Un agujero negro de la guerra civil
En Sri Lanka, la Iglesia ha pedido al Gobierno que investigue las
desapariciones de sacerdotes y laicos católicos durante la guerra civil,
informó Eglises d’Asie, la agencia de las Misiones extranjeras de París.
Los
responsables cristianos y los familiares de numerosos sacerdotes y
miembros de la Iglesia desaparecidos durante la última fase de la guerra
civil entre las fuerzas de Sri Lanka y los Tigres Tamiles han pedido al
Gobierno de Colombo “hacer finalmente justicia” investigando estos
casos no resueltos.
A pesar de que en mayo de 2009 finalizó la guerra civil que dividió
Sri Lanka durante más de treinta años, miles de desapariciones continúan
hoy sin explicación.
La Iglesia católica, que ha pagado un alto precio en el conflicto con
numerosos sacerdotes y laicos asesinados mientras trabajaban al
servicio de sus comunidades, reitera regularmente su petición de
explicaciones sobre la desaparición, en circunstancias no aclaradas, de
seis sacerdotes y de un número indeterminado de laicos cristianos.
Un nuevo llamamiento fue lanzado el 20 de agosto durante una misa
celebrada en la iglesia de los santos Pedro y Pablo de Mandaitivu, en la
diócesis de Jaffna, en conmemoración de la desaparición hace cinco años
del padre Thiruchchelvan Nihal Jim Brown, de 34 años, y de su
asistente, Wenceslaus Vincent Vimalathas, de 38 años y padre de cinco
hijos.
Los dos hombres fueron vistos por última vez el 20 de agosto de 2006 en el checkpoint de Allaipiddy, una aldea en la punta extrema de Jaffna, entonces bajo control militar.
Tenían la intención de recorrer en motocicleta los pocos kilómetros
que separaban la isla de Mandaitivu para celebrar allí la misa.
Según el ejército de Sri Lanka, el sacerdote y su asistente no
habrían recibido autorización para ir a Mandaitivu a causa del toque de
queda, una versión de los hechos desmentida por un informe de Amnistía
Internacional, que sitúa la desaparición de los dos hombres tras su
paso, atestiguado por testigos, a la zona militar.
Ruki Fernando, responsable de Law and Society Trust, una
asociación local a favor de los derechos humanos, recuerda al padre Jim
como un “joven sacerdote totalmente dedicado a sus feligreses” que
intentaba trabajar “por la paz y la reconciliación” en lo más duro de la
guerra civil.
Acababa de ser nombrado párroco de la iglesia de San Felipe Neri de Allaipiddy, sólo diez días antes de su desaparición.
Poco después de su llegada, el sacerdote tuvo que enfrentarse al
bombardeo de su iglesia, el 13 de agosto de 2006, donde los habitantes
de los alrededores se habían refugiado para escapar de los disparos de
armas pesadas que caían sobre sus pueblos.
Aunque el padre Jim sobrevivió al ataque, más de veinte civiles murieron y otros centenares resultaron heridos.
Después, el sacerdote trasladó a los heridos a Jaffna para que
recibieran tratamiento e hizo evacuar a unas 300 familias a la parroquia
de Santa María de Kayts.
A causa de estas acciones fue convocado por las autoridades militares y acusado de ayudar a la rebelión tamil.
“¿Sabremos finalmente lo que pasó con él y con otros cientos de
desaparecidos? ¿Se les hará justicia algún día?”, se pregunta sin
demasiada convicción Ruki Fernando.
Ya en el momento de los hechos, los responsables de la Iglesia
católica habían criticado fuertemente la inacción deliberada de la
policía.
En diciembre de 2007, el obispo de Jaffna, monseñor Thomas
Savundaranayagam, expresó su indignación ante los medios de
comunicación: “¡Aunque la Oficina de investigaciones criminales de
Colombo cuenta con un buen número de policías que conocen las lenguas
habladas en el norte de la isla, sus responsables han elegido, quince
meses después de la desaparición del padre Jim Brown, enviar a Jaffna a
un investigador que no habla ni una palabra de tamil!”.
Los obispos católicos, los representantes de las Iglesias cristianas
en Sri Lanka, así como numerosas ONG, se dirigieron entonces a las
instancias internacionales, multiplicando las peticiones y llamamientos
para llevar a cabo las investigaciones necesarias para resolver estas
desapariciones inexplicadas de tamiles católicos.
Paralelamente a estas acciones, llevadas a cabo todavía más
activamente desde el fin de la guerra en 2009, los obispos de Sri Lanka
denunciaron las agresiones y amenazas que sufrían regularmente miembros
de la Iglesia, así como las violaciones persistentes de los derechos
humanos y la ocupación militar actualmente injustificada de territorios
del norte de la isla donde reina “un clima de terror permanente”.
También en un encuentro celebrado en Colombo con motivo del cuarenta
aniversario del Centro para la sociedad y la religión dirigido por la
congregación de las oblatas de María Inmaculada, el secretario general
de la conferencia episcopal de Sri Lanka, monseñor Norbert Andradi,
expresó su preocupación por la situación en Sri Lanka.
“La paz todavía es una ilusión –declaró-. Los derechos de las
minorías no son respetados por la mayoría; no se acepta la presencia de
muchas lenguas, muchas religiones y muchas culturas en nuestro país”.
El prelado, informó Radio Vaticano, invitó a “no enterrar
simplemente el pasado, esperando después que llegue la verdadera paz”,
sino a “aprender a tratar con el mal sucedido en el pasado, aprender de
los errores cometidos; sólo así se podrá afrontar el desafío de trabajar
juntos por una paz sostenible en Sri Lanka”.
Monseñor Andradi se dirigió finalmente también a los políticos,
exhortándoles a crear una sociedad más allá de los intereses
partidistas.
La guerra civil de Sri Lanka estalló en 1983 y enfrentó al ejército
regular con los Tigres Tamiles, rebeldes favorables a la creación de un
estado independiente en el norte del país. En 30 años de conflicto, se
estima que las víctimas han ascendido a al menos 700.000.
zenit.org
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