En el Santuario de la Virgen de la Guardia durante el aniversario de la primera aparición
“La cuestión moral en política, como en los demás ámbitos de la vida
pública y privada, es grave y urgente, y no tiene que ver tanto con las
personas sino con las estructuras y los sistemas”. Es lo que dijo, el
pasado lunes, el cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova y
presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, durante la misa en el
Santuario de la Virgen de la Guardia que conmemoraba el aniversario de
la primera aparición sucedida en 1940.
“Hay necesidad -dijo
durante la homilía, en el santuario que tan querido es para los
genoveses- de una gran conversión cultural y social, y aquellos que
tienen responsabilidades concretas con respecto a la vida pública, de
cualquier forma y a cualquier nivel, así como los que tienen poder e
intereses económicos, tienen el urgente deber, mayor que el de los
demás, sabiendo que, a través de sus acciones, proponen modelos
culturales destinados a convertirse en dominantes”.
“Nadie -admitió- puede negar el compromiso generoso y la límpida
rectitud de tantas personas que trabajan en el mundo de la política y de
la administración pública, de la economía, de las finanzas y de la
empresa; a ellos se les renueva la estima y la confianza”, prosiguió el
purpurado.
“Sin embargo -destacó después-, la cuestión afecta a todos como un
problema no sólo político, sino también cultural y educativo. No se
trata, en primer lugar, de actuar diversamente, sino de pensar
diversamente, de una forma más noble y veraz si se quiere purificar el
aire, y así no envenenar el espíritu de nuestros jóvenes”.
“Sé bien que el trabajo es difícil porque afecta a costumbres e
intereses antiguos -dijo después sin esconder las dificultades-, estilos
y prácticas lejanas de lo esencial y de la transparencia, del
sacrificio y del deber, pero es posible ya que la gente lo pide y porque
es justo”.
Por esto, “quien tiene responsabilidades públicas hoy y mañana, tiene
este deber primario y este honor: poner en movimiento decisiones
puntuales y valerosas para que 'la cultura de la vida fácil y egoísta'
ceda el paso a la 'cultura de la seriedad'”.
“Toda la sociedad debe ser educadora, un horizonte de modelos, un
clima respirable de valores” para poder transmitírselos a los jóvenes. Y
precisamente estos, como los dos millones que se reunieron en Madrid
durante la Jornada Mundial de la Juventud, al reconocer al Papa como
“punto fidedigno y veraz, son “la única buena noticia de nuestro
tiempo”.
Los jóvenes que no ceden a la rabia y que, además, encuentran la
esperanza en Cristo, los jóvenes que “no quieren ser engañados” -añadió
el cardenal Bagnasco- que saben que la vida no es de quien la disfruta,
sino que el camino de la realización y de la alegría es el del deber,
del sacrificio y de la familia estable y fecunda”.
“Por desgracia -concluyó- los mensajes, que llegan al alma de los
jóvenes de una forma prepotente e insistente, así como a la de los
adultos, dejan huella, provocan reacciones y fragilidades emotivas,
miedos, ilusiones y rencores”.
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