En su habitual columna en el diario español El País, el premio Nobel
de Literatura, Mario Vargas Llosa, señaló este domingo que el éxito de
la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Madrid ha hecho evidente
que occidente necesita del catolicismo para subsistir.
En su artículo titulado "La fiesta y la cruzada", Vargas Llosa, que se declara agnóstico y es un constante detractor de las enseñanzas de la Iglesia,
elogia el espectáculo de Madrid "invadido por cientos de miles de
jóvenes procedentes de los cinco continentes para asistir a la Jornada
Mundial de la Juventud que presidió Benedicto XVI".
En el texto recogido también en su edición de hoy por el diario
vaticano L’Osservatore Romano, Vargas Llosa, nacido en el Perú pero de
nacionalidad española, afirma que la JMJ fue "una gigantesca fiesta de
muchachas y muchachos adolescentes, estudiantes, jóvenes profesionales
venidos de todos los rincones del mundo a cantar, bailar, rezar y proclamar su adhesión a la Iglesia Católica y su ‘adicción’ al Papa".
"Las pequeñas manifestaciones de laicos, anarquistas, ateos y católicos insumisos contra el Papa provocaron incidentes menores, aunque algunos grotescos, como el grupo de energúmenos al que se vio arrojando condones a unas niñas que… rezaban el rosario con los ojos cerrados".
Según Vargas Llosa existen "dos lecturas posibles de este
acontecimiento": una que ve en la JMJ "un festival más de superficie que
de entraña religiosa"; y otra que la interpreta como "la prueba de que la Iglesia de Cristo mantiene su pujanza y su vitalidad".
Después de mencionar las estadísticas que señalan que sólo el 51 por
ciento de jóvenes españoles se confiesan católicos, pero sólo 12 por
ciento practica su religión, Vargas Llosa dice que "desde mi punto de
vista esta paulatina declinación del número de fieles de la Iglesia
Católica, en vez de ser un síntoma de su inevitable ruina y extinción
es, más bien, fermento de la vitalidad y energía que lo que queda de
ella –decenas de millones de personas– ha venido mostrando, sobre todo
bajo los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI".
"En todo caso, prescindiendo del contexto teológico, atendiendo
únicamente a su dimensión social y política, la verdad es que, aunque
pierda fieles y se encoja, el catolicismo está hoy día más unido, activo y beligerante que en los años en que parecía a punto de desgarrarse y dividirse por las luchas ideológicas internas".
Vargas Llosa se pregunta si esto es bueno o malo para el secularismo
occidental; y responde que "mientras el Estado sea laico y mantenga su
independencia frente a todas las iglesias", "es bueno, porque una
sociedad democrática no puede combatir eficazmente a sus enemigos
–empezando por la corrupción– si sus instituciones no están firmemente
respaldadas por valores éticos, si una rica vida espiritual no florece en su seno como un antídoto permanente a las fuerzas destructivas".
"En nuestro tiempo", sigue Vargas Llosa, la cultura "no ha podido reemplazar a la religión ni podrá hacerlo,
salvo para pequeñas minorías, marginales al gran público"; porque "por
más que tantos brillantísimos intelectuales traten de convencernos de
que el ateísmo es la única consecuencia lógica y racional del
conocimiento y la experiencia acumuladas por la historia de la
civilización, la idea de la extinción definitiva seguirá siendo
intolerable para el ser humano común y corriente, que seguirá
encontrando en la fe aquella esperanza de una supervivencia más allá de
la muerte a la que nunca ha podido renunciar".
"Creyentes y no creyentes debemos alegrarnos por eso de lo ocurrido en Madrid
en estos días en que Dios parecía existir, el catolicismo ser la
religión única y verdadera, y todos como buenos chicos marchábamos de la
mano del Santo Padre hacia el reino de los cielos", concluye.
Aciprensa.com
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