A continuación les ofrezco un artículo de zenit.org sobre el drama de los divorcios y su repercusión en la vida de los más damnificados, los pequeños.
Por Rafael Navarro-Valls
Acabo de asistir a un Congreso de especial interés. Los protagonistas
éramos un conjunto de expertos de todo el mundo, reunidos en Roma por
el Consejo Pontificio de la Familia. La ocasión del encuentro era el 30
aniversario de uno de los documentos más interesantes del pontificado
del beato Juan Pablo II. Me refiero a la constitución apostólica Familiaris Consortio
(22.XI.1981). Al recibir a los asistentes, la importancia del evento la
subrayaba Benedicto XVI con estas palabras: "El eclipse de Dios se debe
a la difusión de ideologías contrarias a la familia".
No exageraba el Santo Padre. Un ácido ejemplo mediático bastará para
definir la seriedad del momento histórico por el que pasa la familia.
Los periódicos americanos suelen concretar en pocas palabras el momento
de la vida que define a cada generación. Así, dirigiéndose a los que
vivieron los años cuarenta, la pregunta clave suele ser: “¿Dónde estaba
usted cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor? “For baby boomers, the questions are: 'Where were you when Kennedy was shot?'” Para los baby boomers (los nacidos entre 1945 y primeros años de los 60) las preguntas son: "¿Dónde estaba cuando Kennedy fue asesinado?" o "What were you doing when Nixon resigned?" o "¿Qué estaba haciendo cuando renunció Nixon? "For
much of my generation --Generation X, born between 1965 and 1980- there
is only one question: "When did your parents get divorced?" Para
los que vivían el 11 de septiembre de 2001, la pregunta suele ser :
¿“Dónde estaba usted cuando se derrumbaron las torres del World Trade Center”?
En fin, para la generación X, es decir para los nacidos entre 1965 y
1980, sólo hay una pregunta: “¿Qué edad tenías cuando tus padres se
divorciaron?”. Interrogante. Our lives have been framed by the answer. Interrogante que peligrosamente se acerca a niños de edad inferior.
Un evento dramático
Ciertamente, la realidad es menos negativa, pues existen muchos
matrimonios que perseveran toda la vida. Pero sí es cierto –lo comentaba
el profesor Timothy O’ Donnell, en su ponencia del Congreso al que
acabo de aludir- que incluso en la prensa más secularizada, la
experiencia del divorcio se coloca entre los eventos dramáticos de la
historia, con una carga de profunda tragedia. Pensemos en Europa: hoy se
rompe un matrimonio cada 30 segundos. Lo que significa que las rupturas
matrimoniales superan el millón de divorcios anuales. En los últimos 25
años, en nuestro continente se han destruido unos 12 millones de
matrimonios. Los dudosos puestos de honor son para Alemania, Reino
Unido, Francia y España, que acumulan un 60% del total. Probablemente,
una de las causas de la masiva fractura de uniones matrimoniales, es la
eliminación o acortamiento de los períodos de espera en los procesos de
divorcio. Según un reciente estudio, el 80% del aumento de las tasas de
divorcio en Europa Occidental entre 1970 y 1990 traen su causa en dicho
acortamiento. En España, la ley de 2005 que reducía a tres meses desde
la celebración del matrimonio la posibilidad de obtener el divorcio , y
prácticamente eliminaba la separación matrimonial como posible medio
para la reconciliación, produjo un explosivo incremento de las rupturas
definitivas de los matrimonios . Destaca el excepcional aumento de los
matrimonios disueltos antes de un año que es tres veces superior al
número registrado en el año 2005, como resultado de la ley de “divorcio
exprés”.
Si a este dato, unimos el dramático descenso del índice de fecundidad
en la UE (1.38 hijos/mujer), muy por debajo del nivel de reemplazo
generacional (2.1), es claro que los agentes sociales (juristas,
sociólogos, teólogos) ponderen con profunda inquietud la situación.
Especialmente, la del niño.
De la explosión postadolescente al derecho puerocéntrico
Esto está produciendo un doble efecto: negativo el primero, positivo
el segundo: lo que los sociólogos llaman “explosión postadolescencia” y
un proceso de producción de derecho fuertemente “puerocéntrico”.
Efectivamente el brusco descenso de la natalidad ha producido un proceso
de superprotección de la menguante prole. Superprotección no siempre
beneficiosa, pues en la familia de fratría escasa la excesiva, o al
menos desenfocada, atención que el niño recibe de los padres le confirma
en una cierta ilusión de omnipotencia. Su entorno se vuelca en lo
inmediato, y sus deseos tienden a ser inmediatamente satisfechos. Pero
al llegar a la adolescencia, la realidad se le torna hostil al no hacer
posible ya la inmediata satisfacción de deseos, generados por nuevos
estímulos. Este desconcierto suele desembocar en una fuerte atracción
hacia estímulos externos como la drogadicción o la delincuencia.
Respecto al derecho “puerocéntrico” implica un inédito proceso de
concentración de derechos en el niño, que se concreta en un derecho
ciertamente absorbente. Baste este reciente ejemplo. La Comisión Europea
acaba de proponer (15.2.2011) toda una serie de medidas para proteger
los derechos del niño. Se trata en su mayoría de cambios jurídicos de
apoyo a las administraciones de los países miembros. Algunos ejemplos
sugeridos son: leyes que protejan mejor los derechos de los niños como
colectivo especialmente vulnerable durante los procesos judiciales y
ante los tribunales ; apoyo a la formación de los jueces y demás
profesionales del Derecho para que estén en condiciones de ayudar a los
menores en los tribunales ; medidas contra el ciberacoso, el grooming
(manipulación de menores por adultos a través de internet), la
exposición a contenidos nocivos y otros riesgos a través del Programa de
la UE para un internet más seguro; apoyo a la lucha contra la violencia
ejercida sobre niños y el turismo sexual de menores.
¿Qué puede hacerse ?
El debate final del Congreso al que aludo al principio de estas
líneas no se limitó a destapar el panorama de una familia enferma.
Abundó en medidas positivas. Algunas de ellas coinciden con las 101
medidas que, para España, acaba de sugerir el Instituto de Política
Familiar (Madrid, 2011). Entre ellas: elaborar una Ley de Prevención y
Mediación Familiar para ayudar a matrimonios en crisis; ayudas directas
universales al embarazo y por nacimiento; aumentar los permisos
remunerados de maternidad y paternidad; crear “cheques guardería” y
“cheques escolares”; aumentar el % del PIB dedicado a la familia ( en
torno al 2,1% en la UE ; 1,5% tan sólo en España), etc.
Sin embargo, en mi opinión, si importante es crear un marco
legislativo dentro del cual las familias puedan respirar y cumplir sus
fines, será la influencia de los medios de comunicación, de las
escuelas, de las Iglesias y, sobre todo, de las propias familias quien
decidirá la partida. No esperemos que el modelo de familia sea –como
antaño- “un producto” de las costumbres, más bien ha de ser un
“instrumento de modificación” de esas costumbres. Se trata de ofertar a
Occidente con enorme paciencia la ética y la antropología que late bajo
la bíblica "una caro". Se trata de ser conscientes de que la
crisis del matrimonio y la familia probablemente no se debe tanto a
razones históricas o sociológicas cuanto a motivos ideológicos. Será en
el mundo de las ideas donde habremos de fraguar los cambios. Eso llevará
su tiempo. Pero vale la pena.
zenit.org
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