Cómo cambiar la historia
¿Qué sentido tiene prometer el derecho de voto a alguien que ni siquiera es
libre de conducir, de viajar, de hacerse curar o de trabajar? ¿Qué sentido tiene
contar como individuos en el ágora cuando en la domus y sus
alrededores se depende de la autorización y de la voluntad ajenas?
Esta es, de hecho, la observación de fondo que ha comentado, al menos en
Occidente, la noticia del anuncio dato por el soberano saudí Abdullah bin Abdul
Aziz Al Saud: «Dado que no queremos marginar a las mujeres en las funciones
sociales
permitidas por la sharia, hemos decidido que desde el próximo mandato
las mujeres entrarán en la asamblea consultiva. Y que tendrán derecho a votar y
a presentarse como candidatas en las elecciones administrativas».
Ante el entusiasmo de algunos, muchos, por el contrario, han arrojado agua al
fuego: es sólo propaganda. Una reforma cosmética. Un truco publicitario, nada
más.
No cabe duda de que se trata de una estrategia política. Por lo demás, en la
historia del voto a las mujeres siempre ha sido así. En Occidente, algunos han
visto la medida del soberano saudí como una movida que trata de prevenir la
explosión de la primavera árabe en su país (como ha recordado Lucia Annunziata
en «La Stampa», la única protesta que se produjo en el Reino fue precisamente
dirigida por las mujeres).
Las noticias se deben contextualizar geográfica, social e históricamente: es
preciso recordar que las del jueves 29 de septiembre fueron las segundas
elecciones municipales en Arabia Saudí (las primeras se tuvieron hace seis
meses), país en el que no existen ni consultas políticas ni partidos ni
parlamentarios elegidos ni libertad de prensa. Los casi doce millones de mujeres
saudíes no gozan de derechos civiles. Arabia es el único ordenamiento en el
mundo que a las mujeres no concede ni siquiera el permiso de conducir. Las
señoras no pueden viajar sin el permiso de sus maridos, y sin autorización no
pueden trabajar o someterse a tratamiento médico. Sólo desde 2006, además, las
mujeres tienen derecho a pedir en autonomía el carné de identidad.
Aprovechando la «situación», confiamos en que las mujeres saudíes sabrán
traducir del mejor modo posible el derecho que finalmente les concede el poder.
No sólo gracias al índice de alfabetización de las mujeres (el 70,8 frente al
84,7% del de los hombres), y no sólo en virtud del uso brillantemente descarado
y genial que estas mujeres hacen de internet y de las redes sociales, sino
porque la historia de los últimos dos siglos nos habla de heroínas intrépidas
que, en cambio, fueron capaces de transformar brechas marginales y tímidas en
vorágines que ensancharon los horizontes de las comunidades a las que
pertenecían.
osservatoreromano.va
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