Entrevista a Jennifer Lahl, presidenta del Center for Bioethica and Culture Network
Por Antonio Gaspari
El comercio de los óvulos femeninos es una actividad que ha alcanzado
un beneficio de billones de dólares. En los Estados Unidos se la
considera una verdadera industria.
Sin embargo comienzan a aparecer historias de mujeres que han sido
explotadas y que han arriesgado sus vidas por los daños sufridos con la
sobreestimulación y extracción de óvulos.
Surge así el lado oscuro, secretos y controversias de este comercio.
En todo el mundo hay anuncios en los que se solicita a mujeres jóvenes a
vender sus óvulos por decenas de millares de dólares.
La venta se justifica con un fin humanitario, sosteniendo que estos
óvulos servirán “para realizar el sueño de los que sufren la
infertilidad”.
¿Pero quienes son las donantes de óvulos?¿Se las trata con justicia?
¿O son sólo víctimas del cínico utilitarismo del mercado? ¿Y cuáles son
los riesgos a corto y a largo plazo para su salud?
Para responder a estas y a otras preguntas el Centro de Bioética y Cultura (Center for Bioethica and Culture Network, http://www.cbc-network.org/),
ha realizado una investigación y la ha contado en un documental con el
título: “Eggsploitation. The infertility has a dirty little secret” (www.eggsploitation.com).
Después de haber visto este documental, Kelly Vincent-Brunacini, presidenta de la asociación Feminista por la Vida de
Nueva York, dijo que “ Eggsploitation es un documento convincente y
revelador que muestra al espectador la otra cara de la industria de la
infertilidad”. Así se descubren las historias inquietantes y
conmovedoras de mujeres cuyas vidas se han truncado para siempre después
de haber sufrido el procedimiento de la donación de óvulos.
Las tres mujeres que dan su experiencia en el documental arriesgaron
la vida a causa de las complicaciones asociadas con la donación de
óvulos. Una sufrió una embolia que ha dañado su cerebro, otra desarrolló
un tumor en el pecho, mientras que la última tiene distintos problemas
de salud asociados con la sobreestimulación ovárica a la que ha sido
sometida.
Para profundizar en un tema, cuyas implicaciones sanitarias, médicas y
sociales serán cada vez más importantes, ZENIT entrevistó a Jennifer
Lahl, Presidenta del Center for Bioethica and Culture Network.
¿De qué habla “Eggsploitation”, el documental que usted ha producido?
J. Lahl: Yo soy la autora, la productora y la directora de “Eggsploitation”, que ha ganado el premio como mejor documental en el California Independent Film Festival 2011. Hemos vendido el film en más de 29 países y se ha enseñado en todo el mundo.
¿Cuáles son lo que usted llama pequeñas basuras de la industria de la infertilidad?
J. Lahl: Los “pequeños secretos basura” son muchos.
Por ejemplo, las mujeres no son informadas de los riesgos y las
complicaciones a corto y largo plazo. Y no se las sigue cuando comienzan
a sufrir problemas sanitarios. Sin tener a disposición los datos a
largo plazo sobre las técnicas de sobreestimulación, es evidente que las
mujeres no pueden ser informadas adecuadamente sobre los eventuales
riesgos para la salud. Hay mucha hipocresía, se habla de donación de
óvulos, pero a todos los efectos se trata de una “venta” condicionada
por el utilitarismo de mercado. El consenso no es informado, sino
comprado, porque las mujeres necesitan dinero. Es evidente que los
médicos implicados deberían exigir un “CORRECTO consenso informado”,
deberían tener a mano los datos científicos para realizar estudios de
amplia dimensión y deberían impedir la oferta de dinero. En el
transcurso de la investigación, hemos descubierto que algunos fármacos
para la fertilidad que se usan nunca han recibido la aprobación de las
autoridades para este uso particular.
El Lupron, por ejemplo, fue aprobado por la U.S Food and Drug Administration
(FDA), como un fármaco para la cura del cáncer de próstata en estado
terminal, pero no para la superovulación. Resulta así que las
violaciones de la industria de la infertilidad son graves y numerosas:
ningún estudio a largo plazo sobre los riesgos sanitarios, violaciones
del consenso informado, corrupción inducida con el ofrecimiento de
dinero, escasa o ausente protección a la donante, sobre todo cuando se
provoca un daño en los óvulos.
¿A cuánto se eleva el beneficio del comercio de óvulos?
J. Lahl: Es muy difícil cuantificar el número de
donaciones de óvulos. La mayor parte de estas compraventas sucede “bajo
mano” y “fuera de las actividades controladas”. Se trata de un sector en
expansión y fuera de control.
¿Quiénes son las donantes de óvulos?
J. Lahl: Normalmente son las mujeres entre 21 y 30
años, que están en el momento de mayor actividad reproductiva. En la
mayor parte de los casos son mujeres que necesitan dinero. En Estados
Unidos, a menudo, se trata de estudiantes universitarias con edades
comprendidas entre 19 y 25 años, que necesitan pagar las tasas
universitarias, alquileres... En los países más pobres son mujeres que
necesitan pagar el alquiler de sus casas y la comida para poder seguir
adelante.
¿Cuáles son los riesgos para la salud a corto y a largo plazo?
J. Lahl: Los riesgos a corto plazo son todos los
vinculados con la práctica de la sobreestimulación ovárica (OHSS),
además de embolias, trombos, aumento de peso, desequilibrios del estado
de ánimo... Los riesgos a largo plazo son los tumores (en particular los
tumores del aparato reproductivo) y problemas de reducción de la
fertilidad.
¿No le parece paradójico que mientra por una parte se abortan
50 millones de niños y niñas cada año, por la otra haya personas
dispuestas a todo para tener óvulos que fecundar?
J. Lahl: Sí, se trata de una paradoja cínica. Por un lado se tiran a
la basura niños concebidos y por la otra se gastan enormes recursos y se
explota el cuerpo de las personas para ¡crear vida en un laboratorio!.
¿No sería mejor hacer nacer a todos los concebidos y dejar en adopción a los que no son aceptados?
J. Lahl: En un mundo de amor, lo mejor que se podría
hacer es que las madres y los padres acogieran en sus familias a todos
los niños concebidos. Tenemos mucho trabajo por hacer para alentar a las
madres y los padres a tener a sus niños y evitar la interrupción del
embarazo. Si no se sienten capaces de cuidar a sus propios hijos, no es
fácil convencerlos de que favorezcan y alienten la adopción.
zenit.org
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