Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Les doy mi bienvenida y ¡les agradezco por haber venido! Ustedes festejan el centenario del nacimiento de su Fundador, el beato Luigi Novarese, sacerdote enamorado de Cristo y de la Iglesia y celoso apóstol de los enfermos. Su experiencia personal de sufrimiento, vivida en la infancia, lo hizo muy sensible al dolor humano. Por esto fundó los Obreros Silenciosos de la Cruz y el Centro Voluntarios del Sufrimiento, que aún hoy continúan con su obra.
Quisiera recordar con ustedes una de las Bienaventuranzas: «Bienaventurados aquellos que lloran, porque serán consolados» (Mt 5,4). Con esta palabra profética Jesús se refiere a una condición de la vida terrena que no falta a nadie. Hay quien llora porque no tiene salud, quien llora porque está solo o es incomprendido… Los motivos del sufrimiento son muchos. Jesús experimentó en este mundo la aflicción y la humillación. Ha recogido los sufrimientos humanos, los ha asumido en su carne, los ha vivido hasta el fondo uno a uno. Ha conocido todo tipo de aflicción, aquellas morales y aquellas físicas: ha experimentado el hambre y el cansancio, la amargura de la incomprensión, ha sido traicionado y abandonado, flagelado y crucificado.
Pero diciendo «bienaventurados aquellos que lloran», Jesús no pretende declarar como feliz una condición desfavorable de la vida. El sufrimiento no es un valor en sí mismo, sino una realidad que Jesús nos enseña a vivir con la actitud justa. De hecho, existen formas correctas y formas equivocadas de vivir el dolor y el sufrimiento. Una actitud equivocada es aquella de vivir el dolor de forma pasiva, dejándose llevar con inercia y resignación. También la reacción de la rebelión y del rechazo no es una actitud justa. Jesús nos enseña a vivir el dolor aceptando la realidad de la vida con confianza y esperanza, colocando el amor de Dios y del prójimo también en el sufrimiento: el amor trasforma cada cosa.
Precisamente esto les ha enseñado el beato Luigi Novarese, educando a los enfermos y a los discapacitados a valorizar su sufrimiento al interior de una acción apostólica llevada adelante con fe y amor por los demás. Él decía siempre: «Los enfermos deben sentirse los autores del propio apostolado». Una persona enferma, discapacitada, puede convertirse en apoyo y luz para otros sufrientes, trasformando así el ambiente en el que vive.
Con este carisma ustedes son un don para la Iglesia. Sus sufrimientos, como las llagas de Jesús, por una parte son escandalo para la fe, pero por otra son una constatación de la fe, señal que Dios es Amor, es fiel, es misericordioso, es consolador. Unidos a Cristo resucitado ustedes son «sujetos activos de la obra de salvación y evangelización» (Exhort. ap. Christifideles laici, 54). Los aliento a estar cerca a los sufrientes de sus parroquias, como testigos de la Resurrección. Así ustedes enriquecen a la Iglesia y colaboran con la misión de los pastores, rezando y ofreciendo sus sufrimientos también por ellos ¡Les agradezco mucho por esto!
Queridos amigos, que la Virgen los ayude a ser verdaderos “obreros de la Cruz” y verdaderos “voluntarios del sufrimiento”, viviendo las cruces y los sufrimientos con fe y con amor, junto a Cristo. Los bendigo, y les pido por favor de rezar por mí ¡Gracias! Antes de recibir la bendición, invito a todos a rezar a la Virgen nuestra madre. Ella sabe, ella conoce los sufrimientos y nos ayuda siempre en los momentos más difíciles.
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Este encuentro, celebrado en el Aula Pablo VI, tuvo un matiz especial, puesto que coincide con fechas entrañables para estas Asociaciones. Se trata del primer aniversario de la beatificación, que tuvo lugar el 11 de mayo del año pasado, del sacerdote Luigi Novarese, que san Juan Pablo II denominó «apóstol de los enfermos», que nació en 1914 y que falleció en 1984. Además, este año se conmemoran cien años de su nacimiento y la fecha de este sábado, 17 de mayo, marca un momento decisivo en la historia de las mencionadas Asociaciones y en la vida de su fundador. En efecto, el 17 de mayo de 1931, los médicos que atendían al Beato Luis Novarese, certificaron su curación completa, de la tuberculosis ósea, que padecía desde cuando era niño.
El 17 de mayo de 1943, Luigi Novarese fundó la Liga Sacerdotal Mariana, para ayudar a los sacerdotes heridos durante la guerra, enfermos, en situaciones de graves dificultades. Cuatro años después, el 17 de mayo de 1947, nació el Centro de Voluntarios del Sufrimiento, poniendo en marcha un nuevo apostolado entre los enfermos.
(RC-RV)
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