«La
obra se dirige a los sacerdotes y los que se preparan para el
sacerdocio, pero también a cualquier persona que desee ahondar en el
papel del presbítero en la sociedad contemporánea, en el valor de su
servicio, centrado en la Eucaristía, y dirigido a promover la unidad y
la vitalidad de la fe cristiana, y el amor entre las personas», explica el profesor Pellitero.
El volumen tiene en su origen en la jornada académica que organizó la Facultad de Teología en 2010 con motivo del Año Sacerdotal, bajo el título 'El sacerdocio ministerial en la misión de la Iglesia'.
Recoge las intervenciones correspondientes a esa jornada, seguidos por
otros textos que complementan el tema desde diversas perspectivas.
Las primeras constituyen los cinco primeros capítulos: Sacerdocio común y sacerdocio ministerial en la misión de la Iglesia (Pedro Rodríguez), Identidad del sacerdocio ministerial: la relacionalidad como clave de comprensión (Santiago del Cura), La dimensión profética del ministerio sacerdotal (Rafael Zornoza Boy), La presidencia litúrgica, elemento constitutivo del ministerio ordenado (Félix María Arocena) y La unidad de vida en el sacerdote (Lucas Francisco Mateo-Seco).
Los segundos son: ‘Ordo Presbyterorum’ y Presbiterios locales (José Ramón Villar), La espiritualidad sacerdotal (Vicente Bosch), Aspectos fundamentales de la formación para el sacerdocio ministerial (Tomás Rincón-Pérez), y La propuesta vocacional como tarea de los sacerdotes (Ángel Marzoa).
El
profesor Pellitero es capellán de la Facultad de Ciencias de la
Universidad de Navarra y profesor de la Facultad de Teología y del
Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ISCR) del campus pamplonés.
Es autor del blog Iglesia y Nueva Evangelización.
En los tiempos que corren, ¿cuál es la misión del sacerdote?
La
misión del sacerdote se inscribe en la misión de la Iglesia, que
consiste en posibilitar el encuentro de Jesucristo con todas las
personas. El sacerdote sirve en primer lugar a los cristianos: predica
la Palabra de Dios, preside la celebración de los sacramentos (sobre
todo la Eucaristía y el perdón de los pecados en nombre de Cristo y de
la Iglesia) y promueve la caridad en todos los ámbitos. Como decía el
entonces Cardenal Wojtyla en 1978, el sacerdote se sitúa en el centro
del misterio de Cristo, y desde ahí sirve a la verdadera felicidad de
los hombres, que sólo puede encontrarse en el amor a Dios y al prójimo.
En
los últimos años ha habido algunos casos de infidelidad a la Iglesia
por parte de sacerdotes, como ocurre con los abusos a menores. ¿En qué
medida atentan contra la auténtica identidad del sacerdocio? ¿Pueden
llegar a ensombrecerla?
Estos
abusos cometidos por sacerdotes son, efectivamente, una gran
infidelidad a la Iglesia, y antes que nada a las personas que se les
confiaron. Y por tanto deben llevar, como ha señalado el Papa, al
arrepentimiento sincero, a reparar el daño causado a las víctimas y, por
parte de la Iglesia, a un examen de conciencia sobre la formación y la
vida de los sacerdotes.
Ciertamente,
estos sucesos ensombrecen la imagen de los sacerdotes, pero no alteran
su identidad. Cristo los escoge no porque sean superhombres, perfectos e
intachables; sino porque, siendo de carne y hueso, pueden servirle como
ministros. El acceso al sacerdocio va unido a la libre opción del que
recibe la llamada de Dios. Esto exige del sacerdote una respuesta a lo
largo de su vida. Y esa respuesta se apoya en la honradez humana como
base de su empeño por la santidad y de su tarea al servicio a todos. Los
valores éticos y las virtudes humanas y cristianas brillan en la gran
mayoría de los sacerdotes, que se esfuerzan por ser fieles a su misión,
desde el principio del cristianismo. Son hombres que no se han sentido “solterones”, sino que, como decía San Josemaría Escrivá de Balaguer, han vivido y viven como «enamorados del Amor, del Hacedor del Amor» (Forja, n. 38).
Como
acaba de hacer, usted suele decir que este ministerio es un don para
servir a los demás. ¿Cuáles son las mayores dificultades con las que se
encuentran los sacerdotes para ponerlo en práctica?
En
las familias (la Iglesia es una familia), los padres y madres necesitan
también de los demás para criar y educar a los hijos; y, como todas las
personas cuando caen enfermas o se hace mayores, necesitan de sus
hijos. También los sacerdotes necesitan de Dios y de los demás
cristianos a quienes ellos deben servir. Los sacerdotes requieren una
vida de amistad con Dios (oración) y una formación adecuada, junto con
el cariño y el apoyo necesarios para su ministerio. Es una gran
responsabilidad de todos los cristianos rezar por los sacerdotes y no
dejarles solos. Y es lógico que la sociedad, como se hace en tantos
países, reconozca el servicio que los sacerdotes prestan a la educación,
a la convivencia y a la paz.
¿Cómo
ha cambiado el cometido de los sacerdotes a lo largo de estos 2.000
años de historia? ¿En qué aspecto se tiene que poner más énfasis
actualmente?
Esencialmente
la tarea de los sacerdotes, sin la que no existirían la Iglesia ni los
cristianos, siempre ha sido la misma: anunciar el Evangelio, celebrar
los sacramentos, promover la caridad. En las diversas épocas y culturas
se requiere subrayar unos aspectos u otros. A partir del Concilio
Vaticano II, en formulación de Juan Pablo II, se redescubre que “el hombre es el camino de la Iglesia”.
Esto quiere decir que la Evangelización se dirige a todos los hombres y
mujeres, y afecta a todos los ámbitos —espirituales y materiales— de la
vida humana.
Con
otras palabras, el anuncio del Evangelio ha de ir acompañado de la
promoción humana, pues la persona es un todo compuesto de cuerpo y
espíritu y llamado esencialmente a la relación con los demás. Todo esto
lo impulsa el sacerdote desde su “lugar”: predicando, celebrando
los sacramentos y orientando la vida cristiana de sus hermanos, y así
presta un servicio incomparable a la sociedad entera.
Hoy
se ve necesario subrayar el valor de la adoración a Dios (la oración y
el culto principalmente en la Eucaristía) y también la preocupación por
las necesidades materiales y espirituales de los demás, precisamente
como consecuencia de la oración y del culto; en este sentido es
fundamental la Doctrina Social de la Iglesia.
Una
de las aportaciones de nuestra era son las nuevas tecnologías. ¿Cree
que pueden ser una herramienta útil para los sacerdotes a la hora de
predicar el Evangelio?
Como
todos los instrumentos humanos que sirven a la comunicación, estas
tecnologías pueden ser muy útiles, en la medida en que ayuden “realmente” y no distraigan o entorpezcan la comunicación entre las personas.
En
la tarea sacerdotal, estos medios pueden extender más lejos y antes la
Palabra de Dios, aunque no sustituyen la presencia del sacerdote,
particularmente en los sacramentos. Pueden servir a la preparación de la
fe y mostrar aspectos de la fe que no se expresan fácilmente sólo con
palabras que recubren conceptos; pues la fe afecta a todas las esferas
de la persona, que vive y reflexiona a partir de sus experiencias,
proyectos e ideales, relaciones familiares y sociales, etc.
Así,
estas tecnologías pueden enriquecer la comunicación del Evangelio por
medio de imágenes u otros símbolos; por ejemplo, mostrando los frutos de
la vida cristiana en las familias, los trabajos, los acontecimientos y
el progreso auténtico de las personas y de los pueblos.
almudi.org
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