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viernes, 27 de enero de 2012

Lombardi lamenta las "graves acusaciones" lanzadas por programa televisivo

 
27 de Enero, 2012. (Romereports.com) “Polémica” y “Vaticano” son dos conceptos que garantizan éxito televisivo. La fórmula se confirma de nuevo. Y el portavoz del Vaticano amenaza con denunciar a los responsables.

El 25 de enero, el programa televisivo italiano “Gli Intoccabili” ha mostrado una carta privada enviada al Papa por el arzobispo Carlo Viganò, ex-número dos del Governatorato del Estado Ciudad del Vaticano.

El arzobispo lamentaba las pérdidas que encontró en julio de 2009 cuando comenzó a trabajar en el Governatorato. Dice que eran culpa del favoritismo en la elección de proveedores, como jardinería, limpieza o construcción dentro del Vaticano. Asegura que se llegaba a pagar el doble del precio de mercado y no duda en calificarlo en algunos casos de “corrupción”.

Obviamente, al romper estos mecanismos, abrió heridas y generó tensiones. Tantas que según el programa, el Vaticano recibió presiones para que Viganò fuera destituido.

En octubre de 2011 fue nombrado Nuncio en Washington.

El portavoz del Vaticano ha decidido intervenir en el caso con una declaración oficial.

En ella lamenta “métodos periodísticos discutibles” que caracterizan un “estilo de información hostil al Vaticano y a la Iglesia Católica”.

Añade que “algunas acusaciones del programa les obligarán a seguir todas las vías oportunas, incluso legales si es necesario, para garantizar la honorabilidad de personas moralmente íntegras y de reconocida profesionalidad, que sirven lealmente a la Iglesia, al Papa y al bien común”.

Destaca la exitosa gestión del arzobispo Viganò, y subraya que su sucesor mantiene estos “criterios claros de correcta y sana administración y de transparencia”.

También explica que la decisión de relevar a altos cargos vaticanos no se basa sólo “en el rigor administrativo”. Y que “el cargo de Nuncio en Estados Unidos es una de las tareas de mayor relieve de toda la diplomacia vaticana”.
romereports.com

jueves, 26 de enero de 2012

Celebraciones del Papa para los próximos meses


El Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias Mons. Guido Marini hizo pública la agenda pontificia con las Ceremonias que serán presididas por el Santo Padre Benedicto XVI durante los meses de febrero, marzo y abril: El próximo 2 de febrero a las 17.30 en la Basílica Vaticana en el marco de la Fiesta de la Presentación del Señor y XVI Jornada de la Vida Consagrada Benedicto XVI presidirá la celebración de las Vísperas con la participación de los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica.

El 18 de febrero en la Basílica de San Pedro a las 10.30 de la mañana el Papa celebra la Santa Misa en el Consistorio Ordinario Público para la creación de nuevos Cardenales con el voto sobre algunas Causas de Canonización.

El domingo 19 de febrero Solemnidad de la Cátedra de San Pedro, Capilla Papal con la celebración de la Santa Misa con los nuevos Cardenales en la Basílica de San Pedro a las 9.30 de la mañana.

El miércoles de Ceniza, 22 de febrero, “Statio” y procesión penitencial manteniendo como punto de partida la Basílica de San Anselmo, a las 16.30, hasta la Basílica de Santa Sabina, donde a las 17.00 el Papa celebra la Santa Misa con bendición e imposición de Ceniza.

El Primer Domingo de Cuaresma, 26 de febrero, a las 18.00 horas el Santo Padre y la Curia Romana inician en la Capilla Redemptoris Mater en el Vaticano, los ejercicios espirituales.

Por lo que corresponde al mes de marzo, el sábado 3 en la Capilla Redemptoris Mater a las 9.00 de la mañana concluyen los ejercicios espirituales para la Curia Romana.

El 4 de marzo, II Domingo de Cuaresma, Benedicto XVI, Obispo de Roma, celebrará –a las 9.30 horas- la Santa Misa en la Parroquia romana de San Juan Bautista de La Salle.

El sábado 10 de marzo, en la Basílica de San Gregorio en el Celio, a las 17.30 horas el Papa presidirá las Vísperas con ocasión de la visita del Arzobispo de Canterbury.

Del 23 al 29 de marzo, Benedicto XVI realizará su Viaje Apostólico a América Latina donde visitará México, del 23 al 26 y Cuba del 26 al 28, con fecha de regreso a Roma el día 29.

Las Ceremonias pontificias correspondientes al mes de abril son las siguientes: La mañana del domingo 1º, Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, en la Plaza de San Pedro la Bendición de Palmas con procesión y celebración de la Santa Misa. El inicio de actividades está previsto a las 9.30 de la mañana.

El Jueves Santo, 5 de abril, en la Basílica Vaticana a las 9.30 de la mañana la Santa Misa Crismal en la Basílica de San Juan de Letrán. Y posteriormente a las 17.30 de la tarde la Capilla Papal con el inicio del Triduo Pascual con la Santa Misa en La Cena del Señor.

El 6 de abril, Viernes Santo, en la Basílica Vaticana a las 17.00 horas la Celebración de la Pasión del Señor, y por la noche a las 21.15 desde el Coliseo, el Vía Crucis.

El 7 de abril, Sábado Santo en la Basílica de San Pedro a las 21.00 horas Capilla Papal con la Vigilia Pascual en la Noche Santa, y al día siguiente, Domingo de Pascua, en la Plaza de San Pedro a las 10.15 la Santa Misa, y hacia mediodía con la Bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo), desde la Logia central de la Basílica Vaticana.
(PLJR – RV)
radiovaticana.org

miércoles, 25 de enero de 2012

Necesidad de transformarnos y de convertirnos a Cristo, dice Bendedicto XVI


El Papa ha alentado a testimoniar unidos a Cristo y llevar su esperanza donde hay injusticia, odio y desesperación. Presidiendo las segundas Vísperas de la Conversión de san Pablo y culminando la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos, Benedicto XVI ha reiterado la importancia de rezar, como participación en la realización del proyecto divino para la Iglesia, y ha hecho hincapié en que el compromiso activo por el restablecimiento de la unidad «es un deber y una gran responsabilidad para todos».

En la fiesta de la Conversión del Apóstol de los gentiles, el Papa ha señalado que «la experiencia personal vivida por san Pablo le permite esperar con fundada esperanza el cumplimiento de este misterio de transformación, que atañerá a todos los que han creído en Jesucristo, así como a toda la humanidad y a toda la creación».

En la Basílica papal de san Pablo extramuros, donde el Beato Juan XXIII, anunció un día como hoy hace 53 años, el Concilio Vaticano II - recordando que «cuando imploramos el don de la unidad de los discípulos de Cristo, hacemos nuestro el anhelo expresado por Jesucristo en la vigilia de su pasión y muerte, en la oración que dirige al Padre: «Que todos sean uno» (Jn 17,21) - Benedicto XVI ha alentado nuevamente a la esperanza:

«Aun experimentando en nuestros días la situación dolorosa de la división, los cristianos podemos y debemos mirar al futuro con esperanza, puesto que la victoria de Cristo significa la superación de todo lo que nos impide compartir la plenitud de vida con Él y con los demás, ha señalado una vez más Benedicto XVI, enfatizando que «la resurrección de Jesucristo confirma que la bondad de Dios vence el mal, el amor supera la muerte». Él nos acompaña en la lucha contra la fuerza destructora del pecado que damnifica a la humanidad y a toda la creación de Dios».

Nuestras divisiones hacen menos luminoso nuestro testimoniar a Cristo. La meta de la unidad plena, que esperamos con activa esperanza y por la que rezamos con confianza, es una victoria no secundaria, sino importante por el bien de la familia humana». Tras destacar que «en la cultura que predomina hoy, la idea de victoria se asocia a menudo con un éxito inmediato», el Papa ha puesto de relieve que «sin embargo, en la óptica cristiana, la victoria es un largo proceso de transformación y de crecimiento en el bien, aunque según la perspectiva de los hombres, no siempre pueda parecer lineal».

Invitando a la confianza y a la perseverancia pues «la victoria se produce según los tiempos de Dios, no según los nuestros», y si bien el Reino de Dios irrumpa definitivamente en la historia con la resurrección de Jesús, su Reino aún no se ha realizado, el Papa ha recordado «la victoria final llegará sólo con la segunda venida del Señor, que nosotros esperamos con paciente esperanza. También nuestra espera de la unidad visible de la Iglesia debe ser paciente y confiada. Sólo en esta disposición encuentran su significado pleno nuestra oración y nuestro compromiso cotidianos por la unidad de los cristianos. La conducta de espera paciente no significa pasividad o resignación, sino respuesta pronta y atenta a toda posibilidad de comunión y hermandad, que el Señor nos dona».

«A la intercesión de san Pablo – ha afirmado Benedicto XVI - deseo encomendar a todos aquellos que, con su oración y su compromiso, se esmeran por la causa de la unidad de los cristianos. Aunque a veces se pueda tener la impresión de que el camino hacia el restablecimiento pleno de la comunión siga siendo aún muy largo y lleno de obstáculos, invito a todos a renovar su propia determinación en perseguir, con valentía y generosidad, la unidad que es voluntad de Dios, siguiendo el ejemplo de san Pablo, que ante dificultades de todo tipo, conservó siempre firme la confianza en Dios, que lleva a cumplimiento su obra. Por otra parte, en este camino no faltan signos positivos de una reencontrada fraternidad y de un sentido compartido de responsabilidad ante las grandes problemáticas que afligen a nuestro mundo. Todo ello es motivo de alegría y de gran esperanza y debe alentarnos a proseguir nuestro compromiso para llegar todos juntos a la meta final, sabiendo que nuestros esfuerzos no son vanos en el Señor».


Texto completo de la homilía de Benedicto XVI:

¡Queridos hermanos y hermanas!

Con gran alegría dirijo mi caluroso saludo a todos los que están reunidos en esta Basílica en la Fiesta litúrgica de la Conversión de San Pablo, para concluir la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, en este año en que celebramos el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, que el beato Juan XXIII anunció justo en esta Basílica, el 25 de enero de 1959. El tema ofrecido a nuestra meditación en la Semana de oración que hoy concluimos es: «Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo» (cfr 1 Cor 15,51-58).

El significado de esta misteriosa transformación, de la que nos habla la segunda lectura breve de esta tarde, se muestra admirablemente en la vivencia personal de san Pablo. A raíz del evento extraordinario sucedido de camino a Damasco, Saulo, que se caracterizaba por el celo con el que perseguía a la Iglesia naciente, fue transformado en infatigable apóstol del Evangelio de Jesucristo. En la vivencia de este extraordinario evangelizador, se percibe claramente que esta transformación no es el resultado de una larga reflexión interior y tampoco es el fruto de un esfuerzo personal. Es, ante todo, obra de la gracia de Dios que ha actuado según sus caminos imperscrutables. Es por ello que Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, algunos años después de su conversión, afirma, como hemos escuchado en la primera lectura de estas Vísperas: «por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí» (1 Cor 15, 20).

Además, considerando con atención la vivencia de san Pablo, se comprende cómo la transformación que él experimentó en su existencia no se limita al ámbito ético – como conversión de la inmoralidad a la moralidad -, ni al intelectual – como cambio de su propio modo de comprender la realidad -, sino que se trata, más bien, de una renovación radical del propio ser, semejante en muchos aspectos a un renacer. Una transformación de tal envergadura encuentra su cimiento en la participación en el misterio de la Muerte y Resurrección de Jesucristo y se perfila como un camino gradual de conformación en Él. A la luz de esta toma de conciencia, san Pablo, cuando luego será llamado a defender la legitimidad de su vocación apostólica y del evangelio que anuncia, dirá: «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20).

La experiencia personal vivida por san Pablo le permite esperar con fundada esperanza el cumplimiento de este misterio de transformación, que atañerá a todos los que han creído en Jesucristo, así como a toda la humanidad y a toda la creación. En la segunda lectura breve, que se ha proclamado esta tarde, san Pablo, después de haber desarrollado una larga argumentación destinada a reforzar en los fieles la esperanza de la resurrección, utilizando las imágenes tradicionales de la literatura apocalíptica de su época, describe en pocas líneas el gran día del juicio final, en el que se cumple el destino de la humanidad: «En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final... los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados» ( 1 Cor 15,52).

Ese día, todos los creyentes quedarán conformados en Cristo y todo lo corruptible será transformado por su gloria: «Lo que es corruptible debe revestirse de la incorruptibilidad y lo que es mortal debe revestirse de la inmortalidad» (v 53). Entonces, finalmente el triunfo de Cristo será completo, porque – nos dice aún san Pablo, mostrando cómo se realizan las antiguas profecías - la muerte será derrotada definitivamente y, con ella, el pecado que la hizo entrar en el mundo y la Ley que fija el pecado sin dar la fuerza necesaria para vencerlo: «La muerte ha sido vencida / ¿Dónde está, muerte, tu victoria? / ¿Dónde está tu aguijón? / Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la ley» ( 54 – 56).

San Pablo nos dice, pues, que cada hombre, mediante el bautismo en la muerte y resurrección de Cristo, participa en la victoria de Aquel que fue el primero en vencer la muerte, comenzando un camino de transformación que se manifiesta desde ahora en una novedad de vida y que alcanzará su plenitud al final de los tiempos.

Es muy significativo que le lectura termine con un agradecimiento: «¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo!» ( 57). El canto de victoria sobre la muerte se transforma en canto de gratitud elevado al Vencedor. También nosotros esta tarde, celebrando las laudes de de Dios, queremos aunar nuestras voces, nuestras mentes y nuestros corazones en este himno de agradecimiento por lo que la gracia divina ha obrado en el Apóstol de los gentiles y por el admirable diseño salvífico que Dios Padre cumple en nosotros, por medio del Señor Jesucristo. Mientras elevamos nuestra oración, confiamos en ser transformados y conformados a imagen de Cristo. Ello es particularmente verdadero en la oración por la unidad de los cristianos. En efecto, cuando imploramos el don de la unidad de los discípulos de Cristo, hacemos nuestro el anhelo expresado por Jesucristo en la vigilia de su pasión y muerte, en la oración que dirige al Padre: «Que todos sean uno» (Jn 17,21).

Por este motivo, la oración por la unidad de los cristianos no es otra cosa que participación en la realización del proyecto divino para la Iglesia y el compromiso activo por el restablecimiento de la unidad es un deber y una gran responsabilidad para todos.

Aun experimentando en nuestros días la situación dolorosa de la división, los cristianos podemos y debemos mirar al futuro con esperanza, puesto que la victoria de Cristo significa la superación de todo lo que nos impide compartir la plenitud de vida con Él y con los demás. La resurrección de Jesucristo confirma que la bondad de Dios vence el mal, el amor supera la muerte. Él nos acompaña en la lucha contra la fuerza destructora del pecado que damnifica a la humanidad y a toda la creación de Dios. La presencia de Cristo resucitado nos llama a todos los cristianos a actuar juntos en la causa del bien. Unidos en Cristo, estamos llamados a compartir su misión, que es la de llevar la esperanza allí donde dominan la injusticia, el odio y la desesperación. Nuestras divisiones hacen menos luminoso nuestro testimoniar a Cristo. La meta de la unidad plena, que esperamos con activa esperanza y por la que rezamos con confianza, es una victoria no secundaria, sino importante por el bien de la familia humana.

En la cultura que predomina hoy, la idea de victoria se asocia a menudo con un éxito inmediato. Sin embargo, en la óptica cristiana, la victoria es un largo proceso de transformación y de crecimiento en el bien, aunque según la perspectiva de los hombres, no siempre pueda parecer lineal. La victoria se produce según los tiempos de Dios, no según los nuestros, y requiere de nosotros profunda fe y paciente perseverancia. Si bien el Reino de Dios irrumpa definitivamente en la historia con la resurrección de Jesús, su Reino aún no se ha realizado. La victoria final llegará sólo con la segunda venida del Señor, que nosotros esperamos con paciente esperanza. También nuestra espera de la unidad visible de la Iglesia debe ser paciente y confiada. Sólo en esta disposición encuentran su significado pleno nuestra oración y nuestro compromiso cotidianos por la unidad de los cristianos. La conducta de espera paciente no significa pasividad o resignación, sino respuesta pronta y atenta a toda posibilidad de comunión y hermandad, que el Señor nos dona.

En este clima espiritual, quisiera dirigir algunos saludos particulares. En primer lugar, al Cardenal Monterisi, Arcipreste de esta Basílica; al Abad y a la Comunidad de los mojes benedictinos que nos hospedan. Saludo al Cardenal Koch, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y a todos los colaboradores de este Dicasterio. Dirijo mis cordiales y fraternos saludos a Su Eminencia el Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado ecuménico, y al Reverendo Canónigo Richardson, representante personal en Roma del Arzobispo de Canterbury, y a todos los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales, reunidos aquí esta tarde. Además, me complace de forma especial saludar a algunos miembros del Grupo de trabajo integrado por exponentes de diversas Iglesias y Comunidades eclesiales presentes en Polonia, que han preparado los textos para la Semana de Oración de este año, a los que quisiera expresar mi gratitud y mis mejores deseos para que prosigan por el camino de la reconciliación y de la fructuosa colaboración. Así como a los miembros del Global Christian Forum, que en estos días están en Roma para reflexionar sobre la ampliación de la participación en el movimiento ecuménico de nuevos elementos. Saludo también al grupo de estudiantes del Instituto Ecuménico del Consejo Ecuménico de las Iglesias de Bossey.

A la intercesión de san Pablo deseo encomendar a todos aquellos que, con su oración y su compromiso, se esmeran por la causa de la unidad de los cristianos. Aunque a veces se pueda tener la impresión de que el camino hacia el restablecimiento pleno de la comunión siga siendo aún muy largo y lleno de obstáculos, invito a todos a renovar su propia determinación en perseguir, con valentía y generosidad, la unidad que es voluntad de Dios, siguiendo el ejemplo de san Pablo, que ante dificultades de todo tipo, conservó siempre firme la confianza en Dios, que lleva a cumplimiento su obra. Por otra parte, en este camino no faltan signos positivos de una reencontrada fraternidad y de un sentido compartido de responsabilidad ante las grandes problemáticas que afligen a nuestro mundo. Todo ello es motivo de alegría y de gran esperanza y debe alentarnos a proseguir nuestro compromiso para llegar todos juntos a la meta final, sabiendo que nuestros esfuerzos no son vanos en el Señor (cfr 1 Cor 15,58). Amén.



Después de los Ritos de Introducción, el Card. Koch dirigió un saludo al Papa:


Saludo dirigido al Santo Padre por el Cardenal Kurt Koch,
Presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los Cristianos, durante las Vísperas al concluir la Semana de oración por la Unidad de los Cristianos 2012,
en la Basílica Papal de San Paolo extramuros

Padre Santo,
En nombre de todos los presentes reunidos en oración en esta Basílica, Le dirijo un cordial saludo en la celebración de las Vísperas que marcan la conclusión de de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Le expresamos nuestra profunda gratitud por haber querido, también este año, estar presente en esta ceremonia, testimoniando nuevamente su anhelo de todo corazón y su solicitud en lo que respecta a la búsqueda ecuménica de la recomposición de la unidad visible de los cristianos. La presencia de los representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales en esta celebración demuestra que Su invitación rezar por la unidad de los cristianos ha sido acogida por muchos y en muchos encuentra una atenta escucha y un corazón receptivo.
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se inspira este año en el dichoso anuncio de la Primera Carta a los Corintios: «Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo» . Por ello, es un signo particularmente bello, celebrar la conclusión de la Semana de oración en la Fiesta de la conversión de San Pablo. San Pablo ha experimentado la transformación más importante de la su vida en su encuentro con Cristo Resucitado, camino de Damasco y, gracias a este encuentro, llegó a ser el gran anunciador del Evangelio cristiano. También todos nosotros tenemos necesidad constantemente de transformarnos y de convertirnos a Cristo. Sabemos que también la unidad de los cristianos sólo puede sernos donada por Dios, con el pacto de que nos dejemos transformar por Él y de que abramos nuestro corazón, que a veces tenemos cerrado, también para otros, en los que sale a nuestro encuentro la llamada de Dios. Sólo si juntos nos convertimos a Cristo, podemos alcanzar esa unidad que en Cristo ya nos ha sido donada, pero que debe encontrar una forma visible en nuestra vida personal y en nuestra vida como Iglesia.
La oración por la recomposición de esta unidad es y sigue siendo, como ha subrayado el Concilio Vaticano Segundo, “el alma de todo el movimiento ecuménico” (UR 8). Con Su presencia, Padre Santo, nos recuerda esta convicción de fondo de toda la Iglesia y de toda la comunidad ecuménica. Poder rezar juntos con Usted por la unidad de los cristianos nos llena de alegría y nos fortalece en nuestro compromiso ecuménico. Mientras le agradecemos de todo corazón por este testimonio y pos su presencia entre nosotros, le rogamos de corazón que nos conceda su bendición apostólica.

CM - ER - Radiovaticana.org

Audiencia General de Benedicto XVI: Unidad, don de Dios, Catequesis


(Audio) RealAudioMP3 En el marco de la celebración, de la fiesta de la Conversión de San Pablo Apóstol; en la conclusión la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, esta mañana la a las 10.30 Benedicto XVI celebró la Audiencia General en el Aula Pablo VI del Vaticano y dedicó su catequesis a la oración sacerdotal que el Señor pronuncia antes de su Pasión. El Santo Padre recordó en su catequesis que Jesús intercede por los discípulos, consagrándolos enteramente a Dios para enviarlos a la misión que les confía y ora por todos aquellos que creerán mediante este envío, que se prolonga en la historia a la vez que suplica para ellos la unidad, entendida como don de Dios que sólo puede tener lugar en la comunión trinitaria. Antes de concluir la Audiencia General y tras saludar a los grupos presentes provenientes de Italia, el Papa dedicó un pensamiento afectuoso a los jóvenes, enfermos y recién casados, haciendo alusión a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos indicó que ésta nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre nuestra pertenencia a Cristo y a la Iglesia. Y citamos: “Queridos jóvenes, confíen en las enseñanzas de la Iglesia, finalizadas a su crecimiento integral. Queridos enfermos, ofrezcan sus sufrimientos por la causa de la Unidad de la Iglesia de Cristo. Y ustedes queridos recién casados, eduquen a sus hijos según la lógica del amor gratuito, sobre el modelo del amor de Dios por la humanidad. (PLJR - RV)



TEXTO CATEQUESIS Y SALUDOS DE BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL 250112

Queridos hermanos y hermanas:
La catequesis de hoy está dedicada a la oración sacerdotal que el Señor pronuncia antes de su Pasión. En ella, y evocando la fiesta judía del Yom kippùr, Jesús se presenta como Sumo Sacerdote que pide por sí mismo, por los sacerdotes y por el pueblo y, a la vez, como la víctima que se ofrece al Padre en expiación. En primer lugar, pide para Él la glorificación, invocando al Padre para que acepte su sacrificio. Después, intercede por los discípulos, consagrándolos enteramente a Dios para enviarlos a la misión que les confía. Por último, Jesús ora por todos aquellos que creerán mediante este envío, que se prolonga en la historia. Suplica para ellos la unidad, entendida como don de Dios que sólo puede tener lugar en la comunión trinitaria. De ese modo, inaugura la Iglesia que se define como pueblo enviado, consagrado, llamado al conocimiento de Dios y nacido en la cruz.


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular, a los grupos provenientes de España, México, Chile y otros países latinoamericanos. Invito a todos a orar como nos enseña Jesús, pidiendo a Dios que manifieste su voluntad en nuestras vidas, nos consagre y abra nuestro corazón al mundo y a la misión. Que el don de la unidad que esta Semana hemos suplicado con insistencia nos ayude a dar razón de nuestra esperanza ante los que nos rodean. Muchas gracias.
(RV)




Texto completo de la catequesis de Benedicto XVI:



Queridos hermanos y hermanas,

en la catequesis de hoy concentramos nuestra atención en la oración que Jesús dirige al Padre a la «Hora» de su elevación y su glorificación (cf. Jn 17,1-26). Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: "La tradición cristiana con razón la define la "oración sacerdotal "de Jesús. Es aquella del Sumo Sacerdote, es inseparable de su Sacrificio, de su "paso" [pascua] hacia el Padre, donde Él está enteramente "consagrado" al Padre "(n. 2747). Así dice el Catecismo.

Esta oración de Jesús es comprensible en su extrema riqueza, sobre todo si la colocamos en el marco de la fiesta judía de la expiación, el Yom Kippur. En ese día, el Sumo Sacerdote cumple, primero, la expiación por sí mismo; después por la clase sacerdotal, y finalmente para toda la comunidad del pueblo. El objetivo es restituir al pueblo de Israel, después de las transgresiones de todo un año, la conciencia de la reconciliación con Dios, para ser el pueblo elegido, "pueblo santo" en medio de los otros pueblos. La oración de Jesús, presentada en el capítulo 17 del Evangelio de San Juan, retoma la estructura de base de esta fiesta. Jesús, en aquella noche, se dirige al Padre en el momento en que se está ofreciendo él mismo. Él, sacerdote y víctima, ora por él mismo, por los apóstoles y por todos los que creerán en Él, por la Iglesia de todos los tiempos (cf. Jn 17:20).

En la oración que Jesús hace para sí mismo está pidiendo por su propia glorificación, por su "elevación" en su "Hora". En realidad es más que una petición y de la declaración de plena disposición a entrar, libre y generosamente, en el diseño de Dios Padre que se cumple en el ser entregado y en la muerte y resurrección. Esta "Hora", comenzada con la traición de Judas (cf. Jn 13:31), culminará con el ascenso de Jesús resucitado al Padre (Jn 20:17). La salida de Judas del Cenáculo viene comentada con estas palabras de Jesús: “«Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él”.

No por nada, Él comienza la oración sacerdotal diciendo: "Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo, que el Hijo te glorifique a ti" (Jn 17,1). La glorificación que Jesús pide para sí mismo como Sumo Sacerdote, es la entrada en la plena obediencia al Padre, una obediencia que lo lleva a su máxima condición filial: "Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiese" (Jn 17,5). Esta disponibilidad y esta petición son el primer acto del nuevo sacerdocio que Jesús, que es un darse a sí mismo a la cruz. Y precisamente en la cruz, el supremo acto de amor es glorificado porque el amor es la verdadera gloria, la gloria divina.


La segunda parte de esta oración es la intercesión que Jesús hace por los discípulos que estaban con Él. Ellos son aquellos de quienes Jesús puede decir al Padre: "He manifestado tu nombre a los hombres que me diste del mundo. Eran tuyos y me los diste, y han guardado tu palabra "(Jn 17,6). "Manifestar el nombre de Dios a los hombres" es la realización de una presencia nueva del Padre entre la gente, a la humanidad, este manifestarse no es sólo una palabra, es realidad en Jesús, Dios está con nosotros, así el nombre, su presencia entre nosotros es uno de nosotros. Así esta manifestación del nombre se realiza en la Encarnación del Verbo. En Jesús, Dios entra en la carne humana, se hace cercano de manera única y nueva. Y esta presencia culmina en el sacrificio que hace Jesús en su Pascua de muerte y resurrección.

En el corazón de esta oración de intercesión y expiación por los discípulos está la solicitud de consagración; Jesús dice al Padre: "Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad. Tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo por ellos me santifico a mí mismo, para que sean santificados en la verdad "(Jn 17:16-19).
Pregunta: ¿Qué significa "consagrar" en este caso? En realidad, hay que decir que "consagrado”, o "Santo" sólo es Dios, en realidad. Consagrar, por tanto, quiere decir transferir una realidad - persona o cosa- en la propiedad de Dios. Y en esto hay dos aspectos complementarios: por un lado, eliminar de las cosas comunes, segregar, apartar de la vida personal del hombre para ser entregados totalmente a Dios; y por otra parte, esta segregación, esta transferencia a la esfera de Dios tiene el significado de “invitación”, de misión: precisamente porque viene dada a Dios. La realidad es que la persona consagrada existe "para" los demás, para los otros. Dar a Dios significa no ser ya para uno mismo, sino para todos. Es un consagrado quien como Jesús, viene separado del mundo y apartado para Dios, en vista de una tarea y, como tal, está a disposición de todos. Para los discípulos, será continuar la misión de Jesús: ser entregados a Dios para estar así en misión para todos. En la tarde de Pascua, el Resucitado, apareciéndose a sus discípulos, les dice: "La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió, también yo os envío»(Jn 20,21)

El tercer acto de esta oración sacerdotal extiende su mirada hasta el final de los tiempos. En este Jesús se dirige al Padre para interceder en favor de todos aquellos que será atraídos a fe mediante la misión inugurada por los apóstoles y continuada en la historia: « No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. » (Jn 17,20). Jesús reza para que la Iglesia de todos los tiempos, reza también por nosotros. El Catecismo de la Iglesia católica comenta «Jesús ha cumplido toda la obra del Padre, y su oración, al igual que su sacrificio, se extiende hasta la consumación de los siglos. La oración de la Hora de Jesús llena los últimos tiempos y los lleva hacia su consumación» (n. 2749).

La petición central de la oración sacerdotal de Jesús dedicada a sus discípulos de todos los tiempos es la de la futura unidad de cuantos creerán en Él. Tal unidad no es un producto mundano. Proviene exclusivamente de la unidad divina y llega a nosotros del Padre mediante el Hijo y en el Espíritu Santo. Jesús invoca un don que proviene del cielo, y que tiene su efecto –real y perceptible- en la tierra. Él reza «para que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste » (Jn 17,21). Por una parte, la unidad de los cristianos es una realidad secreta en el corazón de los creyentes, pero al mismo tiempo esta debe aparecer con toda claridad en la historia, debe aparecer para que todos sean realmente una sola cosa. La unidad de los futuros discípulos, siendo unidad con Jesús que el Padre ha enviado al mundo es también la fuente original de la eficacia de la misión cristiana en el mundo.

«Podemos decir que en la oración sacerdotal de Jesús se cumple la institución de la Iglesia... Precisamente aquí en el acto de la última cena, Jesús crea la Iglesia porque ¿qué es si no la Iglesia sino la comunidad de los discípulos que, mediante la fe en Jesucristo como enviado del Padre recibe su unidad y está implicada en la misión de Jesús de salvar al mundo condiciéndolo al conocimiento de Dios? Encontramos aquí una verdadera definición de la Iglesia. La Iglesia nace de la oración de Jesús. Esta oración no son sólo palabras: es el acto en el que él se “consagra” a sí mismo y “se sacrifica” por la vida del mundo» (Jesús de Nazaret, II, 117).

Jesús reza para que sus discípulos sen una sola cosa. En virtud de tal virtud, recibida y custodiada, la Iglesia puede caminar “en el mundo” sin ser “del mundo” (Jn 17,16) y vivir la misión que se le ha confiado para que el mundo crea en el Hijo y en el Padre que le ha enviado. La Iglesia se convierte entonces en un lugar en el que continúa la misión misma de Cristo: conducir al “mundo” fuera de la alienación de Dios y de sí mismo, fuera del pecado, para que vuelva a ser el mundo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, hemos seleccionado algunos elementos de la gran oración sacerdotal de Jesús que os invito a leer y meditar, para que nos guíen en el diálogo con el Señor. Que nos enseñe a rezar para que también nosotros podamos rezar. También nosotros entonces, en nuestra oración pedimos a Dios que nos ayude a entrar, de forma más plena, en el proyecto que tiene para cada uno de nosotros; pidámosle ser “consagrados” a Él, pertenecerle cada vez más, para poder amar cada vez más a los demás, los que están cerca y los más lejanos; pidámosle que siempre seamos capaces de ampliar nuestra oración a las dimensiones del mundo, no reduciéndola a pedir ayuda por nuestros problemas, sino recordando ante el Señor a nuestro prójimo, aprendiendo la belleza de interceder por los demás; pidámosle el don de la unidad visible entre todos los creyentes en Cristo –que hemos pedido con fuerza en esta Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos- recemos para estar siempre preparados para responder a quien quiera que nos pregunte por la razón de la esperanza que tenemos (1P 3,15). Gracias

Traducción CV / ER - Radiovaticana.org

MONSEÑOR SALVADOR PIÑEIRO, ES EL NUEVO PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PERUANA


Lo acompaña Monseñor Pedro Barreto, como Primer Vice-Presidente y Monseñor Javier Del Río, como Segundo Vice-Presidente
En el marco de la 99ª Asamblea Ordinaria de los Obispos del Perú, el Arzobispo Metropolitano de Ayacucho y Obispo Castrense del Perú, Monseñor Salvador Piñeiro García-Calderón fue elegido como el nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, para el período 2012 – 2015. Reemplaza en el cargo a Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, OFM.

Monseñor Salvador Piñeiro nació en Lima, el 27 de enero de 1949. Realizó sus estudios escolares en el Colegio “La Salle”. Curso sus estudios de Filosofía y de Teología en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Obtuvo la Maestría en Educación y Licenciatura en Teología. Ingreso al Seminario Mayor de Santo Toribio en el año 1965. Recibió la ordenación sacerdotal, el 6 de mayo de 1973 de manos del Cardenal Juan Landázuri Ricketts.

En su Ministerio Pastoral desempeñó los siguientes cargos: Vicario Parroquial, Profesor de Filosofía y Teología en la Facultad de Teología, Profesor de la Escuela de Catequesis, Párroco de Nuestra Señora del Carmen de San Miguel, Párroco de la Santísima Cruz de Barranco, Rector del Seminario Mayor de Santo Toribio de Mogrovejo, Vicario para la Pastoral, Vicario General de la Arquidiócesis de Lima, Vicario Episcopal Regional, Párroco de Santa Rosa de Lima de Lince.

Fue nombrado Obispo por el Papa Juan Pablo II y fue ordenado Obispo y tomó posesión canónica del Obispado Castrense del Perú, en la Catedral de Lima, el 2 de setiembre del 2001. Luego, el 8 de julio de 2003 fue nombrado Obispo Auxiliar de Lurín.

El 8 de agosto de 2011, el Papa Benedicto XVI lo nombró como nuevo Arzobispo Metropolitano de Ayacucho, en sucesión de Monseñor Luis Sebastiani Aguirre SM., que renunció a su cargo al gobierno pastoral, con motivo de límite de edad. El 2 de octubre de ese año, tomo posesión de su cargo como Arzobispo de Ayacucho en una Santa Misa celebrada en la Catedral de Ayacucho.

En esta misma jornada se eligió a Monseñor Pedro Barreto Jimeno, SJ., Arzobispo de Huancayo, como el Primer Vice-Presidente de la Conferencia Episcopal, en tanto, Monseñor Javier Del Río, Arzobispo de Arequipa, fue elegido como Segundo Vice-Presidente del Episcopado Peruano.

Fuente: www.iglesia.org.pe

El Santo Padre erigió la nueva Fundación “Ciencia y Fe, promovida por el Consejo pontificio para la cultura y por algunas Universidad Pontificias

La Santa Sede informa en un comunicado de prensa que el Santo Padre erigió la nueva Fundación “Ciencia y Fe, promovida por el Consejo pontificio para la cultura y por algunas Universidad Pontificias. En efecto, el pasado 10 de enero, el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, hizo público que Benedicto XVI constituyó esta Fundación con sede en el Estado de la Ciudad del Vaticano, dotándola de personalidad jurídica pública canónica y civil.

La Fundación –creada a petición del Cardenal Gianfranco Ravasi, Presidente del Consejo pontificio para la cultura haciendo propios los deseos de algunas Universidades Pontificias romanas– dará de este modo continuidad y estabilidad al “Proyecto ciencia, teología y cuestión ontológica”, que nacido tras los desarrollos de la Comisión de estudio del Caso Galilei, –instituida por el Beato Juan Pablo II desde el año 2003– ha promovido el diálogo entre la teología, la filosofía y las ciencias naturales a través de iniciativas de estudio, investigación y divulgación cultural, también gracias al soporte de diversas instituciones, entre las cuales la Fundación John Templeton.

La Fundación “Ciencia y fe, que es la primera de este tipo en el Vaticano, seguirá la constante y cualificada colaboración que se ha instaurado en los últimos años entre el Consejo pontificio para la cultura y algunas Universidades pontificias como la Lateranense, la Gregoriana, el Ateneo Regina Apostolorum, el Angelicum, la Salesiana, la Urbaniana y la de la Santa Cruz, y permanecerá ligada a este dicasterio a través de su presidente, si bien gozará de amplia autonomía para realizar diversos proyectos, también a través de estos centros de estudio. De este modo, esta nueva Fundación se convertirá en un sólido centro de referencia ante la Santa Sede para una nueva evangelización de los ambientes científicos. (María Fernanda Bernasconi – RV).
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martes, 24 de enero de 2012

Transformados por el Buen Pastor, Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

La Semana de oración por la unidad de los cristianos esta por concluir, a continuación con uds. Mons. Juan Usma, del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos con su reflexión para este séptimo día: Transformados por el Buen Pastor. Apacienta mis ovejas. audio. RealAudioMP3
La semana de oración por la unidad de los cristianos ha llegado a su último día, cubriendo el tema: Reunidos en el Reino de Cristo. Al vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí (Ap 3,21) Audio RealAudioMP3
Vence el mal a fuerza de bien
(RV).- En esta Semana de Oración por la unidad de los cristianos organizada por el Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los Cristianos, seguimos en contacto con el jefe de oficina del dicasterio, mons. Juan Usma, quien nos ofrece una reflexión de este sábado 21 de enero, que lleva por tema: Transformados por la victoria del Señor sobre el mal. Vence al mal a fuerza de bien (Rm 12,21) Audio. RealAudioMP3

Mons Usma, nos da la reflexión del quinto día de esta semana de oración por la Unidad de los cristianos. El tema que se tratará es: Transformados por la paz de Cristo resucitado. Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: la paz esté con vosotros (Jn 20,19) Audio RealAudioMP3

Y por último les ofrecemos la reflexión de mons. Usma del sexto día de esta semana de oración por la unidad de los cristianos. RealAudioMP3


Transformados por el Siervo doliente
(RV).- En esta semana de oración por la Unidad de los Cristianos, seguimos recogiendo las reflexiones de mons. Juan Usma, Jefe de Oficina del Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los cristianos. A continuación les ofrecemos la del segundo día, Jueves 19 de enero con el tema: Transformados por la espera paciente del Señor. Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto (Mt3,15) Audio RealAudioMP3

y en el Tercer día, hoy viernes 20 de enero, mons. Usma nos hizo la reflexión del tema: Transformados por el Siervo doliente Cristo padeció por nosotros (cf. 1Pe 2,21) Audio RealAudioMP3


Oración: medio eficaz para pedir la gracia de la unidad

(RV).- En esta semana de oración por la unidad de los cristianos, hemos entrevistado al jefe de oficina del Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los Cristianos, mons. Juan Usma, sobre el tema general de la semana de oración, y sobre la reflexión de cada día de la semana.

Mons Usma nos dijo sobre el tema general. Audio RealAudioMP3

Reflexión del miércoles 18 de enero, día que empieza esta semana de oración, donde se pide la gracia de la unidad. Audio RealAudioMP3  
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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA XLVI JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
PARA LA XLVI JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
“Silencio y Palabra: camino de evangelización”
[Domingo 20 de mayo de 2012]
Queridos hermanos y hermanas:
Al acercarse la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales de 2012, deseo compartir con vosotros algunas reflexiones sobre un aspecto del proceso humano de la comunicación que, siendo muy importante, a veces se olvida y hoy es particularmente necesario recordar. Se trata de la relación entre el silencio y la palabra: dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas. Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario, crea un clima de frialdad; sin embargo, cuando se integran recíprocamente, la comunicación adquiere valor y significado.
El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona. En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa. Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones. Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial. Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opiniones sopesadas y pertinentes, originando un auténtico conocimiento compartido. Por esto, es necesario crear un ambiente propicio, casi una especie de “ecosistema” que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos.
Gran parte de la dinámica actual de la comunicación está orientada por preguntas en busca de respuestas. Los motores de búsqueda y las redes sociales son el punto de partida en la comunicación para muchas personas que buscan consejos, sugerencias, informaciones y respuestas. En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las respuestas; más aún, a menudo el hombre contemporáneo es bombardeado por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a necesidades que no siente. El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes. Sin embargo, en el complejo y variado mundo de la comunicación emerge la preocupación de muchos hacia las preguntas últimas de la existencia humana: ¿quién soy yo?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar? Es importante acoger a las personas que se formulan estas preguntas, abriendo la posibilidad de un diálogo profundo, hecho de palabras, de intercambio, pero también de una invitación a la reflexión y al silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano.
En realidad, este incesante flujo de preguntas manifiesta la inquietud del ser humano siempre en búsqueda de verdades, pequeñas o grandes, que den sentido y esperanza a la existencia. El hombre no puede quedar satisfecho con un sencillo y tolerante intercambio de opiniones escépticas y de experiencias de vida: todos buscamos la verdad y compartimos este profundo anhelo, sobre todo en nuestro tiempo en el que “cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales” (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2011)
Hay que considerar con interés los diversos sitios, aplicaciones y redes sociales que pueden ayudar al hombre de hoy a vivir momentos de reflexión y de auténtica interrogación, pero también a encontrar espacios de silencio, ocasiones de oración, meditación y de compartir la Palabra de Dios. En la esencialidad de breves mensajes, a menudo no más extensos que un versículo bíblico, se pueden formular pensamientos profundos, si cada uno no descuida el cultivo de su propia interioridad. No sorprende que en las distintas tradiciones religiosas, la soledad y el silencio sean espacios privilegiados para ayudar a las personas a reencontrarse consigo mismas y con la Verdad que da sentido a todas las cosas. El Dios de la revelación bíblica habla también sin palabras: “Como pone de manifiesto la cruz de Cristo, Dios habla por medio de su silencio. El silencio de Dios, la experiencia de la lejanía del Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios, Palabra encarnada… El silencio de Dios prolonga sus palabras precedentes. En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio de su silencio” (Exhort. ap. Verbum Domini, 21). En el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don supremo. Después de la muerte de Cristo, la tierra permanece en silencio y en el Sábado Santo, cuando “el Rey está durmiendo y el Dios hecho hombre despierta a los que dormían desde hace siglos (cf. Oficio de Lecturas del Sábado Santo), resuena la voz de Dios colmada de amor por la humanidad.
Si Dios habla al hombre también en el silencio, el hombre igualmente descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios. “Necesitamos el silencio que se transforma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio de Dios y así nos permite llegar al punto donde nace la Palabra, la Palabra redentora” (Homilía durante la misa con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, 6 de octubre 2006). Al hablar de la grandeza de Dios, nuestro lenguaje resulta siempre inadecuado y así se abre el espacio para la contemplación silenciosa. De esta contemplación nace con toda su fuerza interior la urgencia de la misión, la necesidad imperiosa de “comunicar aquello que hemos visto y oído”, para que todos estemos en comunión con Dios (cf. 1 Jn 1,3). La contemplación silenciosa nos sumerge en la fuente del Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva.
En la contemplación silenciosa emerge asimismo, todavía más fuerte, aquella Palabra eterna por medio de la cual se hizo el mundo, y se percibe aquel designio de salvación que Dios realiza a través de palabras y gestos en toda la historia de la humanidad. Como recuerda el Concilio Vaticano II, la Revelación divina se lleva a cabo con “hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas” (Dei Verbum, 2). Y este plan de salvación culmina en la persona de Jesús de Nazaret, mediador y plenitud de toda la Revelación. Él nos hizo conocer el verdadero Rostro de Dios Padre y con su Cruz y Resurrección nos hizo pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la libertad de los hijos de Dios. La pregunta fundamental sobre el sentido del hombre encuentra en el Misterio de Cristo la respuesta capaz de dar paz a la inquietud del corazón humano. Es de este Misterio de donde nace la misión de la Iglesia, y es este Misterio el que impulsa a los cristianos a ser mensajeros de esperanza y de salvación, testigos de aquel amor que promueve la dignidad del hombre y que construye la justicia y la paz.
Palabra y silencio. Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización: silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo. A María, cuyo silencio “escucha y hace florecer la Palabra” (Oración para el ágora de los jóvenes italianos en Loreto, 1-2 de septiembre 2007), confío toda la obra de evangelización que la Iglesia realiza a través de los medios de comunicación social.
Vaticano, 24 de enero 2012, fiesta de San Francisco de Sales
BENEDICTUS PP. XVI
Fuente: www.vatican.va - Libreria Editrice Vaticana

Notas Breves del Vaticano

(Audio) RealAudioMP3 “Llevar a Cristo a los hombres y los hombres a Cristo”, en comunión con el Papa y los Pastores y con filial obediencia a la Santa Sede, es cuanto dijo Benedicto XVI a unos siete mil miembros del Camino Neocatecumenal, durante la audiencia que les concedió en el Aula Pablo VI del Vaticano por la aprobación de algunas celebraciones que marcan este itinerario de iniciación cristiana. Una reliquia del Beato Juan Pablo II recorrió las ciudades colombianas de Bogotá y Cartago.

(Producción de María Fernanda Bernasconi – RV).

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lunes, 23 de enero de 2012

La vejez en la era de la tecnología y del consumo: Una palabra que no hay que pronunciar

En 1971 se publica en Italia “La terza età”, traducción de un texto de Simone de Beauvoir que, con mucho mayor realismo, se titulaba “La vieillesse”. Ha pasado mucho tiempo desde que la pensadora francesa denunciaba una especie de conjura de silencio en torno al fenómeno de la vejez y a sus problemas específicos, no sólo sanitarios: hoy hablamos ya de cuarta edad y seguimos prefiriendo la noción de anciano (literalmente “nacido antes”) a la de viejo. Pero ello no significa que haya crecido la conciencia de que la vejez sea el tiempo propio de cada hombre que vive largamente y que es parte de nuestra condición humana.
Tenía razón Proust cuando apuntaba que es más fácil pensar en el hombre como mortal que como viejo. Y es por esto que actualmente se acentúan los discursos que indican a los viejos como aquellos que “roban” el futuro a los jóvenes, cargando en sus espaldas los costes de las pensiones y absorbiendo ingentes recursos económicos. Se perfila así, de modo sutil pero constante, una imagen de la vejez como peso social, especialmente si ésta se acompaña de la enfermedad. Cierto: hay que censurar la idea de que también los jóvenes serán ancianos y que cultivando esta imagen corren el riesgo de construir su futura condena. Pero vivimos en una época en que parece difícil pensar y programar por tiempos largos.
En la era de la tecnología, de la innovación y del consumo, la palabra vejez parece “obscena”. En el reino de las cosas lo que es viejo está superado; hay que sustituirlo, desguazarlo. En el reino de las personas lo que es viejo hay que camuflarlo, disfrazarlo de joven; puede tener voz sólo si se transforma en “anciano”. De hecho existe toda una economía que gira en torno a la figura del anciano como consumidor: de productos para la salud y la belleza, de viajes, de vacaciones especializadas. Todo ello tiene sus lados positivos, pero responde a una sutil lógica negacionista: los viejos no existen y hay sólo tercera y cuarta edad para gestionar según lógicas renovadas de mercado que corrigen la imagen del peso sólo cuando los ancianos se transforman en un recurso económico. La distinción, que trágicamente resurge, entre vidas dignas y no dignas de ser vividas, se debe mucho a este planteamiento. Pero una juventud que no sepa pensarse en la vejez y una vejez que no sepa reconciliarse con la juventud es signo de una humanidad que no sabe pensar en el futuro con el signo de la esperanza, que no es capaz de percibir el valor de la existencia humana en el círculo de sus relaciones significativas.
Hay un episodio evangélico que ilumina, con su poder teológico y simbólico, esta relación. Se trata del relato de la presentación de Jesús al anciano Simeón. Los padres ponen al neonato en brazos del viejo judío quien, acogiéndolo, pronuncia un espléndido himno en el que se salda el tiempo de la vida y la expectativa de la muerte: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos, luz para iluminar a las gentes”.
Este cántico expresa el nexo inescindible entre la esperanza introducida por el nacimiento y la entrega al evento de la muerte un nexo que vincula a los neonatos con los ancianos en el hecho de compartir un tiempo significativo para la existencia, que la Encarnación revela a cada hombre. La custodia de la vida naciente y la de la vejez son las dos caras de una única historia humana. Nuestra sociedad no necesita más hijos para garantizar el sostenimiento económico en la vejez, sino que necesita reencontrar, en la apertura a la vida, ese signo de esperanza y de confianza en la bondad de la existencia que es capaz de dar sentido a toda la historia del hombre.
  Adriano Pessina
http://www.osservatoreromano.va

Eastwood denuncia la cara ambigua de América

Se podría decir “el lado oscuro de la fuerza” -aludiendo a “La guerra de las galaxias”- para referirse a John Edgar Hoover, fundador y durante medio siglo temido director del “Federal Bureau of Investigation”, el famoso FBI. Pero Leonardo DiCaprio en el papel de John Edgar Hooverprobablemente Clint Eastwood, dedicándole una película despiadada en mostrar debilidades, vicios y contradicciones, sólo quiere presentar la cara ambigua de América.
“Con J. Edgar” el director de más de ochenta años, quien como actor varias veces ha encarnado el rostro más duro de su país, hoy toma distancias. Por lo demás el inspector Callaghan, aún despiadado y violento, está a años luz de Hoover por su modo de entender y de administrar la justicia, y de utilizar el poder con el recurso a la mentira, al chantaje cínico, al mezquino subterfugio, a la ilegalidad con tal de hacer valer las propias razones, sean justas o erróneas.
En su cine Eastwood ha desistido de todo acento justiciero por una reflexión más sosegada sobre el sentido de la justicia, abriendo incluso rendijas al perdón; pero en cualquier caso parece apreciar más la franqueza de una magnum 44 que la cobardía de un dossier secreto.
El director con los protagonistas en el plató cinematográficoHoover, poseedor de un poder cada vez más amplio y sin control, no sólo hizo dar el gran salto a las actividades investigadoras de lucha contra el crimen -cosa meritoria-, sino que empleó tal poder para manejar soterradamente la política, para tener en jaque hasta a los presidentes de los Estados Unidos. Convencido de estar del lado justo, peleó su guerra personal no sólo con delincuentes, sino con quienes, a sus ojos, constituían una amenaza para el país o para sí mismo -comunistas, radicales, activistas de los derechos civiles-, acabando por ser víctima él mismo de la máquina que había construido.
A este Hoover dá vida Leonardo DiCaprio con una interpretación mayúscula, siguiendo las indicaciones de un guión que opta por relatar no una biografía aséptica, sino la que escribió el proprio Hoover, impregnada de mentiras, de autoexaltación, de omisiones; carencias que la escenificación va evidenciando poco a poco hasta desenmascararlas en el final, negándoles cualquier justificación ideal, ni siquiera el atenuante de la buena fe.
Con “J. Edgar” Eastwood se confirma como director de calidad, realizando una película de factura clásica, como es su estilo, denso en los tonos, directo en las intenciones, sin escapatorias consoladoras o absolutorias, pero sin evidenciar de la mejor manera la intersección de la introspección psicológica con la esfera pública. Con todo es apreciable la intención de narrar sin indulgencia el lado oscuro de la América bastión de democracia y faro de libertad.
  Gaetano Vallini
http://www.osservatoreromano.va

S.O.P.A.: Sacerdote italiano defiende libertad de expresión

El director de la revista Civiltà Cattolica, Padre Antonio Spadaro, expresó sus reparos a las iniciativas legales como S.O.P.A. (Stop Online Piracy Act), porque podría limitar la libertad en el mundo digital.
En una entrevista concedida a Radio Vaticana, el Padre Spadaro indicó que hoy día "el ambiente digital se ha convertido en un ambiente de vida", y por tanto "cerrar o limitar el acceso a este ambiente es como limitar el acceso a un territorio de vida".
Señaló que las redes informáticas disminuyen las distancias entre los políticos y los ciudadanos, y que esto puede haber sido el desencadenante del problema "porque vemos que los gobiernos a menudo tienen la intención de tener un papel influente sobre la red: 60 gobiernos en el mundo bloquean la red a sus propios ciudadanos de un modo u otro".
El sacerdote reprobó la piratería on line como una actividad de naturaleza ilícita pero consideró que la solución sería "evaluar juntos principios, normas, reglas, procedimientos de decisión, programas para compartir, que determinan la evolución y el uso de la red".
"El corazón del problema es el derecho a la libertad de expresión, la cual va tutelada. Como todos los derechos fundamentales, se debe ejercitar de manera responsable, pero no puede ser sacrificado mediante balances de valores políticos y económicos", denunció.
Finalmente, consideró que la libertad de expresión "debe ser restringida solamente en el marco de defender los derechos fundamentales de las otras personas", y defendió que toda limitación de la libertad de opinión y de expresión "debe ser provista de una norma que tenga el fin de defender los derechos, las reputaciones de los otros, la seguridad nacional, el orden público, la salud, o la moral pública".
"El problema legal debería discutirse a nivel internacional y no nacional. Son los gobiernos, junto a los sectores privados y la sociedad civil quienes deben reflexionar sobre estos temas y encontrar detenidamente una solución", concluyó.
aciprensa.com

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