Mario Vargas Llosa. Foto: MDCarchives /
Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0)
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Es curioso que cada vez que el Premio Nobel de la Literatura, Mario Vargas Llosa, opina sobre la coyuntura política del Perú recurra a la mentira, en especial cuando se refiere al Cardenal Cipriani. Su tirria contra el primado del Perú lo obnubila, perdiéndose en su ilusión literaria, de la cual todos los peruanos y españoles sabemos que es un genio. Pero cuando se trata de hablar de hechos reales, Vargas Llosa opina desde una perspectiva equivocada, quizás por su rencor desmedido o por su falta de conocimiento de la realidad peruana al encontrarse desde hace unos años fuera del país como ciudadano español.
En un programa televiso, al ser consultado sobre la propuesta de referéndum por el tema de la unión civil homosexual, el escritor arremetió nuevamente contra el Arzobispo de Lima con un tema que desde hace años lo tiene como un “caballito de batalla”: las esterilizaciones forzadas durante el gobierno de Alberto Fujimori. “Hubiera sido formidable que Cipriani pidiera un referéndum cuando el señor Fujimori ordenó que se castrara, engañando a miles de miles de campesinas, no es verdad, que se las estilizara a consecuencia de lo cual algunas murieron, ¿por qué no pidió referéndum en ese momento?”, declaró el premio nobel.
Es compresible que el literato no sepa que el primado del Perú se refirió a estos temas manera clara y directa, sobre todo cuando en el país se libraba una gran batalla de ideas. El Cardenal Cipriani, en ese tiempo Arzobispo de Ayacucho, fue una de los voces más críticas respecto a las esterilizaciones realizadas por el Ministerio de Salud, pidiendo inclusive la renuncia del ministro por este bochornoso caso.
El 20 de febrero de 1998, La República -diario crítico de Cipriani- publicó como titular una fuerte declaración del prelado: “A Costa Bauer hay que botarlo del Ministerio”. Y el medio reseñó: “Monseñor Juan Luis Cipriani, obispo de Ayacucho, afirmó ayer que aceptar la ligadura de trompas es declarar que el Perú es un burdel y si el ministro de Salud, Mariano Costa Bauer, quiere tratar al pueblo como animales hay que botarlo del ministerio”.
Todos los medios de la época hicieron eco a esta declaración, porque Cipriani fue una de las pocas personas que se atrevió a criticar al gobierno fujimorista. Con esta acción la actitud firme del arzobispo fue demostrada una vez más. “Hay que ser claros, si toda la actividad humana no es más que estar subidos unos encima de otros, están pensando que somos animales. Y que asuman que somos animales no es aceptable, que lo hagan con su madre, con su hija y con su esposa, pero no con el pueblo”, refirió el prelado en su momento, declaraciones que al parecer el laureado escritor no conoce y como bien dice el proverbio: “la ignorancia es atrevida”.
Cómo es posible entonces que el Premio Nobel de la Literatura no haya revisado por lo menos el archivo del periódico donde escribe todos los domingos sobre temas de política internacional. ¿Es que acaso sus muchos libros le han hecho olvidar la diferencia de la ficción y la realidad, de la mentira y la verdad olvidando el compromiso que tiene con todos sus lectores que buscan en él a un referente correcto, integro e intachable?
No es la primera vez
Esta actitud de desinformación o tal vez de ceguera de Vargas Llosa es constante al referirse al primado. Ya en el 2011 en tres artículos mostró este mismo argumento falso. Como lo ha comprobado la historia esto es una mentira o una fantasía que solo habita en la mente de un nobel que parece vivir solo en la ficción. Además, ha dicho que está a favor del “matrimonio gay”. Al parecer el escritor no comprende tampoco el significado etimológico de la palabra “matrimonio”.
En fin, lo único que le podríamos pedir al literato si es un hombre honorable es la rectificación debida sobre sus argumentos falaces que desde hace unos años nos viene cantando. Ya es hora que en nuestro país el valor de la palabra tenga el peso que debe y no quede sólo en ficciones literarias o ideológicas que ciertos grupos de izquierda nos venden. Es hora que en el Perú se empiece a reconocer el valor intrínseco de la verdad.
Fuente: aciprensa.com
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