En ocasión de celebrarse ayer la Jornada Mundial sobre el virus y la enfermedad del SIDA, el Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios ha publicado un mensaje (Audio) en el que pone de relieve que esta efeméride “debe constituir una nueva oportunidad para promover el acceso universal a las terapias, a la prevención de la transmisión materno-infantil y la educación a estilos de vida que incluyan un acercamiento correcto y responsable a la sexualidad. Al mismo tiempo que se relanza “la lucha al prejuicio social” se reafirma también “la necesidad de cercanía moral, espiritual y, en lo posible, material a quien ha contraído la infección y a sus familiares”.
De dicha cercanía se ha ocupado desde hace mucho tiempo el Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, que el pasado mes de mayo celebró un Congreso sobre el tema: “La centralidad del cuidado de la persona en la prevención y en el tratamiento de la enfermedad del SIDA”. Dos días de estudio centrados en “lo que se puede y se debe hacer contra la pandemia para ayudar a las naciones afectadas mayormente, en África Subsahariana”.
Se calcula que todavía un millón ochocientas mil personas mueren cada año como consecuencia del virus del SIDA. Se trata de personas que podrían conducir normalmente su existencia si sólo hubiesen tenido acceso a las terapias farmacológicas adecuadas conocidas como antirretrovirales. Por tanto, se registran muertes que ya no se pueden justificar, como no se puede justificar la transmisión del contagio de la madre al niño, como no se pueden justificar el dolor de sus parientes, el empobrecimiento de sus núcleos familiares, el aumento de su marginación o los niños que se quedan huérfanos.
Otro aspecto fundamental, señala la nota del Discasterio de la Salud es la formación, la educación de todos y, de manera particular de las nuevas generaciones, a una sexualidad fundada “en una antropología anclada en el derecho natural e iluminada por la Palabra de Dios”. La Iglesia y su Magisterio piden un estilo de vida que ponga en primer lugar la abstinencia, la fidelidad conyugal y el rechazo de la promiscuidad sexual pues, como lo subraya la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Africae Munus, todo esto forma parte de la cuestión del “desarrollo integral” al que tienen derecho las personas y las comunidades.
Recordemos que son 34 millones las personas que sufren por el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, SIDA, y casi 30 millones han muerto desde el anuncio del primer caso -el 5 de junio de 1981. el año pasado 420 mil niños se beneficiaron de las terapias específicas, con un aumento del 50 por ciento respecto al 2008. Importante subrayar la reciente exhortación postsinodal que entregó el Pontífice Benedicto XVI al continente africano en la cual dice que el problema del SIDA exige una respuesta médica y farmacéutica. Pero no es suficiente porque el problema es ético y por consiguiente más profundo.
El cambio de conducta que requiere, como por ejemplo la abstinencia sexual, el rechazo a la promiscuidad sexual, la fidelidad en el matrimonio, plantea la cuestión fundamental del desarrollo integral, que implica un enfoque y una respuesta global de la Iglesia. En efecto, se lee en el documento, la prevención del sida debe basarse en una educación sexual fundada en una antropología enraizada en el derecho natural, e iluminada por la Palabra de Dios y las enseñanzas.
En esta exhortación Benedicto XVI renueva su apoyo a las instituciones y movimientos de la Iglesia que trabajan en el campo del SIDA. Y pidió a los organismos internacionales que les reconozcan y ayuden respetando su especificidad, y en espíritu de colaboración. Y tras animar a los institutos y programas de investigación terapéutica y farmacéutica que luchan por erradicar estas pandemias recordó que la Iglesia sostiene desde hace mucho tiempo la causa de un tratamiento médico de alta calidad y de menor costo para todos los afectados.
RV-ER / Patricia Ynestroza / Raúl Cabrera
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