Viernes, 16 dic (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana en audiencia a la delegación de Ucrania que ha donado este año al Papa el abeto de Navidad, que ha sido levantado y adornado, como cada año en el centro de la plaza de san Pedro, al lado del belén hasta el término de las fiestas navideñas. En sus palabras de agradecimiento, el Santo Padre ha saludado a la iglesia greco-católica y a la iglesia latina, a todos los files de Ucrania y a los hermanos de la Iglesia ortodoxa.
Significativo símbolo de la Navidad de Cristo, porque sus ramas siempre verdes recuerdan el perdurar de la vida. El abeto es asimismo signo de la religiosidad popular de vuestra tierra y de las raíces cristianas de vuestra cultura. Deseo que estas raíces puedan consolidar cada vez más vuestra unidad nacional, favoreciendo la promoción de valores auténticos y compartidos.
Benedicto XVI ha subrayado que Ucrania “encrucijada de culturas y punto de encuentro entre las riquezas espirituales de Oriente y Occidente” pueda continuar “su peculiar vocación de tenaz adhesión a los valores de la fe”.
En este tiempo de de Adviento, la Iglesia nos invita a prepararnos al Nacimiento del Salvador, intensificando el camino espiritual y la relación con Cristo. ¡Nuestra época tiene necesidad de cristianos santos, entusiastas de la propia fe! La Virgen María es modelo y guía para nosotros: para comprender la voluntad de Dios sobre la vida y el sentido de los eventos que se refieren a Hijo de Dios, Ella revela una singular mirada contemplativa: escucha, observa, custodia, medita, reza. ¡Cuánta necesidad hay de recuperar el gusto por la oración! Cuán atentos debemos estar para no dejarnos vencer por los ritmos agobiantes de la vida, que nos impiden meditar ante el misterio estupendo de Dios que habita en nuestro corazón.
El Papa ha subrayado que la “Navidad es fiesta cristiana y sus símbolos constituyen importantes referencias al gran misterio de la Encarnación”. “El abeto y el belén son elementos de aquel clima típico de la Navidad que “pertenece al patrimonio espiritual de nuestras comunidades”, un clima a la vez de religiosidad y de intimidad familiar, “que debemos conservar en la sociedad actual, donde a menudo prevalece el consumismo y la búsqueda de los bienes materiales”.
ER
radiovaticana.org
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