Esto es conmovedor. Jesús que lava los pies a sus discípulos. Pedro no entendía nada,
rechazaba. Pero Jesús se lo explicó. Jesús – Dios – ¡hizo esto! Y Él mismo lo explica a los discípulos: “¿Comprenden lo que he hecho por ustedes? Ustedes me llaman el Maestro y el Señor, y dicen bien, porque lo soy. Por tanto, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies a ustedes, también ustedes deben lavar los pies los unos a los otros. Les he dado un ejemplo, en efecto, para que también ustedes hagan como he hecho yo”.
Es el ejemplo del Señor: Él es el más importante, y lava los pies, porque entre nosotros, el que es el más alto debe estar al servicio de los demás. Y esto es un símbolo, ¿es un signo, no?
Lavar los pies es: “yo estoy a tu servicio”. Y también nosotros, entre nosotros, no es que debemos lavar los pies todos los días uno al otro, ¿pero qué significa esto? Que debemos ayudarnos, uno a otro.
A veces me he enojado con uno, con otra… pero… deja que pase, olvídalo, y si te pide un favor, se lo haces. Ayudarnos uno a otro: esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago, y lo hago de corazón, porque es mi deber, como sacerdote y como obispo debo estar a su servicio.
Pero es un deber que me viene del corazón: lo amo. Amo esto y me gusta hacerlo porque el Señor así me lo ha enseñado.
Pero también ustedes, ayúdense. Ayúdense siempre. Uno a otro. Y así, ayudándonos, nos haremos el bien. Ahora haremos esta ceremonia de lavarnos los pies y pensemos, cada uno de nosotros piense: “¿Verdaderamente yo estoy dispuesta, estoy dispuesto a servir, a ayudar al otro?”.
Pensemos esto solamente. Y pensemos que este signo es una caricia de Jesús, que hace Jesús, porque Jesús ha venido precisamente para esto: para servir, para ayudarnos.
Fuente: radiovaticana.org
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