La
Tierra que el Señor pisó y recorrió, es hoy en día una gran desconocida
por muchos católicos. También es cierto que para otro grupo de
nosotros, la Tierra del Señor es un tesoro que valoramos e intentamos
cuidar.
Tierra
Santa está demasiado lejos del día a día y de las trifulcas internas
que tanto nos motivan, al mismo tiempo que parece inaccesible por las
tensiones que produce la eterna puja de los pueblos que la habitan.
Parece sencillo olvidarla o dejarla “aparcada” como una bonita e
innecesaria reliquia, dentro de nuestro “armario” de devociones e
intereses lejanos.
Personalmente,
lo que más me llama de Tierra Santa no son los monumentos, ni los
lugares, sino lo que ha venido a llamar las piedras vivas que conforman
la Iglesia Madre. Las piedras vivas son los cristianos que perviven y se
afanan por no vivir en la Tierra donde Dios se manifestó.
Recordemos unas palabras, especialmente lúcidas, de Benedicto XVI:
Quizás ya no seamos capaces de comprender plenamente el significado que san Pablo y sus comunidades atribuyeron a la colecta para los pobres de Jerusalén.
Se trató de una iniciativa totalmente nueva en el ámbito de las
actividades religiosas: no fue obligatoria, sino libre y espontánea;
tomaron parte todas las Iglesias fundadas por san Pablo en Occidente. La
colecta expresaba la deuda de sus comunidades a la Iglesia madre de
Palestina, de la que habían recibido el don inefable del Evangelio. Tan
grande es el valor que Pablo atribuye a este gesto de participación que
raramente la llama simplemente "colecta": para él es más bien
"servicio", "bendición", "amor", "gracia", más aún, "liturgia" (2 Co 9).
Sorprende, particularmente, este último término, que confiere a la colecta en dinero un valor incluso de culto: por una parte es un gesto litúrgico o "servicio", ofrecido por cada comunidad a Dios,
y por otra es acción de amor cumplida a favor del pueblo. Amor a los
pobres y liturgia divina van juntas, el amor a los pobres es liturgia. (Catequesis sobre El concilio de Jerusalén y la controversia de Antioquía. 1 de octubre de 2008)
La
vida de estas piedras vivas es precaria. A veces carecen de derecho a
tener una simple casa o para desarrollar su actividad comercial. Ven
restringidos sus movimientos por las fronteras que rasgan la Tierra
donde Cristo lloró y sufrió. Carecen de seguros de asistencia médica o
deben de pagar, con sus precarios sueldos, la educación cristiana de sus
hijos. Gracias a la Custodia franciscana y al Patriarcado Latino, estas
piedras vivas no ha desaparecido.
Preguntémonos
por un momento si somos conscientes de la importancia de estas piedras
vivas. Sin ellos, la Tierra del Señor sería un bonito museo gestionado
por israelíes y palestinos. Un museo lleno de maravillas desprovistas
del alma y el Espíritu de la vivencia de nuestra Fe. ¿Queremos esto?
Seguramente pensemos que ya otros se ocuparan de ello. Pero esos “otros”
somos pocos y a duras penas hacemos posible que la Custodia Franciscana
y el Patriarcado Latino permanezcan allí.
Las
piedras vivas necesitan que les reconozcamos y les ayudemos en lo que
necesiten. Recordemos la primera colecta que realizó San Pablo y
entendamos la importancia que tenía la Iglesia Madre de Jerusalén desde
el primer siglo de nuestra era.
¿Cómo ayudar a nuestros hermanos de Tierra Santa?
Primero interesándose por ellos, haciéndoles llegar un poco de nuestra
caridad en forma de donativo o haciendo una visita a la Tierra de Señor.
Visitar
Tierra Santa es impactante, pero además de lo que nosotros vivamos y
nos traigamos de allí, hacemos posible la vida a muchos cristianos, que
sin las peregrinaciones hubiesen emigrado a lugares menos comprometido.
Les animo a contactar con la Custodia Franciscana a través de la Comisaría y Centro de Tierra Santa de Madrid (http://www.ctsmadrid.com/ts.html), donde Fray Teodoro les atenderá encantado. También pueden contactar por medio de las diversas comisarías que hay repartidas por todo el mundo y España.
Pulsen en los enlaces anteriores o pregunten por el convento
franciscano más cercano y allí les informarán con cercanía y afecto.
La
Navidad está cerca, no dejemos pasar la ocasión de dar nuestro apoyo al
tesoro que son las piedras vivas que habitan la Tierra del Señor.
Nestor Mora Nuñez
religionenlibertad.com
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