Un proceso que dura toda la vida
Comparto este artículo del
obispo de San Cristóbal de las Casas, México, Felipe Arizmendi Esquivel,
continúa comentando el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, de
Benedicto XVI, analizando lo que significa educar en libertad.
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+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
El tesoro más grande que Dios nos dio es la libertad. Y nos parecemos
más a El cuando la usamos para amar. Nos alejamos de ser su imagen si
esta libertad nos destruye, si nos encadena a vicios, si abusamos de
ella para dañar a los demás.
La educación más difícil, personal y de otros, es el proceso para ser
libres. El reto más complicado es que los hijos, desde pequeñitos,
sobre todo los adolescentes y jóvenes, con el buen ejemplo de sus
padres, aprendan a controlar sus instintos y reacciones, que sean dueños
de sí mismos, no esclavos de sus gustos, emociones y deseos. Cuando
esto se logra, se forman personas maduras, responsables, fieles a sus
compromisos, respetuosos de los demás, pacientes, capaces de renunciar a
los atractivos del alcohol, de las drogas, del abuso sexual, del
atractivo de robar y de golpear. Es un proceso que dura toda la vida,
pero tienen que ponerse las bases desde la familia, la escuela y la
Iglesia.
Todo lo contrario a esta libertad madura y constructiva, en la
tendencia a ver con buenos ojos que cada quien haga lo que quiera, que
no se le reprima para que no se traumatice, que se manifieste tal cual
es, que nada se le niegue, que goce la vida… Aquí está la raíz de tanto
libertinaje, de la exaltación de los derechos sin deberes, de la
agresividad social incontrolada. ¿Qué hacer?
CRITERIOS
El papa Benedicto XVI, con motivo de la Jornada Mundial de la Paz en este año, nos dice:
“La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede
entender y usar mal. En la actualidad, un obstáculo particularmente
insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra
sociedad y cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como
definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos;
y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en
una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado
dentro de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte
relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la
verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la
bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la
validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común. Para
ejercer su libertad, el hombre debe superar por tanto el horizonte del
relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien y el mal.
Sólo en la relación con Dios comprende también el hombre el
significado de la propia libertad. Y es cometido de la educación el
formar en la auténtica libertad. Ésta no es la ausencia de vínculos o el
dominio del libre albedrío, no es el absolutismo del yo. El hombre que
cree ser absoluto, no depender de nada ni de nadie, que puede hacer todo
lo que se le antoja, termina por contradecir la verdad del propio ser,
perdiendo su libertad. Por el contrario, el hombre es un ser relacional,
que vive en relación con los otros y, sobre todo, con Dios. La
auténtica libertad nunca se puede alcanzar alejándose de Él.
También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos
mismos lo que piden a quienes están en su entorno. Les corresponde una
gran responsabilidad: que tengan la fuerza de usar bien y
conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la propia
educación y formación en la justicia y la paz”.
PROPUESTAS
Padres de familia: Vivan responsablemente su propia libertad, para
que sean capaces de educar a sus hijos en esta nobilísima virtud. No den
mal ejemplo llegando a casa a la hora que les dé la gana, alegando que
pueden hacer lo que quieran. Eso generará que sus hijos procedan igual.
Al contrario, ejerzan su libertad siendo responsables en el trabajo y en
el hogar. No consientan que los hijos se la pasen jugando, en la calle,
viendo televisión, durmiendo, si es que deben hacer la tarea, ayudar al
quehacer familiar, compartir con los demás. Que se levanten a tiempo,
que regresen a una hora fija por las noches, que se controlen al comer y
beber. Duele no darles gusto en todo, pero es lo que más les hace
crecer como personas libres.
Profesores, comunicadores y pastores, ayudemos en esta trascendente tarea educativa.
zenit.org
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