El Prelado del Opus Dei habla sobre su último libro
La confesión es una “mano tendida” hacia la conversión y la Eucaristía
es el sello de la “amistad inigualable” con Jesús. Es lo que dijo en una
entrevista con ZENIT, monseñor Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei.
Sobre
el misterio de la Eucaristía y no sólo de esto, monseñor Echevarría ha
publicado el libro “Vivir la Santa Misa” (Ediciones Ares).
- ¿Por qué la Eucaristía es “el centro y la raíz de la vida de todo cristiano?
Monseñor Echevarría: Poner la Eucaristía en el centro de la vida
cristiana significa poner a Jesús en el corazón de todo. En la
Eucaristía estamos llamados a entrar en el amor trinitario. Haciendo de
la Santa Misa el centro de nuestra vida interior, nos unimos a Jesús y
en Él a toda la Iglesia, a todos los hombres.
Era la continua enseñanza de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus
Dei, que decía: “Si en el centro de tus pensamientos y de tus
esperanzas está el tabernáculo ¡cómo de abundantes serán, hijo mío, los
frutos de santidad y de apostolado!”. Jesús Eucarístico es el culmen del
don de Sí a la humanidad, por tanto, si nos identificamos con Él, nos
transmitirá la misma voluntad de incrementar el don de nosotros mismos y
nuestro servicio a los demás.
- ¿Cuánto importa, en el carisma del Opus Dei, la práctica de la Confesión y de la Eucaristía?
Monseñor Echevarría: En el espíritu del Opus Dei, los sacramentos de
la Penitencia y de la Eucaristía importan lo que importan en la Iglesia:
como todos los cristianos, intentamos ser personas penitentes y
eucarísticas, con una práctica frecuente de la Confesión y la
participación diaria en la Santa Misa.
El Sacramento de la Reconciliación está profundamente ligado a la
Eucaristía. La Confesión presupone la conciencia de ser pecadores, con
fe en la misericordia divina. Jesús nos purifica en su Sangre derramada
en la Cruz por nosotros, para que el cristiano pueda participar con más
fidelidad en el Sacrificio del Calvario que se hace presente cada día en
la Santa Misa.
Ambos Sacramentos colman el alma de alegría y de paz, como el buen
ladrón, viendo con sus ojos a Jesús en el Calvario, se sintió impelido a
reconocer sus pecados movido por la contrición y así encontró la
salvación eterna.
Insisto, la Confesión importa muchísimo en la vida del cristiano,
porque es un sacramento de alegría y es puerta de acceso a la paz y a la
felicidad que están dentro de la Eucaristía.
- Está en marcha el Congreso Eucarístico Nacional. ¿Qué
sugerencias haría para que la práctica de la Confesión y de la Comunión
fuera más intensa y generalizada?
Monseñor Echevarría: La Iglesia enseña desde siempre que en el
tabernáculo se encuentra la fortaleza, el refugio más seguro contra los
temores y la inquietudes. No basta que cada uno de nosotros,
individualmente, busque y encuentre al Señor en la Eucaristía; debemos
conseguir “contagiar” con nuestro testimonio al máximo de personas
posible, para que también estas contemplen y descubran esta amistad
inigualable.
La comunión espiritual es una gran ayuda en la preparación para la
comunión eucarística. Para ser hombres y mujeres conscientes de nuestra
filiación divina debemos frecuentar a Cristo cada vez más, recibiéndolo,
si podemos, cada día.
En cuanto a la Penitencia, considero que es muy importante la
disponibilidad generosa de los sacerdotes a la escucha de las
confesiones: un confesor disponible, un confesionario “con la luz
verde”, es una mano tendida hacia la conversión.
Sobre este punto, Benedicto XVI nos sugirió recientemente “seguir el
ejemplo de los grandes Santos de la historia, desde San Juan María
Vianney a San Juan Bosco, desde San Josemaría Escrivá a San Pío de
Pietrelcina, desde San José Cafasso a San Lepoldo Mandić” (Discurso a
los participantes en el curso organizado por la Penitenciaría
Apostólica, 2011).
Por Antonio Gaspari. Traducción del italiano por Carmen Álvarezzenit.org
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