“El 9 de julio deberá nacer el 54° Estado africano, el Sudán meridional, seis meses después de que el referendo del 6 de enero pasado haya sancionado con una aplastante mayoría la voluntad de independencia de la población. Un Estado con fronteras diversas de las dejadas en herencia por la época colonial, un pueblo superviviente desde hace más de veinte años de guerra civil sanguinaria y cruel –como toda guerra-, para emanciparse de la supremacía del Norte árabe e islámico. Un pueblo que ha esperado por mucho tiempo la libertad y la paz, y que ve la próxima declaración de independencia en Juba como una fiesta y una gran esperanza. Justamente todo el continente ve estos eventos como una novedad importante y significativa: ¿Logrará abrirse camino una nueva democracia africana?La apuesta es importante. No podemos permanecer indiferentes ante las amenazas de instauración de la Sharia en el norte y a los ataques militares en la región de Abyei, nueva provocación a la guerra. No podemos permanecer indiferentes ante los sufrimientos de numerosísimos refugiados del norte al sur o que ahora han escapado de Abyei, corriendo el riesgo del hambre y de enfermedades en la estación de las lluvias que se acerca. Si después pensamos en el desafío de unir a un pueblo no inmune de las divisiones tribales y paupérrimo desde el punto de vista no sólo económico, sino también cultural, o en la necesidad de formar una clase dirigente, comprendemos porqué los obispos del lugar, llaman con urgencia a la solidaridad internacional. Motivos de esperanza no faltan, pero son frágiles y deben ser sostenidos con decisión por todos los que queremos ver, finalmente, surgir una luz de justicia y de paz en el corazón de África”.
Fuente: www.radiovaticana.org
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