Las madres son importantes. Cuando una madre enferma o muere, sufre
su familia, pero también su comunidad. Así, salvar la vida y mejorar la
salud de las madres significa salvar y mejorar la salud de comunidades
enteras. Es el sencillo axioma expresado por Donna Harrison, obstetra y
ginecóloga estadounidense, durante su intervención en la octava
conferencia promovida por MaterCare International, una
organización de profesionales católicos en el campo de la obstetricia,
que está teniendo lugar en Roma hasta el 4 de septiembre.
“En el
mundo – explicó Harrison – las muertes causadas por problemas
cardiovasculares, cáncer u otras enfermedades están distribuidas de una
forma más o menos similar. En África hay un gran número de muertes
ligadas al Sida, pero también por desnutrición y problemas relacionados
con el embarazo y la maternidad, como hipertensión y hemorragias”.
Parece lógico por tanto intervenir en estos problemas para disminuir
su incidencia, y de hecho, “hay un sensible descenso de la mortalidad de
las madres cuando se invierten recursos en este campo, aunque sólo sea
en antibióticos para las infecciones y sulfato de magnesio, muy
económico, para tratar la hipertensión. Estas intervenciones podrían
hacer descender la mortalidad de las madres en países en vías de
desarrollo hasta un 75%”.
Aborto “seguro”
“En estos países – subrayó Harrison –, los datos de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) señalan la incidencia del aborto (tanto
espontáneo como provocado) como causa de muerte de las madres con un
porcentaje del 4 al 12 %, mientras que es del 8,2% en los países
occidentales”.
A propósito de esto, señaló también que el aborto derivado de la
asunción de medicamentos provoca complicaciones con una tasa del 20%
contra el 5,6% del quirúrgico.
Esto lleva a reflexionar sobre la noción de aborto “seguro” e
“inseguro”: “la palabra 'seguro' – subrayó la ginecóloga estadounidense –
implica ausencia de riesgos, pero en realidad, el aborto causa la
muerte del niño y riesgos a breve y largo plazo para la salud de la
madre”.
La OMS, explicó, “asimila el término ‘seguro’ a ‘legal’, mezclando
términos médicos y jurídicos”. Al contrario, “no seguro” “se usa para
definir el aborto que tiene lugar sin estándares médicos mínimos
respecto a los países con leyes restrictivas sobre el aborto”.
Esta falta de claridad terminológica permite, según Harrison, a la
OMS “trabajar por la legalización a nivel mundial del aborto usando el
eufemismo de ‘aborto seguro’”, induciendo a “una minusvaloración de los
riesgos del aborto y creando una presión sobre los Gobiernos a favor de
la legalización”.
Cuál es el ulterior efecto de esta equiparación entre “seguro” y
“legal”? “Sucede – afirmó Harrison – que los datos sobre las muertes
debidas a abortos inseguros desaparecen de las estadísticas, porque
muchas intervenciones tienen lugar bajo la égida de la legalidad. Pero
las mujeres siguen muriendo”.
Salud y pobreza
Quizás, entonces, no se trata sólo de un problema de seguridad de las condiciones en las que tiene lugar el aborto.
En este sentido, apuntó al ejemplo de Chile: “el aborto fue legal en
este país desde 1931 hasta 1988 y el pico de mortalidad maternal se
registró en 1961. La tasa de mortalidad comenzó a decrecer desde 1966:
¿cómo es posible? Antes de revocar la posibilidad del aborto
terapéutico, en 1986, la tasa de mortalidad era del 17,2%; en 2007 fue
del 1,7%. En realidad, este decrecimiento está ligado a una mayor
esscolarización femenina y a la mejora de las condiciones de vida”.
No es casual, por tanto, que “más del 50% de la mortalidad materna en
el mondo se concentre hoy en seis países: India, Nigeria, Pakistán,
Afghanistán, Etiopía y República Democrática del Congo”.
Los objetivos del Milenio
En 2000, la Asamblea de la ONU anunció que la reducción de la
mortalidad materna era uno de los tres objetivos del milenio en el campo
de la salud.
Sin embargo, “no hay acuerdo sobre las modalidades con las que
perseguir este objetivo”. “Hay una presión – denunció la ginecóloga
estadounidense – hacia la afirmación de los derechos de la salud
reproductiva entendida en sentido global, incluyendo el aborto, bajo la
etiqueta de la mejora de la salud de las mujeres, oponiéndose a la
educación, a la financiación pública de la planificación familiar y a
las decisiones de conciencia del personal médico”.
¿Por qué no comparar los datos de un país antes y después de la
introducción del aborto? “Encuadrar las muertes por complicaciones
ligadas al aborto inducido – afirmó Harrison – daría a los políticos
datos sobre los que tomar decisiones y respecto a los que controlar los
efectos de sus decisiones”.
Para mejorar la salud de las mujeres es necesario “asegurarse de que
las propias mujeres tengan acceso a los servicios y asistencia adecuada
durante el embarazo y en el momento del nacimiento del niño, incrementar
la alfabetización femenina para ayudarles a acceder al sistema
sanitario, dar informaciones cuidadosas sobre el desarrollo del feto”.
“Hay que afirmar con decisión – invitó Harrison al auditorio – que un
embarazo y una maternidad 'seguras' son el objetivo del milenio, y no
el aborto bajo la etiqueta de 'salud reproductiva’, y trabajar para que
se reduzcan las causas de mortalidad con recursos destinados a combatir
hemorragias e hipertensión, pidiendo también que la terminología ‘aborto
seguro e inseguro’ se elimine por ambigua, y se informe de los riesgos a
breve y largo plazo para la salud física y psicológica de las mujeres”.
Sin olvidar el respeto a las culturas de los diversos países.
Pueblos y culturas
“Los políticos – añadió la doctora nigeriana Henrietta Maria Williams
– deben comprender que algunas políticas en temas de salud reproductiva
que ponen el énfasis en el uso de los contraceptivos y el aborto son
ineficaces y no pueden ser aceptadas sin violar los valores culturales
africanos”.
De hecho, “los valores socio-culturales de la maternidad, del
matrimonio, de la fertilidad, de la castidad prematrimonial, de la
familia extensa, han garantizado la supervivencia de los africanos en un
continente hostil desde el que han poblado con éxito toda la tierra”.
“El África sub-sahariana – prosiguió Williams – registra el nivel más
bajo de contraceptivos del mundo, menos del 20%. Las técnicas de
control natural de la fertilidad, entre las cuales la NaProTecnology,
por su gran eficacia suponen una opción válida y la esperanza futura
para África”.
Estas, según Williams “son aceptables por todas creencias y las
culturas, respetando la dignidad de las mujeres y del matrimonio, y al
ser métodos naturales tienen pocos efectos colaterales, constituyendo,
si se aplican bien, también un método de prevención del cáncer en las
mujeres”.
“Deben ponerse en marcha – concluyó Williams – políticas adecuadas
para promover la instrucción de la mujer y reforzar la movilidad social
de aquellos segmentos de la población en condiciones socioeconómicas
desfavorecidas”.
Por Chiara Santomiero, traducción del italiano por Inma Álvarez zenit.org
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