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Se trata de vivir la fe en Dios Uno y Trino, que la Iglesia ha conservado, custodiado y transmitido a lo largo de dos mil años. Profesamos el “Credo”, herencia que nos han dejado los mismos Apóstoles; celebramos los sacramentos tal como lo hacían los primeros cristianos; como ellos, vivimos según la ley de Cristo y buscamos construir una sociedad enraizada en los valores del Evangelio; oramos como Cristo nos enseñó y esperamos la realización de sus promesas. Nuestra fe católica, al mismo tiempo que es un acto personal (“creo”) se profesa siempre en comunión con la Iglesia (“creemos”) de todos los tiempos y lugares.
Cuando San Pablo empezó a viajar anunciando el Evangelio de Jesucristo se alegró de que, en un momento, “la puerta de la fe” se hubiese abierto también para los griegos[1]. Hoy en día esa “puerta” sigue abierta para todos los que, habiendo recibido el don del Bautismo, emprenden el camino de la fe impulsados por el Espíritu Santo. Inspirado en las metáforas de la “puerta” y del “camino”, el Papa Benedicto XVI ha querido escribir una Carta Apostólica titulada Porta fidei (Puerta de la fe) anunciando la realización de un Año de la fe en la Iglesia. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013.
Redescubriendo el tesoro de la Fe
¿De qué se trata este evento? ¿Por qué lo ha convocado el Santo Padre? El Papa Benedicto XVI ha propuesto el Año de la fe como «una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo»[2]. Hemos de «redescubrir el camino de la fe»[3], es decir: «redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree»[4]. En todas las familias y grupos, parroquias y diócesis, movimientos y comunidades, estamos invitados a interiorizar lo que creemos y adherirnos más de mente y corazón a Aquél en quien creemos, para así vivir según sus enseñanzas.
Nuestra fe ha de llegar a su plenitud en la caridad, que tiene como dimensión ineludible el anuncio evangelizador. El Año de la fe nos debe animar a anunciar el Evangelio con más valentía, a «dar razón de nuestra esperanza»[5], asumiendo más radicalmente nuestro compromiso cristiano.
Un mundo lleno de incredulidad
La iniciativa tomada por el Santo Padre al lanzar el Año de la fe se da en un contexto histórico. En nuestra época los valores del Evangelio son con frecuencia negados por sectores de la sociedad «a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas»[6]. La incredulidad, que consiste en «el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento»[7], parece ser una nota característica de muchos ambientes de nuestro mundo.
Sabemos que la incredulidad se manifiesta de diferentes maneras. Enumeremos tan sólo algunas de las corrientes de nuestro tiempo, que expresan de una u otra forma la falta de fe, y que debemos conocer en vistas a nuestra vida cristiana y apostolado.
En algunas personas la incredulidad llega al punto de ser un explícito ateísmo, es decir, «la negación de la existencia de Dios»[8]. Junto a éste está el agnosticismo, por el cual se rechaza «sin excepción toda verdad absoluta»[9]. El agnosticismo ha pasado a ser una de las corrientes dominantes, tanto en su formulación teórica como en su vivencia práctica, funcional. Lleva a vivir, sea por principio sea de manera práctica, como si Dios no existiera, poniéndolo, en un sentido, entre paréntesis. Como resultado toda afirmación radical de una verdad es vista como “fundamentalismo”, y «el relativismo, es decir, dejarse “llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina”, parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos»[10].
En muchos lugares, se percibe que la ignorancia acerca de la fe abre paso a un vago misticismo religioso, o a un conjunto de creencias lleno de sincretismo. El secularismo y el materialismo también afectan el pensamiento y la vida de muchas personas, llevando a la indiferencia respecto a las preguntas fundamentales de la existencia en virtud de la sobrevaloración de una vida donde lo que prima es el confort, el consumismo y el bienestar egoísta.
Pero también debemos considerar, como una de las causas de la incredulidad del hombre contemporáneo, «la reacción crítica contra las religiones, y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión»[11].
La respuesta de la Iglesia
Ante ese panorama de incredulidad el Papa Benedicto XVI nos exhorta a «intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo»[12]. Ese esfuerzo se realiza en el marco de dos grandes acontecimientos: la celebración de los 50 años del Concilio Vaticano II y de los 20 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.
El Año de la fe comienza en la misma fecha de la inauguración del Concilio Vaticano II[13]. Para la Iglesia el Concilio ha sido un momento de renovación en su identidad y misión. Medio siglo después debemos volver a leer, estudiar, interiorizar y aplicar los textos del Concilio, que como decía el Beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor». El Vaticano II es «la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza»[14].
Uno de los frutos del Concilio Vaticano II fue, precisamente, la redacción de un nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992. En el Catecismo «se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe»[15]. En este Año el Catecismo podrá ser un «verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural»[16].
Como hijos de la Iglesia estamos llamados a acoger la invitación del Santo Padre a vivir intensamente este Año de la fe. El estudio, la celebración, la meditación y la vivencia de nuestra fe nos debe llevar a crecer en santidad, para así dar frutos en nuestro servicio y nuestro apostolado.
CITAS PARA LA ORACIÓN
La puerta de la fe se abre para todos: Hech 14, 27
La fe actúa por el amor: Gál 5, 6; Stgo 2, 14-18
La fe se convierte en criterio para nuestra acción: Rom 12, 2;Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2Cor 5, 17
María, modelo de fe: Lc 1, 45
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO
1. ¿Cuál es la intención del Santo Padre al proclamar el Año de la fe?
2. ¿Cuáles son los desafíos que debemos enfrentar ante el mundo que sufre la falta de fe?
3. ¿Qué fue el Concilio Vaticano II? ¿Qué importancia tiene para la Iglesia hoy?
4. ¿Cómo puedo estudiar el Catecismo de modo que me ayude a crecer en mi comprensión de la fe que profesamos?
TRABAJO DE INTERIORIZACIÓN
1. Nos dice el Papa Benedicto XVI que, «durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, “que inicia y completa nuestra fe”» (Heb 12, 2).
Pregúntate: ¿Tengo la mirada puesta en Jesús? ¿Permito que Él sea el que habite en mi interior por la fe? ¿Conozco a Jesucristo? ¿Conozco a su Iglesia y la fe que ella profesa?
2. Algunos días antes de ser elegido Papa, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger decía en una homilía:
«¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios! ¡cuántas corrientes ideológicas! ¡cuántas modas de pensamiento!... La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir a error (cf. Ef 4, 14). A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse “llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina”, parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos.
Nosotros, en cambio, tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el hombre verdadero. Él es la medida del verdadero humanismo. No es “adulta” una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad. Debemos madurar esta fe adulta; debemos guiar la grey de Cristo a esta fe. Esta fe —sólo la fe— crea unidad y se realiza en la caridad»[17].
¿Te dejas llevar por los “vientos de doctrina” y por las “modas de pensamiento” del mundo? ¿Te conformas con vivir en la “dictadura del relativismo”? ¿Qué tan bien formada es tu fe? ¿Crees que posees ya una fe “adulta”, o de lo contrario, qué te falta para tenerla?
3. Nos enseña el Catecismo que:
«La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que “nada es imposible para Dios” (Lc 1,37; cf. Gén 18,14) y dando su asentimiento: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Isabel la saludó: “¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1,45). Por esta fe todas las generaciones la proclamarán bienaventurada (cf. Lc 1,48).
Durante toda su vida, y hasta su última prueba (cf. Lc 2,35), cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el “cumplimiento” de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe»[18].
En este Año de la fe, ¿qué medios puedo poner para tener una fe semejante a la de Santa María?
4. Como sugerencia, puedes proponerte aprender o volver a profundizar en los puntos centrales de la fe católica: el Credo, los siete Sacramentos, los Diez Mandamientos y la oración del Padre Nuestro. Para ello, cuentas con el Catecismo de la Iglesia Católica, o al menos estudiar el Catecismo Menor que ha publicado el Arzobispado de Lima. ¿Lo tienes? Si no lo tienes, ¿qué te falta para adquirir uno?
[1] Cf. Hech 14, 27.
[2] S.S. Benedicto XVI, Porta fidei, 6.
[3] S.S. Benedicto XVI, Porta fidei, 1.
[4] S.S. Benedicto XVI, Porta fidei, 9.
[5] 1Pe 3, 15.
[6] S.S. Benedicto XVI, Porta fidei, 2.
[7] Catecismo de la Iglesia Católica, 2089.
[8] Catecismo de la Iglesia Católica, 2125.
[9] Gaudium et spes, 19.
[10] Card. Joseph Ratzinger, Homilía en la Misa Pro eligendo Pontifice, 18 de abril del 2005.
[11] Gaudium et spes, 19.
[12] S.S. Benedicto XVI, Porta fidei, 8.
[13] El Concilio fue inaugurado el día 11 de octubre de 1962 por el Beato Juan XXIII.
[14] S.S. Juan Pablo II, Novo millenio ineunte, 57.
[15] S.S. Benedicto XVI, Porta fidei, 11.
[16] S.S. Benedicto XVI, Porta fidei, 12.
[17] Card. Joseph Ratzinger, Homilía en la Misa Pro eligendo Pontifice, 18 de abril del 2005.
[18] Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 148-149.
Fuente: arzobispadodelima.org
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