¡Les agradezco su acogida! Deseaba mucho tener este encuentro con ustedes que soportan la carga diaria de trabajo parroquial.
En primer lugar me gustaría compartir con ustedes la alegría de ser sacerdotes. La sorpresa siempre nueva de haber sido llamado, de hecho, de ser llamado por el Señor Jesús. Llamado a seguirlo, a estar con Él, para llegar a los demás llevándole a Él, su palabra, su perdón... No hay nada más hermoso para un hombre que esto, ¿no es así? Cuando nosotros sacerdotes estamos delante del tabernáculo, y nos detenemos un momento allí, en silencio, entonces escuchamos la mirada de Jesús de nuevo sobre nosotros, y esta mirada nos renueva, nos reanima...
Claro, a veces no es fácil mantenerse delante del Señor; No es fácil porque estamos atados de tantas cosas, de tanta gente... pero a veces no es fácil porque sentimos una cierta inquietud, la mirada de Jesús nos inquieta un poco, también nos pone en crisis ... ¡Pero esto nos hace bien! En el silencio de la oración, Jesús nos hace ver si estamos trabajando como buenos trabajadores, o si tal vez nos hemos vuelto un poco "empleados, funcionarios"; o si somos "canales" abiertos, generosos a través los cuales fluye abundante su amor, su gracia, o si por el contrario nos ponemos en el centro nosotros mismos, y así en lugar de ser "canales", nos convertimos en "pantallas" que no ayudan a la reunión con Señor, con la luz y el poder del Evangelio.
Y la segunda cosa que quiero compartir con ustedes es la belleza de la fraternidad: del ser sacerdotes juntos, de seguir al Señor no solos, no uno a uno, pero juntos, a pesar de la gran variedad de los dones y de las personalidades; de hecho, justamente esto enriquece el presbiterio, esta variedad de orígenes, de edades, de talentos ... Es todo vivido en la comunión, en la fraternidad.
Incluso esto no es fácil, no es inmediato y evidente. En primer lugar porque también nosotros sacerdotes, estamos inmersos en la cultura subjetivista de hoy, esta cultura que exalta el ‘yo’ hasta idolatrarlo. Y luego, a causa de un cierto individualismo pastoral que por desgracia está muy extendido en nuestras diócesis. Por esto tenemos que reaccionar a esto con la elección de la fraternidad. Intencionalmente hablo de "elección". No puede ser sólo una cosa dejada por casualidad, a las circunstancias favorables ... No, es una elección que se corresponde a la realidad que nos constituye, al don que hemos recibido, pero que siempre es bien recibido y cultivado: la comunión en Cristo en el santuario, en torno al Obispo. Esta comunión pide ser vivida buscando formas concretas adaptadas a los tiempos y a la realidad del territorio, pero siempre en perspectiva apostólica, con estilo misionero, con fraternidad y la sencillez de vida. Cuando Jesús dice: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,35), lo dice cierto para todos, pero en primer lugar por los Doce, a los que llamó seguirlo más de cerca.
La alegría de ser sacerdotes y la belleza de la fraternidad. Éstas son las dos cosas más importantes que sentía pensando en ustedes. Una última cosa así de paso: Les animo en su trabajo con las familias y para las familias. Es un trabajo que el Señor nos pide hacer en un modo particular en este tiempo, que es un momento difícil sea para la familia como para la institución, sea para las familias, debido a la crisis. Pero justo cuando es difícil el momento, Dios nos hace sentir su cercanía, su gracia, la fuerza profética de su Palabra. Y nosotros estamos llamados a ser testigos, mediadores de esta cercanía con las familias y esta fuerza profética para la familia.
Queridos hermanos, les agradezco. Y continuemos adelante, animados por el amor común al Señor y por la Santa Madre Iglesia. Nuestra Señora les proteja y acompañe. Permanezcamos unidos en la oración. ¡Gracias!
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