(audio) En la Fiesta del Corpus Domini celebramos a Jesús “pan vivo bajado del cielo” (Jn.6,51) alimento para nuestra hambre de vida eterna, fuerza para nuestro camino. Agradezco al Señor que hoy me dona celebrar el Corpus Domini con ustedes, hermanos y hermanas de esta Iglesia que está en Cassano Allo Jonio. La fiesta de hoy es la fiesta en la cual la Iglesia alaba al Señor por el don de la Eucaristía. Mientras el Jueves Santo recordamos su institución en la Última Cena, hoy predomina la acción de gracias y la adoración. Y de hecho, es tradicional en este día la procesión con el Santísimo Sacramento. Adorar a Jesús Eucaristía y caminar con Él. Estos son los dos aspectos inseparables de la fiesta de hoy, dos aspectos que dan huella a toda la vida del pueblo cristiano: un pueblo que adora a Dios y un pueblo que camina, que no está detenido, camina.
Ante todo nosotros somos un pueblo que adora a Dios. Nosotros adoramos a Dios que es amor, que en Jesucristo se ha dado a sí mismo por nosotros, se ha ofrecido en la cruz para expiar nuestros pecados, y por el poder de este amor resucitó de la muerte y vive en su Iglesia. ¡Nosotros no tenemos otro Dios fuera de Él!
Cuando la adoración del señor se sustituye por la adoración del dinero, se abre camino al pecado, a los intereses personales y al abuso. Cuando no se adora a Dios, el Señor, se convierten en adoradores del mal como lo son aquellos que viven de deshonestidad y de violencia.
Su tierra, tan bella, conoce las marcas de este pecado. ¡L’Ndrangheta es esto: Adoración del mal y desprecio del bien común! Este mal debe ser combatido, debe ser alejado y ¡es necesario decirle que no! La Iglesia que sé que está tan comprometida con la educación de las conciencias, debe siempre dedicarse más para que el bien pueda prevalecer. Nos lo piden nuestros chicos, nos lo piden nuestros jóvenes necesitados de esperanza. Para poder responder a estas exigencias la fe nos puede ayudar. ¡Aquellos que en su vida tiene este camino del mal, como lo son los mafiosos, no están en comunión con Dios: están excomulgados!
Hoy lo confesamos con la mirada dirigida al Corpus Domini, al Sacramento del altar. Y por esta fe, nosotros renunciamos a Satanás y a todas sus seducciones; renunciamos a los ídolos del dinero, de la vanidad, del orgullo, del poder, de la violencia.
Nosotros cristianos no queremos adorar a nada ni a nadie en este mundo sino a Jesucristo, que está presente en la santa Eucaristía. Tal vez, no siempre nos damos realmente cuenta de lo que esto significa, qué consecuencias tiene o debería tener nuestra profesión de fe.
Esta fe nuestra en la presencia real de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, en el pan y en el vino consagrados, es auténtica si nosotros nos comprometemos a caminar detrás de Él y con Él. Adorar y caminar. ¡Un pueblo que adora es un pueblo que camina! Caminar con Él y detrás de Él tratando de poner en práctica Su mandamiento, aquél que dio a sus discípulos justamente en la Última Cena: “Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros”. (Jn.13,34). El pueblo que adora a Dios en la Eucaristía es el pueblo que camina en la caridad. Adorar a Dios en la Eucaristía, caminar con Dios en la caridad fraterna.
Hoy, como Obispo de Roma, estoy aquí para confirmarlos no sólo en la fe, sino también en la caridad, para acompañarlos y animarlos en su camino con Jesús Caridad. Quiero expresar mi apoyo al Obispo, a los presbíteros y a los diáconos de esta Iglesia, y también de la Eparquía de Lungro, rica en su tradición greco-bizantina. ¡Pero lo extiendo a todos! ¡A todos los Pastores y fieles de la Iglesia en Calabria, comprometida valientemente en la evangelización y en el favorecer estilos de vida e iniciativas que pongan al centro las necesidades de los pobres y de los últimos. Y lo extiendo también a las Autoridades civiles que buscan vivir el compromiso político y administrativo por lo que es: un servicio al bien común.
Les animo a todos ustedes a testimoniar la solidaridad concreta con los hermanos, especialmente con los que tienen más necesidad de justicia, de esperanza, de ternura. La ternura de Jesús, la ternura Eucarística: aquel amor tan delicado, tan fraterno, tan puro. Gracias a Dios hay tantos signos de esperanza en sus familias, en las parroquias, en las asociaciones, en los movimientos eclesiales. ¡El Señor Jesús no deja de suscitar gestos de caridad en su Pueblo en camino!
Una señal concreta de esperanza es el Proyecto Policoro, para los jóvenes que quieren ponerse en juego y crear posibilidades de trabajo para ellos y para los demás. Ustedes, queridos jóvenes, ¡no se dejen robar la esperanza! Lo he dicho tantas veces y lo digo una vez más: ¡No se dejen robar la esperanza! Adorando a Jesús en sus corazones y permaneciendo unidos a Él, sabrán oponerse al mal, a las injusticias, a la violencia con la fuerza del bien, de lo verdadero y de lo bello.
Queridos hermanos y hermanas, la Eucaristía nos ha reunido. El Cuerpo del Señor hace de nosotros una sola cosa, una sola familia, el Pueblo de Dios reunido entorno a Jesús, Pan de Vida. Lo que dije a los jóvenes lo digo a todos: si adoraran a Cristo y caminaran detrás de Él y con Él, su Iglesia diocesana y sus parroquias crecerán en la fe y en la caridad, en la alegría de evangelizar. Serán una Iglesia en la cual padres, madres, sacerdotes, religiosos, catequistas, niños, ancianos, jóvenes, caminan unos al lado de los otros, se apoyan, se ayudan, se aman como hermanos, especialmente en los momentos de dificultad.
María, nuestra Madre, Mujer Eucarística, que ustedes veneran en tantos Santuarios, especialmente en aquel de Castrovillari, los precede en este peregrinaje de la fe. Que Ella los ayude, los ayude siempre a permanecer unidos para que, también a través de su testimonio, el Señor pueda continuar a dar la vida al mundo. Así sea.
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