Una relectura de los numerosos pasajes evangélicos donde concretamente se habla de dinero
Publicamos el texto de la conferencia que ha pronunciado monseñor
Cesare Pasini, prefecto de la Biblioteca apostólica vaticana en Buja
(Údine, Italia) este sábado 3 de septiembre con ocasión de la muestra
“Las monedas de Dios. Exposición de las monedas originales citadas por
los evangelios” (del 28 de mayo al 30 de noviembre de 2011) organizada
por el ayuntamiento de la ciudad en colaboración con la archidiócesis de
Údine y la Biblioteca apostólica vaticana. La exposición, que tiene
lugar en el Museo de arte de la medalla y de la ciudad de Buja, es
probablemente la primera y más completa realizada en todo el mundo, en
cuanto a las monedas citadas por los evangelios. El texto ha sido
publicado por “L’Osservatore Romano”.
* * *
Me cautiva la ofrenda de la viuda del evangelio. No sólo porque esa mujer mereció el bellísimo elogio de Jesús: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir» (Mc 12, 43-44); sino también porque en ese pasaje figura la lepta, la pequeña moneda desconocida por el sistema monetario romano pero usada comúnmente por la población en Palestina para las necesidades diarias. Los ricos tiraban muchas monedas pero, relata el evangelista, «se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante» (Mc 12, 42). Lo que se traduce con «monedillas» son precisamente las leptas (en hebreo prutót), mientras que el dinero es el kodrántes, es decir el cuadrante, que valía a un cuarto de as.
Detengámonos un poco más en la lepta y las monedas más pequeñas. En los evangelios la palabra lepta aparece dos veces en el relato de la viuda —porque hablan de ello tanto Marcos (12, 41-44), de quien he tomado la cita precedente, como Lucas (21, 1-4), que sintetiza brevemente la narración— y una tercera vez en el evangelio de Lucas, cuando Jesús invita a llegar a un acuerdo con el adversario mientras se va de camino hacia el magistrado, «no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel». La conclusión es muy severa: «Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo» (12, 58-59), es decir la lepta. La misma enseñanza refiere también Mateo, en el sermón de la montaña; y, leyendo la traducción, no percibimos variación alguna, porque la frase es idéntica: «En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo» (5, 26). Haciendo una verificación, aquí ya no se menciona la lepta, sino el kodrántes, que vale el doble, pero, de hecho, es la moneda romana de menor valor. El significado y la fuerza de la afirmación siguen siendo, obviamente, los mismos.
Un último texto, citado paralelamente por Mateo y por Lucas, nos permite concluir el resumen sobre el último tipo de monedas de bronce citadas en los evangelios, es decir, el as. El pasaje evangélico que hace referencia a estas monedas es el pasaje, muy simpático, que se refiere a los pájaros del cielo y a los cabellos de la cabeza. En el evangelio según san Mateo, en efecto, leemos: «Ni uno solo [de los gorriones] cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones» (Mt 10, 29-31). Poco antes se había preguntado sobre el valor de dos pájaros: «¿No se venden un par de gorriones por un céntimo?» (10, 29). En este caso, la moneda de la traducción es un assýrion, es decir, el as, que tiene el valor de cuatro cuadrantes u ocho leptas. Curiosamente, en la presentación de Lucas, Jesús habla de cinco pájaros en lugar de dos. Su valor entonces es de dos ases (12, 6): diríamos que se trata de un pequeño descuento sobre la cantidad. Precisamente un descuento de dos cuadrantes o de cuatro leptas, el doble de cuanto había logrado donar la viuda pobre a la que Jesús miró con tanto afecto en el templo.
Si nos detenemos todavía un poco más sobre la viuda y el conjunto de este primer grupo de textos evangélicos, hemos de llegar a la conclusión de que para Jesús son importantes también estas pequeñas cifras, típicas de la gente sencilla, es más, de los más pobres, que no son avaros: la viuda, leíamos, da todo lo que tiene. El texto del evangelio usa con este propósito el término bíos, una palabra conocida, en su estructura, también en las lenguas modernas (biológico, biodegradable, biografía, etc.) y que significa ante todo y sobre todo «vida». Quiere decir también «sustancias, medios de sustento», y en este sentido hemos encontrado traducido que la viuda ha dado «todo lo que tenía para vivir». El doble significado del término sugiere, por lo tanto, un simbolismo mucho más profundo: ¡la viuda dio toda su vida!
En cambio, ocurre lo contrario cuando hay una actitud mezquina respecto a las monedas. Entonces no se descuenta ni siquiera una lepta y tampoco se dona nada: es necesario reembolsar hasta el último céntimo. Pero para comprender estas actitudes debemos pasar a las monedas de mayor valor, que hasta ahora no hemos tomado en consideración.
De mayor valor son, obviamente, las monedas de plata y de oro, pero de hecho el evangelio no recuerda explícitamente la moneda de oro.
Sin embargo, podemos señalar una indicación en las instrucciones que Jesús da a los Doce mandándolos en misión, en el pasaje donde enumera consecutivamente los tres metales con los que se acuñaban las monedas: oro, plata y cobre: «No os procuréis en la faja oro (chrysón), plata (árgyron) ni cobre (chalkón)» (Mt 10, 9). El significado más obvio es pensar en las monedas de los respectivos metales. Pero probablemente el oro aludía a los áureos romanos.
* * *
Me cautiva la ofrenda de la viuda del evangelio. No sólo porque esa mujer mereció el bellísimo elogio de Jesús: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir» (Mc 12, 43-44); sino también porque en ese pasaje figura la lepta, la pequeña moneda desconocida por el sistema monetario romano pero usada comúnmente por la población en Palestina para las necesidades diarias. Los ricos tiraban muchas monedas pero, relata el evangelista, «se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante» (Mc 12, 42). Lo que se traduce con «monedillas» son precisamente las leptas (en hebreo prutót), mientras que el dinero es el kodrántes, es decir el cuadrante, que valía a un cuarto de as.
Detengámonos un poco más en la lepta y las monedas más pequeñas. En los evangelios la palabra lepta aparece dos veces en el relato de la viuda —porque hablan de ello tanto Marcos (12, 41-44), de quien he tomado la cita precedente, como Lucas (21, 1-4), que sintetiza brevemente la narración— y una tercera vez en el evangelio de Lucas, cuando Jesús invita a llegar a un acuerdo con el adversario mientras se va de camino hacia el magistrado, «no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel». La conclusión es muy severa: «Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo» (12, 58-59), es decir la lepta. La misma enseñanza refiere también Mateo, en el sermón de la montaña; y, leyendo la traducción, no percibimos variación alguna, porque la frase es idéntica: «En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo» (5, 26). Haciendo una verificación, aquí ya no se menciona la lepta, sino el kodrántes, que vale el doble, pero, de hecho, es la moneda romana de menor valor. El significado y la fuerza de la afirmación siguen siendo, obviamente, los mismos.
Un último texto, citado paralelamente por Mateo y por Lucas, nos permite concluir el resumen sobre el último tipo de monedas de bronce citadas en los evangelios, es decir, el as. El pasaje evangélico que hace referencia a estas monedas es el pasaje, muy simpático, que se refiere a los pájaros del cielo y a los cabellos de la cabeza. En el evangelio según san Mateo, en efecto, leemos: «Ni uno solo [de los gorriones] cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones» (Mt 10, 29-31). Poco antes se había preguntado sobre el valor de dos pájaros: «¿No se venden un par de gorriones por un céntimo?» (10, 29). En este caso, la moneda de la traducción es un assýrion, es decir, el as, que tiene el valor de cuatro cuadrantes u ocho leptas. Curiosamente, en la presentación de Lucas, Jesús habla de cinco pájaros en lugar de dos. Su valor entonces es de dos ases (12, 6): diríamos que se trata de un pequeño descuento sobre la cantidad. Precisamente un descuento de dos cuadrantes o de cuatro leptas, el doble de cuanto había logrado donar la viuda pobre a la que Jesús miró con tanto afecto en el templo.
Si nos detenemos todavía un poco más sobre la viuda y el conjunto de este primer grupo de textos evangélicos, hemos de llegar a la conclusión de que para Jesús son importantes también estas pequeñas cifras, típicas de la gente sencilla, es más, de los más pobres, que no son avaros: la viuda, leíamos, da todo lo que tiene. El texto del evangelio usa con este propósito el término bíos, una palabra conocida, en su estructura, también en las lenguas modernas (biológico, biodegradable, biografía, etc.) y que significa ante todo y sobre todo «vida». Quiere decir también «sustancias, medios de sustento», y en este sentido hemos encontrado traducido que la viuda ha dado «todo lo que tenía para vivir». El doble significado del término sugiere, por lo tanto, un simbolismo mucho más profundo: ¡la viuda dio toda su vida!
En cambio, ocurre lo contrario cuando hay una actitud mezquina respecto a las monedas. Entonces no se descuenta ni siquiera una lepta y tampoco se dona nada: es necesario reembolsar hasta el último céntimo. Pero para comprender estas actitudes debemos pasar a las monedas de mayor valor, que hasta ahora no hemos tomado en consideración.
De mayor valor son, obviamente, las monedas de plata y de oro, pero de hecho el evangelio no recuerda explícitamente la moneda de oro.
Sin embargo, podemos señalar una indicación en las instrucciones que Jesús da a los Doce mandándolos en misión, en el pasaje donde enumera consecutivamente los tres metales con los que se acuñaban las monedas: oro, plata y cobre: «No os procuréis en la faja oro (chrysón), plata (árgyron) ni cobre (chalkón)» (Mt 10, 9). El significado más obvio es pensar en las monedas de los respectivos metales. Pero probablemente el oro aludía a los áureos romanos.
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