Gentil Señora Presidente,
queridos Ejecutivos y Empleados de la RAI,
¡Doy mi bienvenida a todos ustedes! Gracias por haber venido así en tantos; ¡es una familia numerosa ésta! Y gracias a la Presidenta por sus palabras, que he apreciado mucho.
Este encuentro se introduce en el marco del 90° aniversario del inicio de las transmisiones radiofónicas de la RAI y el 60° de aquellas televisivas; es significativo que estén presentes también los representantes de algunas Redes radio-televisivas públicas, y de las Asociaciones del sector de otros Países. Los dos aniversarios ofrecen la ocasión de reflexionar sobre la relación que ha habido en estas décadas entre la RAI y la Santa Sede, y sobre el valor y las exigencias del servicio público.
La palabra-clave que quisiera poner enseguida en evidencia es colaboración. Sea a través de la radio o de la televisión, el pueblo italiano siempre ha podido acceder a las palabras y, sucesivamente, a las imágenes del Papa y a los acontecimientos de la Iglesia, en Italia, a través del servicio público de la RAI. Esta colaboración se realiza con los dos entes vaticanos: la Radio Vaticano y el Centro Televisivo Vaticano.
De este modo la RAI ha ofrecido y ofrece aún hoy a los usuarios de su servicio público la posibilidad de seguir sea los eventos extraordinarios sea aquellos ordinarios. Pensemos al Concilio Vaticano II, a las elecciones de los Pontífices, o al funeral del beato Juan Pablo II; pero también pensemos a los muchos acontecimientos del Jubileo del 2000, a las diversas celebraciones, como también las visitas pastorales del Papa en Italia.
Los años Cincuenta y Sesenta han sido una época de gran desarrollo y crecimiento para la RAI. Es bueno recordar algunos pasos: en aquellas décadas la RAI cubre con sus transmisiones todo el País; además, la empresa de Estado se compromete en la formación de los propios ejecutivos también en el exterior; por último aumenta las producciones, entre las cuales también aquellas de carácter religioso: recordamos, por ejemplo, la película Francesco de Liliana Cavani, en el 1966 y Hechos de los Apóstoles de Roberto Rossellini, en el 1969, esta última con la colaboración del Padre Carlo Maria Martini.
La RAI pues, también con muchas otras iniciativas, ha sido testigo de los procesos de cambio de la sociedad italiana en sus rápidas transformaciones, y ha contribuido de modo especial al proceso de unificación lingüístico-cultural de Italia.
Por lo tanto, damos gracias al Señor por todo esto y llevamos adelante el estilo de la colaboración. Pero el hacer memoria de un pasado rico en conquistas nos llama a un renovado sentido de responsabilidad para el hoy y para el mañana. El pasado es la raíz, la Historia se convierte en raíz de nuevos impulsos, raíz de los desafíos presentes, y raíz de un futuro: ¡de ir hacia adelante! No que el futuro nos encuentre sin la responsabilidad de nuestra identidad: no. Que nos encuentre con la raíz de nuestra Historia y yendo siempre hacia adelante. A todos ustedes aquí presentes, y a quienes por diferentes motivos no pudieron tomar parte de éste, nuestro encuentro, les recuerdo que su profesión además de informativa, es formativa, es un servicio público, es decir un servicio al bien común. Un servicio a la verdad, un servicio a la bondad, y un servicio a la belleza. Todos los profesionales que forman parte de la RAI, dirigentes, periodistas, artistas, empleados, técnicos y trabajadores calificados saben de pertenecer a una empresa que produce cultura y educación, que ofrece información y espectáculo, alcanzando en cada momento del día una gran parte de italianos. Es una responsabilidad a la cual, quien es titular del servicio público, no puede por ningún motivo abdicar.
La calidad ética de la comunicación es fruto, en último análisis, de conciencias atentas, no superficiales, siempre respetuosas de las personas, sea de aquellas que son objeto de información, sea de los destinatarios del mensaje. Cada uno, en su propio rol y con la propia responsabilidad, está llamado a vigilar para tener alto el nivel ético de la comunicación, y evitar las cosas que hacen tanto mal: la desinformación, la difamación y la calumnia. Mantener el nivel ético.
A ustedes ejecutivos y dependientes de la RAI, y a sus familias, como incluso a los gentiles huéspedes de este encuentro, va mi más cordial augurio para el año que ha apenas iniciado. Les auguro trabajar bien, y poner confianza y esperanza en su trabajo, para también poderla transmitir: ¡hay mucha necesidad!
A la RAI, y a las otras Redes y Asociaciones aquí representadas, dirijo el auspicio que, persiguiendo con determinación y constancia sus finalidades, sepan siempre ponerse al servicio del crecimiento humano, cultural y civil de la sociedad. Gracias.
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