En una conferencia a sacerdotes hispanos en Estados Unidos
La Palabra llega de verdad a las personas por la acción del Espíritu
Santo, envuelta en la Tradición y en el Magisterio de la Iglesia.
Lo
afirmó el prefecto de la Congregación para el Clero, el cardenal Mauro
Piacenza, al dirigir, este martes en Los Ángeles, al dirigir una
conferencia titulada La Palabra de Dios en la vida del sacerdote, a sacerdotes de lengua española que ejercen su ministerio en Estados Unidos.
El cardenal indicó que la eficacia del anuncio, “contrariamente a
cuanto se piensa habitualmente, no depende del conocimiento sino de la
vida y del testimonio”.
“La eficacia es totalmente dependiente de la acción poderosa de la
gracia y del insondable misterio de la libertad humana”, añadió.
Ser conscientes de esta realidad, dijo, “nos ayuda, como ministros de
la Palabra, a purificarnos del funcionalismo y a encomendar totalmente
al Señor, en la oración, la acción de la Palabra en el corazón de los
hombres”.
Según el purpurado, “en la tarea de anunciadores es necesario tener
constantemente presente la unidad de Sagrada Escritura, Tradición y
Magisterio”.
“No es posible anunciar la Palabra, olvidando o —peor— reprobando la
Tradición que la ha generado -advirtió-. Igualmente ineficaz resultará
el anuncio separado o —peor— en contraste con el Magisterio eclesial”.
El purpurado destacó que el anuncio por parte del sacerdote, “sobre
todo en la predicación y en la catequesis, participa, en cierto modo, de
la autoridad del mismo Magisterio eclesial”.
Al mismo tiempo, “se cae por su propio peso que no podemos anunciar lo que no conocemos y no hemos hecho nuestro”, señaló.
“La posibilidad del anuncio está estructuralmente vinculada al
conocimiento de las Escrituras y a la familiaridad e identificación con
el pensamiento de Cristo”, añadió.
Dos dinámicas de evangelización
El prefecto de la Congregación para el Clero señaló que en la
evangelización pueden coexistir dos dinámicas diferentes, ambas
legítimas.
“Es posible que del anuncio de la Palabra nazca la fe y la renovación
de la vida, y es igualmente posible que la experiencia de una vida
nueva, que se da de modo imprevisto y gratuito mediante un encuentro,
abra a la fe y, sucesivamente, sea reconocida en el encuentro con las
Sagradas Escrituras”, explicó.
El cardenal Piacenza mostró su predilección por la segunda dinámica.
Y subrayó que “el núcleo de la relación entre el sacerdote y la
Palabra de Dios está representado por esa “Palabra de Dios en acto” que
es su propia existencia y la de los fieles”.
“Estos, mediante el anuncio y el ministerio de los sacerdotes, encuentran al Señor”, añadió.
En este sentido, recordó que el cristianismo no es una “religión del
libro” sino un hecho, un acontecimiento que sucedió en la historia, del
cual, en la actualidad, es posible hacer experiencia vital.
“Y esta experiencia es contagiosa, misionera en sí misma; es más, ¡es
el elemento más eficazmente misionero con el que el Espíritu ha dotado a
Su Iglesia!”, afirmó.
Vaticano II
En su conferencia, el purpurado reflexionó sobre la recepción de la Verbum Domini de Benedicto XVI.
Explicó que esta exhortación apostólica postsinodal “representa un
paso fundamental en el camino de recepción de la Constitución apostólica
Dei Verbumdel Concilio ecuménico Vaticano II”.
Y recordó que “la única auténtica hermenéutica del gran acontecimiento conciliar es la de la continuidad y la reforma”.
“Aunque cambien las circunstancias históricas y culturales y cambien
—a veces— los modos de expresarse, ¡el eterno Evangelio de Cristo no
puede cambiar! Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre -afirmó-. ¡No
cambia el Verbum Domini!”.
Tras destacar la estabilidad de Cristo, de la verdad y de la Iglesia,
señaló la importancia de “sentirse hijos de la única Iglesia”.
La Palabra: Jesús
Entrando en el contenido de la Verbum Domini, el prefecto de la Congregación para el Clero explicó lo que es la Palabra de Dios y su función en la vida de un sacerdote.
Recordó que el Papa afirma en el punto 11 de la exhortación
apostólica que “La Palabra eterna, que se expresa en la creación y se
comunica en la historia de la salvación, en Cristo se ha convertido en
un hombre”.
Y afirmó que la historia singular de Jesús “es la palabra definitiva que Dios dice a la humanidad”.
La Palabra de Dios “es una Persona, no un libro”, reiteró, y la
experiencia, revelación, enseñanzas e instituciones de esa Persona,
Jesús, están contenidas “en las Sagradas Escrituras divinamente
inspiradas”.
“Las Sagradas Escrituras son Palabra de Dios y, al mismo tiempo, la
Palabra de Dios es “más grande” de las Sagradas Escrituras, porque es la
Persona misma de Jesús”, explicó.
El cardenal también destacó que la Revelación incluye, además de lo
que está materialmente contenido en las Sagradas Escrituras, el conjunto
inseparable de la Sagrada Escritura y la Tradición eclesial,
interpretadas de una manera autorizada por el Magisterio.
“Nunca es lícito separar la Escritura de la Tradición; como tampoco
es lícito separarlas de la interpretación que de ellas ha dado y da el
Magisterio de la Iglesia -indicó-. Separaciones de este tipo conllevan
siempre gravísimas consecuencias espirituales y pastorales”.
El cardenal destacó que “estas afirmaciones, contenidas en la Dei Verbum,
han suscitado otras interpretaciones” no fieles a la interpretación
correcta del Concilio y también por esa razón, la Iglesia quiso
reconocer el justo lugar de la Palabra de Dios con un Sínodo sobre la
Palabra.
Espíritu Santo
También subrayó que la Revelación proviene del Espíritu Santo y la
misma relación del sacerdote con la Palabra debe estar inspirada también
por Él.
“Se debe evitar todo enfoque meramente positivista o limitado al
historicismo, que no permita la comprensión del significado real del
texto”, advirtió, en este sentido.
Sobre la relación del sacerdote con la Palabra, el cardenal indicó
que lo primero es conocer su contenido e identificarse con el
pensamiento de Cristo.
En este sentido, invitó a leer las Sagradas Escrituras, “conocer su
estructura, tener en la mente los nexos entre las distintas partes y,
sobre todo, conocer la Escritura en su globalidad, sin los excesos de
parcelación que, con demasiada frecuencia, caracterizan el conocimiento
de la realidad en la época del relativismo y del cientificismo”.
El sacerdote, dijo el cardenal, “necesita acercarse a la Palabra con
un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus
pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad
nueva: “la mente de Cristo”.
“Leer y releer los episodios de los que el Señor es protagonista, las
respuestas que Él da en las diferentes circunstancias y la actitud que
asume ante los pobres, los pequeños, los débiles, los pecadores, las
mujeres, etc. determina la progresiva asimilación de Su pensamiento y de
Su modo de actuar”, orientó.
“En este sentido, la obligada fidelidad a la Liturgia de las Horas,
en su integridad, es maestra fundamental para permanecer establemente en
contacto con la Palabra de Dios, especialmente en el Oficio de las
Lecturas”, afirmó.
“Así hacemos experiencia progresivamente de que la Palabra de Dios narra nuestra vida”, añadió.
En concreto a los sacerdotes, recordó el cardenal, “por el ministerio
que se nos ha encomendado, no somos solamente, con todos nuestros
hermanos, oyentes de la Palabra, sino también autorizados anunciadores e
intérpretes de esta”.
Palabra de Dios y cultura
Y “ser personas que escuchan y anuncian la Palabra de Dios hace de
los sacerdotes hombres necesariamente capaces de incidir en la cultura”,
señaló.
Según el cardenal “nada como el anuncio de la Palabra genera cultura”.
El anuncio de la Palabra, explicó, “genera un modo nuevo de concebir
la vida, las relaciones, la sociedad e incluso la política”.
En este punto, el representante vaticano lanzó un llamamiento a los
sacerdotes: “Es urgente y necesario, en ese sentido, superar todo
complejo de inferioridad respecto de la cultura”.
“En una cultura relativista, hedonista, consumista e individualista,
la Palabra de Dios, y nosotros con ella, está llamada a poner de nuevo
al hombre en relación con Dios y con sus hermanos, en relación auténtica
con la realidad y con la razón, abriéndole continuamente a la verdad”,
declaró.
Y aseguró que “los fieles esperan oír la Palabra de Dios de los
labios del sacerdote; buscan el pensamiento de Dios en las valoraciones
del sacerdote; los caminos de Dios en los caminos que indica y recorre
el sacerdote”.
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