Joseph Tobin dice que «la vida religiosa es una selva amazónica»: los
diferentes carismas permiten «en su totalidad dar oxígeno a la Iglesia»
Aires nuevos en la Congregación para los
Institutos de Vida Consagrada, que supervisa desde el Vaticano la
multiforme variedad de las órdenes religiosas católicas. El Prefecto es
el arzobispo brasileño João Bráz de Aviz, de 63 años, que lleva en el
cargo apenas 10 meses. Y el número dos es el redentorista norteamericano
Joseph Tobin, de 59 años, con un año y medio como secretario de la
Congregación. Ayer fue además el encargado de cerrar el XI Congreso de
Escuelas Católicas.
–¿Cómo podría implantarse la nueva evangelización en las escuelas católicas?
–No reduzcamos la misión educativa de la Iglesia a dar contenidos o educar profesionales. Su misión, sobre todo, es dar testimonio. El colegio católico ha de ser una comunidad, con diversidad de dones, respeto mutuo y deseo de transmitir la fe, dando testimonio a la nueva generación, a los jóvenes en búsqueda, sin violentar su conciencia. Un joven me dijo sobre alguien que le convenció: «Él cree lo que está predicando». Ese testimonio es la clave de la nueva evangelización.
–En los últimos cuarenta años han nacido muchas nuevas formas de vida religiosa...
–La vida consagrada se parece a la selva amazónica. En ella hay muchas especies distintas de plantas y árboles, algunas antiguas y recias, otras tiernas y jóvenes, pero esa selva hace respirar a todo el mundo. Es su totalidad, no tal o cual grupo, lo que hace que la vida consagrada dé oxígeno a la Iglesia. Yo soy consagrado, redentorista, y creo que la vida consagrada da testimonio del destino final del mundo, que es perderse en el amor de Dios. Hay formas muy antiguas, como el monaquismo de los desiertos de Egipto, que allí sigue. Pero ante nuevas necesidades el Espíritu Santo ha suscitado nuevas formas, y eso no me asusta. Los papas quieren que vivan todas en comunión, y yo procuro que no se sientan aisladas, que no se vean como caminos exclusivos.
–Hay comunidades que asombran con muchas vocaciones jóvenes. ¿Cómo lo hacen?
–Los institutos que presentan a los jóvenes una identidad clara y que respetan las necesidades religiosas de los jóvenes son los que tienen un mayor éxito vocacional. Y no sólo en las nuevas formas de vida religiosa. En Irlanda la Iglesia está viviendo una época muy difícil, y sin embargo, los dominicos, con su origen medieval en España, tienen allí una pequeña explosión de vocaciones y de alta calidad, creo que con once jóvenes, más novicios que todas las otras órdenes masculinas juntas.
–¿Cómo será la vida religiosa dentro de 40 años, en el 2050?
–Será un mundo muy globalizado, pero las instituciones religiosas siempre han sido redes internacionales, al menos desde las órdenes mendicantes medievales. Ayudarán a mejorar las condiciones de todo el mundo y seguirán siendo una voz en el desierto que grite a los poderosos sobre la pobreza. Nos regalarán testimonios de fraternidad de toda raza y cultura. ¿Habrá muchos consagrados? Creo que los números no son tan importantes. Quien estudie Historia de la Iglesia verá que la segunda mitad del s.XIX fue un punto anómalo, con un extraordinario crecimiento de consagrados. Pero siempre habrá algunos locos, como yo, que quieran seguir al Señor consagrándose. Es tener un corazón libre, entregado, una cierta locura, sí, pero me alegra estar contagiado por ella.
Cuestión de hábito
«Lo más importante es encarnar el testimonio. En algunas sociedades un hábito religioso no pinta nada, en otras es signo de entrega», dice Tobin cuando se le pregunta sobre el hecho de que las congregaciones abandonen el hábito. «La vida consagrada en el Occidente secularizado ha de repensar sobre ello, y tener en cuenta que ser invisibles violenta nuestros valores. Pero retomar el hábito, por si solo, puede ser un reduccionismo. El cardenal Ratzinger decía que la consagración que más cuenta de verdad es el bautismo», concluye.
–¿Cómo podría implantarse la nueva evangelización en las escuelas católicas?
–No reduzcamos la misión educativa de la Iglesia a dar contenidos o educar profesionales. Su misión, sobre todo, es dar testimonio. El colegio católico ha de ser una comunidad, con diversidad de dones, respeto mutuo y deseo de transmitir la fe, dando testimonio a la nueva generación, a los jóvenes en búsqueda, sin violentar su conciencia. Un joven me dijo sobre alguien que le convenció: «Él cree lo que está predicando». Ese testimonio es la clave de la nueva evangelización.
–En los últimos cuarenta años han nacido muchas nuevas formas de vida religiosa...
–La vida consagrada se parece a la selva amazónica. En ella hay muchas especies distintas de plantas y árboles, algunas antiguas y recias, otras tiernas y jóvenes, pero esa selva hace respirar a todo el mundo. Es su totalidad, no tal o cual grupo, lo que hace que la vida consagrada dé oxígeno a la Iglesia. Yo soy consagrado, redentorista, y creo que la vida consagrada da testimonio del destino final del mundo, que es perderse en el amor de Dios. Hay formas muy antiguas, como el monaquismo de los desiertos de Egipto, que allí sigue. Pero ante nuevas necesidades el Espíritu Santo ha suscitado nuevas formas, y eso no me asusta. Los papas quieren que vivan todas en comunión, y yo procuro que no se sientan aisladas, que no se vean como caminos exclusivos.
–Hay comunidades que asombran con muchas vocaciones jóvenes. ¿Cómo lo hacen?
–Los institutos que presentan a los jóvenes una identidad clara y que respetan las necesidades religiosas de los jóvenes son los que tienen un mayor éxito vocacional. Y no sólo en las nuevas formas de vida religiosa. En Irlanda la Iglesia está viviendo una época muy difícil, y sin embargo, los dominicos, con su origen medieval en España, tienen allí una pequeña explosión de vocaciones y de alta calidad, creo que con once jóvenes, más novicios que todas las otras órdenes masculinas juntas.
–¿Cómo será la vida religiosa dentro de 40 años, en el 2050?
–Será un mundo muy globalizado, pero las instituciones religiosas siempre han sido redes internacionales, al menos desde las órdenes mendicantes medievales. Ayudarán a mejorar las condiciones de todo el mundo y seguirán siendo una voz en el desierto que grite a los poderosos sobre la pobreza. Nos regalarán testimonios de fraternidad de toda raza y cultura. ¿Habrá muchos consagrados? Creo que los números no son tan importantes. Quien estudie Historia de la Iglesia verá que la segunda mitad del s.XIX fue un punto anómalo, con un extraordinario crecimiento de consagrados. Pero siempre habrá algunos locos, como yo, que quieran seguir al Señor consagrándose. Es tener un corazón libre, entregado, una cierta locura, sí, pero me alegra estar contagiado por ella.
Cuestión de hábito
«Lo más importante es encarnar el testimonio. En algunas sociedades un hábito religioso no pinta nada, en otras es signo de entrega», dice Tobin cuando se le pregunta sobre el hecho de que las congregaciones abandonen el hábito. «La vida consagrada en el Occidente secularizado ha de repensar sobre ello, y tener en cuenta que ser invisibles violenta nuestros valores. Pero retomar el hábito, por si solo, puede ser un reduccionismo. El cardenal Ratzinger decía que la consagración que más cuenta de verdad es el bautismo», concluye.
Pablo Ginés/La Razón
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