«¡Apártate de mí, Satanás!»,
le dice Jesucristo a San Pedro, según relata el evangelio de San Mateo
(16, 21-23). Es el pasaje explicado por Benedicto XVI antes de rezar el
Angelus este domingo en el Palacio de Castelgandolfo. Frase muy dura del
Maestro al discípulo a quien confiaría la barca de la Iglesia: ¿por qué esa severidad?
Jesús acaba de decirle a los apóstoles que iría a Jerusalén y allí sufriría mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, sería condenado a muerte y resucitaría al tercer día. San Pedro, impulsivo como siempre, le lleva a un aparte para intentar disuadirle. Tras reconvenirle en la forma citada, Cristo le advierte de su error: "Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
Razonar según el mundo o según Dios
Y es que, afirma el Papa Ratzinger, en el diálogo entre Simón y el Hijo de Dios "es evidente la divergencia entre el designio de amor del Padre, que llega hasta entregar a su Hijo Unigénito en la cruz para salvar a la Humanidad, y las expectativas, deseos y proyectos de los discípulos. También este contraste se repite hoy: cuando la realización de la propia vida se orienta sólo al éxito social, al bienestar físico y económico, ya no se está razonando según Dios, sino según los hombres".
"Pensar según el mundo", añade Benedicto XVI, "es apartar a Dios, no aceptar su proyecto de amor, casi impedirle que cumpla su sabia voluntad". De ahí la expresión "particularmente dura" que utiliza Nuestro Señor ante San Pedro.
El camino de los discípulos "es seguirle a Él, el Crucificado", en "un perderse a sí mismo sin el cual no es posible encontrarse a sí mismo", dice el Papa citando su obra Jesús de Nazaret.
"Al aceptar la muerte voluntariamente, Jesús asume la cruz de todos los hombres y se convierte en fuente de salvación para toda la humanidad", concluye: "Del mismo modo, el cristiano sigue al Señor cuando acepta con amor su propia cruz, lo que a los ojos del mundo parece una derrota y una ´pérdida de la vida´, sabiendo que no la lleva solo, sino con Jesús, compartiendo su mismo camino de donación".
Jesús acaba de decirle a los apóstoles que iría a Jerusalén y allí sufriría mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, sería condenado a muerte y resucitaría al tercer día. San Pedro, impulsivo como siempre, le lleva a un aparte para intentar disuadirle. Tras reconvenirle en la forma citada, Cristo le advierte de su error: "Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
Razonar según el mundo o según Dios
Y es que, afirma el Papa Ratzinger, en el diálogo entre Simón y el Hijo de Dios "es evidente la divergencia entre el designio de amor del Padre, que llega hasta entregar a su Hijo Unigénito en la cruz para salvar a la Humanidad, y las expectativas, deseos y proyectos de los discípulos. También este contraste se repite hoy: cuando la realización de la propia vida se orienta sólo al éxito social, al bienestar físico y económico, ya no se está razonando según Dios, sino según los hombres".
"Pensar según el mundo", añade Benedicto XVI, "es apartar a Dios, no aceptar su proyecto de amor, casi impedirle que cumpla su sabia voluntad". De ahí la expresión "particularmente dura" que utiliza Nuestro Señor ante San Pedro.
El camino de los discípulos "es seguirle a Él, el Crucificado", en "un perderse a sí mismo sin el cual no es posible encontrarse a sí mismo", dice el Papa citando su obra Jesús de Nazaret.
"Al aceptar la muerte voluntariamente, Jesús asume la cruz de todos los hombres y se convierte en fuente de salvación para toda la humanidad", concluye: "Del mismo modo, el cristiano sigue al Señor cuando acepta con amor su propia cruz, lo que a los ojos del mundo parece una derrota y una ´pérdida de la vida´, sabiendo que no la lleva solo, sino con Jesús, compartiendo su mismo camino de donación".
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