Los obispos de la subcomisión Familia y Vida de la Conferencia
Episcopal hicieron pública una nota para la próxima Jornada de la
Familia 2011, que se celebra en España el próximo 30 de diciembre.
Ofrecemos el texto íntegro de la citada nota, cuando la Iglesia se
encamina a la celebración del Encuentro Mundial de las Familias en
Milán, al que está previsto que asista Benedicto XVI.
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Permanece en nuestra mente y corazón la reciente visita de Su
Santidad Benedicto XVI con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud,
Madrid 2011, «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe».
En la inolvidable vigilia de oración en Cuatro Vientos nos dejó este
claro mensaje a modo de clarificación de la vocación al amor que todo
hombre está llamado a vivir: «A muchos el Señor los llama al matrimonio,
en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gén 2,
24), se realizan en una profunda vida de comunión. Por eso, reconocer la
belleza y bondad del matrimonio significa ser conscientes de que solo
un ámbito de fidelidad e indisolubilidad, así como de apertura al don
divino de la vida, es el adecuado a la grandeza y dignidad del amor
matrimonial»1.
Es preciso que los hombres de nuestro tiempo sean capaces de
reconocer esta belleza para que puedan vivir la grandeza de su vocación.
Por ello, en el marco de la próxima jornada que celebraremos el viernes
30 de diciembre con el lema «Familia cristiana arraigada en Cristo»,
los obispos queremos invitar a todas las comunidades cristianas,
movimientos y asociaciones a ser testigos y portavoces del mensaje y la
misión que el Santo Padre nos ha dejado: la familia, el hogar, fundado
en el don que Cristo Esposo hace a la comunión esponsal indisoluble y
abierta a la vida, forma parte de la esperanza de los hombres. De esta
manera, el futuro de la humanidad y de la Iglesia se fragua en la
familia2.
La familia, arraigada en Cristo
La familia es la comunidad de personas nacida de la unión conyugal
del hombre y la mujer, llamada a existir y a vivir en comunión de amor3.
Los esposos cristianos han de ser conscientes de que su amor nace de
otro amor primero (Ap 2, 4) que lo genera, lo nutre y lo fortalece. Su
unión se arraiga en la verdad de Jesucristo crucificado que se entrega
por amor a su Iglesia (Ef 5, 25) y «el Espíritu Santo, que infunde el
Señor, renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de
amarse como Cristo nos amó»4. Sobre esta raíz que nos descubre la fe se
edifica la familia fuertemente arraigada en Cristo, la roca de la
salvación, como aquel hombre que edificó su casa sobre una roca firme de
modo que resista a los embates de la lluvia y las crecidas de los ríos
(cf. Mt 7, 24-25). La familia es el lugar donde Cristo, verdadero Dios y
verdadero hombre, nació, vivió, creció y murió: «el niño iba creciendo y
robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él»
(Lc 2, 40). La familia es el reflejo en la tierra del misterio de
Comunión eterna que Él vive en el seno de la Santísima Trinidad5. La
familia, a imagen de la Trinidad, es origen de la vida y casa de la
comunión donde se descubre, acoge, custodia, revela y se comunica el
amor .
La familia tiene también la misión específica del servicio a la
vida7. Los esposos en su amor conyugal se hacen aptos para recibir el
don de la vida. En esta comunión de amor el hombre puede ser recibido y
apreciado por sí mismo y se descubre que toda vida humana es un bien y
se la protege de tantas amenazas. Por eso mismo, los padres son también
los primeros responsables de la educación de sus hijos para
introducirlos progresivamente dentro de la familia humana.
Igualmente, mediante la regeneración por el bautismo, el hijo es
introducido en la familia de Dios , que es la Iglesia, y recibe un
corazón nuevo para vivir el amor y el perdón. Así, la familia colabora
con Cristo y la Iglesia en la transmisión de la fe y la iniciación
cristiana y es signo y recuerdo permanente para la Iglesia de que es
esencialmente familia de hijos de Dios, llamada a establecer auténticas
relaciones familiares.
También la familia recibe la fuerza del Espíritu para poder vivir su
vocación de comunión en medio de las dificultades y problemas del
momento como una misión recibida de Dios. Tiene por ello la especial
capacidad de sanar con su cariño, acogida, amor y perdón los corazones a
menudo con tantas heridas afectivas, morales, sociales y psicológicas.
Igualmente tiene el cometido de aportar su ayuda en esta crisis
económica, ante la falta de trabajo, ante las enfermedades,…
protegiendo, sosteniendo y animando a cuantos lo precisen.
La familia, sujeto de la Nueva Evangelización
En el contexto de la nueva evangelización a la que nos convoca
Benedicto XVI, conscientes de vivir en una sociedad con claros signos de
esperanza como se ha puesto de manifiesto en la Jornada Mundial de la
Juventud, pero al mismo tiempo convulsa, con temores y momentos de
desesperanza, la familia tiene un papel muy especial. La primera
manifestación de la misión de la familia cristiana como Iglesia
doméstica es la transmisión de la fe10. La familia nos descubre que
formamos parte
de una historia de amor que nos precede, no solo por parte de los
padres y abuelos sino, de un modo más fundamental, por parte de Dios,
según se ha manifestado en la historia de la salvación11.
Somos eslabones de una cadena. Hemos recibido la fe y nos corresponde
transmitirla con las palabras y hacerla creíble con el testimonio de
nuestra vida.
Por ello, además de ser objeto de una urgente Evangelización, como
evidencia la situación de crisis planteada, a la familia le corresponde
responsabilizarse de la enorme y trascendente misión de participar como
sujeto activo en la Nueva Evangelización.
El mundo actual desarraigado de la casa de la fe, deja a muchas
personas confundidas por mensajes falsos y manipuladores, heridas por
experiencias negativas y engaños. Está por ello tan necesitado de esta
Evangelización para construir una vida y requiere entonces de modo
especial el testimonio de la familia cristiana y la vida de la Iglesia.
Esta vida lleva la impronta de aquello que distingue y diferencia a la
familia: origen de la vida, imagen de la Trinidad y casa de comunión. La
verdad de un amor misericordioso regenera a la persona y la capacita
para vivir el amor verdadero.
Al igual que en otros tiempos difíciles la evangelización fue llevada
a cabo por las comunidades cristianas y el monacato, hoy corresponde a
las familias cristianas, fieles a la Iglesia, ser sujetos activos de la
Nueva Evangelización.
En estos momentos las familias, con su capacidad de organización y
asociación, deben ser impulsoras de una justa política familiar que
responda a sus derechos, necesidades e ilusiones y que responda así a
los deseos de la inmensa mayoría de nuestra sociedad en sus problemas de
vivienda, educación, conciliación laboral, etc. Se trata de una tarea
urgente e inaplazable.
Europa necesita de la familia y no es posible la regeneración de
Europa si no pasa por la realidad de la familia tal y como Dios la
pensó. Como recordó Benedicto XVI en una de sus audiencias de este año:
«En la Europa de hoy, las naciones de sólida tradición cristiana tienen
una especial responsabilidad en la defensa y promoción del valor de la
familia fundada en el matrimonio que, por lo demás, es decisiva tanto en
el ámbito educativo como en el social»12.
En estas Navidades, pedimos a la Sagrada Familia que nos haga
profundizar en nuestra conciencia recordando en nuestras oraciones y
ayudando en la medida de nuestras posibilidades de manera especial a
cuantos sufren las consecuencias de la crisis. Igualmente pedimos por
crecer en la responsabilidad de nuestra misión como familia cristiana
con la vista puesta en el próximo Encuentro Mundial de Familias con el
Santo Padre Benedicto XVI (Milán 2012). Para ello proponemos la
inestimable ayuda que supone trabajar en nuestros respectivos ámbitos
las catequesis elaboradas a tal fin con el sugestivo y oportuno título
de «La Familia: el trabajo y la fiesta» encomendándonos a María
Santísima Reina de las Familias.
Firman la nota el obispo de Alcalá de Henares y presidente de la
Subcomisión Antonio Reig; los arzobispos de Valencia Carlos Osoro y de
Burgos Francisco Gil; los obispos de Bilbao Mario Iceta, de Osma-Soria
Gerardo Melgar, de Jerez de la Frontera José Mazuelos, y de Teruel y
Albarracín Carlos Manuel Escribano.
Se pueden encontrar recursos para la celebración de la Jornada en: http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/jornada-sagrada-familia.html.
--
1 Benedicto XVI, Vigilia de oración en Cuatro Vientos, Madrid, 20/08/2011.
2 Cf. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 86.
3 Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España, 7.
4 Cf. Juan Pablo II, Familiaris Consortio.
5 Nota de los Obispos de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida con motivo
de la Jornada de Familia (29/12/2008).
6 Cf. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 7.
7 Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 28.
8 Cf. Juan Pablo II, Familiaris Consortio.
9 Cf. LXXVI Asamblea Plenaria de la conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral:
La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, 96.
10 Cf. Conferencia Episcopal Española, Directorio de la pastoral familiar de la Iglesia en
España, 66.
Cf. Nota de los Obispos de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida con
motivo de la Jornada de Familia (29/12/2008).
12 Benedicto XVI, Audiencia General (8/06/2011).
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