A los 8 años de edad un niño no puede consumir licor ni conducir un
auto, pero para una pareja de lesbianas en California, Estados Unidos, sí puede decidir un cambio de sexo.
La cadena CNN desató una intensa polémica en Estados Unidos al
difundir el caso de Thomas Lobel, un niño de 11 años al que sus madres
adoptivas someten a un tratamiento hormonal de "cambio de sexo" desde que cumplió 8 años y ahora se hace llamar Tammy.
La pareja asegura que Thomas tiene un "trastorno de identidad
sexual". El niño fue adoptado a los dos años de edad y a los cuatro años
tuvo un intento de automutilación.
Las mujeres admiten que siempre quisieron que Thomas fuera una niña
pero sostienen que nunca lo presionaron para que se convirtiera en
mujer. Según la pareja, una de las primeras cosas que dijo Thomas fue:
"soy una niña" y lo hizo en el lenguaje de signos porque sufre un
defecto en el habla.
Para la médico psiquiatra Maíta García Trovato, el caso de Thomas
Lobel es el de "un niño seriamente perturbado que amerita más que un
tratamiento hormonal, asistencia psiquiátrica. Para él y para sus dos
madres".
"¿Qué capacidad de decisión puede tener un niño de 11 años?", cuestionó García Trovato.
La experta explicó a ACI Prensa que "a los 8 años, en una familia
normal, tus padres te enseñan a comer lo que debes (no necesariamente
lo que quieres), te fijan horarios y te educan hacia la normalidad.
Desde luego, no se tiene capacidad legal para manejar un auto, tomar
licor, disponer de bienes patrimoniales, etc. Sin embargo, están
facilitando a este pobre niño que decida lo más importante que lo acompañará toda la vida: su identidad sexual".
"Éste es un caso significativo del riesgo que puede correr un niño al
ser dado en adopción para satisfacer los deseos de una pareja
homosexual. Se suman aquí, la ausencia de un progenitor de
identificación y otro de complementariedad; la falta de compromiso real
para afrontar la crianza del hijo en forma responsable buscando para él
las mejores oportunidades de una vida plena y la falta de criterio de
las personas a quienes ha sido entregado y que optan por lo que les
viene más fácil sin cuestionarse el papel que están jugando ellas en la
formación de la incipiente personalidad del niño", agregó.
Además, precisó que el caso "plantea cuestionamientos éticos y morales para el equipo médico que ha aceptado intervenir en el cambio de sexo de un pre púber".
"Son los adoptados y no los adoptantes quienes ostentan el derecho de
adopción. La adopción debe ir a favor del adoptado y siendo
especialmente cuidadosos con su bienestar, independientemente de las
aspiraciones de los adoptantes".
De ahí, prosiguió la experta, "que, normalmente, las adopciones van
precedidas de un estudio minucioso de la capacidad física, psicológica y
moral de las
personas a quienes se va a confiar el destino de un menor. Bastante
desventura tiene ya por ser huérfano para introducirlo en situaciones
disfuncionales y en experimentos de cualquier índole".
Asimismo, advirtió que las madres de Thomas arguyen que admitieron el
tratamiento "porque hay historias de transexuales que se han suicidado
alrededor de los 20 años".
Sin embargo, García Trovato recordó la historia del canadiense David
Reimer (1966-2004) , quien de niño perdió sus genitales por una mala
práctica médica, sufrió una reasignación sexual y terminó suicidándose,
al no poder recuperar su sexo de nacimiento.
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