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sábado, 18 de febrero de 2012

Benedicto XVI crea 22 nuevos cardenales

La Iglesia tiene desde hoy 22 nuevos cardenales. Que el don total de sí ofrecido por Cristo en la Cruz sea para ustedes principio, estímulo y fuerza para una fe que obra en la caridad, dijo el Papa en su alocución en el curso del Consistorio ordinario púbico en el que a los 22 nuevos cardenales ha sido impuesta la birreta y entregado el anillo. Que su misión en la Iglesia y en el mundo --dijo- sea siempre y solo en Cristo, responda a su lógica y no a la del mundo, esté iluminada por la fe y animada por la caridad que nos vienen de la Cruz gloriosa del Señor. Sobre el anillo entregado a los nuevos cardenales están representados los santos Pedro y Pablo, en el centro una estrella que evoca a María

Benedicto XVI envía bendición apostólica al pueblo peruano


En el “Diálogo de Fe” del sábado 18 de febrero, el Cardenal Juan Luis Cipriani recordó que el Santo Padre, Benedicto XVI, envió una especial bendición apostólica para todo el pueblo peruano.
“He podido estar junto al Papa quien me decía: “siempre los recuerdo, trasmítales mi bendición”. Qué bueno es tener a un amigo tan cercano y al mismo tiempo con tanto amor a cada una de las familias en el Perú”, expresó el Arzobispo de Lima, quien se encuentra en Roma participando del Consistorio para la Creación de nuevos cardenales de la Iglesia.
Como se recuerda, el Papa ha creado a 22 nuevos cardenales en el Consistorio Ordinario Público que se llevó a cabo en la basílica de San Pedro con la imposición de la birreta, la entrega del anillo y la asignación del título o diaconía. Y mañana domingo 19 de febrero se celebrará la Eucaristía con los nuevos purpurados. Actos en los que participa el Pastor Primado del Perú.
En tal sentido, el Cardenal Cipriani compartió las exhortaciones que el Santo Padre les ha pedido a los cardenales presentes en Roma.
“El Papa nos decía que deberíamos hablar más con Jesús y de la fe y no ocuparnos de esas cosas que interesan a un pequeño grupo que quiere generar polémica. A la gran cantidad de hijos de Dios les interesa que hablen de Jesús con esa certeza que Jesús está vivo, a tu lado, te conoce y te quiere”, reconoció. 
En otro momento el Pastor de Lima pidió oraciones especiales de parte de todos los peruanos, porque este 21 de febrero cumple 11 años como Cardenal del Perú. 
“El 21 de febrero del 2001 tuve la emoción y el gozo de que el Papa Juan Pablo II reconociera al Perú, porque es un Cardenal del Perú. No es un motivo de orgullo sino una responsabilidad. Hace 11 años que soy cardenal y por eso tengo ese deber de rezar cada vez más. Les agradezco y les pido oraciones para que el Señor me ayude para estar unido a Él y a mis hermanos”, concluyó.
Cercanía con nuestros hermanos de Mesa Redonda
Por su parte el Padre José Chuquillanqui, párroco de Manchay, expresó su cercanía con los damnificados del incendio acontecido el viernes 17 de febrero en Mesa Redonda; del mismo modo reconoció la labor de los bomberos quienes trabajaron arduamente para controlar el siniestro.
“Nos sentimos cercanos con todos nuestros hermanos damnificados por las situaciones del clima en la sierra, pero también con nuestros hermanos damnificados del incendio en Mesa Redonda. Desde aquí nos unimos muy fuerte a ellos y desde la fe les ofrecemos nuestras oraciones, porque la Iglesia siempre estará cercana al que sufre”. 
“Los bomberos se daban íntegros por dominar el fuego. Que no pase desapercibida la entrega de los bomberos de ayer, porque esa entrega me tiene que llevar a también ver cómo yo puedo ser generoso con los demás”, prosiguió. 
El Padre Chuquillanqui también pidió a todos los peruanos un especial recogimiento en el tiempo de Cuaresma que se inicia este 22 febrero con la celebración del Miércoles de Ceniza. “La Cuaresma es un tiempo especial de reflexión, oración y contemplación de mi vida. A todos nos hace falta profundizar más en el conocimiento de Jesús, desde ese conocimiento podrá partir también nuestra preocupación por el prójimo, por el que sufre, por el desvalido”.
“Es un tiempo especial donde me reconozco pecador, débil y frágil. Y también es un tiempo especial para el ejercicio de la caridad. ¿Cuántas veces pasamos indiferentes ante aquel pobre el que sufre? Tengamos gestos sencillos, ejercitemos la humildad, porque la santidad radica en el esfuerzo de cada día”, culminó.
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Benedicto XVI invita a rezar por los nuevos cardenales


«Y pedid también por mí, para que pueda ofrecer siempre al Pueblo de Dios el testimonio de la doctrina segura y regir con humilde firmeza el timón de la santa Iglesia». Exhortando a servir a la Iglesia con la fidelidad y la valentía de los mártires, en el solemne Consistorio ordinario público, el Papa alentó esta mañana a los purpurados a que el don total de sí ofrecido por Cristo sobre la cruz sea para ellos «principio, estímulo y fuerza, gracias a una fe que actúa en la caridad. Que vuestra misión en la Iglesia y en el mundo sea siempre y sólo «en Cristo», que responda a su lógica y no a la del mundo, que esté iluminada por la fe y animada por la caridad que llegan hasta nosotros por la Cruz gloriosa del Señor».
En la Basílica vaticana, el Santo Padre señaló que «en el anillo de los 22 nuevos miembros del colegio cardenalicio «están representados los santos Pedro y Pablo, con una estrella en el centro que evoca a la Virgen». Y que «llevando este anillo, estáis llamados cada día a recordar el testimonio de Cristo hasta la muerte que los dos Apóstoles han dado con su martirio aquí en Roma, fecundando con su sangre la Iglesia. Al mismo tiempo, el reclamo a la Virgen María será siempre para vosotros una invitación a seguir a aquella que fue firme en la fe y humilde sierva del Señor».

Además del español, Santos Abril y Castelló, Arcipreste de la Basílica Papal de Santa María Mayor, estos son los nuevos cardenales electores:

- Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

- Manuel Monteiro De Castro, Penitenciario Mayor


- Antonio Maria Vegliò, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes

- Giuseppe Bertello, Presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y de la Gobernación

- Francesco Coccopalmerio, Presidente del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos

- João Braz De Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

- Edwin Frederik O'Brien, Pro-Gran Maestro de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén

- Domenico Calcagno, Presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica

-Giuseppe Versaldi, Presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede

-Arzobispo Mayor George Alencherry, de Ernakulam-Angamaly de los Siro-Malabares (India)

-Arzobispo Thomas Christopher Collins, de Toronto (Canadá)

-Arzobispo Dominik Duka, de Praga (República Checa)

-Arzobispo Willem Jacobus Eijk, de Utrecht (Países Bajos)

-Arzobispo Giuseppe Betori, de Florencia (Italia)

-Arzobispo Timothy Michael Dolan, de Nueva York (Estados Unidos)

-Arzobispo Rainer Maria Woelki, de Berlín (Alemania)

-Obispo John Tong Hon, de Hong Kong (República Popular China).

Asimismo, el Santo Padre ha creado cuatro cardenales que tienen más de 80 años, y que por tanto son miembros no electores del Colegio Cardenalicio. Los cuatro cardenales no electores son:

-Arzobispo Mayor Lucian Mureşan, de Făgăraş y Alba Julia de los Rumanos (Romanía)

-Julien Ries, de la Diócesis de Namur y profesor emérito de Historia de las Religiones en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica)

-Prosper Grech, O.S.A., Docente emérito de varias universides romanas y Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe

- Karl Becker, S.I, Docente emérito de la Pontificia Universidad Gregoriana, y durante muchos años Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.




CdM

Texto completo de las palabras de Benedicto XVI:

«Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam»

Venerados Hermanos,
Queridos hermanos y hermanas

Estas palabras del canto de entrada nos introducen en el solemne y sugestivo rito del Consistorio ordinario público para la creación de nuevos cardenales, la imposición de la birreta, la entrega del anillo y la asignación del título. Son las palabras eficaces con las que Jesús constituyó a Pedro como fundamento firme de la Iglesia. La fe es el elemento característico de ese fundamento: en efecto, Simón pasa a convertirse en Pedro —roca— al profesar su fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios. En el anuncio de Cristo, la Iglesia aparece unida a Pedro, y Pedro es puesto en la Iglesia como roca; pero el que edifica la Iglesia es el mismo Cristo, Pedro es un elemento particular de la construcción. Ha de serlo mediante la fidelidad a la confesión que hizo en Cesarea de Filipo, en virtud de la afirmación: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Las palabras que Jesús dirige a Pedro ponen de relieve claramente el carácter eclesial del acontecimiento de hoy. Los nuevos cardenales, en efecto, mediante la asignación del título de una iglesia de esta Ciudad o de una diócesis suburbicaria, son insertados con todo derecho en la Iglesia de Roma, guiada por el Sucesor de Pedro, para cooperar estrechamente con él en el gobierno de la Iglesia universal. Estos queridos hermanos, que dentro de poco entrarán a formar parte del Colegio cardenalicio, se unirán con un nuevo y más fuerte vínculo no sólo al Romano Pontífice, sino también a toda la comunidad de fieles extendida por todo el mundo. En el cumplimiento de su peculiar servicio de ayuda al ministerio petrino, los nuevos purpurados estarán llamados a considerar y valorar los acontecimientos, los problemas y criterios pastorales que atañen a la misión de toda la Iglesia. En esta delicada tarea, les servirá de ejemplo y ayuda, el testimonio de fe que el Príncipe de los Apóstoles dio con su vida y su muerte y que, por amor de Cristo, se dio por entero hasta el sacrificio extremo.

La imposición de la birreta roja ha de ser entendida también con este mismo significado. A los nuevos cardenales se les confía el servicio del amor: amor por Dios, amor por su Iglesia, amor por los hermanos con una entrega absoluta e incondicionada, hasta derramar su sangre si fuera preciso, como reza la fórmula de la imposición de la birreta e indica el color rojo de las vestiduras. Además, se les pide que sirvan a la Iglesia con amor y vigor, con la transparencia y sabiduría de los maestros, con la energía y fortaleza de los pastores, con la fidelidad y el valor de los mártires. Se trata de ser servidores eminentes de la Iglesia que tiene en Pedro el fundamento visible de la unidad.

En el pasaje evangélico que antes se ha proclamado, Jesús se presenta como siervo, ofreciéndose como modelo a imitar y seguir. Del trasfondo del tercer anuncio de la pasión, muerte y resurrección del Hijo del hombre, se aparta con llamativo contraste la escena de los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, que persiguen todavía sueños de gloria junto a Jesús. Le pidieron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda» (Mc 10,37). La respuesta de Jesús fue fulminante, y su interpelación inesperada: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? (v. 38). La alusión es muy clara: el cáliz es el de la pasión, que Jesús acepta para cumplir la voluntad del Padre. El servicio a Dios y a los hermanos, el don de sí: esta es la lógica que la fe auténtica imprime y desarrolla en nuestra vida cotidiana y que no es en cambio el estilo mundano del poder y la gloria.

Con su petición, Santiago y Juan ponen de manifiesto que no comprenden la lógica de vida de la que Jesús da testimonio, la lógica que, según el Maestro, ha de caracterizar al discípulo, en su espíritu y en sus acciones. La lógica errónea no se encuentra sólo en los dos hijos de Zebedeo ya que, según el evangelista, contagia también «a los otros diez» apóstoles que «se indignaron contra Santiago y Juan» (v. 41). Se indignaron porque no es fácil entrar en la lógica del Evangelio y abandonar la del poder y la gloria. San Juan Crisóstomo dice que todos los apóstoles eran todavía imperfectos, tanto los dos que quieren ponerse por encima de los diez, como los otros que tienen envidia de ellos (cf. Comentario a Mateo, 65, 4: PG 58, 622). San Cirilo de Alejandría, comentando los textos paralelos del Evangelio de san Lucas, añade: «Los discípulos habían caído en la debilidad humana y estaban discutiendo entre sí sobre quién era el jefe y superior a los demás… Esto sucedió y ha sido narrado para nuestro provecho… Lo que les pasó a los santos apóstoles se puede revelar para nosotros un incentivo para la humildad» (Comentario a Lucas, 12,5,15: PG 72,912). Este episodio ofrece a Jesús la ocasión de dirigirse a todos los discípulos y «llamarlos hacia sí», casi para estrecharlos consigo, para formar como un cuerpo único e indivisible con él y señalar cuál es el camino para llegar a la gloria verdadera, la de Dios: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos» (Mc 10,42-44).

Dominio y servicio, egoísmo y altruismo, posesión y don, interés y gratuidad: estas lógicas profundamente contrarias se enfrentan en todo tiempo y lugar. No hay ninguna duda sobre el camino escogido por Jesús: Él no se limita a señalarlo con palabras a los discípulos de entonces y de hoy, sino que lo vive en su misma carne. En efecto, explica: «Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por la multitud» (v.45). Estas palabras iluminan con singular intensidad el Consistorio público de hoy. Resuenan en lo más profundo del alma y representan una invitación y un llamamiento, un encargo y un impulso especialmente para vosotros, queridos y venerados Hermanos que estáis a punto de ser incorporados al Colegio cardenalicio.

Según la tradición bíblica, el Hijo del hombre es el que recibe el poder y el dominio de parte de Dios (cf. Dn 7,13s). Jesús interpreta su misión en la tierra sobreponiendo a la figura del Hijo del hombre la del Siervo sufriente, descrito por Isaías (cf. Is 53,1-12). Él recibe el poder y la gloria sólo en cuanto «siervo»; pero es siervo en cuanto que acoge en sí el destino de dolor y pecado de toda la humanidad. Su servicio se cumple en la fidelidad total y en la responsabilidad plena por los hombres. Por eso la aceptación libre de su muerte violenta es el precio de la liberación para muchos, es el inicio y el fundamento de la redención de cada hombre y de todo el género humano.

Queridos Hermanos que vais a ser incluidos en el Colegio cardenalicio. Que el don total de sí ofrecido por Cristo sobre la cruz sea para vosotros principio, estímulo y fuerza, gracias a una fe que actúa en la caridad. Que vuestra misión en la Iglesia y en el mundo sea siempre y sólo «en Cristo», que responda a su lógica y no a la del mundo, que esté iluminada por la fe y animada por la caridad que llegan hasta nosotros por la Cruz gloriosa del Señor. En el anillo que en unos instantes os entregaré, están representados los santos Pedro y Pablo, con una estrella en el centro que evoca a la Virgen. Llevando este anillo, estáis llamados cada día a recordar el testimonio de Cristo hasta la muerte que los dos Apóstoles han dado con su martirio aquí en Roma, fecundando con su sangre la Iglesia. Al mismo tiempo, el reclamo a la Virgen María será siempre para vosotros una invitación a seguir a aquella que fue firme en la fe y humilde sierva del Señor.

Al concluir esta breve reflexión, quisiera dirigir un cordial saludo, junto con mi gratitud, a todos los presentes, en particular a las Delegaciones oficiales de diversos países y a las representaciones de numerosas diócesis. Los nuevos cardenales están llamados en su servicio a permanecer siempre fieles a Cristo, dejándose guiar únicamente por su Evangelio. Queridos hermanos y hermanas, rezad para que en ellos se refleje de modo vivo nuestro único Pastor y Maestro, el Señor Jesús, fuente de toda sabiduría, que indica a todos el camino. Y pedid también por mí, para que pueda ofrecer siempre al Pueblo de Dios el testimonio de la doctrina segura y regir con humilde firmeza el timón de la santa Iglesia.
radiovaticana.org

Nueva composición del Colegio Cardenalicio


Después de la creación en el consistorio de esta mañana de 22 nuevos cardenales, el Colegio Cardenalicio pasa a estar compuesto por 213 purpurados, de los cuales 125 -menores de 80 años- son electores, es decir participan en la elección del pontífice en el cónclave. Los no electores, o sea, los mayores de 80 años y que no eligen al pontífice pasan a ser 88.
Benedicto XVI ha creado 62 cardenales en los tres consistorios celebrados durante su pontificado.
Los miembros del actual Colegio Cardenalicio proceden de 71 países y su distribución geográfica es la siguiente Europa tiene 119 ; Norteamérica (Estados Unidos y Canadá) cuenta con 21; América Latina, 32; África, 17; Asia, 20 y Oceanía, 4.
RC
radiovaticana.org 

Siete nuevos santos en la Jornada Mundial de las Misiones


Benedicto XVI, al finalizar el rito para la creación de los nuevos cardenales, presidió el Consistorio Ordinario Público para la canonización de siete beatos, estableciendo que serán inscritos en el Libro de los Santos, el domingo 21 de octubre de este año, Jornada Mundial de las Misiones.

Entre los futuros santos se encuentra la española María del Monte Carmelo, fundadora de las hermanas de la Inmaculada Concepción Misioneras de la Enseñanza. Y la que será la primera santa piel roja, Catalina Tekakwitha, laica. Los otros son Jacques Berthieu, sacerdote profeso de la Compañía de Jesús, mártir; Pedro Calungsod, catequista laico, mártir; Giovanni Battista Piamarta, sacerdote y fundador de la congregación de la Sagrada Familia de Nazareth y de la congregación de las Hermanas Humildes Siervas del Señor; Marianne Cope, religiosa de la Congregación de las Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco de Syracusa( New York); y Anna Schäffer, laica.

CdM
radiovaticana.org

viernes, 17 de febrero de 2012

QUÉ SON LOS VALORES

Los valores humanos son aquellos bienes universales que pertenecen a nuestra naturaleza como personas y que, en cierto sentido, nos humanizan, porque mejoran nuestra condición de personas y perfeccionan nuestra naturaleza humana.
Los valores son el motor de nuestras vidas. Son esos bienes hacia los cuales tendemos.
La libertad nos capacita para ennoblecer nuestra existencia, pero también nos pone en peligro de empobrecerla. Las demás creaturas no acceden a esta disyuntiva. Un gato siempre se comportará como un felino y no será culpado o alabado por ello.
Nosotros, en cambio, si prestamos oídos a nuestros instintos e inclinaciones más bajas, podemos actuar como bestias, y de este modo, deshumanizarnos.
Boecio, el filósofo del siglo V, escribió: El hombre sobresale del resto de la creación en la medida en que él mismo reconoce su propia naturaleza, y cuando lo olvida, se hunde más abajo que las bestias. Para otros seres vivientes, ignorar lo que son es natural; para el hombre es un defecto.

¿CÓMO DISTINGUIR UN VALOR DE UN ANTIVALOR?
Pregúntate con sinceridad: Esto que voy a realizar, ¿me acerca a Dios? ¿Me ayuda realmente a ser mejor persona? ¿A quién amo al realizarlo?
Si te ayuda a ser mejor, a acercarte a Dios y a amar más a los demás, entonces es un valor. Si te aleja de Dios, si te hace ser peor, si no te ayuda a amar más y mejor a los demás, es un antivalor.

¿CUÁL ES LA PRIMERA Y MEJOR ESCUELA DONDE APRENDER A VIVIR LOS VALORES?
La familia, el hogar.
Es ese lugar querido por Dios donde aprendemos a ser personas.
En la familia se aprende a ser amado, a ser generoso, a ser fiel; ahí mismo aprendemos a amar a la Patria; en ella se aprende a amar a Dios, a ser responsable, a compartir.
¡Qué importante es la familia!

CUIDA EL TESORO DE TU FE
       Ten mucho cuidado con los valores que te ofrece el mundo.
       Son verdaderos antivalores, pues te apartan de Dios.
       Este mundo nos ofrece el placer, el sexo desenfrenado, la comodidad, la envidia, el querer tener más cosas, el despreciar a los demás, el divorcio, la violencia, la pornografía, la infidelidad, el egoísmo.
       Hoy en día hay una depreciación de los valores tradicionales en las familias.
       Los valores hoy en día es una situación que preocupa.
       La sociedad cambia si la familia cambia: es necesario que las familias vivan con ética familiar.

CÓMO ENSEÑAR VALORES A LOS HIJOS
Los niños pequeños aprenden con el ejemplo, por lo tanto enseñar a los niños y niñas los valores implica un compromiso personal.
Es necesario dar el ejemplo con hechos y palabras para que los niños los asimilen, los imiten y los vivan.

POR QUÉ ENSEÑAR VALORES A LOS NIÑOS
       Educar a los niños en valores les permitirá tomar decisiones más acertadas durante toda su vida y esto a su vez los hará personas más seguras, plenas y felices.
       La enseñanza de los valores se inicia en el hogar, promovida por el ser y el hacer de los padres y otros adultos significativos para el niño; más tarde, en la escuela estos valores deberán ser ampliados y fortalecidos

LA FOMACIÓN DE LOS HIJOS
       La educación de los hijos requiere tiempo. Pero no mucho, sino todo.
       Los hijos lo perciben todo:.
       No digamos ya un juicio inequívoco: "la vecina de al lado es insoportable", "qué desgracia, no nos ha tocado la lotería", etc.
       Si el padre al llegar a casa nunca dice a su hijo más que "hola", para sumergirse acto continuo en "lo suyo", está deformando al niño de un modo tan efectivo.


¿QUÉ HACER CON LOS INTERMINABLES POR QUÉS?
       Cuando los niños le pregunten "¿de dónde viene la lluvia?", dígaselo, y si no lo sabe dígales eso también, que no lo sabe, y prométales averiguarlo.
       Si hacen preguntas en un momento inoportuno, como cuando tratamos de hacerles dormir, se les debe decir: "Pregúntame eso mañana, a la hora del desayuno, ¿quieres?".
       Nunca es bueno dejar sin alguna respuesta verdadera la pregunta de un niño.

CUIDADO CON EL CUELLO DE LA BOTELLA
       La mente del niño se ha comparado al cuello de una botella: si se intenta meterle gran cantidad de licor en poco tiempo, se derrama y desperdicia; en cambio, gota a gota, despacio, pero con constancia, pronto se llena y va asimilando sabiduría.

CUIDAR LAS COSAS PEQUEÑAS
       El mal se suele difundir ordinariamente por medio de cosas pequeñas. Los virus, las bacterias nocivas se instalan en los buenos alimentos. No dar importancia a pequeños detalles de higiene puede acarrear graves enfermedades.

1.    VALOR DE LA RESPONSABILIDAD
  Ayuda a establecer las metas a las que se quiere llegar y a decidir cómo alcanzarlas.
  “No somos responsables sólo de aquello que decimos, sino también de las que no decimos”. Martín Lutero
  Responsabilidad es la capacidad de dar respuesta de los propios actos.
  El valor de la Responsabilidad hace que se pueda convivir pacíficamente en la familia, escuela y sociedad.
  La Responsabilidad empieza con uno mismo, con lo que se hace, con lo que se cree, con lo que se piensa, con los compromisos y metas que se marcan.
       ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra responsabilidad?
-       Percatarnos de que todo cuanto hagamos tiene una consecuencia que depende de nosotros mismos. Nosotros somos quienes decidimos.
-       Lograr de manera estable, habitual, que nuestros actos correspondan a nuestras promesas. Si prometemos “hacer lo correcto” y no lo hacemos, entonces no hay responsabilidad.
-       Educar a quienes están a nuestro alrededor para que sean responsables.
El camino más difícil, pero que a la larga es el mejor, es el educar al irresponsable. ¿No vino el carpintero? Entonces, a ir por él y hacer lo que sea necesario para asegurarnos de que cumplirá el trabajo. ¿Y el gasfitero? Hacer que repare sin costo el desperfecto que no arregló desde la primera vez. ¿Y con la pareja infiel? Hacerle ver la importancia de lo que ha hecho, y todo lo que depende de la relación. ¿Y con el gobernante que no hizo lo que debía? Utilizar los medios de protesta que confiera la ley para que esa persona responda por sus actos.

2.    VALOR DE LA PUNTUALIDAD
  Es una disciplina de estar a tiempo para cumplir las obligaciones diarias.
  Este valor de la Puntualidad promueve la personalidad en el carácter, orden y eficacia
  La Puntualidad exige sacrificio, no buenas intenciones: La Puntualidad ordena la vida de la familia en proyectos y costumbres.
  La Puntualidad hace a la persona en la familia a ser eficaz y efectiva por lograr una calidad de vida de relaciones más estrechas.
Para crecer y hacer más firme este valor en tu vida, puedes iniciar con estas sugerencias:
       Examínate y descubre las causas de tu impuntualidad: pereza, desorden, irresponsabilidad, olvido, etc.
       Establece un medio adecuado para solucionar la causa principal de tu problema (recordando que se necesita voluntad y sacrificio): Reducir distracciones y descansos a lo largo del día; levantarse más temprano para terminar tu arreglo personal con oportunidad; colocar el despertador más lejos…
       Aunque sea algo tedioso, elabora por escrito tu horario y plan de actividades del día siguiente. Si tienes muchas cosas que atender y te sirve poco, hazlo para los siguientes siete días. En lo sucesivo será más fácil incluir otros eventos y podrás calcular mejor tus posibilidades de cumplir con todo. Recuerda que con voluntad y sacrificio, lograrás tu propósito.
       Implementa un sistema de “alarmas” que te ayuden a tener noción del tiempo (no necesariamente sonoras) y cámbialas con regularidad para que no te acostumbres: usa el reloj en la otra mano; utiliza notas adheribles…
       Establece de manera correcta tus prioridades y dales el lugar adecuado, muy especialmente si tienes que hacer algo importante aunque no te guste.

3.    VALOR DE LA SINCERIDAD
La Sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.
Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad, esto que parece tan sencillo, a veces es lo que más cuesta trabajo. Utilizamos las "mentiras piadosas" en circunstancias que calificamos como de baja importancia, donde no pasa nada: como el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por la suposición de que es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente.
Obviamente, una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así sucesivamente… hasta que nos sorprenden.
Cabe enfatizar que "decir" la verdad es una parte de la Sinceridad, pero también "actuar" conforme a la verdad, es requisito indispensable.

4.    VALOR DE LA HUMILDAD
La humildad es la conciencia que tenemos acerca de lo que somos, de nuestras fortalezas y debilidades como seres humanos, y que nos impide por lo tanto creernos superiores a los demás. Los que son humildes no se sobreestiman ni maltratan a los menos favorecidos desde el punto de vista social, económico o de educación.
  La Humildad es una virtud, es reconocer la grandeza de Dios y nuestra pequeñez ante Él.
  “Quien es humilde no necesita demasiadas alabanzas y elogios en su tarea, porque su esperanza está puesta en el Señor; y Él es, de modo real y verdadero, la fuente de todos sus bienes y su felicidad: es Él quien da sentido a todo lo que hace.” (San Agustín)

5.    VALOR DE LA COMPRENSIÓN
La comprensión es la actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales los actos o sentimientos del otro.
Es un acto lleno de generosidad porque con ella aprendemos a disculpar, a tener confianza en los demás, y por lo tanto, ser una persona de estima, a quien se puede recurrir en cualquier circunstancia.
Podemos saber que un empleado nuestro comete errores con cierta frecuencia, “justificamos” este hecho debido a una falta de conocimiento, lo cual determina sus fallas como involuntarias y observamos la necesidad urgente e inmediata de brindar la capacitación correspondiente. El justificar se convierte en una disculpa, en una atenuante que nos hace ubicar el problema en su justa medida, por lo tanto, la comprensión nos lleva a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los demás a superar el estado por el que actualmente pasan.
El ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada hubiera pasado.
La tolerancia debe traducirse como la confianza que tenemos en los demás para que superen sus obstáculos. El padre de familia que retira todo su apoyo a los hijos hasta que mejoren sus calificaciones, condiciona su comprensión a resultados, y no al propósito, al esfuerzo y al empeño que se pongan para lograr el objetivo.

Si deseamos hacer nuestra comprensión de manera consciente, debemos pensar un momento si hacemos lo necesario para:
- Aprender a escuchar y hacer lo posible para no dejarnos llevar por el primer impulso (enojo, tristeza, desesperación, etc.)
- No hacer juicios prematuros, primero se deben conocer todos los aspectos que afectan a la situación, hay que preguntar. No basta decir que una persona es poco apta para un trabajo.
- Distinguir si es una situación voluntaria, producto de los sentimientos o de un descuido. En cualquier caso siempre habrá una forma de prevenir futuros desaciertos.
- Preguntarnos qué haríamos y cómo reaccionaríamos nosotros al vernos afectados por la misma situación.
- Buscar las posibilidades y opciones de solución. Es la parte más activa de la comprensión, pues no nos limitamos a escuchar y conocer qué sucede.
- Dar nuestro consejo, proponer una estrategia o facilitar los medios necesarios que den una alternativa al alcance de la persona.


6.    VALOR DE LA PACIENCIA
  La paciencia es el valor que hace a las personas tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las adversidades con fortaleza, sin lamentarse; moderando sus palabras y su conducta para actuar de manera acorde a cada situación.
  La vida se desenvuelve a un ritmo vertiginoso: demasiada prisa para hacer, para llegar, para resolver asuntos personales y del trabajo, fricciones que surgen cada día con las personas, citas urgentes. Si nuestra época pudiera tener un nombre se llamaría “prisa”.
 “La Paciencia es una virtud por la que se soporta con ánimo sereno los males: no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores”. (San Agustín)

7.    VALOR DEL AUTODOMINIO
  Ayuda a controlar el carácter.
  Permite afrontar con serenidad los contratiempos diarios y ayuda a tener paciencia y comprensión en las relaciones familiares.
  El Autodominio es una actitud que  impulsa a cambiar positivamente la personalidad.
  El Autodominio ayuda a ser más sencillos, personas de acción y  no de palabrería.
Para iniciar y desarrollar el autodominio, considera como importante:
       Aprende a escuchar. De lo contrario, se convierte en la muestra más clara de la falta de autodominio.
       Procura no distinguirte por comer abundantemente, decir disparates, vestir de forma estrafalaria, mostrar poca educación o malos modales.
       Evita el deseo de enterarte de lo que no te incumbe, hacer comentarios imprudentes y dar consejos no solicitados, eso es ser entrometido.
       Cuida especialmente tus relaciones personales, evita suponer las palabras y actitudes que los demás tienen y que “motivan” tu enojo. Lo más importante es que tú cambies de actitud, que hasta ahora también es predecible.
       Dedica unos minutos cada día para reflexionar y elaborar una pequeña lista sobre las situaciones cotidianas que normalmente te disgustan, provocan pereza, caes en excesos y aquellas en las que evades tus responsabilidades. No te preocupes si en un principio son pocas, más adelante seguirás descubriendo otras no menos importantes.
       De la lista obtenida, selecciona dos de todas ellas (puedes elegir entre las interrupciones en el trabajo, comprar los víveres para el hogar, desvelarte con frecuencia, dedicar el tiempo necesario al estudio, por ejemplo), reflexiona sobre la actitud correcta que debes adoptar y llévalas a la práctica por una o dos semanas, después de ese período elige otras y así sucesivamente.

  En la Familia el Autodominio ayuda a ser tolerante y a pasar por alto las pequeñas fricciones diarias, siendo serenos, comprensivos y cariñosos.
  El Autodominio ayuda a saber escuchar en la familia y mantener una relación sana: a relacionarse con delicadeza y cordialidad.

8.    VALOR DE LA PRUDENCIA
  La Prudencia es una virtud que nos proporciona actuar con mayor conciencia y calma frente a las situaciones ordinarias de la vida.
  La Prudencia nos ayuda a reflexionar y a considerar los efectos que pueden producir las palabras y acciones en nuestros semejantes en la familia.
  La Prudencia nos da la habilidad de reconocer nuestros errores y limitaciones y aprender de ellos para no volverlos a cometer.

9.    VALOR DE LA COHERENCIA
  Es la correcta conducta de mantener en todo momento una actitud de acuerdo a los principios familiares y religiosos.
  Con este valor somos capaces de cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y responsable.
  Ser Coherente es defender con criterio y carácter los principios morales, humanos y religiosos que nos rigen.
  La Coherencia exige de la persona lealtad y compromiso a los principios que se educan en la familia.
  La coherencia evita las discusiones y enfrentamientos en la familia: y si algo se aclara ayuda a no  perder la serenidad, cortesía y comprensión en los miembros de la  familia.

Para la práctica y vivencia de este valor puedes considerar:
       Examina si tus actitudes y palabras no cambian radicalmente según el lugar y las personas con quien estés. Que en todo lugar se tenga la misma imagen y opinión de ti.
       Piensa en la coherencia que exiges de los demás y si tú actúas y correspondes, al menos, en la misma proporción.
       Sé prudente para elegir amistades, lugares y eventos. Así no tendrás que esconderte, mentir y comportarte en forma contraria a tus principios.
       Evita hacer trampa o cumplir con tus obligaciones a medias. Aunque sea lo más fácil y nadie se percate de ello por el momento.
       Procura no ser necio. Considera que algunas veces puedes estar equivocado, escucha, reflexiona, infórmate y corrige si es necesario.
       Evita discusiones y enfrentamientos por cosas sin importancia. Si hay algo que defender o aclarar, no pierdas la cordura. Serenidad, cortesía y comprensión.

10.    VALOR DEL PERDÓN
  Perdonar de corazón es un reto para todos los hijos de Dios. Perdonamos como somos perdonados por Dios.
  “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
  Dios nos ha perdonado mucho, y no debemos guardar rencor a nadie. Hemos de aprender a disculpar con generosidad, perdonar con prontitud en familia.
  El perdón embellece la vida y se hace presente Dios en el que perdona.
Para saber perdonar necesitamos:
- Evitar "interpretar" las actitudes.
- No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).
- Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay por qué seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto… entonces nosotros debemos pedir perdón.
Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:
- Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.
- Pensar la manera de llegar a una solución.
- Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.
- Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.
- Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.
- Olvidar el incidente y seguir como si nada hubiera pasado.
   “Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo he tenido de ti? Y su señor irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagara toda la deuda.” Mt. 18, 32-34.

11.              VALOR DE LA ORACIÓN
  La Oración es un diálogo del hombre con Dios y de Dios con el hombre, es un encuentro íntimo entre los dos. El ser humano tiene necesidad de entrar en contacto con su Creador.
  No digas Padre, si cada día no te portas como un buen hijo
  No digas nuestro, cuando sólo piensa en ti y te olvidas de los demás.
  No digas que está en el cielo, si sólo piensas en las cosas materiales.
  No digas santificado sea tu Nombre, si no lo honras en cada momento de tu vida.
  No digas venga a nosotros tu Reino, si las puertas de tu corazón están cerradas.
  No digas hágase tu voluntad, si no aceptas con humildad lo que te ofrece el Señor.
  No digas danos hoy nuestro pan de cada día, si teniéndolo tú, no lo cuidas, ni lo usas para el beneficio de tu prójimo.
  No digas perdona nuestras ofensas, si sigues guardando rencor y odio a tus hermanos.
  No digas no nos dejes caer en la tentación, si no estás dispuesto a cambiar tu conducta.
  No digas líbranos del mal, si aceptas seguir por el mal camino.
  No digas Amén, si no te comprometes y realizas lo que has orado.
  Para enseñar a orar, no basta decirle al hijo cada noche: "reza", o preguntarle por la mañana, "¿ya te has persignado?". Esto puede crear en él algunos hábitos, pero enseñar a orar es otra cosa. Se trata de una experiencia que el niño ha de descubrir y aprender  viendo a sus padres que oran.

jueves, 16 de febrero de 2012

Orar también por aquellos que nos hacen el mal, sabiendo perdonar siempre


(Con Audios) La Catequesis del Papa en el marco de la Audiencia General celebrada esta mañana en el Aula Pablo VI del Vaticano estuvo centrada en la oración de Jesús en la cruz, con las tres palabras que nos ha transmitido el Evangelio de Lucas. El Papa destacó que en esta oración Jesús nos llama a imitarle y cumplir con el difícil gesto de orar también por aquellos que nos hacen el mal, sabiendo perdonar siempre, viviendo la misericordia y el amor. Escuchemos la catequesis y los saludos del Papa en nuestro idioma precedida por la lectura evangélica del día:
(Audio lectura evangélica) RealAudioMP3
(Audio catequesis en Español) RealAudioMP3
(PLJR -RV)

TEXTOS DE LOS SALUDOS DEL PAPA EN NUESTRO IDIOMA

"Queridos hermanos y hermanas:
Deseo hablar hoy sobre la oración de Jesús en la cruz, desde las tres palabras que nos ha transmitido el Evangelio de Lucas. En la primera palabra, Jesús dirige al Padre una intercesión por sus verdugos y da la razón de esta súplica: «no saben lo que hacen». La ignorancia atenúa la culpa, y deja así abierta la vía hacia la conversión. La segunda palabra es la respuesta que da a la oración de uno de los dos hombres crucificado con Él. Después de una vida equivocada, Jesús en comunión con el Padre, abre al hombre las puertas del paraíso. La última palabra es de confianza. Si bien, el momento de morir es dramático, la oración de Jesús esta invadida de una profunda calma que nace de la confianza en el Padre y de la voluntad de entregarse totalmente a Él.
Queridos hermanos y hermanas, esta oración de Jesús nos llama a imitarle y cumplir con el difícil gesto de orar también por aquellos que nos hacen el mal, sabiendo perdonar siempre, viviendo la misericordia y el amor.
*******************
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los miembros del Club Atlético de Madrid, así como a los demás grupos provenientes de España, Costa Rica, Chile, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Jesús que en el momento de la muerte se confío totalmente en la manos de Dios Padre, nos comunique la certeza de que, a pesar de las duras las pruebas, los problemas, el sufrimiento, estamos acompañados de su gran amor. Muchas gracias".



Texto completo de la catequesis del Papa traducida en español:


Queridos hermanos y hermanas

En nuestra escuela de oración, el miércoles pasado, hable sobre la oración de Jesús en la cruz, tomada del Salmo 22 “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”. Ahora quisiera seguir meditando sobre las oraciones de Jesús en cruz en la inminencia de la muerte y quisiera detenerme sobre la narración que encontramos en el Evangelio de San Lucas. El Evangelista nos ha transmitido tres palabras de Jesús en la cruz, de las cuales, dos – la primera y la tercera – son oraciones dirigidas explícitamente al Padre. Mientras que la segunda es la promesa hecha al denominado buen ladrón, crucificado con Él; respondiendo, en efecto al ruego del ladrón, Jesús lo tranquiliza: « Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).

En la narración de Lucas se entrelazan sugestivamente las dos oraciones que Jesús muriendo le dirige al Padre y la acogida de la súplica que le dirige a Él el pecador arrepentido. Jesús invoca al Padre y, al mismo tiempo, escucha el ruego de este hombre, que a menudo es llamado latro poenitens, «ladrón arrepentido».

Detengámonos sobre estas tres oraciones de Jesús. La primera la pronuncia en seguida después de haber sido clavado en la cruz, mientras los soldados se están repartiendo sus vestiduras, como triste recompensa por su servicio. En cierto sentido, es con este gesto que se cierra el proceso de la crucifixión. Escribe san Lucas: « Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos». (23,33-34).

La primera oración que Jesús dirige al Padre es de intercesión: pide el perdón para sus verdugos. Con ello, Jesús cumple en primera persona lo que había enseñado en el Sermón de la montaña, cuando dijo: «Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian» (Lc 6,27) y prometió también a cuantos saben perdonar: «Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo» (v. 35). Ahora desde la cruz, Él no sólo perdona a sus verdugos, sino que se dirige directamente al Padre intercediendo en su favor.

Esta conducta de Jesús encuentra una «imitación» conmovedora en la narración de la lapidación de san Esteban, primer mártir. Esteban, en efecto, antes de morir, «poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: «’Señor, no les tengas en cuenta este pecado’. Y al decir esto, expiró». (Hch 7,60).

Era su última palabra. La comparación entre la oración de perdón de Jesús y la del protomártir es significativa. San Esteban se dirige al Señor Resucitado y le pide que su matanza – gesto definido claramente con la expresión ‘este pecado’ – no sea imputada a los que lo lapidaban. Jesús en la cruz se dirige al Padre y, no sólo pide el perdón para los que lo crucifican, sino que ofrece también una lectura de lo que está sucediendo. Según sus palabras, en efecto, los hombres que lo crucifican «no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Es decir, que Él presenta la ignorancia, el «no saber», como motivo de su pedido de perdón al Padre, porque esta ignorancia deja abierto el camino hacia la conversión, como también sucede en las palabras que pronunciará el centurión al morir Jesús: «Realmente este hombre era un justo» (v. 47), era el Hijo de Dios. «Permanece como consuelo para todos los tiempos y para todos los hombres el que el Señor, tanto hacia los que verdaderamente no sabían – los verdugos – como lo que sabían y lo habían condenado, presenta la ignorancia como motivo de su solicitud de perdón – la ve como puerta que puede abrirnos a la conversión» (Jesús de Nazaret, II, 233).

La segunda palabra de Jesús en la cruz que narra san Lucas es una palabra de esperanza, es la respuesta a la oración de uno de los dos hombres crucificados con Él. El buen ladrón ante Jesús vuelve en sí y se arrepiente, se da cuenta de que está ante el Hijo de Dios, que hace visible el Rostro mismo de Dios, y le ruega: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino» (v. 42). La respuesta del Señor a esta oración va mucho más allá de la misma solicitud; en efecto dice: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso»» (v. 43). Jesús es conciente de que entra directamente en la comunión con el Padre y de reabrir al hombre el camino hacia el paraíso de Dios. Así, por medio de esta respuesta, dona la firme esperanza en que la bondad de Dios puede alcanzarnos también en el último instante de la vida y de que la oración sincera, aún después de una vida equivocada, encuentra los brazos abiertos del Padre bueno que espera que el hijo vuelva.


Pero detengámonos en las últimas palabras de Jesús al morir. El Evangelista cuenta: «Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’. Y diciendo esto, expiró». (44-46). Algunos aspectos de esta narración son distintos con respecto a Marcos y a Mateo. En Marcos no se describen las tres horas de oscuridad, mientras que en Mateo están enlazadas con una serie de acontecimientos apocalípticos, como el terremoto, la apertura de las tumbas y los muertos que resucitan (cfr Mt 27,51-53).


En Lucas, las horas de oscuridad se producen por el eclipse de sol, pero en aquel momento se produce también la ruptura del velo del templo. De esta forma la narración de Lucas presenta dos símbolos, de alguna forma paralelos en el cielo y en el templo. El cielo pierde su luz, la tierra se hunde, mientras que en el templo, lugar de la presencia de Dios se rasga el velo que protege el santuario. La muerte de Jesús se caracteriza explícitamente como un evento cósmico y litúrgico; en concreto marca el principio de un nuevo culto, en un templo que no ha sido construido por los hombres, porque es el cuerpo mismo de Cristo muerto y resucitado, que reúne a los pueblos y les une en el sacramento de su Cuerpo y su sangre.

La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento -«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu»- es un enérgico grito de extrema y total entrega a Dios. Tal oración expresa la plena conciencia de no estar abandonado. La invocación inicial - «Padre» - recuerda la declaración que hiciera cuando era un muchacho de doce años. En aquella ocasión permaneció durante tres días en el templo de Jerusalén cuyo velo ahora se ha rasgado. Y cuando a sus padres, que le habían comunicado su preocupación, les había contestado: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (Lc 2,49). Desde el principio hasta el final, lo que determina completamente el sentir de Jesús, su palabra, su acción, es la relación única con el Padre. En la Cruz, Él vive plenamente, en el amor, su relación filial con Dios, que alienta su oración.

Las palabras pronunciadas por Jesús tras la invocación «Padre», retoman una expresión del Salmo 32: «En tus manos confío mi espíritu» (Sal 31,6). Sin embargo, estas palabras no son una simple frase, sino que más bien manifiestan una decisión firme: Jesús se “entrega al Padre en un acto de total abandono. Estas palabras son una oración de “entrega”, llena de confianza en el amor de Dios. Frente a la muerte la oración de Jesús es dramática, como lo es para cada hombre, pero, al mismo tiempo, se caracteriza por la profunda calma que nace de la fe en el Padre y de la voluntad de entregarse totalmente a él. En el Getsemaní, ya inmerso en la lucha final y la oración más intensa y cuando estaba a punto de ser «entregado en manos de los hombres» (Lc 9,44), «su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo» (Lc 22,44). Pero su corazón era plenamente obediente a la voluntad del Padre, y por esto “un ángel del cielo” había venido a reconfortarle (Lc 22,42-43). Ahora en los últimos instantes Jesús se dirige al Padre diciendo cuales son realmente las manos a las que Él entrega toda su existencia. Antes de viajar a Jerusalén, Jesús había insistido a sus discípulos: «Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres» (Lc 9,44). Ahora que está a punto de perder la vida, Él sella en la oración su última decisión: Jesús se deja entregar «en las manos de los hombres», pero Él pone su espíritu en las manos del Padre; de esta forma –como afirma Juan el Evangelista- todo se ha cumplido, el supremo acto de amor se ha llevado hasta el final, al límite y más allá del límite.

Queridos hermanos y hermanas, las palabras de Jesús en la cruz, en los últimos instantes de su vida terrenal ofrecen indicaciones concretas para nuestra oración, pero también le ofrecen una confianza serena y una firme esperanza. Jesús pide al Padre que perdone a quienes le están crucificando, nos invita al difícil gesto de rezar también por quienes nos hacen daño, sabiendo perdonar siempre, para que la luz de Dios pueda iluminar su corazón; por lo tanto, nos invita a vivir, en nuestra oración, la misma actitud de misericordia y amor que Dios tiene hacia nosotros: «perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» decimos cotidianamente en el «Padre nuestro». Al mismo tiempo, Jesús que en el momento extremo de la muerte se confía totalmente en las manos de Dios Padre, nos comunica la certeza de que, por duras que sean las pruebas, los problemas difíciles, grande el sufrimiento, no estaremos nunca fuera de las manos de Dios, de esas manos que nos han creado, nos sostienen y nos acompañan en el camino de la existencia, porque están guiadas por un amor infinito y fiel. Gracias.


(CV CdM)
radiovaticana.org

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