El testimonio común de Cristo resucitado y la defensa de la dignidad humana
Para avanzar en el camino ecuménico, los cristianos de las distintas
confesiones deben ayudarse mutuamente a reforzar la fe en Cristo
resucitado, que es el anuncio que hoy espera el mundo moderno.
Así
lo afirmó el Papa Benedicto XVI durante la homilía que pronunció
durante la celebración ecuménica celebrada en la capilla del ex convento
de los Agustinos de Erfurt, hoy en esta segunda jornada de su viaje
apostólico. Un lugar significativo para la historia del movimiento
ecuménico, pues allí vivió Martín Lutero.
El Papa quiso reflexionar sobre el pasaje evangélico que ha
acompañado desde el inicio al movimiento ecuménico, es decir, la oración
de Cristo en la Última Cena, “para que sean uno” (de ella tomó el
nombre la encíclica Ut unum sint de Juan Pablo II).
“No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la
palabra de ellos” (Jn 17,20); esta oración de Cristo, explicó el Papa,
“no es simplemente algo del pasado”, porque Cristo “está siempre ante el
Padre intercediendo por nosotros”.
“En la oración de Jesús está el lugar interior, de nuestra unidad –
subrayó el Papa –. Seremos, pues una sola cosa, si nos dejamos atraer
dentro de esta oración”.
“La oración de Jesús ¿ha quedado desoída?”, se preguntó, afirmando
que la historia del Cristianismo muestra dos aspectos: “el pecado del
hombre, que reniega a Dios y se repliega en sí mismo, pero también las
victorias de Dios, que sostiene la Iglesia no obstante su debilidad y
atrae continuamente a los hombres dentro de sí, acercándolos de este
modo los unos a los otros”.
Por eso, el Papa subrayó la importancia de “no lamentar solo las
divisiones y las separaciones, sino agradecer a Dios por todos los
elementos de unidad que ha conservado para nosotros”, así como de “no
perder la unidad alcanzada, en medio de un tiempo de tentación y de
peligros”.
El testimonio unido de los cristianos, subrayó el Papa, debe ser el
de “Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, que vivió entre
nosotros, padeció y murió por nosotros, y que en su resurrección ha
abierto totalmente la puerta de la muerte”.
“¡Fortifiquémonos en está fe! - exhortó a los presentes - ¡Ayudémonos
recíprocamente a vivirla! Esta es una gran tarea ecuménica que nos
introduce en el corazón de la oración de Jesús”.
Amor al hombre
Este testimonio unido de los cristianos, es de la máxima urgencia,
dijo el Papa: “El hombre tiene necesidad de Dios, o ¿acaso las cosas van
bien sin Él?”
“Cuando en una primera fase de la ausencia de Dios, su luz sigue
mandando sus reflejos y mantiene unido el orden de la existencia humana,
se tiene la impresión que las cosas funcionan incluso sin Dios”, una
impresión que se va diluyendo “cuanto más se aleja el mundo de Dios”.
El Papa afirmó a los presentes que el tiempo actual “los criterios de
cómo ser hombres se han hecho inciertos. La ética viene sustituida con
el calculo de las consecuencias”.
Por ello, exhortó a los presentes a una defensa común de la dignidad
humana, “desde la concepción hasta la muerte, desde las cuestiones de la
diagnosis previa a su implantación hasta la eutanasia”: “La fe en Dios
debe concretarse en nuestro común trabajo por el hombre”, añadió.
Ecumenismo, no pactos
Por último, el Papa quiso reflexionar sobre la naturaleza del camino
ecuménico, recordando que “la fe de los cristianos no se basa en una
ponderación de nuestras ventajas y desventajas”, invitando a superar “un
malentendido político de la fe y del ecumenismo”.
“Una fe autoconstruida no tiene valor. La fe no es una cosa que
nosotros excogitamos o concordamos. Es el fundamento sobre el cual
vivimos”, subrayó.
“La unidad no crece mediante la ponderación de ventajas y
desventajas, sino profundizando cada vez más en la fe mediante el
pensamiento y la vida”, añadió el Papa.
Destacó que “en los últimos 50 años, y en particular también en la
visita del Papa Juan Pablo II, hace 30 años, ha crecido mucho la
comunión de la cual podemos estar agradecidos”, recordando figuras como
la del obispo luterano Lohse, y el cardenal Lehmann.
“No menciono otros nombres, el Señor los conoce a todos”, concluyó.
“Juntos podemos agradecer al Señor por el camino de la unidad por el que
nos ha conducido, y asociarnos en humilde confianza a su oración: Haz,
que todos seamos uno”.
zenit.org
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