Mensaje papal al II Congreso Nacional de la Familia en Ecuador
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 10 noviembre 2011 (ZENIT.org).-
Del 9 al 12 de noviembre de 2011, se celebra en Ecuador
--simultáneamente en las ciudades de Quito, Guayaquil, Portoviejo, Tena y
Loja--, el II Congreso Nacional de la Familia, sobre el tema Familia, Trabajo y Fiesta-La familia ecuatoriana en misión: el trabajo y la fiesta al servicio de la persona y del bien común.
Con
este motivo, Benedicto XVI ha enviado para la apertura del congreso un
mensaje, dirigido al arzobispo de Guayaquil Antonio Arregui Yarza,
presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
El papa saluda “con afecto” a los pastores y fieles de la Iglesia en
Ecuador que, dentro del contexto de la Misión Continental, auspiciada en
Aparecida por el Episcopado Latinoamericano y del Caribe, y en
preparación al VII Encuentro Mundial de las Familias, que tendrá lugar
en Milán, se proponen llevar a cabo un proceso de reflexión del
Evangelio "que permita a los matrimonios y hogares cristianos responder a
su identidad, vocación y misión".
El tema del congreso, afirma el papa “reconoce que la familia, nacida
del pacto de amor y de la entrega total y sincera de un hombre y una
mujer en el matrimonio, no es una realidad privada, encerrada en sí
misma”.
“Ella por vocación propia presta un servicio maravilloso y decisivo
al bien común de la sociedad y a la misión de la Iglesia”, añade.
Subraya que “la sociedad no es una mera suma de individuos, sino el
resultado de relaciones entre las personas, hombre-mujer, padres-hijos,
entre hermanos, que tienen su base en la vida familiar y en los vínculos
de afecto que de ella se derivan”.
“Cada familia entrega a la sociedad, a través de sus hijos, la
riqueza humana que ha vivido. Con razón se puede afirmar que de la salud
y calidad de la relaciones familiares depende la salud y calidad de las
mismas relaciones sociales”.
Reconoce el papa, comentado el tema del congreso que “el trabajo y la
fiesta atañen particularmente y están hondamente vinculados a la vida
de las familias: condicionan sus elecciones, influyen en las relaciones
entre los cónyuges y entre los padres e hijos, e inciden en los vínculos
de la familia con la sociedad y con la Iglesia”.
A través del trabajo, “el hombre se experimenta a sí mismo como
sujeto, partícipe del proyecto creador de Dios. De ahí que la falta de
trabajo y la precariedad del mismo atenten contra la dignidad del
hombre, creando no sólo situaciones de injusticia y de pobreza, que
frecuentemente degeneran en desesperación, criminalidad y violencia,
sino también crisis de identidad en las personas”.
Y urge a que “surjan por doquier medidas eficaces, planteamientos
serios y atinados, así como una voluntad inquebrantable y franca que
lleve a encontrar caminos para que todos tengan acceso a un trabajo
digno, estable y bien remunerado, mediante el cual se santifiquen y
participen activamente en el desarrollo de la sociedad, conjugando una
labor intensa y responsable con tiempos adecuados para una rica,
fructífera y armoniosa vida familiar”.
“Un ambiente hogareño sereno y constructivo –afirma Benedicto XVI--,
con sus obligaciones domésticas y con sus afectos, es la primera escuela
del trabajo y el espacio más indicado para que la persona descubra sus
potencialidades, acreciente sus ansias de superación y dé curso a sus
más nobles aspiraciones. Además, la vida familiar enseña a vencer el
egoísmo, a nutrir la solidaridad, a no desdeñar el sacrificio por la
felicidad del otro, a valorar lo bueno y recto, y a aplicarse con
convicción y generosidad en aras del bienestar común y el bien
recíproco, siendo responsables de cara a sí mismos, a los demás y al
medio ambiente”.
En cuanto a la fiesta, el papa señala que “humaniza el tiempo
abriéndolo al encuentro con Dios, con los demás y con la naturaleza”.
De ahí que las familias necesiten “recuperar el genuino sentido de la
fiesta, especialmente del domingo, día del Señor y del hombre”.
“En la celebración eucarística dominical, la familia experimenta aquí
y ahora la presencia real del Señor Resucitado, recibe la vida nueva,
acoge el don del Espíritu, incrementa su amor a la Iglesia, escucha la
divina Palabra, comparte el Pan eucarístico y se abre al amor fraterno”,
subraya.
Reiterando su “cercanía y cordialidad” a los ecuatorianos, el papa
confía los frutos de este congreso “a la poderosa intercesión de Nuestra
Señora de la Presentación del Quinche, celestial patrona del Ecuador” e
imparte a todos los presentes la bendición apostólica.
zenit.org
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