"Ciertamente el ‘cómo’,
nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “sobrepasa nuestra
imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe”.
(#1000).
Cristo resucitó con su propio cuerpo: “Mirad
mis manos y mis pies; soy Yo mismo” (Lc.24,39); pero El no volvió
a una vida terrenal. Del mismo modo, en El todos resucitarán con su propio
cuerpo, el que tienen ahora, pero este cuerpo será “transfigurado
en cuerpo de gloria” (Flp.3,21), “en cuerpo espiritual"
1Cor. 15,44) (Caecismo de la Iglesia Católica #999).
La resurrección tendrá lugar en un instante. “Yo
quiero enseñarles este misterio: aunque no todos muramos, todos tendremos
que ser transformados, en un instante, cuando toque la trompeta (Ustedes
han oído de la Trompeta que anuncia el Fin). Entonces, en un abrir y cerrar
de ojos, los muertos se levantarán, y serán incorruptibles” (1a.
Cor. 15, 51-52).
Este dogma central de nuestra fe cristiana no sólo
nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, del cual hemos tomado
las anteriores citas textuales, sino que la esperanza de nuestra resurrección
y futura inmortalidad se encuentran en textos bíblicos tanto del Antiguo
como del Nuevo Testamento.
El “cuándo” lo responde
así el Catecismo de la Iglesia Católica:
Sin duda en el “último día” (Jn.6,
54 y 11,25); “al fin del mundo” (LG 48). En efecto, la
resurrección de los muertos está íntimamente ligada a la Parusía o Segunda
Venida de Cristo: “Cuando se dé la señal por la voz del Arcángel,
el propio Señor bajará del Cielo, al son de la trompeta divina. Los que
murieron en Cristo resucitarán en primer lugar” (1Ts. 4,16)
(Catecismo de la Iglesia Católica #1001). Y continúa San Pablo: “Después nosotros, los vivos,
los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos llevados en las nubes
al encuentro del Señor, allá arriba. Y para siempre estaremos en el Señor”
(1Ts. 4, 17).
San Pablo nos habla de los que han muerto y han
sido salvados. También nos habla de los que estén vivos para el momento
de la Segunda Venida de Cristo. Pero es San Juan quien completa lo que
sucederá con los que no han muerto en Cristo: “No se asombren
de esto: llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán
mi voz. Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la vida; pero
los que obraron el mal resucitarán para la condenación” (Jn. 5, 28-29).
Esta diferenciación en los resucitados la
había anunciado ya el Profeta Daniel: “Muchos de los
que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna,
otros para el eterno castigo” (Dn. 12, 2).
¿Quiénes resucitarán? Todos los
hombres que han muerto (Catecismo de la Iglesia Católica #998).
Unos para la condenación y otros para la salvación.
Es decir, todos resucitaremos: salvados y condenados.
Unos para una resurrección de gloria y de felicidad eternas. Otros para
una resurrección de condenación e infelicidad eternas
homilia.org
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