El encuentro con los ortodoxos en el seminario de Friburgo
Eminencias, Excelencias,
Venerables representantes de las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales
Me alegra mucho que hoy estemos aquí reunidos. Les agradezco de todo corazón
su presencia y la posibilidad de este intercambio amigable. Le agradezco en
particular a usted, Metropolita Augoustinos, sus hondas palabras. Me ha
impresionado sobre todo lo que ha dicho de la Madre de Dios y los santos, que
abrazan y unen todos los siglos. En este contexto, me complace repetir lo que he
dicho en otras ocasiones: sin duda, entre las Iglesias y las comunidades
cristianas, la Ortodoxia es la más cercana teológicamente a nosotros; católicos
y ortodoxos han conservado la misma estructura de la
Iglesia
de los orígenes; en este sentido, todos nosotros somos “Iglesia de los orígenes”
que, no obstante, sigue siendo presente y nueva. Por eso nos atrevemos a esperar
que no esté muy lejano el día en que podamos celebrar de nuevo juntos la
Eucaristía, aunque desde el punto de vista humano surjan repetidamente
dificultades (cf. Luz del Mundo. Una conversación con Peter Seewald,
pp. 99s).
La Iglesia católica – y yo personalmente – sigue con interés y simpatía el
desarrollo de las comunidades ortodoxas en Europa occidental, que han tenido un
notable crecimiento. Actualmente, viven en Alemania – así he oído –
aproximadamente un millón seiscientos mil cristianos ortodoxos y ortodoxos
orientales. Se han convertido en parte constitutiva de la sociedad,
contribuyendo a hacer más vivo el patrimonio de las culturas cristianas y de la
fe cristiana en Europa. Me alegra la intensificación de la colaboración
panortodoxa, que en los últimos años ha hecho progresos esenciales. La fundación
de las Conferencias Episcopales Ortodoxas – de las que usted ha hablado –, allí
donde las Iglesias Ortodoxas se encuentran en la diáspora, es expresión de las
relaciones sólidas dentro de la Ortodoxia. Me alegra que el año pasado se haya
dado en Alemania este paso. Que las experiencias que se viven en estas
Conferencias Episcopales refuercen la unión entre las Iglesias ortodoxas y hagan
avanzar los esfuerzos en favor de un concilio panortodoxo.
Desde que era profesor en Bonn y especialmente luego, siendo Arzobispo de
Múnich y Frisinga, pude conocer y apreciar cada vez más en profundidad la
Ortodoxia por la amistad personal con representantes de las Iglesias ortodoxas.
En aquel tiempo, se inició también el trabajo de la Comisión conjunta de la
Conferencia Episcopal Alemana y de la Iglesia Ortodoxa. Desde entonces, con sus
textos dedicados a cuestiones pastorales y prácticas, promueve la comprensión
recíproca y contribuye a consolidar y desarrollar las relaciones
católico-ortodoxas en Alemania.
Es igualmente importante continuar el trabajo para aclarar las diferencias
teológicas, pues su superación es indispensable para el restablecimiento de la
unidad plena, que deseamos y por la que oramos. Sabemos que, sobre todo, es la
cuestión del primado en torno a la cual hemos de continuar, con paciencia y
humildad, los esfuerzos en el debate para su justa comprensión. Pienso que en
esto pueden darnos aún impulsos fructuosos las reflexiones acerca del
discernimiento entre la naturaleza y la forma del ejercicio del primado que hizo
el Papa Juan Pablo II en la Encíclica Ut
unum sint (n. 95).
Veo también con gratitud el trabajo de la Comisión mixta internacional para
el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas
orientales. Estoy contento, veneradas Eminencias y venerables representantes de
las Iglesias Ortodoxas orientales, de encontrar con ustedes a los representantes
de las Iglesias implicadas en este diálogo. Los resultados obtenidos hacen
crecer la recíproca comprensión y el acercamiento mutuo.
En la actual tendencia de nuestro tiempo, en que son bastantes los que
quieren, por decirlo así, “liberar” de Dios a la vida pública, las Iglesias
cristianas en Alemania – entre las cuales están también los cristianos ortodoxos
y ortodoxos orientales –, fundadas en la fe en el único Dios y Padre de todos
los hombres, caminan juntas por la senda de un testimonio pacífico para la
comprensión y la comunión entre los pueblos. Al hacer esto, no dejan de poner el
milagro de la encarnación de Dios en el centro del anuncio. Conscientes de que
sobre este milagro se funda toda la dignidad de la persona, se comprometen
juntas en la protección de la vida humana desde su concepción hasta su muerte
natural. La fe en Dios, creador de la vida, y el permanecer absolutamente fieles
a la dignidad de cada persona fortalece a los cristianos para oponerse
decididamente a cualquier intervención que manipule y seleccione la vida humana.
Además, conociendo el valor del matrimonio y de la familia, nos preocupa como
cristianos, como algo importante, proteger de toda interpretación errónea la
integridad y la singularidad del matrimonio entre un hombre y una mujer. Este
compromiso común de los cristianos, entre los que se encuentran los fieles
ortodoxos y ortodoxos orientales, ofrece una contribución valiosa a la
edificación de una sociedad que puede tener futuro, en la cual se dé el debido
respeto a la persona humana.
Al concluir, quisiera volver la mirada a María – usted nos la ha presentado
como Panaghia –, a la Hodegetria
, la “guía del
camino”, que es venerada también en Occidente bajo el título de “Nuestra Señora
del Camino”. La Santísima Trinidad ha dado a María, la Virgen Madre, a la
humanidad para que Ella, con su intercesión, nos guíe a través del tiempo y nos
indique el camino hacia su cumplimiento. A Ella nos encomendamos y presentamos
nuestra petición de llegar a ser en Cristo una comunidad cada vez más
íntimamente unida, para alabanza y gloria de su Nombre. Gracias.
27 de septiembre de 2011
osservatoreromano.va
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