Ante un Estadio Olímpico totalmente lleno -con una capacidad para 75 mil personas- y en medio de un ambiente de fiesta, el Papa Benedicto XVI alentó a los católicos a permanecer siempre unidos a Cristo en la Iglesia, que es "el don más bello que Dios ha regalado a los hombres", para dar alegría y amor al mundo.
Al comenzar la Misa
bajo la lluvia, los miles de asistentes incluidas las autoridades
políticas alemanas, entonaron el canto inicial que acompañó el
procesional de entrada.
Seguidamente el Arzobispo de Berlín, Mons Rainer Woelki dijo al Papa:
"Bienvenido a Berlín, bienvenido a Alemania", frase que fue celebrada
por una gran ovación.
El joven Prelado, que ha sido recientemente nombrado para Berlín y que es conocido por su dinamismo, dijo a Benedicto XVI "es un gran honor para nuestra tierra recibirlo". "Cuente con el compromiso de los católicos a pesar de ser una minoría en la sociedad", dijo luego y fue aplaudido por el Papa.
El Santo Padre recibió como regalo una copia de una ventana original
de las prisiones en donde estuvieron los mártires condenados por el
régimen totalitario, y un casco blanco de obrero, firmado por algunos
monaguillos que le entregaron este presente.
El Papa por su parte regaló al Arzobispo un majestuoso cáliz y una patena, para mostrar la importancia de la liturgia.
La homilía del Papa
En su homilía, y ya sin la lluvia que cayó al inicio de la Misa,
sentado en la Cátedra desde donde hizo su reflexión, Benedicto XVI
expresó su alegría por ver el estadio lleno, motivo para él de "alegría y
confianza".
El Papa recordó brevemente a Juan Pablo II
que visitó Berlín hace 15 años y luego inició su meditación acerca de
la parábola de la vid y los sarmientos del Evangelio de San Juan.
"En la parábola de la vid, Jesús no dice: ‘Vosotros sois la vid’,
sino: ‘Yo soy la vid, vosotros los sarmientos’. Y esto significa: ‘Así
como los sarmientos están unidos a la vid, de igual modo vosotros me
pertenecéis. Pero, perteneciendo a mí, pertenecéis también unos a
otros’. Y este pertenecerse uno a otro y a Él, no entraña un tipo
cualquiera de relación teórica, imaginaria, simbólica, sino casi me
atrevería a decir, un pertenecer a Jesucristo en sentido biológico, plenamente vital".
"La Iglesia –explicó el Papa– es esa comunidad de vida
con Él y de uno para con el otro, que está fundada en el Bautismo y se
profundiza cada vez más en la Eucaristía. ‘Yo soy la verdadera vid’,
significa en realidad propiamente: ‘Yo soy vosotros y vosotros sois yo’;
una identificación inaudita del Señor con nosotros, su Iglesia".
Tras recordar que es "Jesús quien sufre las persecuciones contra su Iglesia. Y, al mismo tiempo, no estamos solos cuando nos oprimen a causa de nuestra fe. Jesús está con nosotros", Benedicto XVI resaltó que "Dios quiere arrancar de nuestro pecho el corazón muerto, de piedra, para darnos un corazón vivo, de carne".
El Papa se refirió luego a la mirada de algunos de la Iglesia como
una "organización más en una sociedad democrática" que muchas veces es
solo vista por lo negativo con lo que "ya no se revela el misterio grande y profundo de la Iglesia".
El Pontífice dijo luego que ante la posibilidad de estar unido o no a
Cristo, cada uno debe tomar una decisión. "La opción que se plantea nos
hace comprender de forma insistente el significado existencial de
nuestras decisiones de vida. Al mismo tiempo, la imagen de la vid es un
signo de esperanza y confianza".
"Encarnándose, Cristo mismo ha venido a este mundo para ser nuestro
fundamento. En cualquier necesidad y aridez, Él es la fuente de agua
viva, que nos nutre y fortalece. Él en persona carga sobre sí el pecado,
el miedo y el sufrimiento y, en definitiva, nos purifica y transforma misteriosamente en vino bueno".
Ante los sufrimientos, dijo luego el Papa, "Dios sabe transformar en amor incluso las cosas difíciles y agobiantes de nuestra vida. Lo importante es que ‘permanezcamos’ en la vid, en Cristo".
En medio de los desafíos actuales como el hecho de que ahora "la fidelidad del amor en el matrimonio
y en la amistad es frágil y efímera", el Señor "nos ofrece aquí un
refugio, un lugar de luz, de esperanza y confianza, de paz y seguridad".
"Donde la aridez y la muerte amenazan a los sarmientos, allí en Cristo hay futuro, vida y alegría", aseguró.
"Permanecer en Cristo significa, como ya hemos visto, permanecer también en la Iglesia.
Toda la comunidad de los creyentes está firmemente unida en Cristo, la
vid. En Cristo, todos nosotros estamos unidos. En esta comunidad, Él nos
sostiene y, al mismo tiempo, todos los miembros se sostienen
recíprocamente. Ellos resisten juntos a las tempestades y se protegen
mutuamente. Nosotros no creemos solos, sino que creemos con toda la Iglesia".
El Papa Benedicto XVI subrayó también que "la Iglesia es el don más bello de Dios.
Por tanto, como dice también San Agustín: ‘En la medida en que uno ama a
la Iglesia de Cristo, posee el Espíritu Santo’. Con la Iglesia y en la
Iglesia podemos anunciar a todos los hombres que Cristo es la fuente de
la vida, que Él está presente, que Él es la gran realidad que anhelamos.
Él se entrega a sí mismo".
"Quien cree en Cristo, tiene futuro. Porque Dios no quiere lo
que es árido, muerto, artificial, lo que al final es desechado, sino que
quiere las cosas fecundas y vivas, la vida en abundancia".
Finalmente el Santo Padre expresó su deseo de que "todos descubráis
cada vez más profundamente la alegría de estar unidos a Cristo en la
Iglesia, que podáis encontrar en vuestras necesidades consuelo y
redención y lleguéis a ser cada vez más el vino delicioso de la alegría y del amor de Cristo para este mundo. Amén".
Para leer la homilía completa ingrese a: http://www.aciprensa.com/Docum/documento.php?id=391
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