[Palabras introductorias en inglés:]
Hermanos y hermanas, que la paz de Cristo esté con ustedes.
Discúlpenme por hablar en español, pero mi inglés no es suficientemente bueno para explicarme. Hablo español pero, sobre todo, hablo la lengua del corazón.
Tengo en mis manos esta celebración de Unidad Cristiana que ustedes me han enviado, esta jornada de la reconciliación. Y desde aquí me quiero asociar a ustedes. “Padre, que sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado”: es el eslogan, el lema de este encuentro; la oración de Cristo para que el Padre conceda la gracia de la unidad.
Este sábado 23 de mayo, desde la 9 de la mañana hasta la 5 de la tarde voy a estar con ustedes, espiritualmente, con todo mi corazón. Buscando juntos, pidiendo juntos la gracia de la unidad. La unidad que está germinando en nosotros, la unidad que comienza sellada por un solo Bautismo y que todos tenemos. La unidad que vamos buscando juntos en el camino. La unidad espiritual de la oración, los unos por los otros. La unidad del trabajo conjunto en la ayuda de los hermanos, de los que creen en la soberanía de Cristo.
Queridos hermanos, la desunión es una herida en el cuerpo de la Iglesia de Cristo. Y nosotros no queremos que esa herida permanezca. La desunión es obra del padre de la mentira, del padre de la discordia, que siempre busca que los hermanos estén divididos.
Hoy reunidos, yo desde Roma y ustedes allí, pediremos para que el Padre envíe el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, y nos de la gracia de que todos sean uno, “para que el mundo crea”. Y me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé. Pero hay alguien que ‘sabe’ que, pese a las diferencias, somos uno. Y es el que nos persigue. El que persigue hoy día a los cristianos, el que nos unge con el martirio, sabe que los cristianos son discípulos de Cristo: ¡que son uno, que son hermanos! No le interesa si son evangélicos, ortodoxos, luteranos, católicos, apostólicos…¡no le interesa! Son cristianos. Y esa sangre se junta. Hoy estamos viviendo, queridos hermanos, el “ecumenismo de la sangre”. Esto nos tiene que animar a hacer lo que estamos haciendo hoy: orar, hablar entre nosotros, acortar distancias, hermanarnos cada vez más.
Yo estoy convencido de que la unidad entre nosotros no la van a hacer los teólogos. Los teólogos nos ayudan, la ciencia de los teólogos nos va a ayudar, pero si esperamos que los teólogos se pongan de acuerdo, la unidad recién se va a lograr al día siguiente del día del Juicio Final. La unidad la hace el Espíritu Santo, los teólogos nos ayudan, ¡pero nos ayudan las buenas voluntades de todos nosotros en el camino y el corazón abierto al Espíritu Santo!
Con toda humildad, me uno a ustedes como uno más en esta jornada de oración, de amistad, de cercanía, de reflexión. Con la certeza de que tenemos un solo Señor: Jesús es el Señor. Con la certeza de que este Señor está vivo: Jesús vive, vive el Señor en cada uno de nosotros. Con la certeza de que nos ha enviado el Espíritu que prometió para que realizara esa “armonía” entre todos sus discípulos.
Queridos hermanos, les mando un saludo muy grande, un abrazo. Rezo por ustedes, rezo junto a ustedes.
Y por favor, les pido que recen por mí. Porque lo necesito, para ser fiel a lo que el Señor quiere de mi Ministerio.
[Bendición en inglés:]
Dios los bendiga. Que Dios nos bendiga a todos nosotros.
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