Tres meses antes de la visita del Papa a este país
Otro
país se ha añadido a la lista de las naciones que han borrado
definitivamente la pena de muerte de su propio ordenamiento jurídico.
El
pasado 19 de agosto, Benin –a donde Benedicto XVI viajará del 18 al 20
de noviembre próximos para celebrar el 150° aniversario de la
evangelización del país y entregar la exhortación apostólica fruto del
Sínodo extraordinario de los obispos para África de 2009– abolió la pena
de muerte tras un largo periodo de suspensión de las ejecuciones,
convirtiéndose en el 106° país del mundo y el 17° en África en hacerlo.
Lo subrayó con satisfacción la Comunidad de San Egidio, que en el
curso de los años acompañó la maduración de esta decisión en la opinión
pública de Benin, mediante una campaña de sensibilización y de recogida
de firmas contra la pena de muerte.
La Comunidad de San Egidio ha creado también, en los últimos cinco
años, grupos de trabajo dentro de la Conferencia Internacional de
Ministros de Roma, apoyando a las autoridades del país africano hasta la
abolición definitiva de la medida judicial.
En los últimos 30 años –sobre todo en Europa, pero también en América
Latina y en África–, ha crecido un movimiento de opinión contra la pena
de muerte, que se advierte cada vez más “como una violación
irremediable de la sacralidad de la vida humana, que empobrece y no
defiende a las sociedades que la aplican”, señala San Egidio.
Hoy en el mundo existen aún 56 países que conservan en su propio
ordenamiento la pena de muerte (eran 143 en 1970 ), mientras que otros
37, aunque no la hayan abolida de derecho, han suspendido de hecho las
ejecuciones.
A partir de octubre de 1998, cuando la Comunidad de San Egidio
promovió un llamamiento por una moratoria universal de las ejecuciones
capitales, se recogieron –a través del trabajo capilar de un único
frente interreligioso e intercultural de asociaciones internacionales–
5.391.064 firmas procedentes de 153 países del mundo. Entre estas,
675.621 firmas se recogieron en 61 países donde la pena de muerte se
aplica o no se ha abolido.
Se está realizando, para la pena capital, ““un proceso similar a
aquellos por los que la tortura y la esclavitud, aceptadas durante mucho
tiempo en otras épocas por gran parte de la humanidad, son hoy
percibidas finalmente como aberrantes humillaciones, no sólo de las
víctimas, sino también de quienes las infligen”.
víctimas, sino también de quienes las infligen”.
“La actual reivindicación de seguridad interna en las sociedades
–sostiene la Comunidad de San Egidio– está centrada demasiado a menudo
en la idea de eliminación de quienes se cree que amenazan a nuestra vida
y a nuestro bienestar” y esto comporta la “renuncia a creer en las
garantías que se obtienen con un trabajo paciente de prevención y
reeducación”.
Y todo ello sin olvidar que “los sistemas basados en el modelo de
‘tolerancia cero’ afectan sobre todo a las franjas más débiles de la
población, los jóvenes, las minorías étnicas, los sin techo, los
drogodependientes”.
La difundida toma de conciencia de la opinión pública mundial contra
la pena de muerte se expresa también en la Jornada internacional de las
“ciudades por la vida – ciudades contra la pena de muerte”, propuesta
por la Comunidad de San Egidio y por la Región Toscana.
En esa jornada, numerosas ciudades del mundo eligen iluminar un
monumento significativo de su territorio el día –30 de noviembre– en el
que se recuerda la primera abolición que tuvo lugar en el mundo, en
1786, por parte del Gran Ducado de Toscana.
En 2010, más de 75 capitales y casi 1450 ciudades de 102 países distintos del mundo se adhirieron a la iniciativa.
“Algunas elecciones valientes de perdón y reconciliación expresadas
por parientes de víctimas de crímenes brutales –afirma la San Egidio-
demuestran que es posible recrear la paz en uno mismo y comunicarla al
ambiente que rodea a cada uno”.
Estas decisiones, “acompañadas por las peticiones de perdón de tantos
condenados a muerte, curan profundamente las heridas y contribuyen a
hacer una sociedad mucho más segura que con los castigos extremos”.
Por Chiara Santomiero, traducción del italiano por Inma Álvarezzenit.org
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