Latin ad-venio, llegar.
Conforme al uso actual [1910], el Adviento es un tiempo litúrgico
que comienza en el Domingo más cercano a la fiesta de San
Andrés Apóstol (30 de Noviembre) y abarca cuatro
Domingos. El primer Domingo puede adelantarse hasta el 27 de Noviembre,
y entonces el Adviento tiene veintiocho días, o retrasarse
hasta el 3 de Diciembre, teniendo solo veintiún días.
Con el Adviento comienza el año eclesiástico en las
Iglesias occidentales. Durante este tiempo los creyentes son
exhortados
- a prepararse dignamente a celebrar el aniversario de la venida del Señor al mundo como la encarnación del Dios de amor,
- de manera que sus almas sean moradas adecuadas al Redentor que viene a través de la Sagrada Comunión y de la gracia, y
- en consecuencia estén preparadas para su venida final como juez, en la muerte y en el fin del mundo.
Simbolismo
La Iglesia prepara la Liturgia en este tiempo para lograr este fin.
En la oración oficial, el Breviario, en el Invitatorio de Maitines,
llama a sus ministros a adorar "al Rey que viene, al Señor que
se acerca", "al Señor que está cerca", " al que mañana
contemplaréis su gloria". Como Primera Lectura del Oficio de
Lectura introduce capítulos del profeta Isaías, que hablan
en términos hirientes de la ingratitud de la casa de Israel,
el hijo escogido que ha abandonado y olvidado a su Padre; que anuncian
al Varón de Dolores herido por los pecados de su pueblo; que
describen fielmente la pasión y muerte del Redentor que viene
y su gloria final; que anuncian la congregación de los Gentiles
en torno al Monte Santo. La Segunda Lectura del Oficio de Lectura en
tres Domingos están tomadas de la octava homilía del Papa
San León (440-461) sobre el ayuno y la limosna
como preparación para la venida del Señor, y en uno de
los Domingos (el segundo) del comentario de San Jerónimo sobre
Isaías 11:1, cuyo texto él interpreta referido a Santa
María Virgen como "el renuevo del tronco de Jesé".
En los himnos del tiempo encontramos alabanzas a la venida de Cristo
como Redentor, el Creador del universo, combinados con súplicas
al juez del mundo que viene para protegernos del enemigo. Similares
ideas son expresadas los últimos siete días anteriores
a la Vigilia de Navidad en las antífonas del Magnificat . En
ellas, la Iglesia pide a la Sabiduría Divina que nos muestre
el camino de la salvación; a la Llave de David que nos libre
de la cautividad; al Sol que nace de lo alto que venga a iluminar nuestras
tinieblas y sombras de muerte, etc. En las Misas es mostrada la intención
de la Iglesia en la elección de las Epístolas y Evangelios.
En las Epístolas se exhorta al creyente para que, dada la cercanía
del Redentor , deje las actividades de las tinieblas y se pertreche
con las armas de la luz; que se conduzca como en pleno día, con
dignidad, y vestido del Señor Jesucristo; muestra como las naciones
son llamadas a alabar el nombre del Señor; invita a estar alegres
en la cercanía del Señor, de manera que la paz de Dios,
que sobrepasa todo juicio, custodie los corazones y pensamientos en
Cristo Jesús; exhorta a no juzgar, a dejar que venga el Señor,
que manifestará los secretos escondidos en los corazones. En
los Evangelios la Iglesia habla del Señor que viene en su gloria;
de Aquel en el que, y a través del que, las profecías
son cumplidas; del Guía Eterno en medio de los Judíos;
de la voz en el desierto, "Preparad el camino del Señor". La
Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior
a la encarnación del Hijo de Dios, como si aún no hubiera
tenido lugar. El Cardinal Wiseman ha dicho:
Estamos no sólo exhortados a sacar provecho del bendito acontecimiento,
sino a suspirar diariamente como nuestros antiguos Padres, "Cielos,
destilad el rocío; nubes, derramad al Justo: ábrase
la tierra y brote la salvación." Las Colectas en tres de los
cuatro Domingos de este tiempo empiezan con las palabras, "Señor,
muestra tu poder y ven" - como si el temor a nuestras iniquidades
previniera su nacimiento.
Duración y Ritual
Todos los días de Adviento debe celebrarse el Oficio y Misa
del Domingo o Feria correspondiente, o al menos debe ser hecha una
Conmemoración de los mismos, independientemente del grado de
la fiesta celebrada. En el Oficio Divino el Te Deum, jubiloso
himno de alabanza y acción de gracias, se omite; en la Misa
el Gloria in excelsis no se dice. El Alleluia, sin embargo,
se mantiene. Durante este tiempo no puede hacerse la solemnización
del matrimonio (Misa y Bendición Nupcial); incluyendo en la
prohibición la fiesta de la Epifanía. El celebrante
y los ministros consagrados usan vestiduras violeta. El diácono
y subdiácono en la Misa, en lugar de las dalmáticas
usadas normalmente, llevan casullas plegadas. El subdiácono
se la quita durante la lectura de la Epístola, y el diácono
la cambia por otra, o por una estola más ancha, puesta sobre
el hombro izquierdo entre el canto del Evangelio y la Comunión.
Se hace una excepción en el tercer Domingo (Domingo Gaudete),
en el que las vestiduras pueden ser rosa, o de un violeta enriquecido;
los ministros consagrados pueden en este Domingo vestir dalmáticas,
que también pueden ser usadas en la Vigilia de la Navidad,
aunque fuera en el cuarto Domingo de Adviento. El Papa Inocencio III
(1198-1216) estableció el negro como el color a ser usado durante
el Adviento, pero el violeta ya estaba en uso al final del siglo trece.
Binterim dice que había también una ley por la que las
pinturas debían ser cubiertas durante el Adviento. Las flores
y las reliquias de Santos no debían colocarse sobre los altares
durante el Oficio y las Misas de este tiempo, excepto en el tercer
Domingo; y la misma prohibición y excepción existía
relacionada con el uso del órgano. La idea popular de que las
cuatro semanas de Adviento simbolizan los cuatro mil años de
tinieblas en las que el mundo estaba envuelto antes de la venida de
Cristo no encuentra confirmación en la Liturgia.
Origen Histórico
No se puede determinar con exactitud cuando fue por primera vez introducida
en la Iglesia la celebración del Adviento. La preparación
para la fiesta de la Navidad no debió ser anterior a la existencia
de la misma fiesta, y de ésta no encontramos evidencia antes
del final del siglo cuarto cuando, de acuerdo con Duchesne [Christian
Worship (London, 1904), 260], era celebrada en toda la Iglesia, por
algunos el 25 de Diciembre, por otros el 6 de Enero. De tal preparación
leemos en las Actas de un sínodo de Zaragoza en el 380, cuyo
cuarto canon prescribe que desde el diecisiete de Diciembre hasta
la fiesta de la Epifanía nadie debiera permitirse la ausencia
de la iglesia. Tenemos dos homilías de San Máximo,
Obispo de Turín (415-466), intituladas "In Adventu Domini",
pero no hacen referencia a ningún tiempo especial. El título
puede ser la adición de un copista. Existen algunas homilías,
probablemente la mayor parte de San Cesáreo, Obispo de Arlés
(502-542), en las que encontramos mención de una preparación
antes de la Navidad; todavía, a juzgar por el contexto, no
parece que exista ninguna ley general sobre la materia. Un sínodo
desarrollado (581) en Mâcon, en la Galia, en su canon noveno
ordena que desde el once de Noviembre hasta la Navidad el Sacrificio
sea ofrecido de acuerdo al rito Cuaresmal los Lunes, Miércoles,
y Viernes de la semana. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos
para el tiempo; estos cinco eran reducidos a cuatro por el Papa San
Gregorio VII (1073-85). La colección de homilías de
San Gregorio el Grande (590-604) empieza con un sermón para
el segundo Domingo de Adviento. En el 650 el Adviento era celebrado
en España con cinco Domingos. Varios sínodos hicieron
cánones sobre los ayunos a observar durante este tiempo, algunos
empezaban el once de Noviembre, otros el quince, y otros con el equinoccio
de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración
del matrimonio. En la Iglesia Griega no encontramos documentos sobre
la observancia del Adviento hasta el siglo octavo. San Teodoro el
Estudita (m. 826), que habló de las fiestas y ayunos celebrados
comúnmente por los Griegos, no hace mención de este
tiempo. En el siglo octavo encontramos que, desde el 15 Noviembre
a la Navidad, es observado no como una celebración litúrgica,
sino como un tiempo de ayuno y abstinencia que, de acuerdo a Goar,
fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio
de los Rutenianos (1720) ordenaba el ayuno de acuerdo a la vieja regla
desde el quince de Noviembre. Esta es la regla al menos para algunos
de los Griegos. De manera similar, los ritos Ambrosiano y Mozárabe
no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el
ayuno.
FRANCIS MERSHMAN
Transcrito por Carl H. Horst
Traducido por Juan I. Cuadrado
Fuente: http://ec.aciprensa.com
Transcrito por Carl H. Horst
Traducido por Juan I. Cuadrado
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