Coloquio de monseñor Piacenza con los seminaristas de Los Ángeles
El primado de Dios es fundamental en la formación sacerdotal, que debe
priorizar la formación humana y reservar un lugar central a una
formación intelectual sin equívocos, afirmó el prefecto de la
Congregación para el Clero, el cardenal Mauro Piacenza este martes en un
coloquio informal con los seminaristas de Los Ángeles.
El
purpurado está interviniendo estos días en la reunión anual de
sacerdotes hispánicos en servicio en los Estados Unidos, por invitación
del nuevo arzobispo de la archidiócesis de Los Ángeles.
Al dirigirse a los seminaristas antes de escuchar y responder a sus
preguntas, el cardenal afirmó que la santidad es la verdadera prioridad y
el único recurso posible para la necesaria reforma.
“El seminario de la santidad tiene un rector verdaderamente magnífico y es una mujer: la bienaventurada Virgen María”, dijo.
El representante vaticano confió a los seminaristas “el secreto de la
felicidad, el secreto de la plena realización de la vida Sacerdotal:
donar todo, sin conservar nada para uno mismo, ¡siguiendo el ejemplo de
Jesús!”.
También les dijo que “el futuro de la Iglesia, que es cierto, porque
está en las manos de su Cabeza y Señor, que es Cristo, pulsa en vuestras
existencias”.
Les invitó a vivir el tiempo del seminario como “la gran ocasión que
se os da para realizar una extraordinaria experiencia de intimidad con
Dios”.
“La relación que habréis tejido con Él en estos años, ciertamente se
profundizará y cambiará durante la vida, pero los fundamentos, el meollo
de aquella relación, ¡se constituye ahora!”, exclamó.
Y destacó que el momento formativo comunitario, que la Iglesia
considera necesario para la formación de sus sacerdotes, “es, en dicho
sentido, ¡irrepetible!”.
El purpurado dio las gracias a los seminaristas por su “sí ¡tan
generoso!” y les aseguró su oración “para que sea total e
incondicionado”.
También les ofreció unas reflexiones sobre lo que el prefecto de la
Congregación para el Clero considera fundamental hoy, y siempre, en la
formación sacerdotal.
¡Hombres de Dios!
Respecto al primado de Dios, el cardenal destacó que “cualquier otra
motivación, que también puede acompañar el inicio de la percepción de
una llamada al sacerdocio, confluye en el movimiento de total donación
al Señor y en el reconocimiento de su primado en nuestra vida, en la
vida de la Iglesia y en la del mundo”.
A continuación, explicó que “primado de Dios” significa “primado de
la oración, de la intimidad divina; primado de la vida espiritual y
sacramental”.
En este sentido, afirmó: “la Iglesia no tiene necesidad de gestores,
¡sino de hombres de Dios!”, necesidad “de hombres creyentes y, por
tanto, creíbles”.
“Primado de Dios significa primado de la vida sacramental, vivida hoy
y ofrecida, a su tiempo, ¡a todos nuestros hermanos!”, continuó.
Y señaló que los hombres buscan en el sacerdote “lo que sólo él puede
dar: la divina Misericordia, el Pan de vida eterna, un nuevo horizonte
de significado ¡que haga más humana la vida presente y posible la
eterna!”.
El cardenal Piacenza indicó que la Iglesia necesita “hombres fuertes,
firmes en la fe, capaces de conducir a los hermanos a una auténtica
experiencia de Dios”.
“La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes que, en las tempestades de
la cultura dominante, cuando “la barca de no pocos hermanos es combatida
por las olas del relativismo” sepan, en efectiva comunión con Pedro,
tener firme el timón de la propia existencia, de las comunidades que les
han sido confiadas y de los hermanos que piden luz y ayuda para su
camino de fe”, añadió.
Formación humana
Además del primado indiscutido de Dios, continuó, “es necesario que
la formación humana ocupe el puesto fundamental que le corresponde”.
En este sentido consideró indispensable “con toda honestidad, ponerse
en juego, confiando a Dios, a través del Director espiritual”.
Y advirtió a los seminaristas que no cedan a la ilusión por la que
las cuestiones no resueltas (o no debidamente afrontadas) se podrán
improvisamente resolver después de la ordenación: “¡No es así! ¡Y la
experiencia lo demuestra!”, exclamó.
También reconoció la necesidad de “un justo grado de autoconocimiento” en la formación humana de los seminaristas.
“Las llamadas ciencias humanas pueden ofrecer una válida ayuda, ¡pero
sobre todo tiene necesidad de “estar en contacto” con la Santa
Humanidad de Cristo!”, dijo, destacando la importancia para ello de la
adoración eucarística prolongada.
Formación intelectual
El cardenal prosiguió su intervención indicando que “juntamente con la formación humana, es central la intelectual”.
Constató que en las últimas décadas, la formación intelectual ha
ocupado una importante parte de toda formación seminarista y apuntó que
“ahora, muy probablemente, en este ámbito es necesario valorar
atentamente las proporciones y los equilibrios”.
“Aunque se desea para todos una buena formación, no todos los sacerdotes deberán ser teólogos”, explicó.
Sobre esa formación intelectual, indicó que “debe tender a transmitir
los contenidos ciertos de la fe, argumentado razonablemente sus
fundamentos escriturísticos, los de la gran Tradición eclesial y del
Magisterio y hacerse acompañar por los ejemplos de vida de sacerdotes
santos”.
“No debéis desorientaros en los meandros de las diversas opiniones
teológicas que no dan certeza y ponen la Verdad revelada a la par de
cualquier otro “pensamiento humano” -aconsejó-. Uno se forma en las
certezas y tratando de tener en el propio equipaje una visión de
síntesis con el entusiasmo de la misión”.
El prefecto mostró su convencimiento en que “una buena y sólida
formación teológica, que descubra también el fundamento filosófico de la
metafísica y no tema acoger toda la Verdad completa, es el mejor
antídoto a las tantas “crisis de identidad”.
Y destacó la necesidad de utilizar el Catecismo y de “que la formación intelectual no viva equívocos de ningún género”.
Continuidad tras el Vaticano II
Respecto al Concilio Vaticano II, el cardenal Piacenza advirtió ante
las “polarizaciones, a veces ideológicas, que la interpretación de aquel
acontecimiento providencial ha suscitado”.
“Seréis vosotros, probablemente, la primera generación que
interpretará correctamente el Concilio Vaticano II, no según el
“espíritu” del Concilio, que tanta desorientación ha traído a la
Iglesia, sino según cuanto realmente el acontecimiento conciliar ha
dicho, en sus textos, a la Iglesia y al mundo”, afirmó.
“¡No existe un Concilio Vaticano II diverso del que ha producido los textos hoy en nuestra posesión!”, exclamó.
“En estos textos nosotros encontramos la voluntad de Dios para su
Iglesia y con ellos es necesario confrontarse, acompañados por dos mil
años de Tradición y de vida cristiana”, aseguró.
“¡Pero no existe, ni podría existir una Iglesia pre-Conciliar y una
post-Conciliar! -añadió-. Si fuera así, la segunda – la nuestra – ¡sería
histórica y teológicamente ilegítima!”.
Sacerdotes santos
Finalmente, recordó a los seminaristas el ejemplo de los santos
sacerdotes Agustín, Ambrosio, Tomás de Aquino, Carlos Borromeo, Juan
Maria Vianney, Juan Bosco, Pío X, el Padre Pío y José María Escrivá y
del beato Juan Pablo II”.
Y concluyó: “Seréis sacerdotes de la Iglesia que está formada por
tantísimos santos sacerdotes que durante los siglos han hecho luminoso,
bello y radiante y por tanto fácilmente reconocible, el rostro de
Cristo, Señor, en el mundo”.
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