2013-02-24 L’Osservatore Romano
La libertad del Colegio cardenalicio, al cual corresponde proveer, según norma del derecho, a la elección del Romano Pontífice, siempre se ha defendido incansablemente por la Santa Sede como garantía de una elección que se basara en valoraciones orientadas únicamente al bien de la Iglesia.
En el curso de los siglos los cardenales han tenido que afrontar múltiples formas de presión ―ejercidas sobre los electores individualmente o sobre el Colegio mismo― que tenían como fin condicionar sus decisiones, plegándolas a lógicas de tipo político y mundano.
Mientras que en el pasado fueron las denominadas potencias, o sea, los Estados, quienes buscaban hacer valer el proprio condicionamiento en la elección del Papa, hoy se intenta poner en juego el peso de la opinión pública, frecuentemente sobre la base de valoraciones que no perciben el aspecto típicamente espiritual del momento que la Iglesia está viviendo.
Es deplorable que, con la aproximación del tiempo en que tendrá inicio el cónclave y los cardenales electores deberán, en conciencia y ante Dios, expresar en plena libertad su propia elección, se multiplique la difusión de noticias a menudo no verificadas, o no verificables, o incluso falsas, hasta con grave perjuicio de personas e instituciones.
En estos momentos como nunca los católicos se concentran en lo que es esencial: oran por el Papa Benedicto, oran para que el Espíritu Santo ilumine al Colegio de cardenales, oran por el futuro Pontífice, confiados en que el destino de la barca de Pedro está en las manos de Dios.
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