Al recibir hoy en Castel Gandolfo a los obispos que ha nombrado durante este año, el Papa Benedicto XVI explicó que los prelados deben acoger los carismas que el Espíritu Santo suscita para la santificación de la Iglesia y que ninguno de estos está dispensado de la "referencia y sumisión a los pastores de la Iglesia".
Antes de entrar en la reflexión de los carismas, el Papa dijo que los
obispos están invitados a "renovar la profesión de vuestra fe sobre la
tumba del Príncipe de los Apóstoles, y vuestra adhesión confiada a Jesucristo con el impulso de amor del mismo apóstol, intensificando los vínculos de comunión con el Sucesor de Pedro y con los hermanos obispos".
En el marco del curso promovido por la Congregación de los Obispos,
que se organiza desde hace diez años para reflexionar sobre distintos
aspectos del ministerio episcopal, Benedicto XVI
señaló que el obispo "no es un hombre solo, sino que está insertado en
aquel ‘corpus episcoporum’ que se transmite desde su origen apostólico hasta nuestros días ligándonos a Jesús".
Por ello, animó a los prelados a que vivan cotidianamente la
fraternidad episcopal, para obrar en comunión con el Papa y los hermanos
en el episcopado, "tratando de cultivar, asimismo, la amistad con ellos
y con vuestros sacerdotes".
Sobre la acogida de los carismas que suscita el Espíritu Santo, el
Papa indicó que "los obispos tienen el encargo de vigilar y obrar para
que los bautizados puedan crecer en la gracia y conforme a los carismas que el Espíritu Santo suscita en sus corazones y en las comunidades".
"El don fundamental que estáis llamados a alimentar en los fieles es
el de la filiación divina, que es participación de cada uno en la
comunión trinitaria. El Bautismo, que constituye a los seres humanos
‘hijos en el Hijo’ y miembros de la Iglesia, es la raíz y la fuente de
todos los demás dones carismáticos".
"Con vuestro ministerio de santificación –prosiguió– educáis a los
fieles a participar cada vez más intensamente en el oficio sacerdotal,
profético y real de Cristo, ayudándolos a edificar la Iglesia según los dones recibidos de Dios, de forma activa y corresponsable".
"Efectivamente, debemos tener siempre presente que los dones del
Espíritu, ya sean extraordinarios o sencillos y humildes, se dan siempre
gratuitamente para la edificación de todos. El obispo, en cuanto signo
visible de la unidad de su Iglesia particular, tiene el deber de unificar y armonizar la diversidad carismática en la unidad eclesial, favoreciendo la reciprocidad entre el sacerdocio jerárquico y el sacerdocio bautismal".
El Santo Padre exhortó a los prelados a "acoger los carismas con
gratitud para la santificación de la Iglesia y la vitalidad del
apostolado", subrayando que "la acogida y la gratitud hacia el Espíritu
Santo son inseparables del discernimiento que es propio de la misión del obispo, como reafirmó el Concilio Vaticano II,
que confió al ministerio pastoral el juicio sobre el carácter genuino
de los carismas y su ejercicio ordenado, sin extinguir el Espíritu, pero
examinando y manteniendo lo que hay de bueno en ellos".
"Por eso, debe quedar claro que ningún carisma dispensa de la referencia y la sumisión a los Pastores de la Iglesia", añadió.
El Papa dijo luego que para el ministerio episcopal es necesario "alimentar con atención la vida espiritual", ya que, como afirma la exhortación apostólica "Pastores gregis",
el obispo "se vuelve ‘padre’ porque es plenamente ‘hijo’ de la Iglesia"
y "estos dos aspectos inseparables lo llaman a crecer como hijo y
pastor tras las huellas de Cristo, de modo que su santidad personal manifieste la santidad objetiva recibida con la consagración episcopal".
Finalmente Benedicto XVI afirmó que "con la santidad de vuestra vida y
la caridad episcopal seréis ejemplo y ayuda para vuestros sacerdotes,
que están llamados a edificar con vosotros la Comunidad con sus dones,
sus carismas y el testimonio de su vida para que en la comunión la Iglesia dé testimonio de Jesucristo a fin de que el mundo crea".
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