No pueden darse cualidades contrarias
en una misma cosa y al mismo tiempo; pues vemos que los bienes y los
males coexisten. El aire no puede ser a la vez obscuro y transparente;
ninguna comida o bebida es a la vez dulce y amarga; del mismo modo, un
cuerpo no puede ser al mismo tiempo y en el mismo lugar negro y blanco,
ni hermoso donde deforme; lo propio sucede en muchas, por no decir en
todas las cosas contrarias. Todos admiten que el bien y el mal son
contrarios, y, no obstante, ambos pueden existir simultáneamente en el
mismo ser; aún más, el mal no pueden existir en modo alguno sin el bien y fuera de él, aunque el bien puede existir sin el mal.
El hombre o el ángel pueden no ser
injustos, pero la injusticia no puede existir sino en el hombre o en el
ángel; y el hombre y el ángel son buenos en cuanto tales, pero malos en
cuanto injustos. Estas dos cosas contrarias de tal modo andan juntas,
que de ningún modo podría existir mal alguno sin el bien, al cual puede
estar adherido; pues no sólo no encontraría donde fijarse la corrupción,
mas ni aun siquiera de donde proceder, si no hubiese algo que sea
sujeto de corrupción; y si no fuese un bien, no podría corromperse, dado
que la corrupción no es otra cosa que la expulsión del bien.
Por consiguiente, los males han
tenido su origen en los bienes, y si no es en algún bien, no existen,
pues la naturaleza del mal no tendría de donde originarse.
Dado caso que existiera, en cuanto naturaleza, sería necesariamente
buena: incorruptible, gran bien, o corruptible, menor bien, al cual,
desdorando la corrupción, pudiera perjudicarle. (San Agustín. Enquiridión, XIV)
Hace un par de días, una viñeta realizada por un
triste dibujante me hizo reflexionar sobre los clichés que parecen más
frecuentemente en nuestras tensiones eclesiales: contraponer bienes
complementarios para obligarnos a optar entre uno u otro. Nos ofrecen
perder la mitad a cambio de nada.
Ojo, es necesario no confundir la complementariedad
con el discurso relativista de “unir los contrarios”. Los
complementarios se plenifican al reunirse, mientras los contrarios son
peligrosos, ya que implican una trampa implícita. Bien y mal no son
contrarios equivalentes, ya que el mal es la ausencia de bien. Es
importante entender esta diferencia para no caer y ahondar, en el
enfermizo relativismo de nuestra sociedad. ¿Ejemplos? Oración y acción
son complementarios. Si se unen se consigue más plenitud. Diría San
Agustín que al unirse, el ser aumenta y con ello aumenta el bien. Si se
separan, el ser disminuye y el mal aparece ante nosotros.
En el caso de la viñeta que ha dado pié a esta
reflexión, se contraponen dimensiones de nuestra vivencia y realidad
religiosa como si fuesen antitéticas o contrarias. Se oferta la
necesidad de elegir entre dos dimensiones, que unidas, dan lugar a un
aumento el ser. Con todo ello se asienta un prejuicio a través de la
inexistente obligación de optar que se nos presenta. Además, para
terminar de decidirnos, el prejuicio se hace atractivo al ofrecernos una
elección cómoda y pasiva frente a una opción incómoda y más complicada.
Aunque parezca un contrasentido ¿Se puede hacer el mal de mejor forma?
Es frecuente oír discursos que nos animan a
enfrentar lo numinoso contra lo luminoso, lo sagrado contra lo
pastoral, lo mistérico contra lo catequético. Además son discursos que
se dan en todas las realidades eclesiales aunque la sensibilidades y
carismas sean diferentes.
Enfrentar dos bienes parte de un entendimiento
sesgado del modelo de ser humano, Iglesia y sociedad. ¿Qué objetivo
tiene ofrecer estos enfrentamientos? ¿Quién es el que separa lo que sólo
tiene significado unido? En griego, quien realiza esta acción se le
denomina dia-bolos, el que separa. El enemigo. ¿Estamos dispuestos a
entrar en su juego de rompernos como personas, Iglesia o sociedad?
Lo ideal es unir numinoso y luminoso uniendo ambas
dimensiones en nuestra vida. ¿Por qué elegir entre catequético y
mistérico? Las catequesis de Misterios eran esenciales en el
cristianismo primitivo y no lo han dejado de ser. Para vivir los
Misterios es necesaria una buena catequesis previa. ¿Por qué elegir
entre sagrado y pastoral, siendo imprescindibles ambas dimensiones?
Elegir entre orar, estudiar y hacer caridad es algo horrible.
Cuando nos ofrezcan opciones preferentes, tendríamos que discernir con cuidado lo que nos ofertan.
religionenlibertad.com
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