Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
el Evangelio de hoy nos presenta el comienzo de la predicación de Jesús en Galilea. San Marcos subraya que Jesús comenzó a predicar, «después que Juan [el Bautista] fue arrestado» (1,14). Precisamente en el momento en el que la voz profética del Bautista, que anunciaba la venida del Reino de Dios, es silenciada por Herodes, Jesús comienza a recorrer las calles de su tierra para llevar a todos, especialmente a los pobres, «el Evangelio de Dios»(ibíd.).
El anuncio de Jesús es similar al de Juan, con la diferencia sustancial de que Jesús ya no indica más otro que está por venir: Jesús es Él mismo el cumplimiento de las promesas, Él mismo la “buena noticia” que hay que creer, recibir y comunicar a los hombres y mujeres de todos los tiempos, para que también ellos confíen a Él su existencia. Jesucristo en persona es la Palabra viva y la Palabra operante en la historia: quien lo escucha y lo sigue entra en el Reino de Dios.
El anuncio de Jesús es similar al de Juan, con la diferencia sustancial de que Jesús ya no indica más otro que está por venir: Jesús es Él mismo el cumplimiento de las promesas, Él mismo la “buena noticia” que hay que creer, recibir y comunicar a los hombres y mujeres de todos los tiempos, para que también ellos confíen a Él su existencia. Jesucristo en persona es la Palabra viva y la Palabra operante en la historia: quien lo escucha y lo sigue entra en el Reino de Dios.
Jesús es el cumplimiento de las promesas divinas porque es Aquel que dona al hombre el Espíritu Santo, el “agua viva” que sacia nuestro corazón inquieto, sediento de vida, de amor, de libertad, de paz: sediento de Dios. ¡Cuántas veces sentimos o hemos sentido, nuestro corazón sediento! Él mismo lo reveló a la mujer samaritana, encontrada en el pozo de Jacob, a quien dijo: «Dame de beber» (Jn. 4,7). Precisamente estas palabras de Cristo, dirigidas a la mujer samaritana, han sido el tema de la actual Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que concluye hoy. Esta tarde, con los fieles de la diócesis de Roma y con los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales, nos reuniremos en la Basílica de San Pablo Extramuros para rezar intensamente al Señor, de modo que refuerce nuestro compromiso para la plena unidad de todos los cristianos. Es una cosa fea que los cristianos estén divididos. Jesús nos quiere unidos: un solo cuerpo. Nuestros pecados, nuestra historia, nos han dividido y por ello debemos rezar mucho para que el Espíritu Santo nos una de nuevo.
Dios, haciéndose hombre, hizo propia nuestra sed, no sólo del agua material, sino sobre todo, la sed de una vida plena, de una vida libre de la esclavitud del mal y de la muerte. Al mismo tiempo, con su encarnación, Dios ha puesto su sed - porque también Dios tiene sed - su sed en el corazón de un hombre: Jesús de Nazaret. Así, en el corazón de Cristo se encuentran la sed humana y la sed divina. Y el deseo de la unidad de sus discípulos pertenece a esta sed. Lo encontramos expresado en la oración elevada al Padre antes de la Pasión: «Que todos sean uno» (Jn. 17,21). Eso es lo que quería Jesús, la unidad de todos. El diablo - lo sabemos - es el padre de las divisiones, es uno que siempre divide, que siempre hace guerras, hace tanto mal.
¡Que esta sed de Jesús se convierta cada vez más también en nuestra sed! Continuemos, pues, rezando y comprometiéndonos por la plena unidad de los discípulos de Cristo, en la certeza de que Él mismo está a nuestro lado y nos sostiene con la fuerza de su Espíritu para que esta meta se acerque. Y confiamos nuestras oraciones a la materna intercesión de la Virgen María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia para que Ella nos una a todos, como buena Madre. Ángelus domini…
Palabras del Papa después del Ángelus:
Llamamiento por la Paz en Ucrania
Sigo con profunda preocupación la escalada de los combates Ucrania oriental, que siguen causando numerosas víctimas entre la población civil. Mientras aseguro mis oraciones por todos los que sufren, renuevo un apremiante llamamiento para que se reanuden los tentativos de diálogo y se ponga fin a todas las hostilidades.
Ahora continuamos en compañía:
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy se celebra la Jornada mundial de los enfermos de Lepra. Expreso mi cercanía a todas las personas que sufren por esta enfermedad, así como a aquellos que cuidan de ellos, y a quienes luchan para eliminar las causas del contagio, es decir, las condiciones de vida no dignas del hombre. ¡Renovamos nuestro compromiso de solidaridad hacia estos hermanos y hermanas!
Saludo con afecto a todos ustedes, queridos peregrinos venidos de diversas parroquias de Italia y otros países, así como a las asociaciones y grupos escolares.
En particular, saludo a la comunidad filipina de Roma. Queridos, el pueblo filipino es maravilloso, por su fe fuerte y alegre. Que el Señor sostenga siempre también a ustedes que viven lejos de casa. ¡Muchas gracias por su testimonio! Y muchas gracias por todo el bien que hacen aquí, porque ustedes siembran la fe entre nosotros, ustedes dan un bello testimonio de fe. ¡Muchas gracias!
Saludo a los estudiantes de Cuenca, Villafranca de los Barros y Badajoz (España), a los grupos parroquiales de las Islas Baleares y a las jóvenes de Panamá. Saludo a los fieles de Catania, Diamante, y Delianuova y Crespano del Grappa.
Me dirijo ahora a los chicos y chicas de la Acción Católica de Roma. Queridos chicos, también este año, acompañados por el Cardenal Vicario y por Mons. Mansueto, han venido en gran número al finalizar su “Caravana de la Paz”. Les agradezco, y los animo a continuar con alegría el camino cristiano, llevando a todos la paz de Jesús. Ahora escuchamos el mensaje que leerán sus amigos, aquí a mi lado (lectura del Mensaje).
He aquí: estos globos quieren decir Paz. ¡Gracias, chicos! Les deseo a todos buen domingo y buen almuerzo. Y por favor, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Hasta la vista!
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