomar la fuerza de esa cultura popular que fue católica.

¿Debemos imitar a América Latina?
No se si a ustedes les gusta la palabra imitar, pero se debe hacer algo para despertar a la gente. La pobreza, el sufrimiento, la soledad en la que vive mucha gente en América Latina se convierte en una fuerza para acercarse a Dios. Ese podría ser un camino de Europa para dejar el consumismo, el secularismo, que hacen difícil el acercarse al Señor. En América Latina las leyes aun defienden la vida y la familia en cambio aqui hay un ataque constante a estos valores. En algún modo América Latina y el Papa pueden reforzar el entusiasmo de una fe con una doctrina seria sobre la familia, la vida y el respeto de la libertad religiosa. Para nosotros esto es normal. No tenemos temor de expresar nuestra fe. Europa se encuentra en una fase de "retirada", de fatiga y de temor. Este entusiasmo nuestro de la fe puede ser, como decía Juan Pablo II, la nueva primavera. Nosotros no buscamos atajos.

Jesús le pidió a Francisco reparar su Casa. El Papa Francisco, que toma el nombre del Santo de Asís, ¿está llamado a una tarea similar?
No se trata de una reparación externa, sino interna. Debemos regresar a la simplicidad de la fe y a la coherencia de la vida. En esto, sí que tenemos que reconstruir, cuidar mejor, edificar la Casa. El Papa Francisco será el Papa de la coherencia eucarística: aquél que recibe la Eucaristía tiene la obligación de vivir en su vida la coherencia y la honestidad. En la Iglesia existe la obligación de no hacer “carrierismo”. Debemos limpiarla de nuevo de este sentimiento. Pienso que el mensaje del Santo (Francisco) se acomoda bien a este nuevo Papa.

Desde la Logia de las Bendiciones se presentó inmediatamente como un hombre de oración...
Es un hombre casi místico, de grandes silencios y pocas palabras. La suya es una actitud de bondad, de acogida y de cercanía. La revolución de la que habla San Francisco es la revolución de la oración, del Evangelio, de la Eucaristía, de la confesión. Todo esto con simplicidad.

¿Con que ánimo regresa a Lima?
Es un tiempo muy bello para toda la Iglesia, porque la misericordia de Dios nos ha mirado con mucho amor y nos ha mandado un Papa de un modo sorprendente. Este es un motivo de gran esperanza. Las palabras con las cuáles lo ha aceptado son significativas. Ha dicho que es ante todo, un pecador y después ha hablado de la infinita misericordia y paciencia del Señor que le han permitido decir "acepto". Pecado, misericordia, paciencia y Cristo. Y después la Cruz de la cual viene la alegría de la Resurrección. No hay necesidad de tantas palabras. Ahora es el tiempo del testimonio. La fe se debe ver con actos de misericordia. Ese es el desafío actual. Decirle a todos: "Muéstrame tu fe con actos de misericordia, de justicia y de honestidad".

Publicado en el diario italiano Avvenire, el martes, 19 de marzo de 2013 (Traducido al español)


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Más de 100 mil personas marchan por la vida desde la concepción

Más de 100 mil personas marcharon por las principales calles de nuestra ciudad, declarando públicamente la importancia de defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural, y el rechazo total al aborto, con ocasión de la Gran Marcha por la Vida - Lima 2013: protegiendo el futuro, que se llevó a cabo el sábado 23 de marzo.



“El Estado debe defender la vida, protegerla y de dejar de lado un lenguaje falso en el que “diciendo que protegen la salud”, buscan la manera de eliminar las vidas. Digamos ¡no! a ese lenguaje que tantas veces tiene trampa, protejamos la familia y la vida con claridad”, señaló el Cardenal Juan Luis Cipriani, durante el evento.

“Nos extraña mucho cómo el Tribunal Constitucional de una manera lamentable ha querido dejar desprotegidos a la juventud, al despenalizar esas relaciones de los mayores con los jóvenes, una aberración muy profunda que no debemos permitir ni debemos dejar así, hay que modificar esa decisión”, añadió.

En otro momento, agradeció a las miles de personas de todos los credos que se sumaron a esta iniciativa.

“Estamos todos aquí para decirle sí a la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Estamos aquí unidos a Dios para decirle ¡no! a ese asesinato, a esa acción demoniaca del aborto, ¡no al aborto!”, refirió el Arzobispo de Lima.

"Hoy en el mundo entero se da una batalla para defender la vida, para defender el matrimonio cristiano, para defender la familia, ¡son valores no negociables! Al mismo tiempo, queremos agradecer a nuestros padres y abuelos, que tuvieron la generosidad de colaborar con Dios en la procreación de cada uno de nosotros. Desde aquí decimos con toda humildad que en Latinoamérica se defiende la vida", prosiguió.

En otro momento, el Cardenal Cipriani reconoció a todas las autoridades, que en el año 2002, participaron en la promulgación de la Ley que declara el 25 de marzo el Día del Niño por Nacer, en nuestro país.

Finalmente, manifestó que el Santo Padre Francisco es un firme defensor de la vida, por todo ello pidió estar muy unidos al Papa.

“Tenemos en el Papa Francisco a un defensor de la vida. Es una alegría y gran responsabilidad el que la Iglesia hoy tenga a un Santo Padre de este continente, eso significa que debemos vivir una vida coherente con nuestros principios”, señaló.

Gran Marcha por la Vida

Este año, la Marcha por la Vida comenzó en la Av. de la Peruanidad (Campo de Marte) a las 9.00 am, donde miles de personas se sumaron a esta iniciativa, entre jóvenes, adultos, madres embarazadas y niños, quienes marcharon con pancartas, polos alusivos, y con frases alentadoras para celebrar la fiesta de la vida. Numerosos jóvenes universitarios y niños de colegios participaron con entusiasmo coreando vivas a favor de la vida.

También participaron reconocidas personalidades de la vida política, cultural y de la televisión y todos aquellos que comparten la causa de la defensa de la vida desde el primer instante de la concepción hasta la muerte natural, sin distinción de credos.

Con cantos y barras a favor de la vida progresivamente avanzó la marcha por la Av. Salaverry, deteniéndose en la Sede de la Nunciatura Apostólica, donde Monseñor James Patrick Green saludó esta iniciativa en defensa de la vida. Los organizadores de la marcha entregaron una carta al Nuncio Apostólico en donde manifiestan su unidad, cariño y felicitación al Santo Padre Francisco, por su reciente nombramiento, y comprometiéndose a ser los defensores de la vida en el Perú, a ejemplo de Cristo.

Luego, se prosiguió por la Av. Salaverry, volteando por la Calle Prescott, girando en la Av. César Vallejo, hasta llegar al Parque Mariscal Castilla en Lince, donde el Cardenal Juan Luis Cipriani dirigió un mensaje de agradecimiento a los miles de fieles presentes.

La Gran Marcha por la Vida Lima 2013: "Protegiendo el futuro" concluyó con un concierto artístico musical, donde Sandra Muente, interpretó la canción oficial "Vengo a cuidar de ti".

Datos sobre la marcha por la Vida

En el Perú, la marcha se lleva a cabo todos los años dentro del marco del Día del Niño por Nacer (25 de marzo). Como se recuerda, en el año 2002 el Congreso de la República del Perú aprobó la Ley Nº 27654 en que se reconoce el 25 de marzo como el Día del Niño por Nacer, en la que se afirma la defensa del concebido como sujeto de derecho, tal y como se reconoce en la Constitución Política del Perú.

Para mayor información ingresar a:

Texto completo de la homilía de Francisco (25 de marzo de 2013)

1. Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompañan festivamente, se extienden los mantos ante él, se habla de los prodigios que ha hecho, se eleva un grito de alabanza: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» (Lc 19,38).
Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios, se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Éste es Jesús. Éste es su corazón que nos mira a todos nosotros, que mira nuestras enfermedades, nuestros pecados. Es grande el amor de Jesús. Y así entra a Jerusalén con este amor y nos mira a todos.
Es una bella escena, llena de luz, la luz del amor de Jesús, la de su corazón de alegría, de fiesta.

Al comienzo de la Misa, también nosotros la hemos repetido. Hemos agitado nuestras palmas. También nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida. Jesús es Dios, pero se abajó a caminar con nosotros. Es nuestro amigo, nuestro hermano. El que nos ilumina en el camino. Y así hoy lo recibimos. Ésta es la primera palabra que les quisiera decir: ¡alegría!

No sean nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino nace por haber encontrado a una Persona, Jesús, que está en medio de nosotros; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables..., y ¡hay tantos! Y en este momento viene el enemigo, viene el diablo, disfrazado de ángel tantas veces e insidiosamente nos dice su palabra ¡No lo escuchen! ¡Sigamos a Jesús!...

Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Y por favor no se dejen robar la esperanza! ¡No se dejen robar la esperanza! Aquella que nos da Jesús.


2. Segunda palabra: ¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar (cf. Lc 19,39-40). Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más: tiene ese sentido de la fe que dice: “éste es el Salvador”. Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero.


Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: ¡su trono regio es el madero de la cruz!. Pienso en lo que Benedicto XVI decía a los cardenales: Ustedes son príncipes, pero de un Rey crucificado. Ese es el trono de Jesús”. Jesús toma sobre sí.... ¿Por qué la Cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que luego nadie puede llevarse consigo, debe dejarlo. Mi abuelita nos decía a los niños: el sudario no tiene bolsillos ¡Amor al dinero, poder, corrupción, divisiones, crímenes contra la vida humana y contra la creación! Y también – cada uno de nosotros lo sabe y lo conoce - nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Éste es el bien que Jesús nos hace a todos nosotros sobre el trono de la Cruz. La Cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito de lo que hizo él ese día de su muerte.


3. Hoy están en esta plaza tantos jóvenes: desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: jóvenes. Queridos jóvenes, los he visto en la procesión, cuando entraban los imagino haciendo fiesta en torno a Jesús, agitando ramos de olivo; los imagino mientras aclaman su nombre y expresan la alegría de estar con él. Ustedes tienen una parte importante en la celebración de la fe. Nos traen la alegría de la fe y nos dicen que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre ¡un corazón joven incluso a los setenta, ochenta años! ¡Corazón joven! Con Cristo el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y ustedes lo saben bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y ustedes no se avergüenzan de su cruz. Más aún, la abrazan porque han comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí mismos, de salir de sí mismos y que Dios ha triunfado sobre el mal precisamente con el amor. Llevan la cruz peregrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La llevan respondiendo a la invitación de Jesús: «Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año. La llevan para decir a todos que, en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz.

Queridos amigos, también yo me pongo en camino con ustedes, a partir de hoy, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Les doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Prepárense bien, sobre todo espiritualmente en sus comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero. Los jóvenes deben decir al mundo: “¡Es bueno seguir a Jesús; es bueno caminar con Jesús; es bueno el mensaje de Jesús; es bueno salir de sí mismos, a las periferias del mundo y de la existencia para llevar a Jesús! Tres palabras: alegría, cruz, jóvenes.

Vivamos la alegría de caminar con Jesús, de estar con él, llevando su cruz, con amor, con un espíritu siempre joven.

Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida. Así sea.

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