Al morir, nuestra alma se separa del cuerpo. El
alma pasa a la vida eterna: o al Purgatorio para posteriormente pasar
al Cielo, o al Cielo directamente, o a la condenación eterna en el Infierno.
Y el cuerpo, que es material, queda en la tierra, bien descomponiéndose
o bien hecho cenizas si ha sido cremado, o bien volatilizado o, inclusive
pueda que haya sido consumido por un animal...
Y ¿qué significa resucitar? Resurrección es la
reunificación de nuestra alma inmortal con nuestro cuerpo mortal, pero
éste glorificado en ese mismo momento. Resurrección significa que Dios
dará a nuestros cuerpos una vida distinta a la que vivimos ahora, pues
serán cuerpos glorificados.
Es decir, en el momento de la resurrección, volveremos
a vivir, pero no como vivíamos aquí en la tierra, sino que resucitaremos
en cuerpo de gloria, en “cuerpo espiritual” (cf. Catecismo de
la Iglesia Católica #1000).
Nuestros cuerpos resucitados serán nuestros mismos
cuerpos, pero en un nuevo estado: inmortales, sin defecto, ya no se corromperán,
ni se enfermarán, ni se envejecerán, ni se dañarán, ni sufrirán nunca
más.
Además, recuperaremos todos los miembros perdidos
de nuestro cuerpo y quedarán reunidos todos los elementos dispersos de
nuestra naturaleza humana. Si Dios pudo crear todo de la nada, por supuesto
que podrá reunir todos los elementos que formaban parte de nuestro cuerpo
para resucitarnos a una vida nueva.
Ahora bien, esa nueva Vida de gloria será para
los salvados. Los condenados resucitarán también, pero para una vida eterna
de tormento en el Infierno, que es un sitio de fuego, pero de un fuego
distinto al que conocemos en la tierra, pues afectará el alma y el cuerpo,
sin destruirlos. Es un fuego que ni extingue, ni se extingue, sino que
es eterno, sin descanso, sin tregua, sin fin ... para siempre.
¿Cómo, entonces, van a ser nuestros cuerpos resucitados?
¿Cómo es un cuerpo glorioso? ¿Cómo es un “cuerpo espiritual”?
Conocemos de dos: el de Jesús Resucitado y el de la Santísima Virgen.
El “cuerpo espiritual” de Jesucristo
era ¡tan bello! que no lo reconocían los Apóstoles ... tampoco lo reconoció
María Magdalena. Y cuando el Señor se transfiguró ante Pedro, Santiago
y Juan, mostrándoles-sólo parcialmente- el fulgor de Su Gloria era ¡tan bello lo que veían!
¡tan agradable lo que sentían! que Pedro le propuso al Señor hacerse tres
tiendas para quedarse a vivir allí mismo. Quería quedarse ante la Gloria
del Señor. Así es un “cuerpo espiritual”. Y el Señor nos promete
que si obramos bien hemos de resucitar igual que El para una resurrección
de Vida.
Los videntes que dicen haber visto a la Santísima
Virgen -y la ven en “cuerpo espiritual”, como es Ella después
de haber sido elevada al Cielo- se quedan extasiados y no pueden describir,
ni lo que sienten, ni la belleza y la maravilla que ven. Así es un “cuerpo
espiritual”.
Nuestra esperanza está en resucitar. No dejemos
empañar esta esperanza cierta por el mito de la re-encarnación, que además
de ser irrealizable, no puede pretender siquiera compararse con la ¡maravilla!
que será nuestra resurrección.
Por más que se desee re-encarnar en un artista
de cine, o en un millonario, o en una reina -si es que esto fuera posible-
¿cómo va a ser más atractivo el volver a esta misma vida, a un cuerpo
que no es el mío, para volver a enfermar, sufrir, envejecer y morir de
nuevo, cuando tenemos la promesa de resucitar en nuestro propio cuerpo,
glorificado por la resurrección, para entonces ser inmortales y felices
para siempre...siempre...siempre...?
homilia.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario