Al final de esta celebración, saludo con afecto a todos ustedes aquí presentes, en particular a los jóvenes. Queridos jóvenes, los exhorto a proseguir su camino en las diócesis, o en la peregrinación a través de los continentes, que los llevará el próximo año a Cracovia, patria de san Juan Pablo II, iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud. El tema de aquel gran Encuentro: «Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia» (Mt 5,7), entona bien con el Año Santo de la Misericordia. Déjense llenar de la ternura del Padre, ¡para difundirla a su alrededor!
Y ahora nos dirigimos en oración a María nuestra Madre, para que nos ayude a vivir con fe la Semana Santa. También Ella estaba presente cuando Jesús entró en Jerusalén aclamado por la multitud; pero su corazón, como aquel del Hijo, estaba listo al sacrificio.
Aprendamos de Ella, Virgen fiel, a seguir al Señor también cuando su camino lleva a la cruz. Confío a su intercesión las víctimas del desastre aéreo del pasado martes, entre las cuales se encontraba también un grupo de estudiantes alemanes.
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