Queridos hermanos y queridas hermanas:
Hoy estoy feliz de anunciarles la “Campaña contra el hambre en el mundo”, lanzada por nuestra Caritas Internationalis y comunicarles que es mi intención darle todo mi apoyo.
Esta Confederación, junto a sus 164 organizaciones miembros, está hoy empeñada en 200 países y territorios de todo el mundo y su labor es el corazón de la misión de la Iglesia y su atención hacia todos aquellos que sufren por ese escándalo del hambre, con el que el Señor se identificó cuando dijo: “Tuve hambre y me diste de comer”. Cuando los apóstoles le dijeron a Jesús que las personas que habían llegado para escuchar sus palabras también tenían hambre, Él les animó a que fueran a buscar comida. Como ellos también eran pobres, solo encontraron cinco panes y dos peces pero, con la gracia de Dios, llegaron a dar de comer a una multitud de personas, recogiendo incluso lo que había sobrado y evitando así cualquier despilfarro.
Nos encontramos ante un escándalo mundial de casi mil millones de personas. Mil millones de personas que todavía sufren hambre hoy, no podemos mirar a otra parte, fingiendo que el problema no exista. Los alimentos que hay a disposición hoy en el mundo bastarían para quitar el hambre a todos.
La parábola de la multiplicación de los panes y los peces no enseña precisamente eso: que cuando hay voluntad, lo que tenemos no se termina, incluso sobra y no se pierde.
Por eso, queridos hermanos y hermanas, les invito a que hagan un lugar en sus corazones para esta urgencia, respetando ese derecho que Dios ha concedió a todos, de tener acceso a un alimentación adecuada.
Compartamos lo que tenemos, con caridad cristina, con todos aquellos que se ven obligados a hacer frente a numerosos obstáculos para poder satisfacer una necesidad tan primaria y, a la vez, seamos promotores de una auténtica cooperación con los pobres, para que a través de los frutos del trabajo de ellos y de nuestro trabajo podamos vivir una vida digna.
Invito a todas las instituciones del mundo, a toda la Iglesia y a cada unos de nosotros mismos, como una sola familia humana, a dar voz a todas las personas que sufren silenciosamente el hambre, para que esta voz se convierta en un rugido capaz de sacudir al mundo.
Esta campaña quiere ser también una invitación a todos nosotros, para que seamos conscientes de la elección de nuestros alimentos, que con frecuencia significa desperdiciar la comida y usar mal los recursos a nuestra disposición. Es también una exhortación para que dejemos de pensar que nuestras acciones cotidianas no tienen repercusiones en la vida de quienes - cerca o lejos de nosotros – sufren el hambre en su propia piel.
Les pido de todo corazón, que apoyen a nuestra Caritas en esta noble Campaña, para actuar como una sola familia, empeñada en asegurar alimentos para todos.
Roguemos al Señor para que nos conceda la gracia de ver un mundo en el nadie deba morir de hambre. Y pidiendo esta gracia, les doy mi bendición.
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