Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Dirijo mi saludo a todos ustedes que forman parte de las Misericordias de Italia y de los grupos Fratres, y también a sus familiares y a las personas asistidas que han podido unirse a su peregrinación. Saludo a Mons. Franco Agostinelli, Obispo de Prato y su Corrector general, y al Presidente nacional de su Confederación, el Señor Roberto Trucchi, agradeciéndole por las palabras con las que han introducido este encuentro. A todos ustedes se dirige mi aprecio por la importante obra que desarrollan en favor del prójimo sufriente.
Las “Misericordias”, antigua expresión del laicado católico y bien radicadas en el territorio italiano, están comprometidas en testimoniar el Evangelio de la caridad entre los enfermos, los ancianos, los minusválidos, los menores, los inmigrantes y los pobres. Todo su servicio toma sentido y forma de esta palabra: “misericordia”, palabra latina cuyo significado etimológico es “miseris cor dare”, “dar el corazón a los miserables”. Aquellos que tienen necesidad, aquellos que sufren.
Y es eso lo que ha hecho Jesús: ha abierto su Corazón a la miseria del hombre. El Evangelio es rico de episodios que presentan la misericordia de Jesús, la gratuidad de su amor por los sufrientes y los débiles. De los relatos evangélicos podemos captar la cercanía, la bondad, la ternura con la que Jesús se acercaba a las personas sufrientes y las consolaba, les daba alivio, y a menudo las sanaba. Sobre el ejemplo de nuestro Maestro, también nosotros estamos llamados a hacernos cercanos, a compartir la condición de las personas que encontramos. Es necesario que nuestras palabras, nuestros gestos, nuestras actitudes expresen la solidaridad, la voluntad de no permanecer ajenos al dolor de los demás, y esto con calor fraterno y sin caer en alguna forma de paternalismo.
Tenemos a disposición tantas informaciones y estadísticas sobre la pobreza y sobre las tribulaciones humanas. Existe el riesgo de ser espectadores informadísimos y desencarnados de estas realidades, o también de hacer bellos discursos que se concluyen con soluciones verbales y un desinterés con respecto a los problemas reales. Demasiadas palabras, demasiadas palabras, demasiadas palabras, ¡pero no se hace nada! ¡Esto es un riesgo! No es de ustedes, ustedes trabajan, trabajan bien, ¡bien! Pero existe el riesgo… Cuando yo escucho algunas conversaciones entre personas que conocen las estadísticas: “¡Que barbaridad, Padre! ¡Que barbaridad!, ¡Que barbaridad!”. “Pero ¿tú que haces por esta barbaridad?” “¡Nada! ¡hablo!”. ¡Y esto no soluciona nada! ¡Hemos escuchado tantas palabras! Aquello que sirve es actuar, la obra suya, el testimonio cristiano, ir hacia los sufrientes, acercarse como hizo Jesús. En cambio, todos estamos llamados a dejarnos envolver por las fatigas humanas que cada día nos interpelan. Imitemos a Jesús: Él va por las calles y no ha planificado ni los pobres, ni los enfermos, ni los inválidos que cruza a lo largo del camino; pero se detiene con el primero que encuentra, convirtiéndose en presencia que socorre, señal de la cercanía de Dios que es bondad, providencia y amor.
La actividad de sus asociaciones se inspira en las siete obras de misericordia corporal, que me gusta recordar, porque hará bien volverlas a escuchar: dar de comer a los hambrientos; dar de beber a los sedientos; vestir a los que están desnudos; dar posada a los peregrinos; visitar a los enfermos; visitar a los encarcelados; enterrar a los muertos. Los aliento a llevar adelante su acción con alegría y a modelarla sobre aquella de Cristo, dejando que todos los sufrientes puedan encontrarlos y contar con ustedes en el momento de la necesidad.
Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias! Gracias de nuevo a todos ustedes por aquello que hacen. ¡Gracias! !Por haber venido! Que las “Misericordias” y los grupos “Fratres” continúen siendo lugares de acogida y de gratuidad, en el signo del auténtico amor misericordioso por cada persona. ¡Que el Señor los bendiga y la Virgen los proteja! ¡Gracias!
Y por favor no se olviden de rezar por mí. ¡También yo lo necesito! Gracias!
Fuente: radiovaticana.org
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