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sábado, 24 de octubre de 2015

Texto completo del discurso de Papa Francisco al concluir el Sínodo de los obispos sobre la vocación y misión de la Familia (24 de octubre de 2015)

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Queridas Beatitudes, eminencias, excelencias, 
Queridos hermanos y hermanas:

Quisiera ante todo agradecer al Señor que ha guiado nuestro camino sinodal en estos años con el Espíritu Santo, que nunca deja a la Iglesia sin su apoyo.

Agradezco de corazón al Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo, a Monseñor Fabio Fabene, Subsecretario, y también al Relator, el Cardenal Peter Erdő, y al Secretario especial, Monseñor Bruno Forte, a los Presidentes delegados, a los escritores, consultores, traductores y a todos los que han trabajado incansablemente y con total dedicación a la Iglesia: gracias de corazón.

Agradezco a todos ustedes, queridos Padres Sinodales, delegados fraternos, auditores y auditoras, asesores, párrocos y familias por su participación activa y fructuosa.

Doy las gracias igualmente a los que han trabajado de manera anónima y en silencio, contribuyendo generosamente a los trabajos de este Sínodo.

Les aseguro mi plegaria para que el Señor los recompense con la abundancia de sus dones de gracia.

Mientras seguía los trabajos del Sínodo, me he preguntado: ¿Qué significará para la Iglesia concluir este Sínodo dedicado a la familia?

Ciertamente no significa haber concluido con todos los temas inherentes a la familia, sino que ha tratado de iluminarlos con la luz del Evangelio, de la Tradición y de la historia milenaria de la Iglesia, infundiendo en ellos el gozo de la esperanza sin caer en la cómoda repetición de lo que es indiscutible o ya se ha dicho.

Seguramente no significa que se hayan encontrado soluciones exhaustivas a todas las dificultades y dudas que desafían y amenazan a la familia, sino que se han puesto dichas dificultades y dudas a la luz de la fe, se han examinado atentamente, se han afrontado sin miedo y sin esconder la cabeza bajo tierra.

Significa haber instado a todos a comprender la importancia de la institución de la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer, fundado sobre la unidad y la indisolubilidad, y apreciarla como la base fundamental de la sociedad y de la vida humana.

Significa haber escuchado y hecho escuchar las voces de las familias y de los pastores de la Iglesia que han venido a Roma de todas partes del mundo trayendo sobre sus hombros las cargas y las esperanzas, la riqueza y los desafíos de las familias.

Significa haber dado prueba de la vivacidad de la Iglesia católica, que no tiene miedo de sacudir las conciencias anestesiadas o de ensuciarse las manos discutiendo animadamente y con franqueza sobre la familia.

Significa haber tratado de ver y leer la realidad o, mejor dicho, las realidades de hoy con los ojos de Dios, para encender e iluminar con la llama de la fe los corazones de los hombres, en un momento histórico de desaliento y de crisis social, económica, moral y de predominio de la negatividad.

Significa haber dado testimonio a todos de que el Evangelio sigue siendo para la Iglesia una fuente viva de eterna novedad, contra quien quiere «adoctrinarlo» en piedras muertas para lanzarlas contra los demás.

Significa haber puesto al descubierto a los corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso dentro de las enseñanzas de la Iglesia o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas.

Significa haber afirmado que la Iglesia es Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores en busca de perdón, y no sólo de los justos y de los santos, o mejor dicho, de los justos y de los santos cuando se sienten pobres y pecadores.

Significa haber intentado abrir los horizontes para superar toda hermenéutica conspiradora o un cierre de perspectivas para defender y difundir la libertad de los hijos de Dios, para transmitir la belleza de la novedad cristiana, a veces cubierta por la herrumbre de un lenguaje arcaico o simplemente incomprensible.

En el curso de este Sínodo, las distintas opiniones que se han expresado libremente –y por desgracia a veces con métodos no del todo benévolos– han enriquecido y animado sin duda el diálogo, ofreciendo una imagen viva de una Iglesia que no utiliza «módulos impresos», sino que toma de la fuente inagotable de su fe agua viva para refrescar los corazones resecos.1

Y –más allá de las cuestiones dogmáticas claramente definidas por el Magisterio de la Iglesia– hemos visto también que lo que parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño, casi como un escándalo, para el obispo de otro continente; lo que se considera violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión. En realidad, las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado.2 El Sínodo de 1985, que celebraba el vigésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, habló de la inculturación como «una íntima transformación de los auténticos valores culturales por su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en todas las culturas humanas».3

La inculturación no debilita los valores verdaderos, sino que muestra su verdadera fuerza y su autenticidad, porque se adaptan sin mutarse, es más, trasforman pacíficamente y gradualmente las diversas culturas.4

Hemos visto, también a través de la riqueza de nuestra diversidad, que el desafío que tenemos ante nosotros es siempre el mismo: anunciar el Evangelio al hombre de hoy, defendiendo a la familia de todos los ataques ideológicos e individualistas.

Y, sin caer nunca en el peligro del relativismo o de demonizar a los otros, hemos tratado de abrazar plena y valientemente la bondad y la misericordia de Dios, que sobrepasa nuestros cálculos humanos y que no quiere más que «todos los hombres se salven» (1 Tm 2,4), para introducir y vivir este Sínodo en el contexto del Año Extraordinario de la Misericordia que la Iglesia está llamada a vivir.

Queridos Hermanos:

La experiencia del Sínodo también nos ha hecho comprender mejor que los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra sino el espíritu; no las ideas, sino el hombre; no las fórmulas sino la gratuidad del amor de Dios y de su perdón. Esto no significa en modo alguno disminuir la importancia de las fórmulas, de las leyes y de los mandamientos divinos, sino exaltar la grandeza del verdadero Dios que no nos trata según nuestros méritos, ni tampoco conforme a nuestras obras, sino únicamente según la generosidad sin límites de su misericordia (cf. Rm 3,21-30; Sal 129; Lc 11,37-54). Significa superar las tentaciones constantes del hermano mayor (cf. Lc 15,25-32) y de los obreros celosos (cf. Mt 20,1-16). Más aún, significa valorar más las leyes y los mandamientos, creados para el hombre y no al contrario (cf. Mc 2,27).

En este sentido, el arrepentimiento debido, las obras y los esfuerzos humanos adquieren un sentido más profundo, no como precio de la invendible salvación, realizada por Cristo en la cruz gratuitamente, sino como respuesta a Aquel que nos amó primero y nos salvó con el precio de su sangre inocente, cuando aún estábamos sin fuerzas (cf. Rm 5,6).

El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas o anatemas sino proclamar la misericordia de Dios, de llamar a la conversión y de conducir a todos los hombres a la salvación del Señor (cf. Jn 12,44-50).

El beato Pablo VI decía con espléndidas palabras: «Podemos pensar que nuestro pecado o alejamiento de Dios enciende en él una llama de amor más intenso, un deseo de devolvernos y reinsertarnos en su plan de salvación [...]. En Cristo, Dios se revela infinitamente bueno [...]. Dios es bueno. Y no sólo en sí mismo; Dios es –digámoslo llorando- bueno con nosotros. Él nos ama, busca, piensa, conoce, inspira y espera. Él será feliz –si puede decirse así–el día en que nosotros queramos regresar y decir: “Señor, en tu bondad, perdóname. He aquí, pues, que nuestro arrepentimiento se convierte en la alegría de Dios».5

También san Juan Pablo II dijo que «la Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia [...] y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora».6

Y el Papa Benedicto XVI decía: «La misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios [...] Todo lo que la Iglesia dice y realiza, manifiesta la misericordia que Dios tiene para con el hombre. Cuando la Iglesia debe recordar una verdad olvidada, o un bien traicionado, lo hace siempre impulsada por el amor misericordioso, para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia (cf. Jn 10,10)».7

En este sentido, y mediante este tiempo de gracia que la Iglesia ha vivido, hablado y discutido sobre la familia, nos sentimos enriquecidos mutuamente; y muchos de nosotros hemos experimentado la acción del Espíritu Santo, que es el verdadero protagonista y artífice del Sínodo. Para todos nosotros, la palabra «familia» no suena lo mismo que antes, hasta el punto que en ella encontramos la síntesis de su vocación y el significado de todo el camino sinodal.8

Para la Iglesia, en realidad, concluir el Sínodo significa volver verdaderamente a «caminar juntos» para llevar a todas las partes del mundo, a cada Diócesis, a cada comunidad y a cada situación la luz del Evangelio, el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios.

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1Cf. Carta al Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica Argentina en el centenario de la Facultad de Teología (3 marzo 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 13 marzo 2015, p. 13..

2 Cf. Pontificia Comisión Bíblica, Fe y cultura a la luz de la biblia. Actas de la Sesión plenaria 1979 de la Pontificia Comisión Bíb lica; CONC. ECUM. VAT. II, Cost. Past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 44.

3 Relación final (7 diciembre 1985): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 diciembre 1985, p. 14.

4 «En virtud de su misión pastoral, la Iglesia debe mantenerse siempre atenta a los cambios históricos y a la evolución de la mentalidad. Claro, no para someterse a ellos, sino para superar los obstáculos que se pueden oponer a la acogida de sus consejos y sus directrices»: Entrevista al Card. Georges Cottier, Civiltà Cattolica, 8 agosto 2015, p. 272.

5 Homilía (23 junio 1968): Insegnamenti, VI (1968), 1176-1178.

6 Cart. Enc. Dives in misericordia (30 noviembre 1980), 13. Dijo también: «En el misterio Pascual [...] Dios se muestra como es: un Padre de infinita ternura, que no se rinde frente a la ingratitud de sus hijos, y que siempre está dispuesto a perdonar»,Regina coeli (23 abril 1995): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 28 abril 1995, p. 1; y describe la resistencia a la misericordia diciendo: «La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de misericordia parecen producir una cierta desazón en el hombre», Cart. Enc. Dives in misericordia (30 noviembre 1980), 2.

7 Regina coeli (30 marzo 2008): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 4 abril 2008, p. 1. Y hablando del poder de la misericordia afirma: «Es la misericordia la que pone un límite al mal. En ella se expresa la naturaleza del todo peculiar de Dios: su santidad, el poder de la verdad y del amor», Homilía durante la santa misa en el Domingo de la divina Misericordia (15 abril 2007): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 abril 2007, p. 3.

8 Un análisis acróstico de la palabra «familia» [en italiano f-a-m-i-g-l-i-a] nos ayuda a resumir la misión de la Iglesia en la tarea de:

Formar a las nuevas generaciones para que vivan seriamente el amor, no con la pretensión individualista basada sólo en el placer y en el «usar y tirar», sino para que crean nuevamente en el amor auténtico, fértil y perpetuo, como la única manera de salir de sí mismos; para abrirse al otro, para ahuyentar la soledad, para vivir la voluntad de Dios; para realizarse plenamente, para comprender que el matrimonio es el «espacio en el cual se manifiestan el amor divino; para defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio» (Homilía en la Santa Misa de apertura de la XIV Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, 4 octubre 2015: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 9 octubre 2015, p. 4; y para valorar los cursos prematrimoniales como oportunidad para profundizar el sentido cristiano del sacramento del matrimonio.

Andar hacia los demás, porque una Iglesia cerrada en sí misma es una Iglesia muerta. Una Iglesia que no sale de su propio recinto para buscar, para acoger y guiar a todos hacía Cristo es una Iglesia que traiciona su misión y su vocación.

Manifestar y difundir la misericordia de Dios a las familias necesitadas, a las personas abandonadas; a los ancianos olvidados; a los hijos heridos por la separación de sus padres, a las familias pobres que luchan por sobrevivir, a los pecadores que llaman a nuestra puerta y a los alejados, a los diversamente capacitados, a todos los que se sienten lacerados en el alma y en el cuerpo, a las parejas desgarradas por el dolor, la enfermedad, la muerte o la persecución.

Iluminar las conciencias, a menudo asediadas por dinámicas nocivas y sutiles, que pretenden incluso ocupar el lugar de Dios creador. Estas dinámicas deben de ser desenmascaradas y combatidas en el pleno respeto de la dignidad de toda persona humana.

Ganar y reconstruir con humildad la confianza en la Iglesia, seriamente disminuida a causa de las conductas y los pecados de sus propios hijos. Por desgracia, el antitestimonio y los escándalos en la Iglesia cometidos por algunos clérigos han afectado a su credibilidad y han oscurecido el fulgor de su mensaje de salvación.

Laborar para apoyar y animar a las familias sanas, las familias fieles, las familias numerosas que, no obstante las dificultades de cada día, dan cotidianamente un gran testimonio de fidelidad a los mandamientos del Señor y a las enseñanzas de la Iglesia.

Idear una pastoral familiar renovada que se base en el Evangelio y respete las diferencias culturales. Una pastoral capaz de transmitir la Buena Noticia con un lenguaje atractivo y alegre, y que quite el miedo del corazón de los jóvenes para que asuman compromisos definitivos. Una pastoral que preste particular atención a los hijos, que son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. Una pastoral innovadora que consiga una preparación adecuada para el sacramento del matrimonio y abandone la práctica actual que a menudo se preocupa más por las apariencias y las formalidades que por educar a un compromiso que dure toda la vida.

Amar incondicionalmente a todas las familias y, en particular, a las pasan dificultades. Ninguna familia debe sentirse sola o excluida del amor o del amparo de la Iglesia. El verdadero escándalo es el miedo a amar y manifestar concretamente este amor.

Texto y audio completo de la catequesis del Papa traducido del italiano (21 de octubre de 2015)

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En la meditación pasada hemos reflexionado sobre las importantes promesas que los padres hacen a los niños, desde que ellos son pensados en el amor y concebidos en el vientre.
Podemos agregar que, mirando bien, la entera realidad familiar está fundada sobre la promesa -pensemos bien esto-, la realidad familiar está fundada sobre la promesa: se puede decir que la familia vive de la promesa de amor y de fidelidad que el hombre y la mujer hacen el uno a la otra. Esta implica el compromiso de recibir y educar a los hijos; pero actúa también en el cuidado de los padres ancianos, en el proteger y cuidar los miembros más débiles de la familia, en el ayudarse el uno al otro para realizar las propias cualidades y aceptar los propios límites.

domingo, 18 de octubre de 2015

Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus (18 de octubre de 2015)

Queridos hermanos y hermanas,

Sigo con gran preocupación la situación de tensión y violencia que afecta la Tierra Santa. En este momento se necesita mucho coraje y mucha fortaleza de ánimo para decir no al odio y a la venganza y cumplir gestos de paz. Por esto rezamos, para que Dios refuerce en todos, gobernantes y ciudadanos, la valentía de oponerse a la violencia y de realizar pasos concretos de distensión. En el contexto actual de Oriente Medio es más que nunca decisivo que se haga la paz en la Tierra Santa: esto nos pide Dios y el bien de la humanidad.

Al final de esta celebración, deseo saludar a todos ustedes que han venido a rendir homenaje a los nuevos Santos, especialmente a las Delegaciones oficiales de Italia, España y Francia.

Texto completo de la homilía del Papa (18 de octubre de 2015)

Las lecturas bíblicas de hoy nos hablan del servicio y nos llaman a seguir a Jesús a través de la vía de la humildad y de la cruz.

El profeta Isaías describe la figura del Siervo de Yahveh (53,10-11) y su misión de salvación. Se trata de un personaje que no ostenta una genealogía ilustre, es despreciado, evitado de todos, acostumbrado al sufrimiento. Uno del que no se conocen empresas grandiosas, ni célebres discursos, pero que cumple el plan de Dios con su presencia humilde y silenciosa y con su propio sufrimiento. Su misión, en efecto, se realiza con el sufrimiento, que le ayuda a comprender a los que sufren, a llevar el peso de las culpas de los demás y a expiarlas. La marginación y el sufrimiento del Siervo del Señor hasta la muerte, es tan fecundo que llega a rescatar y salvar a las muchedumbres.

sábado, 17 de octubre de 2015

Texto y audio completo de la catequesis del Papa traducido del italiano (14 de octubre de 2015)

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Hoy como las previsiones del tiempo eran un poco inseguras, se esperaba la lluvia, esta audiencia se realiza contemporáneamente en dos lugares, nosotros en la plaza y 700 enfermos en el aula Pablo VI que siguen la audiencia en las pantallas, todos estamos unidos, saludamos a ellos con un aplauso.

La palabra de Jesús es fuerte hoy ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Jesús es realista y dice que es inevitable que vengan los escándalos pero ¡ay del hombre que causa el escándalo!

Yo quisiera antes de iniciar la catequesis, a nombre de la Iglesia, pedirles perdón por los escándalos que en estos últimos tiempos han ocurrido sea en Roma que en el Vaticano ¡les pido perdón! 

Hoy reflexionaremos sobre un argumento muy importante: las promesas, las promesas que hacemos a los niños. No hablo de las promesas que hacemos aquí o allá, durante el día, para ponerlos contentos o para hacer que se porten bien (quizá con algún truco inocente, te doy un caramelo, esas promesas…), para intentar a que se comprometan en la escuela o para disuadirlos de algún capricho. Hablo de otras promesas, de las promesas más importantes, decisivas para lo que esperan de la vida, para su confianza en los seres humanos, para su capacidad de concebir el nombre de Dios como una bendición. Son promesas que nosotros les hacemos a ellos.

Nosotros adultos estamos listos para hablar de los niños como una promesa de la vida. Todos decimos los niños son una promesa de la vida. Y también fácilmente nos conmovemos diciendo que los jóvenes son nuestro futuro. Es verdad. Pero me pregunto, a veces ¡si somos también serios con su futuro! Con el futuro de los niños, con el futuro de los jóvenes. Una pregunta que debemos hacernos más a menudo es esta: ¿Qué tan leales somos con las promesas que hacemos a los niños, trayéndolos a nuestro mundo? Nosotros los hacemos venir al mundo y esta es una promesa. ¿Qué le prometemos a ellos?

Acogida y cuidado, cercanía y atención, confianza y esperanza, son también promesas de base, que se pueden resumir en una sola: amor. Nosotros prometemos amor, es decir, el amor que se expresa en la acogida, el cuidado, en la cercanía, en la atención, en la confianza, en la esperanza. Pero la gran promesa es el amor. Este es el modo más adecuado para acoger a un ser humano que viene al mundo, y todos nosotros lo aprendemos, incluso antes de ser conscientes. A mí me gusta mucho cuando veo a los papás y mamás, cuando paso entre ustedes, trayéndome a un niño, una niña pequeños, pero ¿cuánto tiene? tres semanas, cuatro semanas, pero busco que el Señor lo bendiga, esto se llama amor también. 

La promesa, el amor es la promesa que el hombre y la mujer hacen a cada hijo: desde que es concebido en el pensamiento. Los niños vienen al mundo y esperan tener confirmación de esta promesa: lo esperan en modo total, confiado, indefenso. Basta mirarlos: en todas las etnias, en todas las culturas, ¡en todas las condiciones de vida! Cuando sucede lo contrario, los niños son heridos por un “escándalo”, por un escándalo insoportable, más grave, en cuanto no tienen los medios para descifrarlo. No pueden entender qué cosa sucede.

Dios vigila sobre esta promesa, desde el primer instante. ¿Recuerdan qué dice Jesús? Los ángeles de los niños reflejan la mirada de Dios, y Dios no pierde nunca de vista a los niños (cfr Mt 18,10). ¡Ay de aquellos que traicionan la confianza, ay! Su confiado abandono a nuestra promesa, que nos compromete desde el primer instante, nos juzga.

Y quisiera agregar otra cosa, con mucho respeto por todos, pero también con mucha franqueza. Su espontanea confianza en Dios no debería de ser nunca herida, sobre todo cuando eso ocurre con motivo de una cierta presunción (más o menos inconsciente) de ocupar el lugar de Dios. La tierna y misteriosa relación de Dios con el alma de los niños no debería ser nunca violada. Es una relación real que Dios la quiere y Dios la cuida. El niño está listo desde el nacimiento para sentirse amado por Dios, está listo para esto. Apenas está en grado de sentirse que es amado por sí mismo, un hijo siente también que hay un Dios que ama los niños.

Los niños, apenas nacidos, comienzan a recibir como don, junto a la comida y los cuidados, la confirmación de la cualidad espiritual del amor. Los actos de amor pasan a través del don del nombre personal, el lenguaje compartido, las intenciones de las miradas, las iluminaciones de las sonrisas. Aprenden así que la belleza del vínculo entre los seres humanos apunta a nuestra alma, busca nuestra libertad, acepta la diversidad del otro, lo reconoce y lo respeta como interlocutor.

Un segundo milagro, una segunda promesa: nosotros - papá y mamá – ¡nos donamos a ti, para que tú te dones a ti mismo! Y esto es amor, ¡que trae una chispa de aquello de Dios! Pero ustedes papás y mamás tienen esta chispa de Dios que dan a los niños, ustedes son instrumento del amor de Dios y esto es bello, bello, bello.

Sólo si miramos los niños con los ojos de Jesús, podemos verdaderamente entender en qué sentido, defendiendo a la familia, protegemos a la humanidad! El punto de vista de los niños y el punto de vista del Hijo de Dios. La Iglesia misma, en el Bautismo, a los niños les hace grandes promesas, con las que compromete a los padres y a la comunidad cristiana. La santa Madre de Jesús -por medio de la cual el Hijo de Dios ha llegado a nosotros, amado y generado como un niño- haga a la Iglesia capaz de seguir el camino de su maternidad y de su fe. Y san José -hombre justo, que ha recibido y protegido, honrado valientemente la bendición y la promesa de Dios- nos haga a todos dignos de hospedar a Jesús en cada niño que Dios manda a la tierra. Gracias.

(Traducción por Mercedes De La Torre, Radio Vaticana).

domingo, 11 de octubre de 2015

Voz y texto completo de las palabras del Papa en Ángelus (11 de octubre de 2015)

«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El Evangelio de hoy, tomado del capítulo 10 de Marcos, se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.

La primera escena presenta el encuentro entre el Maestro y un tal, que - según el pasaje paralelo de Mateo – es identificado como ‘joven’. El encuentro de Jesús con un joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama «Maestro bueno». Luego le pregunta: «¿Qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» (v. 17). Es decir, la felicidad. “Vida eterna” no es solo la vida del más allá, sino que es ésta: la vida plena, c

jueves, 8 de octubre de 2015

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO (07 de octubre de 2015)

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Hace pocos días ha iniciado el Sínodo de los Obispos con el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. La familia que camina en la vía del Señor es fundamental en el testimonio del amor de Dios y merece toda la dedicación de la cual la Iglesia es capaz. El Sínodo está llamado a interpretar, para hoy, este celo y este cuidado de la Iglesia. Acompañamos todo el recorrido sinodal sobre todo con nuestra oración y nuestra atención. Y en este período las catequesis serán reflexiones inspiradas por algunos aspectos de la relación -que bien podemos decir indisoluble- entre la Iglesia y la familia, con el horizonte abierto al bien de la entera comunidad cristiana.

lunes, 5 de octubre de 2015

Texto completo de la reflexión del Papa a la hora del Ángelus (04 de octubre de 2015)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Se ha concluido hace poco, en la Basílica de San Pedro, la celebración eucarística con la cual hemos dado comienzo la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Los Padres Sinodales, provenientes de todas partes del mundo y reunidos en torno al Sucesor de Pedro, reflexionarán por tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, para un atento discernimiento espiritual y pastoral. Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, sobre la base de su enseñanza de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un compromiso adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias, para que el designio originario del Creador sobre el hombre y la mujer pueda llevarse a cabo y obrar en toda su belleza y su fuerza en el mundo de hoy.

Texto y audio completo de la homilía del Papa Francisco (04 de octubre de 2015)

«Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros su amor ha llegado en nosotros a su plenitud» (1 Jn 4,12).

Las lecturas bíblicas de este domingo parecen elegidas a propósito para el acontecimiento de gracia que la Iglesia está viviendo, es decir, la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema de la familia que se inaugura con esta celebración eucarística.

Dichas lecturas se centran en tres aspectos: el drama de la soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia.

La soledad

Adán, como leemos en la primera lectura, vivía en el Paraíso, ponía los nombres a las demás creaturas, ejerciendo un dominio que demuestra su indiscutible e incomparable superioridad, pero aun así se sentía solo, porque «no encontraba ninguno como él que lo ayudase» (Gn 2,20) y experimentaba la soledad.

La soledad, el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres. Pienso en los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; en tantas personas que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; en los emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte.

Hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia; muchos proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado; tantos medios sofisticados de diversión, pero cada vez más un profundo vacío en el corazón; muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía… Son cada vez más las personas que se sienten solas, y las que se encierran en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero.

Hoy vivimos en cierto sentido la misma experiencia de Adán: tanto poder acompañado de tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen. Cada vez menos seriedad en llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las buena y en la mala suerte. El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social.

El amor entre el hombre y la mujer

Leemos en la primera lectura que el corazón de Dios se entristeció al ver la soledad de Adán y dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude» (Gn 2,18). Estas palabras muestran que nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda, que lo ame y que acabe con la soledad y el sentirse solo. Muestran también que Dios no ha creado el ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que es su complemento; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos, como dice el salmo que hemos leido hoy (cf. Sal 128).

Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación recíproca. Es el mismo designio que Jesús resume en el Evangelio de hoy con estas palabras: «Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne» (Mc 10,6-8; cf. Gn 1,27; 2,24).

Jesús, ante la pregunta retórica que le habían dirigido – probablemente como una trampa, para hacerlo quedar mal ante la multitud que lo seguía y que practicaba el divorcio, como realidad consolidada e intangible-, responde de forma sencilla e inesperada: restituye todo al origen, al origen de la creación, para enseñarnos que Dios bendice el amor humano, es él el que une los corazones de dos personas que se aman y los une en la unidad y en la indisolubilidad. Esto significa que el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir juntos, sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y originante.

La familia

«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mc 10,9). Es una exhortación a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios.

De hecho, sólo a la luz de la locura de la gratuidad pascual, de ese amor pascual de Jesús será comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único y usque ad mortem.

Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su creatura estará destinada a la soledad. En efecto el miedo de unirse a este proyecto paraliza el corazón humano.

Paradójicamente también el hombre de hoy –que con frecuencia ridiculiza este plan– permanece atraído y fascinado por todo amor autentico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total.

En efecto «ahora que hemos probado plenamente las promesas de la libertad ilimitada, empezamos a entender de nuevo la expresión “la tristeza de este mundo”. Los placeres prohibidos perdieron su atractivo cuando han dejado de ser prohibidos. Aunque tiendan a lo extremo y se renueven al infinito, resultan insípidos porque son cosas finitas, y nosotros, en cambio, tenemos sed de infinito» (Joseph Ratzinger, Auf Christus schauen. Einübung in Glaube, Hoffnung, Liebe, Freiburg 1989, p. 73).

En este contexto social y matrimonial bastante difícil, la Iglesia está llamada a vivir su misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.

Vive su misión en la fidelidad a su Maestro como voz que grita en el desierto, para defender el amor fiel y animar a las numerosas familias que viven su matrimonio como un espacio en el cual se manifiestan el amor divino; para defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio.

Vivir su misión en la verdad que no cambia según las modas pasajeras o las opiniones dominantes. La verdad que protege al hombre y a la humanidad de las tentaciones de autoreferencialidad y de transformar el amor fecundo en egoísmo estéril, la unión fiel en vinculo temporal. «Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad» (Benedicto XVI, Enc. Caritas in veritate, 3).

Vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para juzgar a los demás, sino que -fiel a su naturaleza como madre – se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; de ser «hospital de campo», con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda y apoyo; de salir del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de la salvación.

Una Iglesia que enseña y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que «el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27); y que Jesús también dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores» (Mc 2,17). Una Iglesia que educa al amor autentico, capaz de alejar de la soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida.

Recuerdo a san Juan Pablo II cuando decía: «El error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado […] Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo.» (Discurso a la Acción Católica italiana, 30 de diciembre de 1978, 2 c: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 21 enero 1979, p.9). Y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera: «El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos» (Hb 2,11).

Con este espíritu, le pedimos al Señor que nos acompañe en el Sínodo y que guíe a su Iglesia a través de la intercesión de la Santísima Virgen María y de San José, su castísimo esposo.

Texto completo de la Catequesis del Papa traducido del original italiano

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La audiencia de hoy es en dos lugares: aquí en la plaza y también en el Aula Pablo VI, donde hay tantos enfermos que siguen la audiencia por la pantalla. Como el tiempo es un poco feo hemos elegido que ellos estén cubiertos y más tranquilos allá. Unámonos unos con otros y saludémoslos.

En los días pasados he realizado el viaje apostólico a Cuba y a los Estados Unidos de América. Esto nació de la voluntad de participar en el Encuentro Mundial de las Familias, en programa desde hace tiempo en Filadelfia. Este “núcleo originario” se ha ampliado en una visita a los Estados Unidos de América y a la sede central de las Naciones Unidas, y después también a Cuba,

domingo, 27 de septiembre de 2015

Homilía del Papa Francisco en la Misa de clausura del VIII Encuentro Mundial de las Familias 2015


Hoy la Palabra de Dios nos sorprende con un lenguaje alegórico fuerte que nos hace pensar. Un lenguaje alegórico que nos desafía pero también estimula nuestro entusiasmo.

En la primera lectura, Josué dice a Moisés que dos miembros del pueblo están profetizando, proclamando la Palabra de Dios sin un mandato. En el Evangelio, Juan dice a Jesús que los discípulos le han impedido a un hombre sacar espíritus inmundos en su nombre. Y aquí viene la sorpresa: Moisés y Jesús reprenden a estos colaboradores por ser tan estrechos de mente. ¡Ojalá fueran todos profetas de la Palabra de Dios! ¡Ojalá que cada uno pudiera obrar milagros en el nombre del Señor!

Jesús encuentra, en cambio, hostilidad en la gente que no había aceptado cuanto dijo e hizo. Para ellos, la apertura de Jesús a la fe honesta y sincera de muchas personas que no formaban parte del pueblo elegido de Dios, les parecía intolerable. Los discípulos, por su parte, actuaron de buena fe, pero la tentación de ser escandalizados por la libertad de Dios que hace llover sobre «justos e injustos» (Mt 5,45), saltándose la burocracia, el oficialismo y los círculos íntimos, amenaza la autenticidad de la fe y, por tanto, tiene que ser vigorosamente rechazada.

Cuando nos damos cuenta de esto, podemos entender por qué las palabras de Jesús sobre el escándalo son tan duras. Para Jesús, el escándalo intolerable es todo lo que destruye y corrompe nuestra confianza en este modo de actuar del Espíritu.

Nuestro Padre no se deja ganar en generosidad y siembra. Siembra su presencia en nuestro mundo, ya que «el amor no consiste en que nosotros hayamos amado primero a Dios, sino en que Él nos amó primero» (1Jn 4,10). Amor que nos da la certeza honda: somos buscados por Él, somos esperados por Él. Esa confianza es la que lleva al discípulo a estimular, acompañar y hacer crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor. Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio. No impidan todo lo bueno, dice Jesús, por el contrario, ayúdenlo a crecer. Poner en duda la obra del Espíritu, dar la impresión que la misma no tiene nada que ver con aquellos que «no son parte de nuestro grupo», que no son «como nosotros», es una tentación peligrosa. No bloquea solamente la conversión a la fe, sino queconstituye una perversión de la fe.

La fe abre la «ventana» a la presencia actuante del Espíritu y nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a los pequeños gestos. «El que les dé a beber un vaso de agua en mi nombre –dice Jesús– pequeño gesto, no se quedará sin recompensa» (Mc 9,41). Son gestos mínimos que uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada. Son gestos de madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo, de hermanos. Son gestos de ternura, de cariño, de compasión. Son gestos del plato caliente de quien espera a cenar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar. Son gestos de hogar. Es la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una larga jornada de trabajo. El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida siempre tenga sabor a hogar. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas. Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida crece en la fe.

Jesús nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos, por el contrario, quiere que los provoquemos, que los hagamos crecer, que acompañemos la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los pequeños gestos de amor, signos de su presencia viva y actuante en nuestro mundo.

Esta actitud a la que somos invitados nos lleva a preguntarnos hoy aquí en el final de esta fiesta: ¿Cómo estamos trabajando para vivir esta lógica en nuestros hogares, en nuestras sociedades? ¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos? (cf. Laudato si’, 160). Pregunta que no podemos responder sólo nosotros. Es el Espíritu el que nos invita y desafía a responderla con la gran familia humana. Nuestra casa común no tolera más divisiones estériles. El desafío urgente de proteger nuestra casa incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, porque sabemos que las cosas pueden cambiar (cf. ibid., 13). Que nuestros hijos encuentren en nosotros referentes de comunión, no de división.Que nuestros hijos encuentren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a los demás para hacer germinar todo lo bueno que el Padre sembró.

De manera directa, pero con afecto, Jesús dice: «Si ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» (Lc 11,13) Cuánta sabiduría hay en estas palabras. Es verdad que en cuanto a bondad y pureza de corazón nosotros, seres humanos, no tenemos mucho de qué vanagloriarnos. Pero Jesús sabe que, en lo que se refiere a los niños, somos capaces de una generosidad infinita. Por eso nos alienta: si tenemos fe, el Padre nos dará su Espíritu.

Nosotros los cristianos, discípulos del Señor, pedimos a las familias del mundo que nos ayuden. Somos muchos los que participamos en esta celebración y esto es ya en sí mismo algo profético, una especie de milagro en el mundo de hoy. Que estás cansado de inventar nuevas divisiones, nuevos quebrantos, nuestros desastres. Ojalá todos fuéramos profetas. Ojalá cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de su propia familia y de todas las familias del mundo, y estoy hablando de milagro de amor, y de esa manera poder así superar el escándalo de un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás. Les dejo como pregunta para que cada uno responda porque dije la palabra impaciente. En mi casa, ¿se grita o se habla con amor y ternura? Es una buena manera de medir nuestro amor.

Qué bonito sería si en todas partes, y también más allá de nuestras fronteras, pudiéramos alentar y valorar esta profecía y este milagro. Renovemos nuestra fe en la palabra del Señor que invita a nuestras familias a esa apertura; que invita a todos a participar de la profecía de la alianza entre un hombre y una mujer, que genera vida y revela a Dios. Que nos ayude a participar de la profecía de la paz de la ternura y del cariño familiar, que nos ayude a participar del gesto profético, con ternura, con paciencia y con amor a nuestros niños y a nuestros abuelos.

Todo el que quiera traer a este mundo una familia, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer el mal –una familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante– encontrará gratitud y estima, no importando el pueblo o la región o la religión a la que pertenezca.

Que Dios nos conceda a todos, ser profetas del gozo del Evangelio, del Evangelio de la familia, del amor de la familia. Ser profetas como discípulos del Señor y nos conceda la gracia de ser dignos de esta pureza de corazón que no se escandaliza del Evangelio. Que así sea.

Palabras del Papa a las víctimas de abusos por parte de miembros del clero (27 de septiembre de 2015)


Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, estoy muy agradecido por esta oportunidad de conocerles, estoy bendecido por su presencia. Gracias por venir aquí hoy.

Palabras no pueden expresar plenamente mi dolor por el abuso que han sufrido. Ustedes son preciosos hijos do Dios, que siempre deberían esperar nuestra protección, nuestra atención y nuestro amor. Estoy profundamente dolido porque su inocencia fue violada por aquellos en quien confiaban. En algunos casos, la confianza fue traicionada por miembros de su propia familia, en otros casos por miembros de la Iglesia, sacerdotes que tienen una responsabilidad sagrada para el cuidado de las almas. En todas las circunstancias, la traición fue una terrible violación de la dignidad humana.

Discurso del Papa Francisco en su visita a los presos del Instituto Correccional Curran-Fromhold de Filadelfia (27 de septiembre de 2015)


Queridos hermanos y hermanas, Buenos días:

Yo voy a hablar en español porque no sé hablar inglés, pero él habla muy bien inglés y me va a traducir. Gracias por recibirme y darme la oportunidad de estar aquí con ustedes compartiendo este momento. Un momento difícil, cargado de tensiones. Un momento que sé que es doloroso no solo para ustedes, sino para sus familias y para toda la sociedad. Ya que una sociedad, una familia que no sabe sufrir los dolores de sus hijos, que no los toma con seriedad, que los naturaliza y los asume como normales y esperables, es una sociedad que está «condenada» a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir. Yo vine aquí como pastor pero sobre todo como hermano a compartir la situación de ustedes y hacerla también mía; he venido a que podamos rezar juntos y presentarle a nuestro Dios lo que nos duele, y también lo que nos anima y recibir de Él la fuerza de la Resurrección.

Palabras del Papa a los obispos en Filadelfia


Hermanos Obispos buenos días

Llevo grabado en mi corazón, las historias, el sufrimiento y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes. Continúa abrumándome la vergüenza de que personas que tenían a su cargo el tierno cuidado de esos pequeños les violaran y les causaran graves daños. Lo lamento profundamente. Dios llora.

Los crímenes y pecados de los abusos sexuales a menores no pueden ser mantenidos en secreto por más tiempo, me comprometo a la celosa vigilancia de la Iglesia para proteger a los menores y prometo que todos los responsables rendirán cuenta.

Texto del discurso al celebrar las Vísperas en el Boulevard Franklin Parkway de Filadelfia (26 de septiembre de 2015)

Al celebrar las Vísperas en el Boulevard Franklin Parkway de Filadelfia el Santo Padre dejó de lado el discurso que había preparado para hablar espontáneamente.
Texto del discurso
Queridos hermanos y hermanas,

Queridas familias:

Gracias a quienes han dado testimonio. Gracias a quienes nos alegraron con el arte, con la belleza, que es el camino para llegar a Dios. La belleza nos lleva a Dios. Y un testimonio verdadero nos lleva a Dios porque Dios también es la verdad. Es la belleza y es la verdad. Y un testimonio dado para servir es bueno, nos hace buenos, porque Dios es bondad. Nos lleva a Dios. Todo lo bueno, todo lo verdadero y todo lo bello nos lleva Dios. Porque Dios es bueno, Dios es bello, Dios es verdad.

Gracias a todos. A los que nos dieron un mensaje aquí y a la presencia de ustedes, que también es un testimonio. Un verdadero testimonio de que vale la pena la vida en familia.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Discurso del Papa en el encuentro por la libertad religiosa con la comunidad hispana y otros inmigrantes en el Independence National Historical Park (26 de septiembre de 2015)


Audio mp3
Queridos amigos:

Uno de los momentos más destacados de mi visita es la presencia aquí, en el Independence Mall, el lugar de nacimiento de los Estados Unidos de América. Aquí fueron proclamadas por primera vez las libertades que definen este País. La Declaración de Independencia proclamó que todos los hombres y mujeres fueron creados iguales; que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, y que los gobiernos existen para proteger y defender esos derechos. Esas palabras siguen resonando e inspirándonos hoy, como hicieron con personas de todo el mundo, para luchar por la libertad de vivir de acuerdo con su dignidad.

Homilía del Papa en la Santa Misa en la Basílica de Filadelfia (26 de septiembre de 2015)


Esta mañana he aprendido algo sobre la historia de esta hermosa Catedral: la historia que hay detrás de sus altos muros y ventanas. Me gusta pensar, sin embargo, que la historia de la Iglesia en esta ciudad y en este Estado es realmente una historia que no trata solo de la construcción de muros, sino también de derribarlos. Es una historia que nos habla de generaciones y generaciones de católicos comprometidos que han salido a las periferias y construido comunidades para el culto, para la educación, para la caridad y el servicio a la sociedad en general.

viernes, 25 de septiembre de 2015

7 claves del discurso del Papa Francisco en la Asamblea General de la ONU

El Papa Francisco pronunció hoy un histórico discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Francisco es el cuarto Pontífice en dirigirse a este auditorio, luego de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Dentro de su discurso de alrededor de 50 minutos, cabe destacar estas siete claves:

1. La exclusión y la pobreza

El Santo Padre denunció “un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material” que genera la exclusión de “los débiles y con menos habilidades”.

“La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente”, aseguró.

Como camino de escape a la pobreza extrema, el Papa señaló que se debe permitir a los pobres “ser dignos actores de su propio destino”.

“El desarrollo humano integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser impuestos”, explicó, y destacó que “esto supone y exige el derecho a la educación”.

2. Cuidado de la creación

El Papa subrayó que “la casa común de todos los hombres” debe edificarse “sobre la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada”.

Los cristianos, indicó, “creemos que el universo proviene de una decisión de amor del Creador, que permite al hombre servirse respetuosamente de la creación para el bien de sus semejantes y para gloria del Creador, pero que no puede abusar de ella y mucho menos está autorizado a destruirla. Para todas las creencias religiosas, el ambiente es un bien fundamental”.

3. El rechazo a la guerra y al comercio de armas

Francisco subrayó en su discurso que “la guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente”.

“Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y entre los pueblos”, aseguró.

El Papa denunció además la “tendencia siempre presente a la proliferación de las armas”, especialmente las nucleares. Una ética y derecho basados en la amenaza mutua, advirtió, “constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser ‘Naciones unidas por el miedo y la desconfianza’”.

“Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares”, demandó.

El Santo Padre pidió también concentrar la atención en todas las situaciones de conflicto, como las que se viven en Ucrania, en Siria, en Irak, en Libia, en Sudán del Sur y en la región de los Grandes Lagos, en África.

4. Los cristianos perseguidos

Francisco reiteró su llamado sobre la persecución de cristianos, otras minorías religiosas e incluso musulmanes debido a manos de extremistas islámicos, en Oriente Medio, el norte de África y otros países africanos.

En esos lugares, lamentó, “los cristianos, junto con otros grupos culturales o étnicos e incluso junto con aquella parte de los miembros de la religión mayoritaria que no quiere dejarse envolver por el odio y la locura, han sido obligados a ser testigos de la destrucción de sus lugares de culto, de su patrimonio cultural y religioso, de sus casas y haberes y han sido puestos en la disyuntiva de huir o de pagar su adhesión al bien y a la paz con la propia vida o con la esclavitud”.

“Estas realidades deben constituir un serio llamado a un examen de conciencia de los que están a cargo de la conducción de los asuntos internacionales”, señaló.

5. La familia

La familia, recordó el Papa, “es la célula primaria de cualquier desarrollo social”. “Los gobernantes han de hacer todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia”, señaló.

“Este mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad de espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y todos los otros derechos cívicos”, explicó.

Francisco destacó también la importancia de que se respete “el derecho primario de las familias a educar”, así como “el derecho de las Iglesias y de las agrupaciones sociales a sostener y colaborar con las familias en la formación de sus hijas e hijos”.

El Santo Padre recordó en otra parte de su discurso que “inscrita en la propia naturaleza humana” se encuentra “la distinción natural entre hombre y mujer”.

6. Lucha contra el narcotráfico

El Papa advirtió que “otra clase de guerra que viven muchas de nuestras sociedades” es el fenómeno del narcotráfico. Esta guerra, lamentó, ha sido “pobremente combatida”.

“El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción”, advirtió.

Esta corrupción, señaló, “ha penetrado los distintos niveles de la vida social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones”.

7. La defensa de la vida

El Papa Francisco destacó repetidamente durante su discurso la importancia de defender la vida desde la concepción y en todas sus etapas y dimensiones.

Los “pilares del desarrollo humano integral”, dijo, “tienen un fundamento común, que es el derecho a la vida”, y demandó el “absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones”.

“La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera más que números de una u otra estadística”, señaló.
Fuente: aciprensa.com

Texto completo de la homilía del Papa Francisco en Misa en Madison Square Garden en Nueva York (25 de septiembre de 2015)


Estamos en el Madison Square Garden, lugar emblemático de esta ciudad, sede de importantes encuentros deportivos, artísticos, musicales, que logra congregar a personas provenientes de distintas partes, y no solo de esta ciudad, sino del mundo entero. En este lugar que representa las distintas facetas de la vida de los ciudadanos que se congregan por intereses comunes, hemos escuchado: «El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz» (Is 9,1). El pueblo que caminaba, el pueblo en medio de sus actividades, de sus rutinas; el pueblo que caminaba cargando sobre sí sus aciertos y equivocaciones, sus miedos y oportunidades ha visto una gran luz. El pueblo que caminaba con sus alegrías y esperanzas, con sus desilusiones y amarguras ha visto una gran luz.

El Pueblo de Dios es invitado en cada época histórica a contemplar esta luz. Luz que quiere iluminar a las naciones. Así, lleno de júbilo, lo expresaba el anciano Simeón. Luz que quiere llegar a cada rincón de esta ciudad, a nuestros conciudadanos, a cada espacio de nuestra vida.

Texto completo del Discurso del Papa Francisco a los niños y familias inmigrantes en Harlem (25 de septiembre de 2015)


Queridos hermanos y hermanas niños:

Buenas tardes. Estoy contento de estar hoy aquí con ustedes junto a toda esta gran familia que los acompaña. Veo a sus maestros, educadores, padres y familiares. Gracias por recibirme y les pido perdón especialmente a los maestros por «robarles» unos minutos de la lección, en la clase. Están todos contentos, ya sé.

Me han contado que una de las lindas características de esta escuela y de este trabajo es que algunos de sus alumnos, algunos de ustedes, vienen de otros lugares, y muchos de otros países. Y eso es bueno. inclusive de otros países. Qué bueno que es eso. Aunque sé que no siempre es fácil tener que trasladarse y encontrar una nueva casa, encontrar nuevos vecinos, amigos; no es nada fácil, pero hay que empezar. Al principio puede ser algo cansador. ¿verdad? Muchas veces aprender un nuevo idioma, adaptarse a una nueva cultura, un nuevo clima. Cuántas cosas tienen que aprender. No solo las tareas de la escuela, sino tantas cosas.

Palabras del Papa en la Zona Cero de Nueva York (25 de septiembre de 2015)


Me produce distintos sentimientos, emociones, estar en la Zona Cero donde miles de vidas fueron arrebatadas en un acto insensato de destrucción. Aquí el dolor es palpable. El agua que vemos correr hacia ese centro vacío nos recuerda todas esas vidas que se fueron bajo el poder de aquellos que creen que la destrucción es la única forma de solucionar los conflictos. Es el grito silencioso de quienes sufrieron en su carne la lógica de la violencia, del odio, de la revancha. Una lógica que lo único que puede causar es dolor, sufrimiento, destrucción, lágrimas. El agua cayendo es símbolo también de nuestras lágrimas. Lágrimas por las destrucciones de ayer, que se unen a tantas destrucciones de hoy. Este es un lugar donde lloramos, lloramos el dolor que provoca sentir la impotencia frente a la injusticia, frente al fratricidio, frente a la incapacidad de solucionar nuestras diferencias dialogando. En este lugar lloramos la pérdida injusta y gratuita de inocentes por no poder encontrar soluciones en pos del bien común. Es agua que nos recuerda el llanto de ayer y el llanto de hoy.

Texto completo del saludo del Papa Francisco a trabajadores de la ONU en Nueva York (25 de septiembre de 2015)


Queridos amigos, buenos días:

Con ocasión de mi visita a las Naciones Unidas, me alegro de poder saludarles a ustedes, hombres y mujeres, que son, en muchos aspectos, la columna vertebral de esta Organización. Les agradezco su acogida, y por todo lo que han hecho para preparar mi visita. Les pido también que hagan llegar mi saludo a los miembros de sus familias y a sus compañeros que no han podido estar hoy con nosotros.

La mayor parte del trabajo que hacen aquí no aparece en las noticias. Entre bastidores, sus esfuerzos cotidianos hacen posible muchas de las iniciativas diplomáticas, culturales, económicas y políticas de las Naciones Unidas, que son tan importantes para responder a las esperanzas y expectativas de los pueblos que componen nuestra familia humana. Ustedes son el personal operativo, experto y experimentado, funcionarios y secretarias, traductores e intérpretes, personal de limpieza y de cocina, de seguridad y de mantenimiento. Gracias por todo lo que hacen.

Discurso completo del Papa en la sede de la Organización de las Naciones Unidas. (25 de septiembre de 2015)


audio mp3
Señor Presidente,

Señoras y Señores: Buenos días. 

Una vez más, siguiendo una tradición de la que me siento honrado, el Secretario General de las Naciones Unidas ha invitado al Papa a dirigirse a esta honorable Asamblea de las Naciones. En nombre propio y en el de toda la comunidad católica, Señor Ban Ki-moon, quiero expresarle el más sincero y cordial agradecimiento. Agradezco también sus amables palabras. Saludo asimismo a los Jefes de Estado y de Gobierno aquí presentes, a los Embajadores, diplomáticos y funcionarios políticos y técnicos que los acompañan, al personal de las Naciones Unidas empeñado en esta 70ª Sesión de la Asamblea General, al personal de todos los programas y agencias de la familia de la ONU, y a todos los que de un modo u otro participan de esta reunión. Por medio de ustedes saludo también a los ciudadanos de todas las naciones representadas en este encuentro. Gracias por los esfuerzos de todos y de cada uno en bien de la humanidad.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Texto y audio completo de la homilía del Papa Francisco a los Religiosos en New York (24 de septiembre de 2015)


«Alégrense, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas» (1P 1,6). Estas palabras del Apóstol nos recuerdan algo esencial: tenemos que vivir nuestra vocación con alegría.

Esta bella Catedral de San Patricio, construida a lo largo de muchos años con el sacrificio de tantos hombres y mujeres, es símbolo del trabajo de generaciones de sacerdotes, religiosos y laicos americanos que han contribuido a la edificación de la Iglesia en los Estados Unidos. Son muchos los sacerdotes y consagrados de este País que, solo en el campo de la educación, han tenido un papel fundamental, ayudando a los padres en la labor de dar a sus hijos el alimento que los nutre para la vida. Muchos lo hicieron a costa de grandes sacrificios y con una caridad heroica. Pienso, por ejemplo, en santa Isabel Ana Seton, cofundadora de la primera escuela católica gratuita para niñas en los Estados Unidos, o en san Juan Neumann, fundador del primer sistema de educación católica en el País.

Discurso completo del Santo Padre en el encuentro con los sin techo de Washington, "D.C." (24 de septiembre de 2015)


Queridos amigos:

La primera palabra que quiero decirles es gracias. Gracias por recibirme y por el esfuerzo que han hecho para que este encuentro pueda realizarse.

Aquí recuerdo a una persona que quiero, que es y ha sido muy importante a lo largo de mi vida. Ha sido sostén y fuente de inspiración. Es a quien recurro cuando estoy medio «apretado». Ustedes me recuerdan a san José. Sus rostros me hablan del suyo.

En la vida de José hubo situaciones difíciles de enfrentar. Una de ellas fue cuando María estaba por dar a luz, por tener a Jesús. Dice la Biblia: «Estaban en Belén, le llegó a María el tiempo de dar a luz. Y allí nació su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en el establo, porque no había alojamiento para ellos» (Lc 2,6-7). La Biblia es muy clara: «No había alojamiento para ellos». Me imagino a José, con su esposa a punto de tener a su hijo, sin un techo, sin casa, sin alojamiento. El Hijo de Dios entró en este mundo como uno que no tiene casa. El Hijo de Dios entró como un homeless. El Hijo de Dios supo lo que es comenzar la vida sin un techo. Podemos imaginar las preguntas de José en ese momento: ¿Cómo el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir? ¿Por qué estamos sin hogar, por qué estamos sin un techo? Son preguntas que muchos de ustedes pueden hacerse a diario. Y se las hacen. Al igual que José se cuestionan: ¿Por qué estamos sin un techo, sin un hogar? Y a los que tenemos un techo y un hogar son preguntas que nos harán bien también: ¿Por qué estos hermanos nuestros están sin hogar, por qué estos hermanos nuestros no tienen un techo?

Discurso completo del Papa Francisco al Congreso de los Estados Unidos (24 de septiembre de 2015)


Señor Vicepresidente,
Señor Presidente,
Distinguidos Miembros del Congreso,
Queridos amigos:

Les agradezco la invitación que me han hecho a que les dirija la palabra en esta sesión conjunta del Congreso en «la tierra de los libres y en la patria de los valientes». Me gustaría pensar que lo han hecho porque también yo soy un hijo de este gran continente, del que todos nosotros hemos recibido tanto y con el que tenemos una responsabilidad común.

Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social. La de ustedes como Miembros del Congreso, por medio de la actividad legislativa, consiste en hacer que este País crezca como Nación. Ustedes son el rostro de su pueblo, sus representantes. Y están llamados a defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común, pues éste es el principal desvelo de la política. La sociedad política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos sus miembros, especialmente de los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa siempre está basada en la atención al pueblo. A eso han sido invitados, llamados, convocados por las urnas.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Texto y audio completo de la homilía del Papa Francisco en la Misa de canonización de Fray Junípero (Estados Unidos, 23 de septiembre de 2015


«Alégrense siempre en el Señor. Repito: Alégrense» (Flp 4,4). Una invitación que golpea fuerte nuestra vida. «Alégrense» nos dice Pablo con una fuerza casi imperativa. Una invitación que se hace eco del deseo que todos experimentamos de una vida plena, a una vida con sentido, a una vida con alegría. Es como si Pablo tuviera la capacidad de escuchar cada uno de nuestros corazones y pusiera voz a lo que sentimos y vivimos. Hay algo dentro de nosotros que nos invita a la alegría y a no conformarnos con placebos que siempre quieren contentarnos.

Pero a su vez, vivimos las tensiones de la vida cotidiana. Son muchas las situaciones que parecen poner en duda esta invitación. La propia dinámica a la que muchas veces nos vemos sometidos parece conducirnos a una resignación triste que poco a poco se va transformando en acostumbramiento, con una consecuencia letal: anestesiarnos el corazón.

Palabras del Santo Padre a los obispos de los Estados Unidos en la catedral San Mateo Apóstol en Washington (23 de septiembre de 2015)


Queridos Hermanos en el Episcopado:

Me alegra tener este encuentro con ustedes en este momento de la misión apostólica que me ha traído a su País. Agradezco de corazón al Cardenal Wuerl y al Arzobispo Kurtz las amables palabras que me han dirigido en nombre de todos. Muchas gracias por su acogida y por la generosa solicitud con que han programado y organizado mi estancia entre ustedes.

Viendo con los ojos y con el corazón sus rostros de Pastores, quisiera saludar también a las Iglesias que amorosamente llevan sobre sus hombros; y les ruego encarecidamente que, por medio de ustedes, mi cercanía humana y espiritual llegue a todo el Pueblo de Dios diseminado en esta vasta tierra.

Texto completo del Discurso del Santo Padre en la Ceremonia de Bienvenida en la Casa Blanca (Estados unidos, 23 de septiembre de 2015)


Señor Presidente:

Le agradezco mucho la bienvenida que me ha dispensado en nombre de todos los ciudadanos estadounidenses. Como hijo de una familia de inmigrantes, me alegra estar en este país, que ha sido construido en gran parte por tales familias. En estos días de encuentro y de diálogo, me gustaría escuchar y compartir muchas de las esperanzas y sueños del pueblo norteamericano.

Durante mi visita, voy a tener el honor de dirigirme al Congreso, donde espero, como un hermano de este País, transmitir palabras de aliento a los encargados de dirigir el futuro político de la Nación en fidelidad a sus principios fundacionales. También iré a Filadelfia con ocasión del Octavo Encuentro Mundial de las Familias, para celebrar y apoyar a la institución del matrimonio y de la familia en este momento crítico de la historia de nuestra civilización.

martes, 22 de septiembre de 2015

La respuesta del Papa Francisco a quienes lo acusan de antipapa, comunista y no católico

En el vuelo que lo llevó de Cuba a Washington D.C., el Papa Francisco respondió ante los periodistas que lo acompañan a quienes lo acusan de ser un antipapa, comunista y hasta cuestionan que sea católico.

Un periodista preguntó al Papa qué piensa de que algunos medios y sectores de la sociedad estadounidense llegaran “a preguntarse si el Papa es católico” pues si ya hubo “discusiones de los que hablaban del Papa comunista, ahora hasta están los que hablan del Papa que no es católico”.

El Santo Padre dio esta respuesta:

“Un cardenal amigo me contó que fue a lo de él una señora muy preocupada, muy católica, un poco rígida, pero buena católica. Y le preguntó si era verdad que en la Biblia se hablaba de un anticristo y él le explicó. Y también en el Apocalipsis, ¿no? Y después, si era verdad que se hablaba de un antipapa, que el anticristo, el antipapa. ‘¿Pero por qué me hace esta pregunta?’, preguntó el cardenal. ‘Porque yo estoy segura de que el Papa Francisco es el antipapa’. ‘¿Y por qué pregunta esto? ¿Por qué tiene esta idea?’ ‘Y, porque no usa los zapatos rojos, así, histórico’. Los motivos, de pensar si porque no usa los zapatos rojos. Los motivos de pensar si uno es comunista, no es comunista…

Yo estoy seguro de que no he dicho una cosa más que no hubiera estado en la doctrina social de la Iglesia. En el otro vuelo una colega me dijo que yo le había tendido la mano a los movimientos populares y me preguntó '¿pero la Iglesia lo va a seguir? Yo le dije 'soy yo el que sigo a la Iglesia'. Y en esto me parece que no me equivoco.

Creo que nunca dije una cosa que no fuera en la doctrina social de la Iglesia. Las cosas se pueden explicar, quizás una explicación ha dado una impresión de ser un poquitito más izquierdosa pero sería un error de explicación. No, mi doctrina sobre todo esto, sobre la Laudato Si’, sobre el imperialismo económico, todo esto, es la de la doctrina social de la Iglesia. Y si es necesario que yo recite el credo, estoy dispuesto a hacerlo, ¿eh?’”

Sobre esta respuesta que dio el Pontífice, el Director de la Sala Stampa del Vaticano, P. Federico Lombardi, dijo en conferencia de prensa en Washington D.C. que el Papa Francisco “tiene su propio modo de hablar” pero efectivamente siempre lo hace en el marco de la tradición católica y resaltó que siempre está en línea con la doctrina social de la Iglesia.
Fuente: aciprensa.com

TEXTO COMPLETO: Rueda de prensa del Papa Francisco en el vuelo de Cuba a Estados Unidos

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En el vuelo que lo llevó de Santiago de Cuba a Washington D.C. para su primera e histórica visita a Estados Unidos, el Papa Francisco concedió una rueda de prensa que duró una media hora a los periodistas que viajaron con él.

El Santo Padre respondió a diversas preguntas como el embargo de Estados Unidos contra Cuba, los disidentes en la isla, la preocupación de algunos sobre si es un “anti-papa” y su postura ante las diversas problemáticas de Cuba.

A continuación la transcripción de la rueda de prensa:

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