El prefecto de la Congregación para el Clero traza el perfil en una visita a EEUU
“Dispensadores de los Misterios de Cristo” y “signos seguros de
referencia y de esperanza para cuantos buscan la plenitud, el sentido,
el fin, la felicidad”: el prefecto de la Congregación para el Clero, el
cardenal Mauro Piacenza, trazó un preciso perfil del sacerdote del siglo
XXI.
Lo hizo este lunes en una intervención ante los sacerdotes
de Los Ángeles, donde está participando, por invitación del nuevo
arzobispo de la archidiócesis, en la reunión anual de sacerdotes
hispánicos en servicio en los Estados Unidos.
“Ante un mundo anémico de oración y de adoración, el sacerdote es, en
primer lugar el hombre de la oración, de la adoración, del culto, de la
celebración de los santos Misterios”, indicó.
“Ante un mundo sumergido en mensajes consumistas, pansexuales,
atacado por el error, presentado en los aspectos más seductores , el
sacerdote debe hablar de Dios y de las realidades eternas y, para
poderlo hacer con credibilidad, debe ser apasionadamente creyente, ¡como
también ser “limpio”!”, continuó.
Según el prefecto de la Congregación para el Clero, “el sacerdote
debe dar la impresión de estar en medio de la gente, como uno que parte
de una lógica y habla una lengua diversa de los otros”.
“Él no es como “los otros” -advirtió-. Lo que la gente espera de él es precisamente que no sea “como los demás”.
Una respuesta
En referencia al contexto actual, afirmó que “ante un mundo sumergido
en la violencia y corroído por el egoísmo, el sacerdote debe ser el
hombre de la caridad”.
“Desde las alturas purísimas del amor de Dios, del que realiza una
particularísima experiencia, desciende al valle, donde muchos viven su
vida de soledad, de incomunicabilidad, de violencia, para anunciarles
misericordia, reconciliación y esperanza”, explicó.
“El sacerdote responde a las exigencias de la sociedad, haciéndose
voz de quien no tiene voz: los pequeños, los pobres, los ancianos, los
oprimidos, marginados”, continuó.
“No pertenece a sí mismo sino a los demás, dijo, “comparte las
alegrías y los dolores de todos, sin distinción de edad, categoría
social, procedencia política, práctica religiosa”.
“Él es el guía de la porción del pueblo que le ha sido confiada”,
señaló el purpurado, “pastor de una comunidad formada por personas” en
la que cada una tiene un nombre, su historia, su destino, su secreto.
Misión
El cardenal Piacenza también habló de la misión del sacerdote en el
siglo XXI, que corresponde “a una vocación eterna que se realiza en la
plena comunión con Dios”.
“Tiene la difícil tarea, pero eminente, de guiar estas personas con
la mayor atención religiosa y con el escrupuloso respeto de su dignidad
humana, de su trabajo, de sus derechos”, destacó.
“El sacerdote no dudará en entregar la vida, o en una breve pero
intensa temporada de dedicación generosa y sin límites, o en una
donación cotidiana, larga”, añadió.
“El sacerdote debe proclamar al mundo el mensaje eterno de Cristo, en su pureza y radicalidad”, señaló en otro momento.
Y añadió: “no debe rebajar el mensaje, sino, más bien, confortar la
gente; debe dar a la sociedad anestesiada por los mensajes de algunos
directores ocultos, detenedores de los poderes que valen, la fuerza
liberadora de Cristo”.
Modelo de estabilidad
En opinión de monseñor Piacenza, “un sacerdote debe ser al mismo
tiempo pequeño y grande, noble de espíritu como un rey, sencillo y
natural como un campesino”.
También se refirió al sacerdote como a “un héroe en la conquista de
sí, el soberano de sus deseos, un servidor de los pequeños y débiles;
que no se humilla ante los poderosos, pero que se inclina ante los
pobres y pequeños, discípulo de su Señor y cabeza de su grey”.
Al dirigirse a los sacerdotes de la archidiócesis estadounidense, el
purpurado destacó los resultados de una investigación sobre Dachau.
Según los supervivientes de ese campo de concentración, en medio de
aquel infierno, los que se mantuvieron equilibrados por más tiempo
fueron los sacerdotes católicos.
El cardenal Piacenza explicó cómo les resultó posible eso: “porque
eran conscientes de su vocación, tenían su escala jerárquica de valores,
su entrega al ideal era total, eran conscientes de su misión específica
y de los motivos profundos que la sostenían”.
El purpurado también habló de la necesidad de sacerdotes íntegros en
el contexto actual, caracterizado por la inestabilidad (en la familia,
en el trabajo, en las instituciones,...).
“El sacerdote debe ser, sin embargo, constitucionalmente un modelo de
estabilidad y de madurez, de entrega plena a su apostolado”, orientó a
los presbíteros que le escuchaban.
Vida y ministerio
Ante “la secularización, el gnosticismo, el ateísmo, en sus varias
formas” que “están reduciendo cada vez más el espacio de lo sagrado”, el
desorden moral y la pobreza espiritual, “la vida y el ministerio del
sacerdote adquieren importancia decisiva y urgente actualidad”, afirmó.
Según el prefecto de la Congregación para el Clero, “el verdadero
campo de batalla de la Iglesia es el paisaje secreto del espíritu del
hombre y en él no se entra sin mucho tacto, sin mucha compunción, además
de contar con la gracia de estado prometida por el sacramento del
orden”.
El purpurado también realizó una advertencia a los sacerdotes: “la
Iglesia es capaz de resistir a todos los ataques, a todos los asaltos
que las potencias políticas, económicas y culturales pueden desencadenar
contra ella, pero no resiste al peligro que proviene del olvidar esta
palabra de Jesús”, dijo.
Finalmente, preguntó “a qué serviría un sacerdote tan semejante al
mundo, que se convierte en sacerdote mimetizado y no en fermento
transformador”.
Aseguró que “no se puede regalar un don más precioso a una comunidad que un sacerdote según el corazón de Cristo”.
“La esperanza del mundo consiste en poder contar, también para el
futuro, con el amor de corazones sacerdotales límpidos, fuertes y
misericordiosos, libres y mansos, generosos y fieles”, afirmó.
Y concluyó exhortando a los sacerdotes a estar unidos y a ser santos:
“Más allá de las inquietudes y contestaciones que agitan el mundo, y se
hacen sentir también dentro de la Iglesia, están en acción fuerzas
secretas, escondidas y fecundas en santidad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario